Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

RENACER [1872!Stony] por WooHo Shin

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

«Una vez escuchaste que ya no intentar era para cobardes. Decidiste en este fragmento de segundo que tú comenzarías a actuar según lo que creyeras correcto sin importar que las miradas sobre ti dijeran lo contrario. Sin importar… el efecto que provocaba en ti la severa mirada de Steven sobre tus respectivas decisiones»

 

***

 

El aturdimiento dentro de su cabeza era como el pan de cada día. Lo convertía en un revoltijo de temblores y malos ratos. Odiaba la sensación, y aun así, nunca hacía nada para cambiarlo. Porque más que aquello, Tony odiaba saber con exactitud lo que ocurría a su alrededor, en ese pueblo bordeado de desierto llamado Timely.

Detestaba, con puños fuertemente apretados que lo demostraban, la sensación molesta y dolorosa dentro de su cabeza justo ahora. Tony supo, en solo segundos de rápidos movimientos de sus ideas de un lado a otro, que había algo más escondido en sus memorias que podría desestabilizarlo e inquietarlo, algo que, de pronto, provocó un fuerte nudo al comienzo de su garganta, y aquello mismo era, gracias a su excelente memoria para recordar con precisos detalles, lo que ocurrió antes de la última vez que cerró sus ojos. Él sabía, con el incómodo ardor en su vientre, que era exactamente de esa única forma como sucedió cada escena que su mente presentaba con insistencia bajo sus párpados:

Real.

Tapó su rostro con sus dos manos, intentando con el apretar de sus labios, con fuerza, con pura maldad hacia sí mismo, ahogar un grito que de igual modo escapó. Su cuerpo, cansado y adolorido, giró sobre sí mismo quedando aquella mueca en su rostro contra el piso de madera, y luego de aquel movimiento se levantó un poco, flexionando sus rodillas mientras se apoyaba con sus dos manos sobre el suelo, manteniéndose así por unos minutos más que no le ayudaron a calmarse como él bien creía que pasaría. Ni aquellos minutos ni los que le siguieron a esos extinguieron su pesar. Porque existía algo que era bien cierto, y era que los recuerdos jamás desaparecerían. Podía intentar, podía gritar todo lo que quisiera, y aun así, la decepcionada mirada de Steven continuaría sobre él.

Siendo acertadas y muy reales.

Dañándole.

Cerró sus ojos una vez más, escondiendo en la opacidad de sus ojos el agrio sabor que le originaba el revivir tras sus párpados una vez más lo sucedido. La manera patéticamente cierta que gritaban que, en algún momento entre las palabras incoherentes que ayer escapaban de su boca, él mismo se había convertido fácilmente en el único hombre débil y culpable en la habitación. De la única forma que él odiaba comportarse y, aun así, él dejó que pasara. Y no quería… No quería recordarlo. No quería que Steven le siguiera mirando de esa forma. Que Steven…

Que Steven…

Steven.

Su voz… no la escuchaba perforando su mente en un grito exasperante. Preguntando, segundos después al mirarle detenidamente, si su mirada perdida expresaba muy bien lo que sentía. Alzó la vista, buscando a su alrededor alguna pista que le indicara su presencia pero no la encontró. No miradas, no palabras. No había nadie más que él.

— ¿Steven?—fue un susurro, tan bajo como solo aquellos podían ser, así que se auto respondió mentalmente que era compresible que nadie le escucharía. — ¡Steven!

Esta vez se levantó con rapidez ignorando el temblor en sus piernas, para avanzar luego varios pasos; y al quinto que dio, un golpe seco se dejó escuchar contra el suelo de madera. Sus rodillas dolieron por el golpe, pero… nada más ocurrió, no hubo manos amigas que le ayudaran a equilibrarse o un suave toque en su espalda que intentara tranquilizar su respiración. No hubo nada, desagradándole en el acto como el ligero sonido de sus exhalaciones se escuchaba claramente ante el incómodo silencio.

Su cuerpo, una vez más, no se encontraba en un buen estado, amenazando en volver a ser el manojo de nervios, frases patéticas y actitudes estúpidas como lo fue el día anterior. De aquella manera que él ya no quería ser, porque si de algo estaba muy seguro… era que no se perdonaría jamás que la muerte de Steven haya sido su culpa. Así como ocurrió un día antes él mismo le orilló a morir. Por no actuar, por ser un cobarde que ahogó sus penas con sorbos y más sorbos de alcohol.

Hoy no sería lo mismo, prometió en susurros que se escucharon ante él como afirmaciones seguras y firmes que difícilmente se quebrantarían.

Hoy no sería lo mismo, se repitió.

— ¡Steven!

Intentó otra vez y las inexistentes respuestas que obtuvo le molestaron, y secretamente, le incomodaron de manera penosa. El desagrado ante aquello iba dirigido hacia sí mismo, conllevando a sus propios pensamientos en una dirección que quizá no era la más acertada, pero que para el castaño, sonaba verdadero a cada minuto que pasaba y no encontraba el rastro de Rogers por ningún lado. Steven podía simplemente ya no estar, y aquella idea… quebró una gran parte de él que no quiso mencionar. Sabía muy bien que era un buen momento para dejar de callar y comenzar, lentamente, a soltar cada sentimiento que últimamente experimentaba, pero… no se sentía preparado.

Entre tanto misterio, silencios y fuerte dolor de cabeza, ya no quiso esperar más. Salió de su hogar en busca de respuestas, sabiendo de aquel lugar adecuado para comenzar y, quizá, encontrar todas aquellas que se formulaba. La comisaría de Timely. Situada en la calle paralela que no se encontraba muy lejos de donde él vivía, así que no le tomó ni diez minutos llegar hasta ahí corriendo. Con la respiración entrecortada empujó la puerta con fuerza, sin ni siquiera tocar primero. La perilla sonó con un fuerte crack que indicó su repentina inhabilidad.

— ¡Steven!

Entró, girando su cabeza en las diferentes direcciones que pudiera, notando papeles desperdigados sobre el escritorio y nada más que pudiera rescatar. Fueron sus gritos los que llamaron la atención de cierto rubio que conversaba tranquilamente con Red Wolf. El primero salió de donde se encontrase para ver, como primera opción, el cuerpo de Tony en medio de la estancia, su mirada azulina al chocar con los grises de Tony temblaron momentáneamente.

—Steven.

Un suspiro lleno de tranquilidad y alivio escapó de sus labios.

— ¿Algo te pasó? —Steven miró disimuladamente todo el largo de su cuerpo, buscando alguna herida u otro cosa que le afectara. Creyendo que toda esa desesperación se debía a algo muy malo.

—No. Nada de eso.

Aún se encontraba muy confundido. Desorientado. Enterrado y perdido en ese mar enloquecedor y abrumante de sensaciones y sentimientos. Y si veía una sola vez más los azulinos ojos de Steven, si recibía algún toque de él justo ahora, aquel revoltijo en su estómago y pecho ardería con más ganas y era lo último que necesitaba.

Pero,…

Al ver la mínima sonrisa que en el rostro del rubio se mostró, una nueva y diferente reacción encendió el tumulto de sensaciones dentro de su cuerpo. Esta vez, causó una que le dio las fuerzas suficientes para continuar. Para actuar y dejar de ser ese cobarde en el que se había convertido tan solo ayer. Quiso sonreír de vuelta, preguntándose qué tan cerca del final estaba. Podría ser hoy el último día, el definitivo; o podría ser, quizá, mañana ese último que ya quería que llegara. ¿Y si fuera hoy?, y si hoy lograba salvarlo qué fragmentos de momentos cambiaría entre ellos dos. ¿Serían más felices después? ¿Vería más veces esa sonrisa de indefinida tranquilidad en el rostro de Rogers? Si quería que todo quedara como una mala broma, qué estaba haciendo para que terminara de una forma diferente.

Tony, sinceramente, no quería que terminara con gritos y discusiones sin sentido como últimamente se llevaban realizando. Si lo salvaba en un día como esos, no habría forma de arreglarlo después. Steven dejaría, de igual manera, de regalarle esas sonrisas sinceras. Le agradecería quizá por salvarle, pero ahí se acabaría todo. Y no pudo evitar pensar egoístamente que no quería que todo terminara de esa forma. Quería ver la tranquilidad reflejada en aquellos azulinos ojos del que Steven era dueño, aunque él mismo tuviera que tragarse las incomodas sensaciones que recorrían cada tramo de su piel.

Tenía que ser el día perfecto para Steven.

Porque, de todos modos, Tony, últimamente, era muy bueno ignorando sus propios sentimientos. Este, que se escondía en su pecho y le quemaba, no sería diferente de todos aquellos que aprendió a aguantar. Se repitió, en voz muy baja, que este debería ser el día perfecto para Steven. No importaba cómo fuese a llevarse a cabo, se dijo él mismo, porque esto se arreglaría, y a consecuencia, terminaría.

—Ven conmigo.

— ¿Qué?

—Podemos… fingir que hoy es un día tranquilo. Lleno de… —el castaño no encontró las palabras correctas para expresar lo que tanto quería, y aquello le creó una ola de desesperación que no sabía cómo controlar—. Acompáñame, Danny Boy.

Tony no sabía qué haría si Steven aceptaba. Dónde ir, de qué forma actuar. No sabía ni siquiera qué decir a partir de ahora. Se desconocía totalmente, de alguna forma u otra, él siempre sabía que responder y ahora…

—No es así de sencillo.

Steven dejó de mirarle, enfocando su mirada muy lejos de él, donde ya no quedara en evidencia las emociones reflejadas en sus irises azulinas. Porque sabía que era casi pecado que los dos reflejaran tan perfectamente en sus ojos los nítidos sentimientos que experimentaban.

—Por hoy, Steven. Podemos hacerlo solo por hoy.

—Otro día jugamos a esta tontería, ¿Te parece, Stark? Debo volver con Red Wolf. A, sé que me entiendes, asuntos más importantes.

Si aquel comentario le enojó no dejó que el rubio lo notara. Steven era tan bueno percibiendo sentimientos en gestos y movimientos corporales que odió que aquello pudiera delatarle.

—Podríamos hacer cualquier cosa que te agrade.

— ¿Ah, sí? ¿Y sabes tú cuáles son?

—Yo… No.

Steven observó cada detalle en sus muecas. Las ligeras líneas al final de sus labios le indicaban la mínima sonrisa que Tony intentaba mostrar con mucho esfuerzo sin ningún resultado. La mirada del castaño enfocada muy lejos de él le permitió observar sus gestos corporales más difíciles de percibir sin que el mecánico se diese cuenta. Porque era algo que gustaba de hacer. Rogers pasaba gran parte de su día observando. No tenía caso mentir ante sus propios pensamientos, así que Steven aceptó en segundos que Tony era la persona a la que más le gustaba observar. Y no pudo evitar que a la mitad de aquella afirmación una sonrisa propia se generara en sus labios.

Lamentablemente, Steven sabía que Tony no era capaz de notarlo, porque, como primera explicación a aquello, era la mismísima razón de por qué Tony nunca se enteraría de los sentimientos que su presencia tan agradable y cálida le orillaban a sentir a él. Stark nunca notaba lo que a su alrededor ocurría y aunque, el rubio sabía de las habilidades y gran capacidad de Tony para captar detalles, sabía también que jamás sucedería de aquella manera, porque…

Tony no quería notarlo.

Era así de simple la razón exacta de porque Tony nunca sabría de sus sentimientos. La sonrisa en el rostro de Rogers desapareció de sus labios, mientras se dejaba llevar una vez más por aquellas frases que le enfermaban, pero que no podía evitar que sonaran tan ciertas en su mente. Una parte de él, admiraba en secreto al castaño, y otra detestaba que Tony evadiera cualquier contacto humano que intentara sacarle de ese hoyo profundo de miedos y tormentos.

Un pensamiento ligero como si de una mínima chispa se tratase revoloteó expresando y casi exigiéndole que no debería creer en ello como cierto, porque él podría aún intentar. Y no dudaría esta vez, se dijo con una mueca en su rostro, que delataba su repentina confusión que muy pronto se convirtió en determinación, en hacer lo correcto. Por él. Por Tony. Él lo haría.

—Está bien.

Y sonrió, con un pequeño esfuerzo que no dejó que Tony percibiera, y que no duró lo suficiente porque al ver esa bella sonrisa aparecer en los labios de Stark todo dejó de importar. El castaño lograba desarmarlo con aquellos gestos sin darse cuenta siquiera, como Steven sabía ya era su costumbre no hacer.

Recordó, en ese pequeño fragmento, lo que Tony mencionó. Dijo: Cualquier cosa que le gustase. La mínima sonrisa en Rogers cobró vida al rememorar un recuerdo de hace pocos años que sabía Tony no recordaba.

—Quisiera que me prepares una sopa en especial.

— ¿Qué?

—Vamos, Anthony, una vez en la cantina me dijiste que ese es el único platillo que sabes preparar. Dijiste, en palabras que cito con exactitud: No es cualquier sopa, Danny Boy, esta que solo yo sé, es una receta muy secreta. Así que, hazlo para mí.

— ¿La q-quieres ahora?

Steven dudó.

—No, la preferiría otro día. Hoy tengo un problema muy importante que resolver. No creo…

— ¡Sí lo puedo hacer hoy! —el castaño se apresuró a contestar—. ¿Vamos, entonces, a mi casa? —Steven quedó desconcertado por la firmeza en las palabras de Tony.

Se sentía diferente a cualquier otro día, pensó. El espeso aire que rodeaba al castaño se sentía contra su cuerpo, que no se encontraba tan lejos de él, como diminutas fuerzas golpeándole con gracia, sin dañarle, solo consiguiendo una agradable sensación sobre su piel. Esto de aquí, tan reciente para todo su ser, se percibía más… cálido. Y por ello aceptó con un leve asentimiento de cabeza, la cual se encontraba levemente aturdida por la consternación de lo que aquello provocaba en él. La sequedad del gesto, que fue de esa forma porque Steven no encontró otra manera para reaccionar antes tantas sensaciones encontradas, no evitó que Tony sonriera con ganas, mostrándole al rubio que aquello era exactamente lo que quería.

Los minutos pasaron demasiado rápido cuando comenzaron a conversar mientras caminaban lejos de aquel lugar dejando tanto tras de ellos. Frases suaves escaparon de sus labios logrando con ello recibir unas igual de agradables de parte del otro. Aunque, Steven se desesperó por preguntar algo es especial. Quería saber por qué Tony hacía todo aquello. Por qué llegó de pronto a la comisaría y le preguntó si podía y quería ir con él. ¿A dónde sea? Sabía que aquella era la propuesta inicial, Tony le había invitado a donde sea, sabiendo que aquello escondía, para su mente esperanzada, una afirmación que aceleró su corazón.

— ¿Por qué haces esto? —directo, como solo él sabía actuar. Con su respiración intentando cortarse mientras esperaba la respuesta.

—Quiero… un día tranquilo para ti.

Steven saboreó la frase en su boca. Repitiéndola incontables veces en su mente antes de decir con sinceridad: —Suena bien.

Para cuando la repitió una vez más ya habían llegado al hogar de Stark. Al ingresar los dos se encaminaron a la polvorienta cocina que se palpaba desde el marco de la puerta que no había sido usada con constancia desde un largo periodo. Steven entró primero, tomando rápidamente un trapo viejo para limpiar lo que fueran a necesitar. Entre quejas, murmullos y ayuda mutua los minutos comenzaron a pasar con rapidez. No se sintió de ninguna forma forzado, las situaciones junto a sus respectivas acciones no incomodaron al otro presente cerca de ellos. En vez de eso, las miradas que compartieron delataban ese pequeño fragmento de felicidad y tranquilidad que justamente ahora experimentaban.

Entre más quejas y más desorden Steven le agregó especias que tomo de la gaveta como si conociera aquella casa como la palma de su mano. A Tony aquellas acciones le sorprendieron desde que lo notó la primera vez, él, de lejos y sin que el rubio percibiera su mirada sobre él, veía cada uno de sus movimientos. Sus muecas, sus expresiones, sus maldiciones bajas y sonrisas imperceptibles que dejaban escapar ante un comentario que él mismo pronunciaba.

Era extraño la sensación que le obligaba, en parte, a sonreír de vuelta cuando la mueca se convertía en algo inevitable. Muy extraño. Una vez más, Steven tomó de un cajón de abajo un cuchillo sin preguntarle siquiera si aquello se encontraba ahí. Tony sabía que Steve conocía su casa, las habitaciones y de seguro su rutina diaria. Lo que no sabía era la magnitud de ese conocimiento.

Era mucho, si lo veían como él lo veía ahora.

Steven continuó con la preparación de la comida y el platillo que él se ofreció a preparar pero que el rubio, de pronto, dijo que deseaba continuar solo. Quiso preguntar cómo es que sabía qué hacer, una niñez no muy buena de seguro se escondía tras los fuertes brazos, la complexión dura y esa aura junto a muecas firmes.

No preguntó.

Ahorrándose dentro de él oportunidades de conocerlo. Porque a veces era mejor de esa manera, unas cuantas veces más, no lo eran. Pero,… no sabía qué hacer, y era la más pura verdad. Steve volteó, mientras su vista aun lo enfocaba. Tony intentó desviar la mirada, sin embargo fue totalmente en vano, Steve ya lo miraba. Sus ojos reflejando ese sentimiento del cual no estaba acostumbrado pero que de todas formas ya no le incomodaba tanto como ayer lo hacía. Como si, de repente, ya no le afectara, como si su cuerpo y mente se hubieran dado cuenta de algo que él aún no notaba.

Sumamente extraño.

—Prueba ahora.

El castaño le miró con ojos entrecerrados, y nada más. Sin moverse, sin hablar. Solamente parado frente a Steve. El rubio empujó el cucharón metálico cerca de su rostro y Tony por fin prestó atención a aquel objeto. Con duda, acercó sus propios labios a la punta de aquel metal. Chupó de ella apenas un poco, con un gesto molesto en su rostro que muy pronto cambió a uno dichoso.

Aquello sabía a gloria.

—La receta, ¿la cambias...?

—Sí. Dijiste también aquella vez estar un poco harto del sabor original, ya que has probado de él innumerables veces —la mueca en Steven desapareció por breves segundos ante de continuar en su rostro—. Nueva receta.

—Mejorando lo que hago. No cambias, ¿verdad, Steven? —masculló, escondiendo en una mueca quejosa la alegría que le causó que Steve pensara en él incluso en estos momentos.

Cuando claramente no era merecedor de aquel sentimiento. Cuando…

Esto le jodía. Puede que en algún momento quiso engañar a su mente, pronunciar incontables veces dentro de ella que de esta manera estaba bien. Que esto era correcto. Pero,… No lo era. No cuando dentro de él mismo se sentía tan falso. Tan irreal.

—Quiero serte de ayuda.

Tony carraspeó, raspando su garganta seca. Si había algo que no podía ocultar, eran sus sentimientos reflejados en su mirada. Por ello, la ocultó, por temor a que Steve notara su repentino quiebre. Un hombre roto no es de ayuda. Él estaba roto. Él era quien quería ayudar. Y no lo estaba logrando.

—Yo también.

Fue un susurro. Imposible que Steven lo haya escuchado. Y era mejor de esa forma, enserio. Tony prefería que así fuera. Pasó de largo, evitando cualquier mirada inquisitiva de parte de Steven, para ir frente a un mueble del cual sacó dos trastes. Le quitó el cucharón a Rogers, listo para servir en ella el platillo que con amabilidad el rubio terminó de preparar para los dos.

Comieron en silencio. Cada uno sintiendo el momento de diferente manera. Tony, escondido en sus ideas pensaba en la siguiente solución, porque sabía que aquella calma que ahora gozaban en algún instante se iba a terminar y él, debía comenzar a encontrar un solución muy pronto para que hoy fuera ese final que tanto esperaba; y Steve, él, sonreía entre bocados, recordando momentos parecidos a estos que hace bastante tiempo no disfrutaba. Con Stark, con el único hombre con el que aquellos momentos podía llamar de esa manera, tranquilos. Sin embargo, si había algo en lo que los dos coincidían era que querían mantenerlo de esa forma, como un mágico momento congelado que en sus recuerdos se repetiría.

Un instante de suma tranquilidad que daba gusto disfrutar.

Tony decidió, en ese fragmento de segundo, que necesitaba un arma. Aunque, en realidad, llevaba pensándolo con insistencia desde que despertó aquella mañana. Una gran parte de él no quería, haciéndole recordar aquel tercer día. Y aquel momento exacto en que Rogers quebró el arma en dos, dejándole muy en claro que odiaba verlo con alguna de ellas. Y aquello… le hizo volver a dudar.

— ¿Pasa algo? —el castaño negó suavemente— Estás jugando con tu comida desde hace un buen rato.

—Yo… Voy y vuelvo.

Stark se levantó, caminando en aquella dirección que muy bien conocía hacia aquel taller escondido en el fondo de su casa. Sin darse cuenta que cierto rubio caminaba tras de él llevado por la curiosidad que la repentina actitud de Tony le provocó. Al llegar no había llave ni seguro. La puerta semiabierta dejó que el ruido de dentro se escuchara como fuertes estruendos. Tony escuchó pisadas, armas siendo colocadas con delicadeza en otro lado y el gruñido inequívoco de un hombre enfadado. Y al oír un nuevo quejido supo muy bien de quién se trataba. Ese maldito.

— ¡¿Qué mierda haces aquí?!

Fue una acción sin premeditación, por lo tanto, bastante estúpida. Él, sin ningún arma con que defenderse, encaró a Lester, quien tenía dos proyectiles a su disposición muy cerca de él.

—Oh, Stark. Odio los daños colaterales, pero tú… en serio eres un suicida.

Lester tomó con rapidez el proyectil que el castaño siempre llevaba bajo su muñeca, en la mesa a un lado de él, apuntándole y amenazando contra él sin ganas realmente de disparar. Los dos, inmóviles frente al otro se miraron con el reto en sus miradas. Tony, un poco más enojado que el otro, dejó que su mirada se inundara de furia. La de Lester se volvió repentinamente aburrida, al mismo tiempo que bajaba el arma.

—Desaparece, Stark. No desperdiciaré balas en ti.

Lo que Stark no vio fue cómo la sombra tras de él apuntó hacia Lester, mientras se ocultaba tras la puerta que el castaño dejó entreabierta. De un momento a otro, la empujó disparando contra el de cabellos cenizos, que en realidad, había sido consciente de su presencia desde el comienzo. Su sonrisa cínica, de pronto, dejó entrever su superioridad en aquella batalla de disparos y cero golpes que se produjo.

—Perfecto. Ustedes me hacen el trabajo más fácil.

Y Tony, en medio de todo, logró hacerse de un proyectil que, sin dudar, iba a usar contra Poindexter. La idea quedó como eso mismo, como un débil pensamiento que no llegó a concretarse, porque su cuerpo fue empujado con demasiada fuerza contra los muebles a su derecha. Se golpeó la cabeza contra una de ellos, soltando el arma de sus manos sin darse cuenta siquiera de ello, perdiendo la oportunidad perfecta para disparar contra Lester y acabar, por fin, con esta tortura.

Steven, no muy lejos de él, le empujó con el fin de evitar que una bala impactara contra Stark, que era justamente donde Lester había apuntado, logrando con aquel movimiento arrebatado que el plomo atravesara su brazo, cerca de su hombro, limpiamente. Gruñó, apretando los dientes para que un sonido lastimero no escapara de sus labios. Elevó el arma que seguía usando, y que gozaba ahora de solo dos balas, en dirección a Lester. Disparó una que el otro logró esquivar con rapidez y a la siguiente el malnacido ya no se encontraba en el lugar. Escapando por la puerta aún abierta, desapareció de su rango de visión. Gruñó una vez más. Ya se encontraba muy lejos de él, así que no le persiguió.

Tony se levantó, después de breves segundos de aquello, con dificultad que el rubio observó con detenimiento sin acercarse a ayudarle. Aquel golpe acentuó el dolor dentro de la cabeza del castaño, que no evitó que su voz sonara tosca y muy grave al girarla con el fin de encarar a Rogers: —Pero, ¡¿Qué mierda te pasa, Steven?!

La ira corría por sus venas como nunca antes lo había hecho. Mezclado con la sensación de impotencia que no dejó de palpar bajo su piel desde el primer día que todo este enrollo comenzó. Se dijo mentalmente que se encontraba enojado por diversas razones y la primera de ellas era, justamente, esa que escapaba de sus labios con firmeza. Sabía, él sabía que debería comenzar a callar pero la actitud de Steven le enojaba, le molestaba inmensamente. El rubio no tenía ningún derecho de decidir por él. Sobre sus acciones, y menos de aquella forma tan impensada.

— ¿De qué hablas?

—Me empujaste ¡Lejos de una pelea que pude haber ganado!

—Una bala iba a caer en ti. Ni loco iba a dejar que eso pasara.

— ¿Qué?... —su voz se quebró por un instante antes de recuperarla con un tono más fuerte— Y, ¿Qué quieres?, ¿¡Que te lo agradezca!? —en ese justo momento Tony pudo notar la sangre manchar la camisa sobre el brazo de Rogers, sintiendo el aire cortársele de pronto, gruñendo fuertemente al segundo siguiente por saber que Steven se interpuso a una bala que iba dirigido hacia él — ¡Eres un maldito inconsciente!

Steven le miró y Tony notó, con estupor, que no había ira ni siquiera una pizca de molestia en esos azulinos. Su mirada, en vez de eso, se mostró por aquellos segundos que estuvieron sobre los suyos, simplemente vacíos.

—No te pido que me lo agradezcas. Te empuje porque quise y pude, sin pedir en ningún momento tu opinión. Y como no lo hice es mejor que te calles —Steven se apoyó a un lado sobre la pared cambiando repentinamente de tema—. Lo mandaron a matarme. El maldito de Fisk siempre tan cobarde.

Pasaron largos minutos, luego de aquel incomodo intercambio de palabras, en el que no se dijeron nada, ni siquiera se miraron, cada uno pensando en diferentes temas que decidieron no compartir.

—Tengo que ir tras él, entro a tu hogar, eso es… ¡Argh! —el rubio gruñó, con los labios duramente apretados al sentir la cuerda, que desde hace un momento Tony consiguió, apretarle el brazo.

—No tenemos tiempo para curarte. Lester, él volve-…

—Tienes razón. No hay tiempo para estas tonterías. —Steven se levantó, con el brazo aun sangrando. Sus pies caminaron con velocidad hacia la puerta aguantando en una dolorosa mueca el incesante ardor en su brazo derecho.

—Steven…

—Comienza a caminar, Stark. Ya no tenemos tiempo.

Tony mordió su labio inferior, enfurecido por la actitud de Rogers. Si había algo que le molestaba de ese hombre era su firme terquedad. Avanzó tras de él casi un minuto después. Y al cruzar el umbral de la puerta le sorprendió ver al rubio allí justo a un lado de ella. El rubio al ver su silueta le jaló de su gabán a la altura de su cintura con su brazo sano.

—Si mandaron a Lester y su grupito a matarme igualmente lo harán con Red Wolf. Tenemos que irnos ¡Muévete, Stark!

Empujándolo varios pasos hacia adelante con la orden de que corriese igual que él impregnado en aquella acción. Steven lo hizo primero y al castaño no le quedó de otra que seguirle la corriente. Yendo tras de él apenas unos tres pasos. No tardaron demasiado en llegar. Rogers desapareció de su vista muy pronto cruzó la puerta principal y él, rápidamente, se dejó caer con fuerza en la silla en medio de todo para abrir de un jalón el primer cajón del único escritorio en el despacho de Steven buscando algo, cualquier cosa, que le sirviera como defensa, ya que el proyectil que trajo consigo, que era justamente el que siempre usaba bajo su manga se encontraba estropeado. Ignoró aquello como si no le importara, cuando en realidad era todo lo contrario. Desvió su mirada una vez más al contenido que en el cajón se mostraba. Observó diversos objetos, como plumas y abrecartas que poco le servían. Gruñó en voz baja, harto de todo ese rollo, y del constante palpitar de su corazón que no paraba de latir con tal rapidez.

Lo que vio, al devolver su vista una vez más ahí, lo dejó petrificado.

Bajo la mano que sostenía una buena cantidad de papeles había un sobre amarillento, como si hubiese sido tocada una infinidad de veces. Su pulso aumentó al reconocer la pulcra escritura de Steven sobre ella que narraba con letras oscuras una sola palabra.

Un nombre. Un solo apellido.

Stark.

Las esquinas se encontraban ligeramente magulladas. El borde desgastado junto a notorias marcas sobre ella que apuntaban a un furioso doblete. Varios de ellos. Podía decir, sin dudar, que Steven lo había arrugado bastantes veces muy poco convencido de lo que adentro dijera como para entregárselo a él. El único Stark que estaba seguro el rubio conocía. Tony empujó el cajón, cerrándolo con fuerza. Se levantó y dio varios pasos lejos de ahí buscando por otros lados algo que le sirviera, como ya dijo antes, para la ofensiva que estaba decidido a realizar contra Lester. Su pie golpeaba con rapidez el piso, con movimientos desesperados junto a los dedos de sus manos que se removían contra su palma con insistencia. Era ansiedad, y sabía exactamente qué lo provocaba.

—Carajo —exclamó, no aguantando más su curiosidad.

Caminó aquella distancia que lo separaba del primer cajón de aquel mueble, abriéndolo y sacando aquella carta junto al papel que dentro de ella estaba contenida. Con su respiración más calmada, que no supo en que momento comenzó a acelerarse, leyó mentalmente.

 

Estimado Stark

Desde hace un buen tiempo mis pensamientos respecto a ti se aventuran a un lado extraño que no logro comprender con certeza. Una charla contigo arreglara ese detalle, estoy muy seguro. Y por ello, te invito dentro de dos días a un paseo por la Plaza Mayor. Y a favor de nuestra buena amistad, espero aceptes esta oferta.

Hablaré de un tema muy importante que, a pesar de no conocerlo a plenitud, no puedo callar más tiempo.

Tu amigo Steven.

 

La leyó dos veces más, intentado, en vano, encontrar algo, cualquier cosa, que se escondiera entre líneas. No era directo, pero Tony ya sabía a qué se refería con un tema importante. El ligero ardor en su pecho pudo haber sido interpretado de diversas formas, él escogió la más segura. Era incomodidad.

Tenía que ser aquello.

— ¿Y qué dices al respecto?—el salto que su cuerpo experimentó fue muy notorio para el rubio que sonrió suavemente por ello.

— ¿Desde cuándo estás ahí parado?

—Lo suficiente. Y ya que lo leíste, ¿Tienes alguna respuesta? —el castaño se mantuvo callado buscando las palabras exactas que no arruinaran el momento que últimamente le estaba costando en demasía mantener—. Quiero tu amistad, Stark.

—Ya la tienes, y eso no es algo que claramente se pueda leer en lo que escribiste.

—Es solo un paseo.

—Ahí no decía aquell…

—Sí que lo expresa, Anthony. Dime, ¿Qué más interpretaste que yo no plasmé en aquella carta? —inquirió con sus dos firmes manos posadas sobre los hombros de Stark, con la mirada repentinamente iluminada, llena de ese sentimiento tan confuso que expresaba además, en una sonrisa de dientes completos.

—Podría decirte cualquier cosa y seguiría mintiendo, lo sé.

—Entonces di solo la verdad. Quiero escucharla.

—Oye, esto es nuevo para mí. Siempre tengo frases con que responder ante cualquier situación. Y ahora… —Tony dudó de estar diciendo lo correcto con aquellas palabras, pero decidió continuar sin mirarle— simplemente no sé qué decir.

Steven conocía la sensación, era a veces un poco molesta pero la verdad es que gustaba de sentirla, era de esos momentos en los que te dabas cuenta que aun puedes disfrutar de los pequeños fragmentos que llegan a sorprenderte. A dejarte mudo frente a la situación. Tan dispuesto ante todo. Como ahora, que Steven era capaz de ver el leve temblor en las facciones de Stark, las notaba, las veía y sentía una cálida aura rodearle. Y no existía ahora en él el quiebre en sus sentimientos como ocurría cada vez que lo observaba así de cerca. Con la piel de su rostro tan cerca al suyo. No sabía en qué momento se acercaron demasiado, solo sabía que la sensación era agradable bajo cada centímetro de su piel.

Tony levantó momentáneamente la mirada para chocar con la suya. Y estos reflejaron sentimientos que Steven no sabía que el castaño pudiera sentir frente a él. Su mente quiso pensar que el brillo en ellos era real y muy cierto, sin embargo Tony no le dejó seguir creyendo en aquella afirmación cuando de repente se alejó de él, con aquel centelleo convertido rápidamente en arrepentimiento. Sus muecas, sus gestos lo delataron. Y Steve dudó de sus propios pensamientos, doliéndole en ese mismo segundo que sus sospechas fueran solo una mentira.

Porque él sabía, él muy bien sabía, que Tony jamás correspondería.

—Juega con lo que quieras, Stark, pero no te dejaré jugar con esto. No de esta forma. —sus palabras escaparon llenos de furia. La esperanza, últimamente, se estaba convirtiendo para Steven en un arma que amenazaba con destruirlo.

Tony giró su rostro, acercándose lo que se separaron. Sabía que lo había arruinado una vez más, pero,… ¿Qué esperaban de él? ¿Qué tanto podía actuar si interponían aquellos sentimientos en sus acciones? Pídanle lo que quieran pero eso, eso no. Porque… todo es tan confuso cuando siente que sabe pero no era así. No sabe que siente, no es incomodidad, no es molestia por tenerlo así de cerca, y aunque lanzara el nombre de cada emoción que conociera… sigue sin saber en qué más pensar. Porque, por primera vez,… no tiene idea de qué pasa por su mente, por su cuerpo,… por cada centímetro de él.

—No es así. —se apresuró a decir, intentando dar más pasos que Steven no le dejó dar, alejándose de él.

Tony no entiende por qué aquello duele.

Steve lo acorraló, de pronto, contra la pared con fuerza que sabe no debía mostrar. Él no debería de molestarse de esa manera, porque ya lo sabía. Que Stark no correspondía, pero… aquella afirmación que él mismo se repetía cada mañana no quitaba que continuara doliendo de esa forma tan cruel cuando el rechazo se mostraba firme y acertado frente a él. Una gran parte quería creer que, quizá, se estaba adelantando a los hechos. Podía seguir intentándolo. Seguir preguntado y golpeando, pero si escuchaba la negación una vez más sería enteramente su culpa que doliera porque,… él insistió en escucharlo.

Cuando claramente era mejor callar.

Pero otra parte más de él, insistía en creer que la mirada grisácea tembló por otra razón diferente. Una que tenía nombre, y era la que él mismo llevaba sintiendo por demasiado tiempo. Fue aquella parte quien tomó las riendas de su cuerpo, y habló casi a gritos:

—Sigue mintiéndote, sigue diciéndote que el sentimiento en ti no es real. Dilo tan alto como quieras para que lo creas, porque yo no lo hago, Anthony—dijo lo que de los labios de Stark quería escuchar, pero aquello dejó de importar en el segundo siguiente, cuando la mirada de Tony tembló una vez más de aquella forma tan especial y él encontró su mínima oportunidad—. O mejor que eso, dilo solo una vez, mírame a los ojos y dime qué sientes.

Tony no le miró, no habló.

Steven se acercó a su rostro, inclinando su cabeza cerca de su oído para que su voz se escuchara fuerte y segura, a pesar de los susurros. — ¿Y cuándo escuchas mi voz así de cerca, que sientes?, ¿Cuándo mis manos rozan la suave piel de tus mejillas? ¿Qué sientes cuando mis ojos no pueden apartarse de los tuyos y te observan como ahora lo hacen?

El silencio dolía.

Quemaba.

Para Rogers, para Tony. Los dos, ahogando el malestar en sus pechos con el fuerte apretar de sus labios en un dura línea.

— ¿Y me amas? —la pregunta descolocó al castaño en la misma proporción que lo hizo con el mismo Steven, quien quiso reír por la pregunta que formuló; pero que, en vez de eso,…— Dime, Anthony. ¿Lo haces?

No digas, por favor, que no.

—N-No lo sé.

Aunque la voz se escuchaba muy sincera, Rogers no sabía qué sentir, cómo dejar que el incompleto rechazo fuera aceptado por su mente y su cuerpo. Se experimentaba extraño. Incorrecto.

Totalmente hiriente y doloroso.

—No es un buen día para mí. Háblame cuando estés más seguro. Si no sientes nada por mí solo déjalo pasar. No necesito…

—Steven,…

— ¡No, Stark! No es esto lo que quiero ahora. Tus inseguridades, eso, no lo necesito —Steven observó algo entre las manos del castaño, y como si de un leve suspiro se tratase dijo: — Dámela.

Steven se refería a la carta que continuaba entre sus dedos. El rubio, al obtenerla de las manos de Stark, la guardó. Sin dirigirle ninguna sola mirada después.

—Es mejor que olvidemos esto. Nunca debiste enterarte.

— Y, ¡¿así de fácil esto terminará?! —Tony gruñó porque… aun le costaba aceptar que Steve le quiere, que el sentimiento que le expresaba fuera ciertamente real. Pero, sus palabras, aquellas… le jodían de una manera que no era capaz de explicar. Y quería saber.

Saber por qué todo dentro de él era tan confuso.

En el mismo segundo que Steven dejó mostrar su sorpresa correctamente disimulada ante las duras palabras dichas por el castaño, Tony se acercó a la altura del rubio y tomó de igual forma el gancho del cajón que Rogers aún sostenía, con la intención de tomar aquella carta dentro de aquel una vez más, porque presentía que en ellas encontraría la respuesta que se acababa de formular, obligando con aquella acción, sin darse cuenta del todo, que Steven quitara su propia mano con el ceño fruncido.

— ¿Qué intentas? Me quedó muy claro tu posición al respecto.

—No es eso. Yo… ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Pero, ¿qué es lo que Tony quería encontrar o escuchar? Ni siquiera tenía claro la razón de por qué estaba ahí, parado al frente y tan cerca de Steven, sintiendo la impotencia de sus acciones que lo obligaban a quebrarse internamente sin decir nada. Quería saber. Porque con Steven nunca lo pensó.

Nunca lo sospechó.

—Porque ya sabía que no sientes lo mismo. No podía continuar con la idea de ver como tú tendrías que vivir soportando el peso de mis sentimientos. Pensé que te causaría un conflicto, y yo… —el castaño entendió lo que con aquellas palabras el rubio quería explicarle, por qué la carta nunca llegó a sus manos, pero no supo con certeza que emoción generó en él saberlo con tanta nitidez—. Nunca fue mi plan que te enteraras de esta forma. Pensé que este era el momento al ver tu mirad… Solo he hecho lo único que no quería hacer.

—Steve verás, yo… —sus dedos delinearon el borde de metal que le permitiría jalar del cajón y dejar ver aquella carta que hace un momento Steven guardó.

—No digas más.

Steven desapareció más rápido de lo que sus ojos pudieron ver y, por un par de minutos, dejó que fuera de esa forma. Sus dedos sobre la madera de aquel cajón se sentían pesados. Igual que el órgano dentro de su pecho que gritaba confusión y aturdimiento. Suspiró tres veces seguidas antes de ver, al girar levemente su cuerpo, a Steven junto a Red Wolf, indicándole a este que avanzara a la par de él. Sin grilletes, ni en los pies ni en las manos.

—Vámonos, hay unos malnacidos a quienes matar —cuando salieron sin ni siquiera dirigir un leve vistazo a Stark, Steven se detuvo con la mirada endurecida observando detenidamente a Natasha—. Mira, aquí viene la hostilidad —Tony la observó, viendo que la expresión en el rostro de la mujer pelirroja era igual de dura que la de Rogers.

— ¿Qué crees que haces, Steven?

—Mi trabajo, Natasha.

— ¿Tu trabajo es proteger a ese hombre? ¡Si hubieras protegido así a tu compañero yo no sería viuda!

—Hago esto por Bucky también. Fue una mentira —Tony pudo percibir, bajo el injustificado dolor que le provocó escucharla, que aquella última palabra escapó de sus labios más melancólica de lo que debería sonar—. Quiso evitar un linchamiento.

Tony caminó tras de ellos con la cabeza gacha, ignorando la mueca en el rostro de la pelirroja que, de pronto, tomó su muñeca con fuerza deteniéndole en ese justo momento mientras Rogers y Red Wolf se alejaban con paso apresurado.

— ¿Qué haces aquí, Tony?

— ¿Te sorprende? —era de su conocimiento que ella sabía muy bien lo que ocurría ahí. Ella era muy buena guardando secretos, igual que Rogers.

—No mucho.

— ¿Tienes un arma? Algo que pueda usar para…

— ¿Matar a una persona? —la pelirroja dejó entrever en su gesto su molestia, sus ojos entrecerrados profundizaban aquello—. No dejaré nada de eso en manos borrachas como las tuyas.

—Steven está en peligro. Lester viene por él.

Sin sentimientos. Su voz, apostaba, se escuchaba completamente indiferente. Se odio momentáneamente por eso.

—No entiendo, ¿Por qué no se lo has dicho ya?

—Ya lo sabe —ahora sabía, el quiebre en la cadencia de su voz se escuchó casi como resentimiento, aquello le asqueó—. Cree ser fuerte e invencible. Es tan terco que…

— ¿Tú no lo crees fuerte e invencible?

— ¿Qué? Yo n-no…

Natasha le chitó, no queriendo escuchar más de aquella negación. Sus finas manos, luego acomodaron su falda, levantando una capa de ella, mostrando bajo esta dos dagas. Le tendió una de ellas al castaño, sosteniendo con firmeza la que le quedaba, y muy pronto empujó a Stark caminando a la par de él.

—No creerás que te dejaré solo, ¿verdad? —sus labios se torcieron en una sonrisa antes de empujarlo una vez más—. Ten cuidado. No te quiero herido.

—Trataré.

—No trates, Tony. Hazlo. Y camina. Hay un Steven que salvar.

Paro cuando llegaron a la calle principal Elektra peleaba con el indio lejos de ellos, en unos callejones que eran testigos de sus duros contraataques como de sus filosas frases. Más allá, vieron el cuerpo de Otto tirado sobre la arena, suponiendo fácilmente que un disparo del revolver de Rogers lo mató. Natasha un poco alterada gritó: — ¡Encárgate de Lester, Tony! ¡Yo iré por Elektra!

La pelirroja se fue primero por su lado, antes de que él tuviera la oportunidad de siquiera moverse. La observó un momento, cuidando de ella con la mirada. Sabía que ella era una gran luchadora, y su pasado hablaba muy bien de sus habilidades, pero… como su amiga, no quería que saliera dañada en una pelea que era solo suya. Avanzó del lado contrario donde vio a Lester. Steven gritaba su discurso con voz fuerte, y él aprovechó que Bullseye se encontrara con la cabeza gacha para clavar la daga desde atrás.

Siempre detestó los buenos reflejos de ese hombre. Supo, cuando este giró su cuerpo antes de que el llegara a atacarle, que este ya sabía que venía en su dirección. Lester le jaló de los tobillos haciéndole caer. Se subió sobre él asestándole un buen golpe en el lateral de su cabeza. La daga cortó ligeramente el hombro del de cabellos cenizos, antes de que Poindexter la desviara a su propio cuerpo. Su brazo dolía por el giro que Lester impuso sobre él. Bullseye sonrió con mucha gracia al verle retorcerse para lograr escapar. Obviamente, ese hombre jamás se lo dejaría así de fácil.

Steven, tres metros lejos de ellos escuchó los sonidos, quejidos que los dos soltaban al momento de enfrentarse en esa desastrosa pelea. Cuando decidió voltear un sonido mucho más fuerte que los dos se escuchó mucho más lejos de ellos. Natasha, lucía una horrible mancha en su brazo, que muy prontamente se convirtió en espesa sangre cubriendo toda su extremidad.

Ella, apretando los labios, dejó que la furia inundara su mirada. No necesitó la ayuda de Steven, quien se encontraba muy listo para disparar contra Elektra. Natasha, en vez de eso, en un juego confuso con las dagas, atravesó el pecho de la compañera de Lester. La mirada en el rostro de aquello mujer dejó reflejar el terror que aquello le provocó. Steven soltó un suspiro, como un relajo que no duró mucho.

El siguiente grito ligeramente amortiguado que escuchó, definitivamente, estremeció todo su cuerpo. El grito desgarrador de Tony provocado por la daga clavada al inicio de su hombro, le obligó a voltear; sin embargo, segundos antes de que lograra hacerlo totalmente, una bala de plomo atravesó su pecho desde la espalda. Obligándolo a caer de rodillas, sin fuerzas para ningún otro movimiento. Lester, con la asquerosa sonrisa adornando sus labios, jaló hacia atrás los cabellos castaños con más fuerza de la necesaria.

—Tenías que haber mirado, Stark. El espectáculo principal ya ocurrió y tú seguías enterrando tu inmunda cara en la arena.

El hombre se levantó, dejando que el cuerpo de Tony se retorciera en su propio dolor. Físico o mental, a él no le interesaba. Avanzó con pasos premeditados y lentos, hasta llegar frente al rango de visión de Rogers. Le miró a los ojos, apuntándole a la insignia que se rehusó a escapar de su pecho, y con una nueva mueca adornando su rostro, permitió que el último sonido que Stark escuchara fuera exactamente ese:

El sonido de una bala escapando del arma para impactar, una vez más, contra el pecho de Steven.

 

***

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).