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Sobreviviendo al amor por desileo

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Merrill observaba a su “invitado” con aprensión, para luego voltear la mirada a su alrededor y decir con tono mortificado.


─Lamento todo el desastre. Te prometo que limpio constantemente el lugar.


Fenris le dio una mirada significativa para después agregar con cierta irritación en su tono de voz.


─Dudo mucho que lo hagas, ya que este lugar está siempre atestado de tierra, y con justa razón, pues nos encontramos en medio de un campamento. Además de que lo compartes con un grupo extenso, por lo que debe ser difícil la limpieza.


La primera vio a su alrededor, se daba cuenta de que su congénere tenía razón en sus palabras. Ignorando las miradas hostiles dirigidas hacia su invitado (y aunque le doliera admitirlo también hacia ella, provocado por no nacer dentro de ese clan) preguntó.


─¿Por qué me visitas? Es extraño, ya que tú y yo apenas y cruzamos palabra cuando estamos con Hawke.


Por primera vez desde que había llegado hasta el lugar donde acampaba el clan, la mirada del guerrero parecía vacilar, por lo que la maga amablemente apoyó.


─No te preocupes, a pesar de tu extraño mal humor hacia los magos, te considero mi amigo, uno muy raro y melancólico, pero puedes contar conmigo para cualquier cosa que necesites.


Con esas palabras, el elfo pareció tomar un poco más de confianza y comenzó a explicar.


─Necesito que me ayudes en algo… delicado, con prioridad de que nadie más se entere.


Pensando en las posibles opciones por la que él acudiría con ella y se necesitara de discreción, Merrill comentó.


─Si te ha salido algún sarpullido extraño en la piel, te aconsejo que vayas con Anders. Él es mucho mejor en esas cuestiones que yo. O tal vez podamos pedirle ayuda a la Custodio, ella tiene unos remedios…


Molesto por las suposiciones de la elfa, Fenris corrigió con poco tacto.


─No se trata de eso, idiota. Es simplemente para que me ayudes a escoger un regalo que pueda darle a Hawke.


Aliviada por no tener que ponerse en ridículo tratando de ejecutar sus nulos conocimientos de curación, contestó.


─Oh, entonces creo que puedo ser de gran ayuda en eso, aunque sigo sin entender por qué a mí y no otra persona. Por unos minutos pensé que ocuparíamos a alguien más para esto, pero dejemos de divagar y pensemos en algo que nos pueda ser de utilidad.


Como explicación rápida, el elfo comentó.


─Porque si te lo pido serás discreta, eres lo suficientemente dulce para pensar en algo bueno en vez de práctico, no eres gruñona y sobre todo porque me caes mejor que la abominación.


Con esa extraña explicación, Merrill vio hacia un punto fijo, pensaba en todas las posibilidades que podrían complacer a Hawke, eliminando casi de inmediato las cosas que a ella le gustarían como un regalo, ya que dudaba mucho que sus gustos fueran los mismos que los de ella.


Después de un largo silencio entre ellos, la maga aportó con una sonrisa.


─Muy bien, creo que ya tengo varias ideas de lo que pudiera gustarle. Te las diré y me dirás qué te parecen.


Fenris asintió, no muy seguro de las ideas que pudiera dar la elfa, sin embargo, fue lo suficientemente bueno para que la maga comenzara.


─Puedes darle algo lindo, como un ramo de flores o tal vez alguna cosa que haga lucir bien su casa.


No tuvo que pensar mucho para que la idea fuera desechada con una simple frase.


─Eso funcionaría si la casa fuera suya. No creo que a su tío le haga mucha gracia.


Merrill había olvidado ese pequeño detalle cuando había pensado en esos regalos, por lo que dio su segunda idea.


─Tal vez un poco de ropa. Se acerca el invierno y puede que necesite de un abrigo nuevo.


Fenris parecía un poco más conforme con esa idea, sin embargo, opinó.


─Lo tomaré en cuenta si no queda otra opción.


Un poco más animada, respondió.


─Entonces, creo que mi siguiente idea te gustará más que esa, aunque puede resultar un poco caro.


Interesado, el guerrero animó.


─¿Y de qué trata?


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Por primera vez desde que aceptó la última idea de Merrill, Fenris comenzó a sentirse inseguro acerca de su obsequio mientras lo miraba en una linda caja de regalo sobre una de las mesas del Ahorcado.


Tal y como le había advertido la maga, el regalo había sido caro, pero nada que no pudiera arreglar unos cuantos días de trabajo duro y evitar a toda costa aceptar la invitación de Varric e Isabela para ir al Ahorcado.


Sin embargo, ahora que había comprado el obsequio y esperaba a Hawke en la taberna de siempre, no sabía si había hecho lo correcto y llegaba a pensar que se había adelantado un poco en los gustos del mago.


Debió investigar un poco más, pero no creía correcto ir preguntando a su familia, aunque eso podría haberle jugado en contra (su tío no soltaría ni media palabra antes de cerrar la puerta en su cara, su madre lo tendría de rehén comiendo todo lo que saliera del horno, Bethany querría saber todos los detalles de su relación y Carver se encogería de hombros en un intento de que le dejara en paz).


Ya era tarde para cualquier otra opción y debía enfrentar lo que había hecho, por lo que esperó la llegada de Garret, con la mirada fija en la puerta, ignorando al par de pícaros que le veían desde una distancia prudente.


Cuando creyó que tendría que aplazar ese encuentro, el mago apareció en la puerta con una sonrisa adornando su cara, omitía valientemente las heridas que tenía en todo el cuerpo.


Localizó al elfo fue hasta la mesa, cojeando de vez en cuando del lado derecho. Se desplomó sobre la silla. Sospechando de la tardanza del hombre, Fenris preguntó.


─¿Mal día con el trabajo?


Sin quitar de su cara su sonrisa, respondió.


─Tú sabes cómo son cada vez que mi suerte actúa en mi contra. Lo bueno es que pudimos salir vivos de eso, pero recuérdame no volver a meterme en asuntos de explosivos.


Preocupado por el estado actual de su pareja, e intentando ganar un poco de valor para darlo a notar, el guerrero comentó.


─Dime que fuiste a ver a la Abominación.


Con cierta sorpresa, Hawke remarco su tensa relación con el mago fugitivo.


─Pensé que no te agradaba que pasara tiempo con él, mucho menos si tiene que ver con la magia.


Desestimando rápidamente la acusación, respondió.


─Pero sé que es bueno en lo que hace, aunque me cueste admitirlo. Por favor que esa afirmación quede entre nosotros. Entonces… ¿fuiste con él o no?


Luciendo un poco culpable, confesó.


─En realidad me pidió que me quedara en su clínica para observación, pero como necesitaba ir contigo me negué y heme aquí. Por cierto, ¿para qué deseabas verme?


Antes de que el elfo pudiera reprobar su comportamiento tan impulsivo (a pesar de que él podía llegar a serlo) su vista se posó en la caja encima de la mesa, por lo que Fenris no le quedó más remedio que explicar.


─Has hecho bastante por mí, por lo que pensé darte algo para agradecerte. Si no te gusta, puedo cambiarlo por algo más o simplemente me lo puedes dar, aunque a mí casi no me gustan las cosas dulces.


Garret tomó con cuidado la caja en la mesa y sacando la tapa pudo revelar el contenido de ésta: la caja estaba repleta de postres de una tienda bastante cara de Kirkwall, la cual contenía galletas de diferentes sabores.


Sin decir una sola palabra el mago tomó una y se la llevó a la boca, mostrando una enorme sonrisa en su rostro. Cuando terminó de comer, comentó.


─Pensé que había ocultado bastante bien mi debilidad por los dulces, sin embargo, puedo ver que has encontrado la manera de averiguarlo.


Pensando que sería mala idea que el mago se hiciera una idea equivocada de la situación, corrigió.


─En realidad le pedí ayuda a Merrill para escoger un regalo decente, porque en realidad yo no soy muy bueno adivinando los gustos de las personas. Creo que debería de agradecerle en cuanto la vea.


Con una mirada curiosa, cuestionó.


─¿Por qué pediste ayuda de ella? Pudiste pedírselo a cualquier persona de mi familia, exceptuando a Carver y a mi tío por supuesto.


Haciendo un poco de memoria, Fenris recordó.


─Creo que cualquier idea proveniente de Bethany está fuera de mi alcance y no creo que te sientas muy cómodo sabiendo que convivo con tu madre después de que ella me contara la historia del granero lodoso y tú corriendo por toda la granja recreando la historia del rey Maric.


Hawke sonrió un poco avergonzado por las historias que su madre había contado (agradecía internamente que esas no fueran las más vergonzosas de todas). Estaba de acuerdo silenciosamente con su pareja y se llevó otra galleta a la boca.


Aprovechando el silencio del hombre, Fenris agregó.


─Ya que hiciste lo que quisiste por hoy, es momento de que vuelvas a la clínica de la Abominación.


Inconforme con esa orden, el mago negoció.


─La clínica de Anders tiene a muchas personas y no creo sentirme cómodo entre todos ellos, sobre todo porque puede que otra persona mucho más necesitada la ocupe. ¿Qué te parece si en lugar de eso me acompañas hasta mi casa? Sería una forma espectacular de terminar nuestra cita.


El guerrero quería insistir en que regresara con Anders, pero sabía que sería caso perdido, por lo que se levantó de su silla y fue hacia el lado donde Garret cojeaba, para que pudiera apoyarse en él.


Una vez estuvieron acomodados, Hawke aprovechó la posición y la altura en la que habían quedado y susurró.


─Muchas gracias por el regalo. En verdad lo aprecio.


Fenris no contestó, sabía que su sonrojo oculto por la luz de sus tatuajes hablaría más por él, además de que el tacto de su pareja provocaba dolor en las mismas; mas pensaba que éste valdría la pena mientras fuera para ayudar a la persona de la que se había enamorado.


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