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Aventuras por 1827kratSN

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No sabía cuántos pasos exactamente había dado hasta el momento pues perdió la cuenta en el número doscientos treinta y tres, eso porque se distrajo con una mujer que reía muy fuerte mientras charlaba con su amiga. Odiosa golfa, aunque no sabía lo que significaba “golfa”, pero cuando su madre la dijo una vez y por la expresión facial que tenía, suponía que era un insulto bastante bueno. Como fuere, decidió no contar sus pasos y en vez de eso fijarse en su alrededor. El aburrimiento en casa era matador, tan denso que necesitó salir o se ahogaría seguramente. No fue difícil escabullirse al patio, burlar al guardia de seguridad, salir por una reja mal cerrada y elegir una ruta atractiva, cosa de todos los días, aunque en esa ocasión decidió ir más lejos, explorar algo más que el sector residencial en donde vivía

Jugaba con sus patillas rizadas mientras esperaba a que la lucecita de cruce se encendiera y al hacerlo, se adelantó al hombre que iba a su lado. ¡Ja! Pobre lento. Se pasó jugando a ser más rápido que los demás transeúntes y sonreía triunfal al haberles “ganado” a todos. Era excelente en lo que hacía, no cabía duda. Mas, ninguna de esas calles era tan atractiva como para desear quedarse en ellas demasiado tiempo y por eso, siguiendo su instinto, dobló esquinas, caminó varias cuadras y al fin halló lo que buscaba, un parque. Verde hasta donde podía ver, con pequeñas rutas bien definidas en ese material gris con formas diferentes dadas por trazos de colores. Suspiró satisfecho, ahí se quedaría hasta aburrirse de nuevo y después regresaría a casa

Su plan era simple: iba a caminar hasta encontrar un columpio, se entretendría alcanzando el punto más alto, imaginaría ser el rey del mundo y…

 

 

—¿Por qué no puedo tener un día tranquilo? — Reborn bufó mientras agachaba levemente su cabeza y escondía el leve puchero que tanto odiaba hacer pero que, por alguna razón, no podía evitar formar

—¡No me sigas! — Reborn cerró los ojos para intentar ignorar el barullo escuchado — ¡Aléjate!

—Son molestos — elevaba su cabeza una vez más antes de empezar a caminar sin mirar atrás, y por supuesto, intentando no rabiar porque sus tímpanos vibraban por los gritos de un mocoso que seguramente huía de un niño más grande

—¡NO!

—No le haré caso — se debatía mientras aceleraba el paso, pero esos gritos parecían perseguirlo — oh no, ¡no señor! — se dio cuenta de que era cierto, aquella vocecita lo seguía

—¡AYUDA!

—No voy a ser el buen samartano… o como se llame — masculló mientras empezaba a correr en dirección contraria del sonido captado por sus oídos

—¡Ayúdame! — la voz entrecortada porque seguramente estaba corriendo — ¡Oye tú!

—¡No! — el azabache se negó y apresuró su carrera

—¡E-Eres malo!

—Esa voz — debido a la impresión disminuyó su paso, intentó ver por sobre su hombro, pero al girar un poco perdió su tan perfecta ruta y se desvió hasta el pasto — ¡tú!… — refunfuñó al ver a cierto castaño correr en su dirección

—¡ME COMERÁ! — gritó lo más fuerte que pudo a pesar del agotamiento en sus cortas extremidades. Cerró sus ojos mientras, con su último esfuerzo, aceleró su carrera y pasó de largo al otro niño al que llevaba persiguiendo durante un rato en busca de ayuda

—Como que… — pero no tuvo mucho que decir cuando ese niño pasó a su lado y a él… — ¡no! — exclamó antes de sentir la tacleada de cierta bola peluda que lo lanzó al suelo — demonios —  gruñó bajito como solía hacer en casa para que su madre no lo escuchara y por ende salvarse del regaño

—Ma… Malo — jadeó mientras sostenía del tronco rugoso del árbol que usaría para esconderse — ¡Malvado! — acusó con las mejillas infladas, olvidando por un momento su pánico y volviendo a respirar

—¡Quítate, perro! — Reborn pataleaba al intentar quitarse al canino que seguramente sólo quería jugar, pero ese demonio era como dos veces su tamaño — ¡quieto! — insistió mientras empujaba la cabeza peluda y alejaba esa lengua ensalivada que lo estaba incomodando porque tenía un aroma fuerte y asqueroso

—¡No me ayudaste! — el castañito siguió con su queja mostrando solamente su cabeza ya que el resto de su cuerpo estaba “oculto” detrás del árbol — ¡malo! — sorbió su nariz y soltó un ligero sollozo

—¡Yo nada tengo que ver contigo y este perro! — empujó con fuerza hasta quitarse al can de encima y así poder retroceder para que no se le volviese a acercar — ¡Atrás! ¡Quieto! — el pequeño azabache intentaba recordar las órdenes raras que escuchó a un entrenador de perros decir para detener a un canino — hum… ¡siéntate!... ¡Sit! — ordenó con su dedo índice elevado y, como si fuese un milagro, el perro le hizo caso, se sentó. Fue como magia

 

 

¿La explicación? Un tonto perro que se escapó de su dueña, la misma que llegó minutos después de que Reborn lograse dominar al can y que lloraba como cualquier mocosa a pesar de aparentar los dieciochos años. Un niño castaño que tenía fobia a los perros y que huyó en cuanto vio uno, como era obvio, alejándose de su madre y perdiéndose en ese parque enorme. Reborn guardó toda la paciencia que tuvo para exigir una disculpa, una compensación por la ensalivada estampida y daño hacia su persona, cosa que finalmente logró porque sí, nadie le ganaba en una discusión, mucho menos cuando él tenía la razón. La chica aceptó todos los términos y se disculpó innumerables veces mientras acariciaba el pelaje de su perro. Lo único que Reborn no se esperó fue que el castaño también se viera beneficiado por eso, pero qué más daba... helado gratis era helado gratis

 

 

—De nuevo te has perdido, niño

—Mi nombre es Tsuna — discutió deteniendo la lamida que estaba a punto de dar — y sí — aceptó, aunque su rostro parecía enfadado antes que asustado — igual tú

—¡Ja! — entrecerró sus ojos y miró al castaño — no soy como tú

—Lo eres — debatió frunciendo su respingada nariz — eres un niño como yo

—Soy más inteligente y valiente que tú

—Ese perro me daba miedo — sus mejillas enrojecieron levemente, pero no dejó de mirar al más alto — sus dientes me dan miedo

—Eres un gallina

—¡Y tú un…! — se detuvo a pensar un momento — ¡no te rías! — exigió cuando escuchó la carcajada ajena

—Ni siquiera sabes insultar, niño

—Es que necesito un tiempo para encontrar un parecido — dijo mientras volvía a poner atención a su helado — me recuerdas a algo, pero no recuerdo a qué

—Tonto

—Malo

—Despistado

—¡Ciruela! — apuntó con su dedo índice — eres una ciruela

—Qué poca imaginación tienes — rió sutilmente para luego suspirar — ni siquiera eres un reto

—Sabes — dijo mientras miraba al azabache — yo… olvidé tu nombre

—… — Reborn se golpeó la frente al escucharlo — no puede ser

—Debes decírmelo — el castaño enrojeció un poco a sabiendas de que era pésimo memorizando cosas complicadas como ese nombre — ahora

—No me ordenas nada

—Sólo quiero saber — lo miró con curiosidad

—No te lo diré

—Dime — sonrió acercándose al azabache — quiero saber el nombre del niño malo

—¿Y ahora por qué sonríes? — discutió mientras empujaba la cara del castaño lejos de la suya

—No sé… me inspiras sonreír

 

 

Silencio, extraño silencio que Reborn no quiso cortar, por el contrario, se centró nuevamente en el helado de chocolate en sus manos e ignoró las insistentes palabras del castaño que después de un rato se resignó. Eran dos niños sentados en una banca, disfrutando de dos conos bien proporcionados, con el sol en lo alto y sin nada más que disfrutar de la libertad. Dos almas sin ataduras y llenas de energías, de modo que no se quedaron ahí por mucho tiempo.

Reborn emprendió camino de nuevo, internándose entre los árboles, buscando lo que perdió de vista hace rato: los juegos. Pero había un pequeño detalle que le estaba sacando de quicio: el sonido de pasos detrás de él. Primero fueron pasitos silenciosos, sutiles, que resonaban cuando golpeaban el suelo y rompían las hojas secas, ramas u otras cosas, pero después pasaron a ser ruidosos porque el castaño saltaba. El camino estaba adornado por bloquecitos de colores en cierta zona; un azul, dos amarillos y uno rojo, que repetían la secuencia, Reborn se fijó en eso desde el inicio, por eso – y con extrema sutileza— estaba pisando los colores azules que eran de su agrado, pero jugaba silenciosamente, en cambio el otro no

 

 

—¿Puedes detenerte? — cuando se cansó detuvo su andar y giró hacia el castaño, quien saltaba sobre los colores rojos, exagerando su contacto con el suelo y ocasionando un ruido notable, además, se reía cuando perdía el equilibrio y por poco caía

—¿Por qué? — reía bajito porque en el último paso no logró pararse bien y tuvo que evitar el golpe en sus rodillas colocando las manos en el suelo y quedando sobre ellas con sus piernitas levemente levantadas

—Eres demasiado escandaloso

—Pero es divertido

—Y a todo esto, ¿por qué me sigues? — elevó una ceja extrañado pues el castaño sólo sonrió y se levantó para sacudir sus manos

—Porque estamos perdidos y tal vez, como en el centro comercial, tú busques ayuda — explicó todo mientras sacudía el polvo de sus pantalones

—¿Quién te ha dicho que estoy perdido?

—Nadie

—Entonces, ¿por qué asumes que estoy perdido?

—Pues… porque sí — pero justo antes de que Reborn pudiera refutar esa tonta respuesta, el castaño elevó su mano y señaló algo — ¡Mira! ¡Los juegos!

 

 

Emocionado como estaba, Tsuna sujetó la mano del más grande en estatura y empezó a correr en la dirección apuntada con anterioridad. Reborn pudo protestar, zafarse e irse, pero en esa ocasión se quedó callado, no tenía nada en contra de ir hacia allí, era su objetivo inicial después de todo. Pero no le gustaba ser dirigido, así que en cierto momento adelantó el paso y fue él quien tomó la manita de aquel mocoso y tiró de ella para que se apresurara. ¿Por qué lo hizo? No supo, tal vez porque… la verdad no sabía y poco le importaba en ese momento

Reborn recordó algo que su madre le dijo alguna vez: las cosas eran más divertidas si podías compartirlas con alguien más. En esa ocasión creyó que era una mentira más, como la que decía que los bebés crecían en una planta de lechuga, él mismo fue a ver una y cuando la abrió no había nada, menuda mentira, pero por más que intentó su madre no le dijo otra historia más que esa, lo averiguaría después. Por el momento se daba cuenta de que en verdad era divertido jugar con alguien más.

Podía molestar al pequeño enano castaño, tomarlo como la presa de alguna broma, o un sujeto de experimentación pues con lo ingenuo que era hasta se creyó que dentro de una cabaña había un hada de los globos. Fue divertido verlo volver con un puchero indignado al descubrir que era mentira, no paró de reír durante un buen rato.

Sin darse cuenta estaba siendo perseguido por el castaño en algún juego del cual no recordaba el nombre, pero que le gustaba porque veía al agitado castaño intentar tocarlo, mas, él ni loco se dejaba. Verlo jadear por el esfuerzo o caer ocasionalmente era divertido, aunque después tenía que volver y ayudarlo a levantarse para que no llorase como cualquier otro niño mimado. Incluso se olvidaron de que estaban sólo ellos dos, el sol se ocultaba, sus padres seguramente estarían preocupados por ellos y que el hambre les llegaría pronto.

 

 

—De nuevo estás en el suelo — Reborn se acercaba al castaño y se acuclillaba cerca de este — no me digas que vas a llorar — se burlaba

—¡NO! — refutaba, pero de la comisura de sus ojos se notaba un brillo especial que sólo las lágrimas daban — no… lloraré — incluso hipó levemente, pero contuvo el llanto mientras se sentaba en el piso

—Te dolió, ¿verdad? — suspiró profundamente mientras se sentaba junto al castaño y le revisaba las rodillas — incluso rompiste tu pantalón — apuntó al orificio

—Mm — emitió ese sonidito débil porque no quería hablar ya que tal vez se le ganarían las lágrimas

—Vamos — dijo ya cansado del juego y también apiadándose un poco por el estado de su perseguidor — te ayudo

—No quiero — Tsuna hizo un puchero y con la manga limpió sus mejillas para quitar el leve rastro de tierra que seguramente tenían, debido a que se cayó hace poco

—No seas un mal perdedor — refutó Reborn al levantarse — acéptalo como un hombre — pero sólo veía esas mejillas un poco infladas y esos labios en forma de “pico de pato” que se le hacían graciosas de mirar — vamos, Tsuna

—Ni siquiera me has dicho tu nombre — pues toda la tarde pasó diciéndole “oye”

—Reborn — suspiró mientras tomaba la mano del más pequeño y lo jalaba para levantarlo — me llamo Reborn, que no se te olvide

—No lo haré — sonrió contento por al fin saber lo que tanto deseó — Reborn — pronunció animado nuevamente

—Ahora regresemos. Tengo hambre

—¿Y sabes dónde está tu casa? — preguntó inocentemente mientras se apuraba a seguir al azabache de patillas

—Más o menos — elevó sus hombros para restarle importancia — sólo sé que hay que subir por unas calles

—Yo no sé dónde está la mía — reconoció mientras se acercaba para tomar la mano de Reborn

—¿Qué haces? — Reborn se impresionó por el gesto, apartando su mano instantáneamente e intentando alejarse

—Tomo tu mano para no separarme de ti, como la vez anterior — respondió como si nada y volvió a tomar la mano ajena — no me quiero quedar solo

—Está bien — suspiró y volvió a caminar — pero no hagas alboroto. Odio a los niños malcriados y llorones

—También eres un niño — sonrió Tsuna porque a veces su amigo decía cosas raras

—Pero no uno de esos

—Reborn — Tsuna elevó un poco su voz hasta volverla levemente chillona — Reborn… oye

—¿Qué? — respondió sin ganas

—Ya me dio hambre

—Pues te aguantas porque no sé cómo solucionar eso de nuevo

—Si encontramos a mi mamá, te invitaremos a comer — afirmó con seguridad

—¿Y eso por qué?

—Porque eres un amigo — sonrió mostrando un poco de sus dientes blancos y volviendo evidentes sus redondeadas mejillas

—Pensé que yo era el niño malo — se burló

—No lo eres tanto — lo miró — me diste helado — dijo honestamente

—Que simple eres, Tsuna

 

 

Caminaron un rato, sin soltarse de las manos para que Tsuna no se retrasara. Reborn miraba el camino intentando identificar por donde ingresó al parque, pero no parecía tan fácil ahora que estaba cansado y empezaba a anochecer. Tsuna no dijo mucho, pero cada vez sus pasos se acortaban más, no parecía asustado, pero sí cansado, lo que conllevaba a que debían encontrar un buen lugar donde tomar un respiro. Sin embargo, no hizo falta porque en cierto momento una mujer castaña los encontró. Era la mamá de Tsuna quien aún parecía llorar mientras los abrazaba con fuerza y los besaba, incluso a Reborn, quien se vio impedido de negarse porque la castaña aun sollozaba seguramente por lo asustada y aliviada que estaba en ese momento

Un regaño para el pequeño que se separó de ella, otro para Reborn porque estaba allí solo y según el propio azabache dijo, sin siquiera avisar en casa. Una madre que besó las frentecitas del par de chiquillos y se los llevó a la comodidad de su hogar para darles de comer, comunicarse con los padres de Reborn porque éste se sabía el número de su casa, y al final dejarlos dormir en la cama de Tsuna porque ambos niños estaban tan cansados que cabeceaban cuando terminaron el vaso de leche tibia que Nana les sirvió

 

 

—Una aventura más — sonrió Nana quien todavía tenía sus ojos levemente rojizos pues se pasó llorando las largas horas en las que se tardó en encontrar a su hijito y por fortuna a Reborn también

—Castigaré a este hijo mío — refunfuñaba la otra madre, Stella, que también tenía las mejillas rojas y su nariz un poco congestionada — me dio un susto de muerte

—Puede quedarse aquí esta noche — aseguró la castaña — no tengo problema alguno con eso

—Mañana tiene clases, debo llevármelo — sonrió

—Olvidé el inicio de semana — la castaña rió débilmente — entonces te daré un abrigo que le queda grande a Tsu-kun, para que Reborn-kun no coja un resfriado

—Muchas gracias, pero también pediré tu número de contacto pues al parecer nuestros hijos están destinados a perderse juntos — rió suavemente mientras observaba a Reborn hacer una mueca mientras se daba vuelta en la cama que compartía con el más pequeño y a Tsuna suspirar mientras se aferraba a las cobijas

—Me alegra que Tsu-kun encontrara a Reborn-kun — Nana suspiró — seguramente sin él se habría asustado mucho

—Espero que sean amigos desde hoy, así nosotras también podremos empezar a salir juntas, Nana

—Tienes razón, Stella — sonreían a la par que tomaban un par de fotos a sus adorables y agotados retoños

 

 

 

Notas finales:

 

Gracias a GermarySeth por la idea que enlazaría la historia y le daría continuación, sinceramente no sabía cómo acercarlos de nuevo ajjaja. Espero lograr un decente “fluff”, o al menos un poco de ternura para esta pequeña historia sin objetivo específico más que darle un toque más ingenuo a esta parejita.

Recibo sugerencias, críticas y demás.

Los ama: Krat~

 

PD: ¿Pensaban que no iba a actualizar algún día? Pues aquí me tienen jajajajja… sólo necesitaba un poquito de tiempo XD


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