Como flores marchitas, el agua es su sustento
05
Las relaciones son vínculos que no pueden deshacerse con facilidad. Incluso los quiebres más escabrosos nos dejan unidos a los seres que más podemos llegar a odiar. Están presentes en nuestros cálidos sentimientos y en los recuerdos más dolorosos. Y para Kanon, Saga se encontraba en ambos extremos, el bien y el mal, el amor y el odio, un pasado doloroso y un presente incierto. Y sentimientos que ciertamente no correspondían a un amor fraternal. La salida con Milo al pueblo había mutado en un silencio incómodo y tenso. Kanon no pudo evitar ensimismarse, y dejar de lado a su compatriota. Kanon en silencio se perdió por un sendero que daba directo hacia el bosque, necesitaba el silencio y la quietud. Debía replantearse muchas de las cosas que estaban sucediendo en su día a día. Su cercanía con Milo, el deseo e insano amor que estaba sintiendo por Saga, y los celos que Aioros causaba en su persona. No sabía si sagitario se traía algo con su hermano, o si Saga sentía algo por él, todos eran acontecimientos fuera de su control. Y que solo atizaban su descontento. Su entorno en ese momento era una enredadera de flores oscuras y marchitas, sin sentido y sin una raíz a la cual aferrarse a la tierra, se sentía a la deriva, diminuto y sin propósito. Los ojos se Kanon se llenaron de desazón, no tenía mucha voluntad para llegar hasta el tercer templo, no podía considerar el Santuario como su hogar, no cuando estaba tan cansado de todo el caos de su corazón.
Se quedó allí, mirando la quietud del bosque, mientras se agazapa al interior de sus pensamientos.
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Saga había hablado largo y tendido con Aioros, quebrándose ante los hombros de su compañero y amigo. Sagitario se estremeció al tener a Saga tan cerca de sí, una nueva oleada de desconcierto cubrió a Aioros, y la duda de que Saga significaba más para él que un simple amigo, volvió a instalarse. Él ver los ojos rojos de Saga, su llanto quebrado y sus labios entre abiertos, dejó cabida para que el griego de cabellos castaños besara de improviso al de cabello añil. Saga abrió los ojos sorprendido por el suave y dulce contacto, pero el cual simplemente no le causó nada más que curiosidad y asombro. Cuando Aioros se separó del rostro de Saga, una sonrisa triste invadió sus facciones, era obvio que Saga no había respondido de la forma en la que hubiera deseado, y fue en ese lapsus donde su corazón se rompía y la cordura de saber que había enamorado de Saga se hacía presente, que supo que había llegado tarde a la línea de partida, el corazón de Saga pertenecía a otra persona, no sabía a quién, pero el llanto emitido por el gemelo era uno de un alma acongojada.
Aioros abrazó a Saga, sosteniendo las penas del gemelo y las suyas propias. Un amor unilateral es un amor marchito, no importa cuántas veces fuera regado con atenciones y caricias, sino era la mano correcta la que cuidaba de él, jamás prosperaría.
Flores marchitas, eso eran en esos momentos los tres corazones que sufrían por un amor que no podían afrontar.