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Sobreviviendo al amor por desileo

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Hawke veía con nostalgia el pueblo en el que había crecido, pensaba todo lo que había cambiado en su ausencia desde la muerte de su padre, sobre todo por la incertidumbre que ahora se respiraba en el aire. Sin embargo, su misión era muy diferente a recordar su infancia.

Pasaron años sin alguna pista del paradero de Fenris, por lo que Garret siguió su vida, reflexionaba sobre ello. Había llegado a un acuerdo consigo mismo: si lograba encontrar a su amante vivo, haría hasta lo imposible para recuperarlo, pero si no logró sobrevivir, deseaba encontrar el lugar de descanso de su cuerpo para así cerrar ese capítulo de su vida, esperaba igual el castigo que se merecía.

Mas, un día, recibió una noticia que volvería a encender la esperanza que había abandonado hace años.

Vio hacia su madre y hermana, las cuales se encontraban arreglando su antigua casa, notando la ausencia de su hermano, el cual se había enlistado en el ejército del rey Cailan junto a Aveline para derrotar una Ruina antes de que ésta se convirtiera en tal.

Soltando un suspiro preocupado por el menor de los Hawke, sacó de entre sus bolsas, la carta del contacto de Varric, el cual aseguraba haber encontrado a un elfo que encajaba con la descripción de Fenris en Lothering.

Se aseguró de que ninguna de ellas le necesitara, por lo que comenzó a caminar por el pequeño pueblo, preguntando a cada persona, tanto del pueblo como viajeros sobre un elfo de extraña apariencia, mas tuvo como único resultado un ligero encogimiento de hombros o una despedida para nada amable.

Cuando finalmente cayó la noche y la lluvia se hizo presente, el mago renunció a su búsqueda y regresó a su antiguo hogar, esperando que el día siguiente fuera mejor.

Tanto su madre como Bethany no preguntaron cómo había ido su búsqueda, ya que, con tan solo ver su rostro, supieron que no logró su objetivo, por lo que, sin tocar el tema, fueron a dormir.

Garret despertó violentamente por el golpeteo desesperado de la puerta, preguntándose por unos momentos quién podría ser. Fue directamente a abrirla y se topó con la cara llena de horror de su hermano.

Teniendo un mal presentimiento, preguntó angustiado.

─Carver, ¿qué ha pasado?

Su hermano dio varias respiraciones profundas antes de poder sacar alguna palabra coherente, reveló así la terrible verdad que comenzaría una serie de eventos desafortunados en Thedas.

─El rey Cailan ha caído. Logain lo ha dejado morir junto con su ejército y los Guardas Grises. No queda nadie para hacerle frente a la Ruina y ahora, todos esos engendros tenebrosos se acercan a la ciudad. Tenemos que salir de aquí antes de que todo se venga abajo.

Recordando a su amiga, Hawke preguntó preocupado.

─¿Y qué pasó con Aveline? ¿Sobrevivió?

Con la ansiedad adornando su voz, respondió.

─Logró sobrevivir a duras penas, al igual que yo. Ahora está buscando a Wesley para salir de aquí. Nos verán a las afueras de la ciudad.

Recordando su búsqueda, negó.

─No podemos irnos de aquí. No he logrado encontrar cualquier pista del paradero de Fenris. Si me voy ahora, puede que no vuelva a saber de él o incluso puede quedar atrapado durante todo esto.

En pánico, Carver refutó.

─Pero si no nos vamos ahora, no podrás buscarlo porque estarás muerto. Es mejor salir de aquí lo antes que podamos y tal vez tengas alguna otra oportunidad de encontrarlo, después de todo, puede defenderse solo.

Garret deseaba continuar buscándole, sin embargo, sabía que su hermano tenía razón y debía centrarse en defender lo que aún tenía, por lo que, haciendo un plan en su mente, comentó.

─Despertaré a madre y Bethany para explicarles la situación, mientras tanto ve a la tienda, a la taberna e incluso con los vendedores ambulantes para conseguir provisiones para el viaje. Esperemos poder salir de aquí antes de que todo caiga en caos.

Asintiendo, el guerrero salió junto con los primeros rayos del sol, mientras Garret mandaba una disculpa a Fenris, esperando que estuviera bien y pudiera sobrevivir a tan terrible evento.

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Fenris se despertó súbitamente, tenía un mal presentimiento bastante familiar. Haciéndose una idea de lo que podría ser, buscó alrededor de su tienda y notó que su hijo no se encontraba ahí.

Se levantó en el acto, sabía que tendría que encontrarlo antes de que se metiera en problemas. Otra vez.

No es que lo hiciera a propósito o fuera travieso (lo era, pero no la mayoría del tiempo), simplemente los problemas parecían buscarlo a él, sobre todo cuando tenía una idea en la cabeza.

Fue hasta la fogata del clan, preguntó a los ahí sentados si le habían visto y obtuvo una respuesta negativa. Fue hasta el maestro herrero, el cual evaluaba con ojo crítico sus nuevas herramientas compradas recientemente en Lothering e hizo la misma pregunta.

El elfo dio una distraída referencia de verlo justo en la orilla del campamento en busca de raíz élfica, por lo que, sin perder el tiempo, el guerrero fue fuera del campamento, buscando cualquier señal de Dacio.

A pesar de que la mayor amenaza en la Espesura de Korcari eran los mismos elfos Dalishinanos y las brujas de la espesura, sin embargo, últimamente estaban pasando cosas muy extrañas en ese lugar, o al menos eso daban a entender la enorme cantidad de humanos por los alrededores.

Caminó unos cuantos metros hasta que se topó con el niño, inclinado sobre el suelo recogiendo su preciada raíz élfica. Al acercarse lo suficiente, preguntó con tono autoritario.

─Dacio, ¿qué estás haciendo?

Sorprendido por ser descubierto tan temprano en el día, intentó excusarse.

─No quería molestarte, mamá. Parecías tan profundamente dormido que decidí dejarte así.

Fenris solamente le dio una mirada significativa, sabía bien que si le acompañaba limitaría sus provisiones de raíz, puesto que una vez éstos se secaban perdían su olor y terminaban en todas partes.

Decidiendo que por esta vez podía salirse con la suya, comentó.

─Al menos deja que alguien más te acompañe. Recuerda que no todos los humanos son benevolentes con los elfos. Sobre todo porque eres pésimo con las armas.

Su hijo hizo un pequeño puchero, mientras respondía con tono infantil.

─Si las armas cooperaran conmigo o fueran más ligeras, entonces sería bueno con ellas.

En cuanto el niño alcanzó una edad aceptable, el guerrero había intentado entrenar con la espada, mas con cierta gracia notó que no podía con el peso de ésta, por lo que comenzó con su entrenamiento para aumentar su fuerza, esto hizo que casi se fracturara la pierna.

Pensando que tal vez no sería diestro con ésta, le pidió a uno de los cazadores del grupo que le enseñara a lanzar flechas: terminó con todos y cada uno de los miembros del clan con una en varias partes de su cuerpo.

Intentando animar a Dacio, al mismo tiempo que tomaba su mano para llevarlo de vuelta al campamento, comentó.

─Tal vez no está escrito que seas un guerrero o un cazador. Tal vez deberías de aprender algo más, como la herrería o cuidar a las Hayas…

Se detuvo de golpe al escuchar un movimiento entre los arbustos, haló a su hijo detrás de él y desenfundó la espada detrás de su espalda. Esperó algunos momentos evaluando si lo que sea que estaba ahí saldría o tendría que aprovechar para correr.

No tuvo que esperar mucho tiempo para que unas criaturas que jamás en su vida había visto se asomaran, sin embargo, le eran familiares gracias a las leyendas que se oían de ellos de la última Ruina: Engendros Tenebrosos.

Pronto, salieron más detrás del primero, les superaba sobremanera, les dejaba como única vía de escape el camino hacia el campamento. Sin pensarlo dos veces, tomó la mano de Dacio y corrió hacia el campamento, esperando que pudieran ayudarles.

Para su horror, las mismas criaturas atacaban al campamento, hacían una barrera de cuerpos entre los miembros del clan que no sabían pelear y los Engendros Tenebrosos que les atacaban.

Dejó a su hijo junto al resto de los no combatientes y se unió a la pelea, al lado de uno de los cazadores del clan y la Primera, los cuales lucían muy concentrados en lo que hacían.

Debía admitir que volver a pelear después de tener un bebé había sido un horror, pues su cuerpo perdió condición, sin mencionar el peso extra que había ganado durante ese tiempo.

Después de que la pelea se prolongara demasiado, tanto que comenzaban a cansarse y los Engendros Tenebrosos parecieran no disminuir, Fenris comenzó a observar alrededor, notó con cierta desesperación que, si continuaban así, no lograrían salir vivos de esa.

Pensando que su única esperanza sería un ataque mágico lo suficientemente poderoso para ahuyentarlos, su mirada se posó en ambos magos del grupo y vio con desasosiego que estaban agotados.

Antes de que se diera por vencido, una gran cantidad de esas criaturas fueron quemadas de la nada, provocó el pánico entre sus filas y huyeron del campo de batalla.

Todos estaban asombrados, dándole cumplidos a la Custodio y la Primera, las cuales lucían desconcertadas por ello. Sin embargo, al escuchar un grito asustado justo donde se encontraba el resto del clan su actitud de felicidad fue suplantada por un miedo colectivo.

El chillido fue avanzando hasta que, literalmente, abrazó a Fenris, éste lo reconoció en un segundo. Dacio le abrazaba asustado, mientras sus manos ardían en un fuego mágico.

A pesar de que su lógica gritaba alejarlo de él para no ser quemado, su corazón ordenó abrazarle para intentar calmarlo, hizo caso al último mientras llamaba a la Custodio para que pudiera hacer algo.

Pronto, hielo rodeó las manos del niño, apagó el fuego y dejó las ropas del guerrero chamuscadas por el contacto. Sabiendo muy bien lo que había ocurrido, dio una mirada significativa a la anciana, la cual solo dio un asentimiento de confirmación.

Lentamente, se posicionó al lado de Dacio y con voz dulce comentó.

─Da´len, esto no puede repetirse nuevamente. A pesar de ser muy poderoso, puede llegar a ser letal para ti. Por eso, de ahora en adelante entre yo e Istimaethoriel te enseñaremos a controlar la magia y, tal vez un día, llegues a ser el Custodio.

El niño se limitó a asentir, no muy seguro de si era algo bueno o no, mientras Fenris tenía sentimientos encontrados dentro de él, para finalmente llegar a una conclusión.

No le dejaría de amar solo porque su hijo tenía magia

 


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