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Chains and Wires por mistdowner

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Notas del capitulo:

Publicaré tres episodios seguidos. Aunque no son muy largos.

Les juro que ando traumada, no puedo escribir sin, automáticamente, comenzar a analizar las oraciones que escribo de manera morfológica, pragmática y sintáctica. Perdí el juicio. 

En fin, espero les guste este capítulo <3 

Jack había bajado a comer a eso de las seis de la tarde. En el comedor, apenas había una que otra persona, muy distantes en cuanto a consciencia, mirando el vacío y riéndose sin razón de vez en cuando. Jack los saludó como si estos lo escuchasen, ya que solía ser alguien muy alegre y educado. Cuando llegó a la cocina, la cocinera lo miró con el entrecejo fruncido.

—Ha pasado la hora del almuerzo. Me sorprende que los enfermeros no te trajeran a rastras estando tú en los puros huesos.—Jack se encogió de hombros. A veces el personal tenía tanto trabajo que se olvidaban de él.

—Tenía frío. —Comentó rascándose la parte de atrás de la nuca. La mujer de tez morena, rizado cabello y un cuerpo muy robusto asintió a la idea, dándole la razón.

—En eso tienes razón, chico. Fue un día terrible. Todos comenzaron a reclamar por más abrigos y frazadas para sus camas. Mandaron a varios a comprar más, como si el reciento tuviera presupuesto para eso. El invierno aquí es terrible.—la mujer se mordió los labios para no soltar una maldición o palabra inapropiada. Ese día más de uno había rechazado su comida, y la había lanzado a la basura o escupido en su cara. ¿Qué más se podía pedir de locos?

—Berta...— comentó como un niño regañado Jack, encogiéndose en su lugar sin saber a donde irse. Un pequeño escalofrío lo invadió producto de las bajas temperaturas. A pesar de que tenía puesto una camisa y suéter blanco muy abrigado, su cuerpo no parecía cooperar en mantener el calor. Los dedos de sus pies se mantenían congelados aún en sus abrigadas botas, y sus rodillas parecían flaquear ante su propio peso.

—Sí, sí. Espera un rato en el comedor, afuera. Te he hecho unas de avena con pasas, otras de manzana y unas pocas con nueces.

—¿Nada con chocolate?

—Mira, muchacho. Agradece que la doctora te aprecia. Siendo otra, ya te habrían entubado y llenado de cables para hacerte comer a la fuerza. —Jack no respondió nada. Tenía mucha razón.—Ahora ve y espera sentado, te haré una taza de chocolate caliente.—el muchacho castaño sonrió ante aquello. Se acercó a la mujer que comenzaba a preparar todo para la cena, y depositó un beso en su mejilla, para luego marcharse sin retraso. Berta no reaccionó, como si le hubiera importado un comino la muestra de afecto del chico. Pero una vez éste la dejó sola entre sus ollas y sartenes, soltó un suspiró adolorido. Ojalá tan buen chico no estuviera en aquel lugar.

Jackson salió muy despreocupado a tomar un asiento cerca de las grandes ventanas, limpiando con la palma el empañado vidrio reforzado para lograr ver algo a través de él. Generalmente se sentaba muy alejado del resto, casi en un rincón donde nadie lo notara. Pero ahora que estaba relativamente solo en aquel enorme sitio, no sintió la necesidad de retirarse a "su" rincón. Aprovechó para ver el paisaje. Por lo general gastaba horas y horas de su vida mirando al exterior, fascinado cuando algún niño corría por allí junto con sus amigos, gorros de lana y un trineo. Como quería andar en trineo... Juntó sus manos y trató de calentarlas soplando aire cálido desde su boca. Vaho salió de sus labios, divirtiéndole. A veces le gustaba fingir que fumaba un cigarrillo, a pesar de que en realidad jamás había tenido uno real en sus labios. Cuando estaba de más concentrado mirando los detalles del abandonado bosque que rodeaba al psiquiátrico, notó como un vehículo perteneciente a la institución aparcaba afuera. Jack enarco una ceja, notando como sus conocidos enfermeros corpulentos y fuertes bajaban de ese vehículo, abriendo las puertas traseras del coche. De ahí, ambos hombres extrajeron el cuerpo inconsciente de un chico ( u hombre. En realidad no podía ver bien debido a la nieve que caía a grandes cantidades) Recordó entonces que la psicóloga le había mencionado que habría un nuevo paciente.

No iba a negarlo. Le daba algo de curiosidad ver de qué clase de loco se trataba. Pero en ese entonces no tenía en mente nada más que comer sus galletas y chocolate para volver a la cama y esperar la noche. Cuando la puerta de la cocina se escuchó rechinar, olvidó todo el tema. Berta traía sus galletas y el chocolate caliente, y obviamente debía primar sus prioridades.

*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+

Berta le obligó a quedarse en la cena. Él ya había tomado sus medicinas y saludado a todos los pacientes, doctores, psicólogos, enfermeros y enfermeras del lugar. Incluso se había dado un baño, aun con tan bajas temperaturas. Así que esperaba con muchas ansias que le dejaran irse a dormir ( o más bien, pretender dormir)

Pero no. Los enfermeros custodiaron las entradas y él ya no tuvo oportunidad de huir. Así que hizo un puchero y escarbó la comida, llevándose algunas cucharadas a la boca, más por presión que por otra cosa. El sabor era agradable, e impresionado, sintió que esta vez todo sería diferente. La carne no sabía tan mal, y el puré de patatas era muy aceptable.

Al fin la noche llegó, y la orden de ir a los cuartos llegó. Jack caminó como siempre por el gran pasillo iluminado, hacía su habitación 32 que se encontraba en el ala norte del psiquiátrico. Entró sin muchos problemas, escuchando de fondo la típica pelea de los enfermeros contra los pacientes que se negaban a dormir o ser medicados para eso. Gritos, llantos, nombres, golpes... Jack cerró la puerta e hizo de cuenta que no escuchaba nada. Sus juguetes le esperaban, y también una larga noche.

Pasada la media noche, se sentó en el suelo a juguetear con un auto de madera tallado a mano, simulando que éste era una ambulancia. Un muñequito de madera conducía el vehículo, y Jack se divertía pensando en que sería emocionante algún día tener un auto propio. Aunque luego su idea desapareció, haciéndole perder las ganas de jugar. Ciertamente, quizás nunca pudiera tener uno. Así se entretuvo con alguna otra cosa: pintando, dibujando y escribiendo alguna tontería como un diario personal. A veces sentía ganas de dejar escrito en algún sitio todo lo que le había ocurrido en el día. Era su manera de desahogarse y contarle a "alguien" ( su diario) lo vivido en ese día.

Cuando ya iba por la mitad de su segundo párrafo, escuchó un susurro. En seguida tiró todo y miró por la ventana al cielo, agudizando el oído. La luna no se veía en el cielo, pero Jack sabía que estaba ahí, y lo más seguro es que quería hablarle. Volvió a escuchar un sonido, pero esta vez en forma de lamento. Y no de la luna, sino que detrás de él. Miró por sobre su hombro a la vacía habitación. Algo de miedo y ansiedad le cruzó el cuerpo al pensar que efectivamente, quizás sí se estaba volviendo más loco que ayer. Los lamentos subieron de nivel, hasta que Jack pudo distinguir una voz masculina. Curioso, Jack se apartó de la ventana y se dirigió a la puerta, tratando de ver el exterior por la pequeña ventana de ésta. ¿Sería algún enfermero haciendo guardia? ¡Rayos, no podían encontrarlo despierto! Cuando iba a lanzarse a la cama para fingir que dormía, vio algo que le llamó la atención: la habitación del frente, la 40, tenía a alguien adentro. Eso era una novedad. Desde que el último paciente que la habitaba se había recuperado, nadie más la había vuelto a usar.

—¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí!—el gritó heló la sangre de Jack, quién no se esperaba cruzarse con tal alboroto en la tranquilidad de la noche. Sus dientes castañearon por los nervios, y su débil cuerpo comenzó a temblar. Esos gritos eran especialmente molestos y terribles, despertando en él cierta reacción de pánico. —¡Sáquenme, sáquenme!—Jack se congeló en su lugar, sin poder hacer más que quedarse clavado en su lugar mirando fijamente por su ventana la puerta de la habitación cuarenta, donde por la ventanilla, se veía una cabellera castaña. Ya no sabía como reaccionar o qué hacer. Agradecía a la luna y a los doctores por haberle obligado a tomar sus pastillas para mantenerse calmado. De otro modo hubiera estallado en una crisis nerviosa.

El aire se fue de sus pulmones cuando unos ojos profundos y desesperados lo miraron a través de la ventana de la puerta. Se le notaban llorosos y contorneados por unas marcadas ojeras. No reconocía aquella persona, lo cual lo puso más nervioso. La escasa iluminación del pasillo le dejó notar como mechones de cabello castaño se cernían sobre la piel de aquel extraño, haciéndole tomar la escena como algo muy familiar.

—¡Ayúdame, por favor!—le dijo aquel tipo, antes de ( por lo que parecía) caer estrepitosamente al suelo. Jack no lo soportó más y se retiró de la ventanilla de la puerta, muy perturbado. Los rápidos pasos de los enfermeros comenzaron a ponerle la piel de gallina, así que se apuró en acostarse en su cama y darle la espalda a la puerta.

Pudo escuchar el forcejeo de los enfermeros, la voz del doctor tratando de calmarlo y más y más gritos. Jack cerró los ojos con fuerza, y se tapó los oídos. Esa noche no podría hablar con la luna. Ojalá ésta no se enojara.

Notas finales:

Iré a publicar el otro <3 


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