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Sobreviviendo al amor por desileo

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Fenris veía hacia los barrotes de su celda, intentaba comprender lo que había pasado. Repasaba una y otra vez la escena, quería pensar que debía tratarse de un error y que en cualquier momento Hawke, el hombre que le había jurado le amaba, iría por él.

O simplemente había sido ingenuo al pensar en que podía confiar en un mago después de huir de uno. Visto de esa manera, él debía ser la persona más estúpida del mundo por volver a creer en alguien así.

Deseaba destrozar algo, cualquier cosa, sin embargo, al estar encadenado a la pared no podía hacer gran cosa más que avanzar lo poco que las cadenas le permitieran.

Podría destruir el libro que traía consigo (ese que Garret le había regalado hace tiempo) pero era lo único a lo que podía aferrarse para no perder la cordura, por algo lo había traído consigo a la reunión con Varania.

Haciendo a un lado su orgullo (lo poco que le quedaba) hizo lo único que le restaba por hacer. Dejó salir libremente las lágrimas que sostuvo desde que fue subido al maldito barco, culpaba al mago que le había demostrado que sus palabras eran ciertas, mas siendo tan ciego y hambriento de amor, las ignoró.

Dale al mago un poco de poder y te mostrarán quién es realmente. Incluyendo el poder sobre ti mismo. Ahora ya no quedaba nada por lo que valiera la pena vivir, solo una vida llena de dolor y miedo, sin saber si sobreviviría para ver el siguiente amanecer.

Su monólogo de autocompasión fue interrumpido por unos pasos tan familiares que hicieron estremecer el cuerpo del elfo involuntariamente. Secó rápidamente sus lágrimas, esperando lo que deparaba su futuro.

Danarius apareció ante él, mostrando toda su arrogancia hacia su esclavo, el cual no pudo huir de él. Burlándose del guerrero caído, comentó.

─Oh, mi pequeño lobo, he ansiado este día desde que huiste de mi lado. Ver tú espíritu así de derrotado postrado a mis pies.

Fenris se dedicó a observar, no deseaba caer en su juego de provocación. Riendo secamente, el Magister continuó.

─Veo que ya te has resignado a tu destino mi mascota, eso es bueno. Ahora, sé un buen chico y déjame revisarte. No se sabe lo que pudiste contraer en esa ciudad de mala muerte.

El elfo no tuvo tiempo de prepararse para la inspección mágica de su amo, soltando un grito doloroso que no pudo contener. Después de lo que parecieron horas, Danarius le dejó ir con un deje molesto.

Antes de que pasara demasiado tiempo para saber el motivo de éste, el Magister soltó con asco.

─Por lo visto hiciste muchas más cosas asquerosas de las que imaginé, aunque era de esperarse. Cuando un esclavo pierde a su amo, tienden a ser un tanto libertinos. Ahora, ¿qué debería de hacer con nuestro pasajero no deseado?

Esas palabras fueron para Fenris casi como un golpe en el estómago, pues tan atrapado estaba en su autocompasión y traición que olvidó por completo el motivo por el que no había luchado contra Danarius en el momento en que éste le preguntó; tanto él como su hijo eran prisioneros del Magister.

Viendo la cara llena de horror que no logró ocultar, el mago se burló.

─Entonces ya lo sabías. Pero no debes de preocuparte por eso mi mascota, puede que sea clemente con él y lo deje vivir. Me será de mucha ayuda para mis nuevos experimentos, tal vez perfeccionar tus tatuajes en él, aunque puede que de por sí será poderoso por estar en contacto con el Lyrium desde su concepción.

Dejando surgir dentro de él los sentimientos de la ira, se abalanzó contra las rejas, en un intento fútil de golpearlo, pero inmediatamente las cadenas lo detuvieron. Molesto por la repentina rebelión de su esclavo, se mofó.

─Es inútil pelear ahora, Fenris. Nunca lograrás salir de este barco, al menos no con vida. Alégrate, seré clemente contigo y haré que olvides todo lo que viviste en libertad, incluido a tu bastardo. Será divertido verte como antes, ayudándome a experimentar con el mocoso.

El elfo le vio lleno de odio, amenazando vanamente.

─Eso ya lo veremos. En cuanto logre salir de esta estúpida celda, te torceré el cuello y cortaré tu cabeza para dejarlo en el mástil de la maldita nave.

Soltando un suspiro, Danarius advirtió.

─Puedes aullar todo lo que quieras, pequeño lobo, sin embargo, nunca podrás salir de aquí. Más te vale que te resignes a tu destino. Si me disculpas, necesito hacer varios asuntos personales, los cuales incluyen los nuevos aposentos de tu bastardo.

Ignorando la mirada de muerte del guerrero, salió de la sala de prisioneros, dejándolo solo nuevamente, con la desesperación creciente en su pecho.

Fenris inmediatamente comenzó a halar las cadenas, con la intención de romperlos sin obtener resultados. Prosiguió con intentar pasar sus manos por los grilletes, tuvo como resultado muñecas y tobillos sangrantes.

Molesto por el nulo progreso en su fuga y el cumplimiento de su amenaza, golpeó con fuerza la pared se su celda, sacando su frustración a relucir a causa de su pronta resignación.

Había un motivo lo suficientemente poderoso para que continuara con su vida: su hijo concebido con el hombre al que creyó lo amaba por sobre el poder. Le había dado lo suficiente para seguir con su vida.

Podría despreciarlo por pertenecer a Hawke y por la gran posibilidad de que fuera un mago en el futuro, pero también era suyo, por no decir que, a pesar de lo que había hecho, seguía amando al hombre.

Además, desde hace unos días atrás se dio cuenta de que incluso sin conocerlo, dentro de su corazón le empezó a amar. Sonaba tonto y cursi, mas no había podido evitar esos sentimientos, al igual que con su padre.

Desesperado por encontrar una salida, pensó en todas las posibilidades, desde la fuerza bruta hasta la más fantasiosa, la cual consistía en que Garret fuera a rescatarlo.

Desechó todas y cada una de ellas al ser más improbables que la anterior. Finalmente pensó en la gran arrogancia de su maestro y su primera impresión de derrota, por lo que se le ocurrió una idea, aunque dependería de qué tan cierto era su análisis.

Asegurándose de que nadie le estaba observando, activó los tatuajes de Lyrium de su mano derecha, teniendo el resultado que deseaba. Su mano se vio libre del grillete en un parpadeo.

Danarius lo había subestimado al pensar que no lucharía por su libertad, pero a pesar de gustarle ese pequeño progreso, sabía que no podría atacar en este momento, ya que su intento de escape sería detenido por toda la tripulación.

Necesitaba una distracción, cualquier cosa que hiciera olvidar su presencia en el barco. Cuando eso sucediera, la sangre correría por toda alta mar, tan solo necesitaba paciencia y mucha suerte de tener esa distracción antes de que llegaran a Tevinter.

Oraba al Hacedor para tener esa suerte.

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Fenris despertó bruscamente cuando su cabeza chocó violentamente contra la pared en la que estaba apoyado. Confundido, agudizó sus oídos para intentar captar información de sus captores.

Escuchó órdenes desesperadas de los soldados para hacer frente a las monstruosas olas que se acercaban hacia ellos, mientras luchaban contra el viento de la tormenta para mantener el rumbo.

El elfo no pudo evitar sonreír ante su gran suerte, o tal vez la de su hijo pues nunca tuvo tal cosa. Sin esperar ni un minuto más, soltó sus extremidades de los ofensivos grilletes, haciendo lo mismo con todo su cuerpo para pasar por los barrotes de su celda.

Feliz por su escape, se descuidó el tiempo suficiente para no ver al par de soldados que habían sido enviados para verle. En cuanto le vieron fuera de su celda, levantaron sus armas contra el esclavo, amenazándole en Treve.

Mentalmente, el guerrero se burló de los hombres de su amo, pues él podría contra los dos sin siquiera sudar, aunque tendría que hacerlo con las manos desnudas a falta de su armadura, sin embargo, ya vería por el camino lo que podría conseguir.

Los esclavistas notaron la confianza de Fenris por lo que temerosos de lo que pudiera traer entre manos, atacaron al prófugo. Esperando un ataque así, el elfo pateó a uno en el pecho, lo lanzó directamente al suelo, mientras que con el otro activó las marcas de su mano y atravesó su cabeza, la hizo puré con solo volver corpórea su mano nuevamente.

Aprovechando que su otro contrincante no pudo levantarse del suelo gracias al peso extra de su armadura, pateó reiteradamente al hombre en la cara hasta que ya no se movía.

Rebuscó entre los cuerpos en busca de un arma que pudiera serle de ayuda, topándose con las llaves para salir de la zona de prisioneros, además de tomar una espada que no era de su total gusto al ser tan ligera entre sus manos.

Conforme con lo que tenía, salió cuidadosamente, cruzó varios pasillos con diversos camarotes para los pasajeros, donde había una cantidad considerable de personas, mataba a todo aquél que estuviera en desventaja o diera alguna oportunidad para un ataque sorpresa.

Justo cuando estaba por salir al aire libre, de uno de los cuartos pudo escuchar la voz de Danarius, gritando a los hombres por su ineptitud para mantenerlo dentro de una celda.  Por un segundo quiso ignorar eso y salir para hacerse con un bote e ir a tierra firme.

Sin embargo, tenía la certeza de que al hacer eso, estaría volteando constantemente sobre su hombro, pensando que en cualquier momento le buscaría y le llevaría de regreso a la esclavitud junto con su hijo.

Esperó hasta que los soldados eran despedidos por el Magister, para entrar al cuarto y bloquear la puerta, asegurándose de que nadie entrara. Su amo volteó hacia la puerta, a punto de gritar a cualquier hombre que osara interrumpirle en su momento de furia, topándose con la figura de su esclavo.

Temeroso de pelear frente a frente con Fenris, lanzó una bola de fuego a su dirección, llamando desesperadamente a Varania para ayudarle. Esquivando el ataque, el esclavo tomó con relativa facilidad su cuello.

Activando nuevamente sus marcas, separó la cabeza de Danarius de su cuello y gritó.

─¡Ya no eres mi amo!

En cuanto la cabeza rodó por el piso, escuchó una voz horrorizada, supo muy bien a quién le pertenecía; su hermana vestida con una túnica y un bastón en su mano, viendo la grotesca escena que se desarrollaba frente a ella, sabía que tendría un destino similar.

Deseando romper todos los lazos de su pasado, incluido aquél que no recordaba, se acercó lentamente hacia su hermana, planeando la mejor manera de asesinarla.

Varania rogó por su vida, suplicaba a cualquier deidad que se detuviera, como si tuviera el derecho a reclamar su mala suerte después de traicionar a su propia sangre.

Sin dudar ni un solo momento, Fenris atravesó el pecho de su hermana, destrozó su corazón y con ella a Leto.

El esclavo salió del camarote sin volver la vista atrás, sabía que no quedaba mucho tiempo, pues pudo ver la terrible tormenta que azotaba al barco, por lo que solo con una espada, el libro que Hawke le había regalado y su hijo, fue hacia uno de los botes.

Esperaba que lo llevara a un futuro más brillante para él.

 


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