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Días en el Paraíso por Ari_123_love

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Notas del capitulo:

A veces las cosas ocurren porque así deben de pasar.

La lluvia era fina, a pesar de las enormes nubes color gris oscuro que se agrupaba en el cielo. Minho había intentado cubrir a Taemin con una chaqueta, pero el demonio no se lo había permitido. Ciertamente Taemin no tenía cabeza como para algo tan banal como es el usar la ropa adecuada según el clima. Sólo podía sollozar, aferrándose a la caja que llevaba entre sus manos. No había hablado en un largo rato, no al menos desde esa mañana, y Minho no sabía qué más hacer para darle consuelo.

-Taemin, si pudiera…

-Tú lo sabías…- Su voz fue ronca, acusando al ángel frente a él. -Siempre lo supiste y no me lo dijiste.- Gruñó. -¿Por qué?

-Oh cariño, yo…- Intentó acercarse a Taemin, pero el demonio se arrebató, alejándose todo lo posible del alto. -Taemin.

-¡No! ¡No tienes excusa! Sé que no puedes hacer nada, pero al menos pudiste decirme y no mantenerlo como un secreto. ¡Sabías que me afectaría! ¡Sabías que lo iba a querer! Y aún así lo permitiste…- Se ahogó con un jadeo lleno de dolor y lágrimas. -¿Por qué Minho?

-Yo no quería…- No supo que decir, no sabía muy bien la respuesta. Taemin le miraba de una manera tan mala, que nunca había esperado recibir de su parte. No supo que estaba haciendo hasta sentir el pequeño choque eléctrico de su poder recorrer sus dedos mientras tocaba la frente del demonio.

Oh no, oh no, oh no. ¿Qué había hecho? Entrado en pánico, sí, una tontería después, también.

Había tomado las emociones de Taemin. Al menos las que correspondía a sus recuerdos con el pequeño de Kikyong. Y sabía que había cometido un enorme error cuando la expresión de Taemin cambió.

Podía tomar las emociones, al menos para permitir que las almas moribundas se fueran en paz hacia el Edén, pero Taemin lucía todo, menos en paz. Sólo tuvo que mirar a los ojos del incubo para ver sus recuerdos.

-¡Minho!- Taemin gritó, corriendo desde la sala hasta la habitación donde Minho se encontraba leyendo. -¡Minho! Tenemos que pedir ayuda, Kikyong se siente mal, no para de vomitar.- Todas sus palabras salieron corriendo de su boca, demostrando su preocupación. -Intenté darle agua, pero tampoco quiere beber. Necesitamos llevarla a un veterinario.- Tomó del brazo al ángel sacándole de la habitación para que le siguiera.

En el alfeizar de la ventana la ardilla se encontraba recostada, respirando muy superficialmente. Su vientre estaba hinchado, casi a reventar, y tenía espuma saliendo de su hocico. El único motivo por el que Taemin sabía que no se trataba de rabia, era porque Kikyong no había tenido la conducta errática de los animales rabiosos. Había llegado algo apagada, pero conforme empezó a vomitar, las alarmas rojas se habían encendido en Taemin.

-Minho, ¿lo ves? Tenemos que hacer algo.- Lloriqueó.

-No podemos Tae. Fue envenenado, no tiene salvación.- Minho le detuvo al sostenerle por la mano.

-¿Qué?- Aulló. -No, no podemos dejarlo morir, es sólo envenenamiento, hay antídotos…

Kikyong inició con convulsiones. Taemin quiso acercarse, pero el agarre que Minho mantenía en él no se lo permitió. Pronto, Kikyong dejó de moverse.

-No…

-Lo siento Tae.- Minho informó implícitamente.

Nunca había sentido eso en su pecho, pero en un momento Taemin empujó a Minho de su lado. Gruñó.

-¡Tú lo dejaste morir!

Minho lo vio, el recuerdo estaba ahí, pero ahora era gris y frío. Nada de lo que Taemin había sentido en ese momento existía ahora.

-Taemin…- Exhaló.

-Sólo enterremoslo, ¿de acuerdo?- Masculló.

Minho asintió, excavando con la pequeña pala para jardinería

Minho había pedido permiso a la encargada, para poder enterrar a la ardilla bajo el árbol donde Taemin la había conocido. Ella no había podido decir no, no cuando Taemin estaba sentado al pie de las escaleras con la caja en donde había puesto a Kikyong, sobre su regazo. Miraba a la nada, con gruesas lágrimas bajando por sus mejillas.

La lluvia no ayudaba, pero Minho no se detuvo hasta cabar el espacio suficientemente profundo para un digno entierro. Taemin colocó la caja en el pozo, usando sus manos para cubrirla con la tierra que fue sacada antes. Se quedó quieto, mirando el pequeño entierro en silencio por un largo rato.

Cuando pudo ponerse en pie, un lastimero gemido salió de su boca. No sentía nada, y aún así su cuerpo se expresaba.

-¿Quieres que diga algunas palabras?- Minho se ofreció.

-No.

Entonces Taemin se dio media vuelta y entró al edificio.

Pudo haber corrido tras él, pero Minho sabía que lo mejor era darle espacio. Fue momentos más tarde que subió, encontrando a Taemin sentado a mitad de la sala, en el sillón. Miraba a la nada, sin moverse ni un poco.

-Tae…- Exhaló, sentándose a su lado. Esta vez Taemin no huyó, pero tampoco se movió a su favor.

-Sólo quiero saber por qué lo hiciste.- Taemin suspiró. Su voz era plana, monótona.

-Yo…- Y Minho aún no sabía cómo responder. -Sólo no quería que sufriera todo el tiempo pensando que a cada segundo se acababa tu tiempo a su lado. No quería lastimarte…De cualquier modo lo hice, entré en pánico, por eso tomé tus sentimientos. No fue mi intención, sólo no quería que…Que pensaras en mi como un monstruo.- Admitió. Él había visto la muerte de esa ardilla, y no había tenido el valor decírselo a Taemin. Porque no quería ver esa mirada de dolor de cuando se pierde a alguien importante.

-No eres un monstruo Minho, eres lo que eres. Eso no se cambia. Ni se esconde.- Lo miró por primera vez en todo el rato. -Quiero, necesito mis sentimientos. Siempre insististe en que los aceptara, no tienes derecho en llevartelos ahora. Los necesito para poder recordar a Kikyong, dolor incluido.

Minho asintió, suspirando. Lo sabía, Taemin estaba en su derecho. Así que se acercó, besándole en la frente, regresando cada uno de eso sentimientos. Pudo haberlos devuelto con un toque normal, pero con aquel beso rogaba por perdón. Se separó al escuchar a Taemin resollar, sus ojos abnegados en lágrimas.

-Perdóname, sé que debes de estar enojado conmigo.- Susurró. –Yo sólo quería que tú…

-No, no estoy enojado.- Porque a estas alturas Taemin conocía bastante bien el enojo. Es amargo, y quema. Lo que él sentía no era así. En cambio era frío y pesado, más del tipo adormecedor. –Sólo creí que…esperaba algo distinto de ti.

Entonces se levantó y se fue hacia su habitación.

Minho se quedó ahí, meditando. Taemin no había usado la palabra, porque no la conocía, pero Minho lo hacía. Él sabía que era decepción.


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