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Innecesario por mistdowner

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Notas del capitulo:

No pensaba en subir nada hoy. 

Pero dado que tenía el capítulo escrito y una seguidora me lo pidió, aquí está la continuación <3 

Espero les guste.

Luego de aquel bochornoso encuentro, el hostigamiento de su parte hacia Midoriya se acrecentó por lo menos cinco veces. Katsuki temía que el pecoso tratara de arruinar su imagen abriendo la boca y dejando su terrible naturaleza al descubierto, detallando con esmero como él ... Bueno. Había actuado como todo un horrible omega en celo frotándose contra un inexperto alfa inútil. Tiró sus libros, lo hirió físicamente, y hasta logró que todos lo que lo rodeaban se infectaran con su mentalidad clara y resentida: Midoriya solo era un Deku, un error de la naturaleza, un omega nacido en el cuerpo de un alfa que no servía para otra cosa que no fuera ser molestado.

Al resto de la clase no le fue tan difícil seguir la lógica de Katsuki. Deku era demasiado amable, no solía buscar pleitos, y lo más extraño ( además de su falta de quirk): no se dejaba guiar por sus instintos, lo cual era realmente extraño. Todos los alfas suspiraban embriagados en la esencia de los omegas, siempre a la espera de encontrar una pareja y aparearse con ella. Pero Deku era otra historia: siempre estaba hablando del gran héroe reconocido, All Might, anotando cosas extrañas en libretas enumeradas, y frunciendo la nariz con cierto desagrado cuando la mezcla de feromonas sexuales se acentuaban en su rostro, casi gritándole que actuara en busca de alguna pareja.  

Katsuki temía. Se debatía. Gruñía y se retorcía en pensamientos contradictorios, siempre resistiéndose a ceder ante sus impulsos. Temía que aquel bochornoso momento saliera a la luz, se  oponía a su naturaleza melosa que pedía a gritos el sumirse en aquel aroma de chocolate y menta. Y sobre todo, odiaba. 

Odiaba que algunas omegas se acercaran al pecoso con la intención clara de ser notadas por Deku. 

Odiaba tener que odiarlas. 

Odiaba el sentimiento de vacío que creía en su vientre al no tener la atención del alfa. 

Odiaba los periodos de celo, la asfixiante época en la que sus labios se movían solos y llamaba un solo nombre: Deku. 

Odiaba su naturaleza, se odiaba a sí mismo y lo odiaba a él. 

Todo era tan innecesario. Tan idiota y sin sentido...

Por ello reaccionaba como solo él podía: violentamente, casi en locura frenética, espantando a todo aquel que se dignara en posar sus ojos en el pecoso, en una enferma manera de marcar su territorio sin tener que admitir que su omega ya se veía condenadamente resuelto a pelear por lo que consideraba "suyo". Siempre se dijo que hacía aquello para que Deku aprendiera que errores como él merecían la soledad y nada más. Pero cuando llegaba el crepúsculo sonreía egoístamente al reconocer que se sentía mucho más tranquilo con el control de la situación viendo a Deku solitario por los pasillos de la primaria. Su omega interno lo felicitaba e impulsaba a seguir con esa locura, asegurándole que Midoriya no debía tener a otro omega cerca, ni siquiera un beta o alguna potencial compañía.

 Deku nunca abrió la boca. Jamás le dijo a nadie lo ocurrido, y se aguantó las lágrimas con fiereza cada vez que decidía explotarle la cara para mantener su "supremacía" bien marcada, siempre resaltando el hecho de que no dudaría en explotarlo en mil pedazos si tan solo se atrevía a mencionar lo ocurrido en el bosque. Por más que se quejara o intentara escapar de las manos de Katsuki, nunca podía negarse a llamarlo con aquel sobre nombre cariñoso.

Excedía la lógica, pintaba en lo estúpido, y retaba lo sano. 

Deku no podía hacerle frente. A pesar de que literalmente, con una sola palabra, podría haber parado la actitud de Kacchan. Hubiera sido fácil usar "la voz" que todo alfa tenía para doblegar la parte omega del rubio y alejarlo completamente. 

Pero nunca lo hizo. Jamás lo alejó, y Kacchan jamás paró. 

Poco a poco ambos firmaban el acuerdo mudo de enterrar lo ocurrido en lo más profundo de los secretos. Sin saber que siempre que la época del celo llegaba, ambos se buscaban infantilmente, sumidos en necesidades vergonzosas y sufriendo por la separación forzada que ambos se obligaban a mantener. 

Por supuesto, como cualquier secreto bien guardado, los padres de los involucrados jamás se percataron de este "lazo" que nacía entre ellos. Como si fueran... Destinados. 

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Los años pasaron. Katsuki pasó por un terrible proceso de autoaceptación luego del episodio de Midoriya en el bosque. Su madre le había recalcado una y mil veces la suerte que había tenido de que el pecoso lo hubiese ayudado, pero eso no hizo más que agrandar a dimensiones ridículas el odio y desprecio que sentía por él. De nuevo, el pecoso se había sentido con derecho a ayudarlo, cuando él nunca necesitó ni pidió ayuda. Midoriya era innecesario en su vida, pero su madre no entendía eso. De hecho, ni ella ni su padre parecían entender que todos los días tenía que sufrir con la imagen del pecoso paseando delante de sus ojos sin prestarle atención, siendo un personaje secundario que insolentemente dejaba fluir su aroma hipnótico a su nariz, haciéndolo temblar. 

Quizás fue por orgullo. Tal vez el miedo ( y eso nunca lo admitiría) pero comenzó a tomar sus supresores, a usar un collar antimarcas, y a cuidarse de manera más responsable. No porque aceptara del todo que era un omega, sino que por el simple hecho de que él no era idiota, y no quería terminar siendo abusado por ningún asqueroso alfa como había estado a punto de suceder en manos de su "amigo". Afrontó los cambios con violencia, a veces sobre medicándose de supresores e intoxicándose a sí mismo, todo con el objetivo de no sentir ese asqueroso y repudiable calor emerger de entre sus entrañas y mojar su ser entero de lujuria.  No quería, no lo deseaba. Pero había veces en que su naturaleza podía más que los químicos, y terminaba envueltos en una serie de retratos rotos y quemados, sábanas mojadas de sudor y el incesante murmullo en lo hondo de sus recuerdos.

"Kacchan, Kacchan..." 

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Los acontecimientos que los llevaron a ingresar a la UA fueron terribles. 

No solo porque había sido secuestrado por un asqueroso villano que intentó arrebatarle la vida poco antes de hace el examen de ingreso,  en un episodio confuso y extremo. 

No. Eso no era lo grave. Haber muerto en las manos de ese asqueroso personaje secundario de hecho hubiera sido lo menos vergonzoso. Sí. Quizás estaba exagerando. Pero había que entenderlo. Lo grave para su orgullo no había sido el haber estado al borde de la muerte, siendo un tonto rehén. Lo terrible, lo grave y estúpido de todo ese asunto es que en medio de la desesperación, lo llamó. 

Llamó a Deku. 

Justo cuando perdía la conciencia y su cuerpo se sentía tentado a desfallecer, cedió. Su omega tomó el mando sin que él pudiera manejarlo, dejando salir un gemido lastimero, casi imperceptible y necesitado. Aquel llamado que los omegas emitían en busca de sus alfas cuando estaban en situaciones de riesgo. Él no quiso. Lo último que necesitaba tan cerca del peligro era buscar la innecesaria y absurda ayuda de un alfa que, en ese entonces, se pensaba que era un quirkless. 

"Deku..."

Y cuando pensó que nadie lo ayudaría, él apareció corriendo de entre la multitud, tan decidido a salvarlo que no pudo hacer otra cosa que abrir los ojos con impresión. Deku apareció a rescatarlo, sonriéndole como podía en medio de la crisis, desesperado por liberarlo, soltando feromonas de enojo y desesperación a la vez. 

Lo maldijo. Le gritó, trató de alejarlo y hasta lo amenazó. Pero Deku jamás lo abandonó. 

*+*+*+*+*+*+*+*+*+

Estar cerca de él era cada vez más complicado. Eso le ponía de los nervios, haciendo que la irritación naciera en él. Tener una lucha ( más bien, guerra) interna cada vez que el olor del pecoso penetraba sus fosas nasales era absurdo y cansador. 

Pensó que él no podría pasar el examen. Pensó que Midoriya al fin se alejaría de su lado. Y aunque la sola idea entristecía a su omega interno, haciéndolo rechinar los dientes por el estúpido pensamiento, se equivocó. 

Deku aprobó. ¡Mierda, jodidas reglas no dichas, estúpida suerte que ayudaba al pecoso! ¡Hija de puta la vida y su insistencia en hacer que él y el pecoso trazaran rumbos iguales! Pero sobre todo, maldito ese aroma tan relajante a caramelo y fresas que ahora amenazaban con derrocarlo de su puesto. 

Deku siempre lo retaba. Siempre amenazaba su autoridad, las leyes no escritas de supremacía, las posibilidades y lo coherente.

Y todo era fatídico, molesto, terrible.  

 Al menos para Katsuki, que no comprendía cómo Midoriya le había ocultado su quirk, y nunca lo había usado para defenderse de él. Decir que se sentía engañado era decir poco.  Aquel día cuando lo acorraló contra la pared de un callejón, supo que el alfa inexperto que había estado hostigando con sus infantiles golpes e insultos había quedado atrás. Porque Deku no retrocedió. Porque no desvió la mirada. Porque lo retó, sin pizca de miedo, y le recalcó con determinación que él iría a la UA sin importar nada.

Tiempo después, ambos habiendo ingresado en un entrenamiento, tomando Katsuki el papel de villano y Midoriya el de héroe, se enfrentaron en una guerra que el rubio tomó como la perfecta manera de liberarse de la cadena que su naturaleza le había puesto al cuello: se demostraría que no lo necesitaba, que podía herirlo y hacerlo trizas, que era el mejor e indiscutible personaje que ganaría toda la gloria..

—¡Sal de ahí, Deku! ¡Enfréntame!—le decía furioso, enojado, con una sonrisa que demostraba que estaba perdiendo los estribos. Quería derrotarlo. Quería volarlo en pedazos y reafirmarle que él era superior. Que él solo era un Deku, y que podía prescindir de él y su estúpida compañía. Y que lo pasado en el bosque solo había sido un error de la jodida y maldita naturaleza. Quería demostrarse que aquel alfa era solo una piedra en el camino, alguien sin talento que sin duda no se merecía ni un cuarto de la importancia total que le brindaba a lo largo del día. 

Pero él lo venció. Como siempre, a pesar de los golpes, explosiones y quemaduras, Midoriya se las ingenió para ser inteligente y estar un paso más adelante que él. Su orgullo cayó en pedazos, y la ira volvió a flotar en todo su esplendor contra el pecoso.

Porque parecía que jamás podría poner al terco de Deku en su lugar.

Porque parecía que el pecoso se esforzaba en hacerlo quedar en ridículo.

Porque parecía que no importaba cuanto daño y golpes propiciara contra él.

La terrible sensación de vacío no desaparecía.

—¡Kacchan!—lo escuchó decir. Miró por sobre su hombro como Midoriya lo seguía. El sol ya se ocultaba, y era tiempo de que los estudiantes volviesen a sus hogares. —¡ Espera!—le pidió. A Katsuki le valió tan poco, que hizo como que no había escuchado y siguió caminando con más apuro, gruñendo por lo bajo. Tenía que juntar todas las piezas de su orgullo y rearmarlo solo, en su habitación y en la ya rutinaria contradicción de odiar al alfa que parecía tener control sobre su cuerpo con  solo estar cerca. Cuando Deku lo alcanzó, pudo oler la casi imperceptible fragancia a fresas y caramelo de Uraraka, la omega que siempre revoloteaba al rededor de Deku. Esto le hizo enojarse aun más, acentuando el sabor amargo en su boca, y provocando que su omega interno se sintiera usado y herido. — Kacchan...— Ahí estaba otra vez. Ese maldito sobre nombre que le causaba un tirón en el vientre, bajando hasta su intimidad, calentándolo y causando un escalofrío a lo largo de sus hormigueantes brazos.  

—¡Ya cállate de una vez!—se giró a verlo con los dientes rechinando, y unas pequeñas explosiones como amenaza. Deku chilló en su lugar y lo miró sorprendido. —¡ Déjame en paz! — le gritó, harto por la situación. Ya no podía escucharlo más, o perdería el juicio, derrumbándose ante el peso que el mismo había puesto sobre sus hombros: el peso de su orgullo, el peso de ser el mejor de todos recalcando la inferioridad del pecoso. La asquerosa tristeza crecía en su pecho. Su omega se resentía por lo poco que sabía del alfa delante de él: ¿desde cuando tenía un quirk? ¿Por qué tenía el aroma de Uraraka encima? ¿Cómo había conseguido tanta fuerza ? ¿Por qué...?

—Yo...—comenzaba a hablar el pecoso. Katsuki lo observó: aquella pose tan determinaba, los gestos tiesos y  que reflejaban cuan en serio hablaba, dispuesto a aclararle todo, su mirada intensa enmarcada en aquel rostro lleno de pecas. Gruñó. Quería tomarlo. Quería destrozarlo. Lo quería todo para sí, y al mismo tiempo lo quería lejos, espantado ante las sensaciones que erizaban su piel.

Por su parte, Deku no estaba mejor. El olor a tristeza y confusión llegaba a su nariz mareándolo de un modo cegador. Le había prometido a All Might nunca decirle a nadie sobre cómo consiguió el One for All. Pero no podía más. Debía contarle a Kacchan la verdad, hacerle saber que él nunca fingió ser un quirkless, y que no había mentido. 

Nadie lo obligaba a hablar. Solo era él y su instinto de alfa burbujeando violentamente en sus venas, decidido a arreglar todo de una vez con el rubio, al que seguía considerando su gran amigo. Le diría la verdad. Le explicaría... Lo consolaría y pediría perdón, una y mil veces por hacerle sentir de ese modo. Su alfa interno le demandaba calmar al omega, y él no podía estar más de acuerdo. 

Siempre había sido un débil sentimental en cuanto a Kacchan. 

Jamás podría odiarlo. 

Jamás podría traicionarlo. 

— ¡No me importa! — lo cortó Katsuki, en medio de su intento por dejar salir sus palabras. En medio de la confusión, pudo oler como All Might se acercaba. 

— ¡Kacchan, yo..!—quiso retenerlo. Presionarlo contra sus brazos y disculparse una y mil veces, tragándose el miedo y respeto que le tenía. Pero no hubo oportunidad. Kacchan le gritó tan fuerte, y con tanto dolor, que su cuerpo no atinó a hacer nada más que sentir como su pecho se comprimía dolorosamente. 

—¡De aquí en adelante yo...! ¡Ganaré, los derrotaré a todos! ¡Disfruta tu victoria, nunca volverá a suceder, maldición! —le gritó con enojo, casi derramando lágrimas de impotencia y dolor. El alfa se retrajo y retrocedió. Las feromonas que estaba dejando salir Katsuki eran de frustración y, obviamente, dolor. Deku intentó hacer algo, lo que fuese, por retener al rubio a su lado. Pero nuevamente demostraba que era inútil, puesto que sus pies no se despegaron del suelo.  El rubio se marchó con las manos en los bolsillo, casi encorvado y sorbiendo la nariz con una pesadez impresionante.

All Might apareció en escena, y Deku tuvo que pedir perdón por el solo hecho de haber pensado en revelar todo. 

El pecoso observó la figura de su amigo marcharse en la lejanía, transformándose en un objeto difuso, lejos de su alcance. Se mordió el labio con impotencia. 

Ese día Midoriya entendió un poco más a Katsuki.

Notas finales:

Nos leemos <3 


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