Cautivado era poco, era preso de la observación minuciosa. Él titubeaba y sabía casi con certeza ciega que él no era ajeno a que le estaba observando. Pues mis ojos no se movían de su andar. Sus pisadas iban y venían. Los clientes no paraban de llegar y parecía demasiado ocupado.
HoSeok no llegaba aún, eran las nueve y mi café ya se había acabado. Quizás debiera pedir otro, no había ninguna doble intención, ni ningún juego sucio. Sencillamente quería mi café, sin él era un inútil y debía seguir trabajando.
Por supuesto que no me levantaría, esperaría coincidir con sus ojos y levantar mi mano.
No tardó demasiado en mirarme y levanté mi mano apenas para llamarle. La diversión estaba carcomiendome por dentro y ni siquiera tenía bien en claro a qué se debía. Aún así, no era pertinente dejar que el exterior pesquisara algo tan personal, no era necesario ni una obligación reírme a voz viva frente a nadie. Lo guardaba para mí y así estaba bien.
— ¿S-í?— indagó levantando su pequeña libreta y sujetando el bolígrafo.
¿Con que ahora sí tomarás mi pedido como se debe? Era tan llamativo a mis ojos, tan deseoso de ser observado, tan arrebatador, encantador y la sucesiva de miles de sinónimos.
—Otro café cargado—hablé colocando mi codo en la mesa mientras cargaba mi rostro allí.
Él anotó el pedido y carraspeó intentando llamar mi atención o quien sabe qué.
— ¿Algo más?—susurró.
Tú.
— No— respondí. Él hizo una venia y, esta vez mucho más seguro, se marchó. ¿Acaso ya no te pongo nervioso?
Volví mi vista a la pantalla y noté que no había hecho más que mirarla. No había avanzado nada y había pasado casi una hora sentado aquí, sólo siendo consciente de cierto rubio y un torpe andar.
Bajé mi vista hasta el móvil en mi regazo. Había dos mensajes, el primero era de NamJoon, siempre tan amigable, me felicitaba por mi aniversario de dos años y me pedía beber unos tragos. El otro era de HoSeok diciendo que no tardaba en llegar.
No lo mencioné, HoSeok es profesor de danza en un colegio de élite o algo así, no estoy muy enterado ni interesado al respecto. Él tenía sus horas libres y luego trabajaba de corrido en una academia por la tarde.
Nuestro matrimonio se forjaba en la ignorancia, o más bien en mi ignorancia. No sé si realmente es amor, en un principio eramos compañeros, él estaba todo el día sacándome sonrisas y cuando me lo propuso creí que debía aceptar, si bien nunca me sentí alterado ni mucho menos como he leído en muchos libros de amor, me sentía cómodo y con eso bastaba, ¿no?
El casarme fue una aceptación a que debía terminar mi vida con alguien y quien mejor que mi fiel compañero y amigo HoSeok. No niego que la pasamos bien porque lo hacemos, la pasamos muy bien, como toda pareja. Él y yo nos queremos y con eso es suficiente.
Nuestra relación fue el salvavidas de mi depresión o eso creo; la verdad jamás me puse a meditarlo en detalle, pero ahora que lo pienso sí fue así. Él nunca lo supo, pero es así, sus malos chistes, su alegría duradera y su interminable buen humor me levantaban el ánimo, cambiaban mis días. Sonreía más y lo hacía gracias a él.
Escucharle pedirme que nos casáramos luego de una larga noche fue extraño pero satisfactorio. Lo acepté rápidamente, no quería meditarlo, no había nada que meditar, no había que indagar más allá. Las cartas estaban puestas sobre la mesa.
Mi familia lo aceptaba puesto que era HoSeok mi amigo de toda la adolescencia, no había nada malo en él y tampoco lo hay hoy en día.
— ¡YoonGi!— Alcé la vista casi al instante y vi como ingresaba casi chocándose con todas las mesas pidiendo disculpas cada dos segundos.
Suspiré en cuanto se sentó frente a mí, sonreí y cerré la laptop para quitarla y moverla a un lado.
— Por fin llegas— hablé poniendo atención en lo agitada que estaba su respiración y en los pequeños mechones color rojo oscuro que se pegaban en su frente. Su sudor estaba decorando toda la piel de su frente y cuello. En otro contexto y/o lugar eso hubiera sido completamente atractivo para mis ojos. Eso que en lo cotidiano llaman placer visual, pero de forma ingenua mi mente estaba en otro lado.
— Lo siento, el tráfico es un desastre y los profesores no me dejaban salir antes de su asamblea. Querían hablar de horas extra curriculares para los alumnos y el único profesor propuesto para dichas horas era yo. Por un momento lo pensé, puesto que sería más dinero— suspiró pesadamente y se removió en el asiento quitándose el morral y dejándolo a un lado—, luego lo rechacé. Paso mucho tiempo fuera de casa, quiero estar contigo. Hoy...— puso sus manos sobre la mesa. Estaba tácitamente pidiéndome que hiciera lo mismo y lo hice. Sujeté sus manos entre las mías, sabía que eso le reconfortaba o eso es lo que siempre decía—... hoy es nuestro día y apenas pude salir de allí. No quiero tener más horas dentro del Instituto.
— Lo sé— asentí y esbocé una sonrisa.
— ¿Pediste algo?— preguntó recordando dónde estábamos.
— Mi segundo café viene en camino—hablé y él se dio la vuelta. Ambos observamos el andar del rubio.
Lo noté claramente, él observó rápidamente la unión de nuestras manos y estoy casi seguro que vio los anillos.
Carraspeó. ¿Será una costumbre suya?
— Su café— murmuró y colocó la taza humeante sobre la mesa.
— ¡Gracias!— exclamó HoSeok— ¿Puede ser un té y una rebanada de pastel de chocolate con crema para mí?
Sus ojos curiosos me observaron y ladee una sonrisa. Luego miró a HoSeok y anotó su pedido. Apresurado se alejó nuevamente y contuve el estallido de una carcajada.
Podía ver el manojo de confusión que eran sus pensamientos.
— Que atractivos son los nuevos empleados, ¿no te parece Hyung?
— Quizás...
Ambos sonreímos.
— ¡Olvidé darte el presente!— exclamó y soltó mi mano para rebuscar entre sus cosas.
Siempre tan detallista. Siempre pensando en cada cosa. Siempre había alguien así en una relación amorosa, ¿no es así? Uno que da amor y el otro que simplemente está allí para recibirlo.
Alzó una pequeña caja y la colocó sobre la mesa.
— Ábrelo...— ordenó expectante y depositó su rostro en sus manos.
Sus hoyuelos se marcaban a medida que quitaba el papel que envolvía la caja.
No tardé demasiado en abrirlo.
— ¿Una llave?— susurré confundido.
Había perdido cualquier pista que tuviera en mi mente.
— Casa nueva— dijo y arrugó su rostro en una gran sonrisa.
— No lo creo—balbucee.
— Créelo. Tendrás tu propio estudio para trabajar.
Me sentí demasiado feliz, pensé que no lo conseguiríamos, dejé de buscar un lugar para vivir hace tiempo y él venía con esta noticia, desbordaba felicidad.
— En serio. No puedo creerlo, eres el mejor—respondí apretando su mano en las mías.
HoSeok era un sol y yo todo lo contrario.
— ¿Podremos ir a verlo pronto?— indagué curioso.
— Ya es nuestro. Pero aún debo esperar que terminen de pintarlo y arreglarlo, quise que estuviera para hoy, pero fue imposible con las lluvias constantes. De todos modos pronto lo veremos.
— Feliz aniversario— musité sólo para él.
Sus ojos se iluminaron como por arte de magia. Siempre que dejaba salir cualquier palabra minimamente alegre él sonreía mucho.
El mesero llegó y dejó las cosas sobre la mesa. Sus ojos ya no tenían esa intensidad del primer contacto visual que tuvimos y la curiosidad comenzó a castigarme con golpes certeros.
Necesitaba recibir nuevamente esa mirada, pero le entendía. Sabía porqué actuaba así.
— Gracias— habló HoSeok y Park JiMin sonrió apenas e hizo una reverencia para luego volver a marcharse.
La mañana siguió su curso entre risas y pequeños roces. Era nuestro aniversario y apenas podíamos compartir un momento.
Me sentí ligeramente nostálgico cuando él tuvo que marcharse. Y a pesar de que también debería haberme marchado decidí que debía quedarme yo mismo y pagar la cuenta. Y quizás dejar algún que otro número telefónico por allí.
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