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Guerreros de almas rotas por Luthien99

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A la mañana siguiente a aquel extraño y corto beso, Remus se marchó de la habitación mucho antes de que todos los demás siquiera hubieran abierto lo ojos. Sirius sintió un vacío existencial en la boca del estómago, una sensación de vértigo que le atormentó todo el día. La preocupación de que todo aquello hubiera sido un gran error no le dejó comer. Pero él era un experto en ocultar sus sentimientos, sus miedos y secretos. Sirius Black era el maestro del disfraz cuando se trataba de aparentar normalidad

—¿Dónde se ha metido Remus? —preguntó James cuando vio que su cama estaba vacía.

Sirius contestó con un sosegado subir y bajar de hombros.

Salieron de la duda cuando bajaron al Gran Comedor a desayunar. Allí se encontraron a Remus, en su habitual sitio de siempre. Cuando James y Sirius entraron —con Peter tras ellos— causaron un revuelo general. Causando siempre el mismo furor en la mayor parte de la sección femenina de la escuela. Muchas de ellas dejaban lo que estaban haciendo para; o alabarlos o maldecirlos. Pues los dos Gryffindors se dedicaban abiertamente a seducirlas para que luego pudieran dar gracias si las saludaban a la mañana siguiente.

Pero Sirius no se fijó en todos aquellos ojos que le observaban curiosos. Siguió caminando con un solo objetivo; llegar a la mesa y sentarse al lado de Remus. El nudo en su estómago se tensaba con más fuerza a medida que se acercaba, y contuvo el aliento cuando llegó.

—¿Y estas prisas, Remus? —preguntó James, sentándose frente a él y con Peter al lado—. ¿Cómo que has madrugado tanto, Lunático?

—Tenía hambre.

James ya había empezado a devorar lo primero que había encontrado en la mesa. Peter empezó a comer poco después, pero Sirius miraba distante y no probó el desayuno aquella mañana. Aprovechó que Peter y James estaban distraídos hinchándose a panecillos de mantequilla y dirigió su mirada a Remus.

—¿Todo bien, Lunático? —dijo.

—Si.

—¿No vas a mirarme?

Remus giró el rostro con desgana y le miró. Sus ojos estaban cansados, tenía marcas moradas que dejaban constancia de su falta de sueño. Las cicatrices recorrían su cara, trazando tres lineas perfectas que cruzaban su rostro de los ojos al labio superior, siempre un poco mas prominente.

—¿Qué quieres, Sirius?

—Nada, nada —contestó con fastidio—. Sigue comiendo, que tienes hambre…

—Bien… —Remus se giró de nuevo y acabó de comer lo que tenía en el plato—. Me voy. —Se puso en pie y les habló con los libros en la mano, dispuesto a irse—. Nos vemos en clase.

James y Peter miraron a Remus mientras atravesaba las puertas del Gran Comedor, con el paso acelerado y un pesar extraño en su caminar.

—¿Se puede saber que coño pasa? —inquirió James con la boca llena y mirando a Sirius algo irritado—. ¿A que venía eso?

Sirius dejó ir un gruñido y tiró el plato a un lado.

—Yo que sé… —dijo— Es imbécil.

—Siempre estáis igual, Canuto —James volvió a llenarse la boca de comida—. Sois como un jodido matrimonio.

El día transcurrió con normalidad y aquello desesperaba a Sirius, que ansiaba poder descargar toda aquella rabia contra algo o contra alguien. El tiempo pasaba lento y Sirius suspiraba ansioso para que llegara la tarde y poder perderse y desaparecer. Clase tras clase, tenía que soportar como Remus se mantenía atento a las explicaciones de los profesores, inmerso en sus discursos y tomando apuntes con calma y sosiego. Sirius ardía por dentro y maldecía a Remus por estar tan tranquilo, y se preguntaba cómo podía mostrarse tan impasible después de lo que había sucedido la noche anterior.

Aquel beso había marcado un antes y un después para ambos, y Sirius se moría por saber que narices había hecho mal para merecerse aquella reacción por parte de Remus. Él le devolvió el beso, no podía arrepentirse ahora. Sirius empezó, sí. Pero fue Remus quien siguió el curso de aquella voraz batalla de lenguas y labios calientes.

Fue a media tarde cuando volvieron a encontrarse en los pasillos. Sirius se dirigía hacía el patio en busca de entretenimiento y Remus camina nervioso para llegar y esconderse entre los libros de la biblioteca.

Se encontraron uno frente a otro y ninguno de los dos fue lo bastante cobarde como para retroceder.

—¿A dónde vas? —preguntó Sirius, intentado esbozar una sonrisa.

—A la biblioteca.

—¿Podemos hablar?

—Estamos hablando…

Entonces Sirius, con la mirada salvaje, cogió a Remus por el brazo y lo apartó a un lado. Se escondieron entre una de las columnas de piedra y la pared del pasillo. Los alumnos que circulaban a su alrededor ignoraron que estuvieran allí arrinconados y su presencia paso desapercibida.

—Ya basta —gruñó Sirius—. ¿Por que mierda actúas así?

Remus suspiró nervioso. Aquella fue la primera señal de agobio y sufrimiento que Sirius notó en sus ojos durante todo el día. Parecía más cansado que habitualmente, pero si miraba más de cerca, podía ver una luz diferente en sus ojos, un brillo inusual que nunca antes había visto en él y aquello le dio cierta esperanza.

—Lo siento. Me he comportado como un imbécil —dijo Remus.

—Sí —reiteró.

—James y Peter no tienen la culpa de nada.

—¿Culpa? ¿De que coño tengo la culpa según tu, Remus? —inquirió furioso.

—No importa.

—¡Claro que importa, joder! —gritó Sirius—. Sólo fue un beso, Remus. Un beso… Nada más.

—No es por el beso, Sirius… —Remus le encaró—. No es por besarme a mi, es por a quien habías besado antes —dijo—. Así que déjame en paz y sigue con tu propósito de joder a todo el puto mundo, conmigo ya lo has conseguido.

—Remus, yo...

—Ahora ya podrás tacharme de la lista —y se fue.

Notas finales:

Gracias por leer. Nos vemos en el próximo.

Besos, Lúthien


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