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Posesión por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Es hora de conocer a Severus Malfoy un poco.

Severus apretó un poco más los dedos de sus manos sobre las delicadas sábanas. Los músculos de las mejillas se le tensaron del mismo modo que los labios. Aún llevaba puesto el saco del traje que portó en la ceremonia.

 

Aquellos heladas yemas de dedos, que le tocaban la tibia piel de sus caderas desnudas, le producían incomodidad. 

 

Los glúteos se le endurecieron ante la repentina sensación de estarse abriendo y dar paso a un miembro empalagoso y asfixiante.

 

Sus brazos estaban cubiertos por la tela del vestuario, pero sus delgadas manillas parecían tornadas en un blanco espeso bajo la penumbra de la habitación.

 

Aquella escurridiza impresión le dio la sensación de inundar su vientre.

 

En ese momento, su menudo cuerpo comenzó un zarandeo violento, al instante fue sólo un vaivén, del que no daba importancia al hecho de que su mandíbula se restregaba dolorosamente encima de las arrugadas mantas.

 

¿Cómo aquel animal era capaz de tocar tan sagrado cuerpo? ¿Por qué le estaba lastimando de aquella manera?

 

En algún momento dado, perdido en su reflexiones, ya que dolor físico menguaba de aquella manera, su vientre se tensión esporádicamente y tuvo una extraña sensación recorriendo sus entrañas. Sus dedos se cerraron con más fuerza y puedo sentir lo duro que estaban puestos sus muslos. 

 

Sin poder evitarlo, un profundo gemido, salido desde el fondo de su garganta, rebotó por las paredes de sus mejillas. Su rostro se tornó rojizo y le temblaron los labios. Cerró los ojos por un momento, sin percatarse en que Lucius había salido de su interior y rasgaba las prendas del traje de su talle con la única intención de deshacerse de ellas.

 

Entonces, echó un suspiro ruidoso desde sus fauces y se precipitó dentro del muchacho. Severus chilló levemente, desplegó los párpados de manera abrupta al segundo en que su cuerpo se movía con violencia y su entrada se aglutinaba nuevamente.

 

Las mismas extremidades le tomaron de la cadera y tiraron de él. Sorprendido, Severus gimió y descaradamente intento voltear el cuello para mirar a su agresor, mas la posición no le favorecía. Podía sentir las venas de sus sienes hincharse y el cabello cubrirle el rostro.

 

 

 

.... 

 

 

 

La mañana irradiaba una débil luz blanquecina que alcanzaba el joven rostro del muchacho. El brillante cristal enmarcado de porcelana decoraba un fino mueble de caoba negra, reluciente. 

 

Severus se encontraba sobre del banquillo acolchonado con suaves almohadas de encaje, pasible. Se miraba a sí mismo: Aquella postura perfectamente recta, esas gordas mejillas sin color, la amplia frente que presumía bastos conocimientos, los pequeños y afinados labios rojizos y el liso cabello negro que tocaba sus hombros. 

 

Lentamente alzó el brazo derecho y despegó el pulgar de los otros dedos, cerrándose en un puño. Colocó la extremidad delicadamente sobre la marca que decoraba su mejilla izquierda en la parte inferior, muy cerca de la mandíbula. Poco después recorrió el pulgar hasta posarlo encima de aquellos irritados labios. Él le había besado, había tocado esos labios con los suyos…

 

Intensionadamente, cedió. 

 

Se vio a si mismo, las menudas piernas alrededor de su vientre, torcidas en una tosca curva, los piececillos chuecos y los dedos mismos tensados firmemente. Los brazos deliberadamente sueltos, los delgados dedos inmutables mientras él empujaba bajo sus glúteos, con tanta fuerza que su garganta no podía si no seguir emitiendo extraños sonidos, colocado en una posición de ancas.

 

Su cuerpo desnudo, la cabellera revoltosa, suyos aquellos gruesos brazos, uno de los cuales le sostenía por la espalda y el otro le tomaba reticente por debajo del hombro izquierdo. 

 

Sus ojos plateados puestos sobre los suyos tenazmente sin perder un mínimo detalle, no sólo de los destellos de sus pupilas si no de las muecas que profanaban el rostro de su esposa.

 

Entre una estocada y otra, Severus permitía que le mirase y le devolvía intransigente la mirada en una clara lucha de poderes. Tensó los músculos de las mejillas y gimió como con anterioridad, sin acceder a cerrar los párpados. Gimió otra vez y otra vez mientras su cabellera rebotaba conjuntamente con aquel ligero cuerpo que le había condenado y arrastrado a esa vida de sumisión.

 

Inexplicablemente, aquel miembro que invadía su interior se ensanchó de un modo peligroso. Severus creyó haber gritado. En un acto instintivo se apoderó con ambas manos de esos corpulentos brazos y los prensó. Con los párpados más ensanchados y los cortos dientes apretados unos sobre otros, Lucius adelantó una de sus extremidades, de la cual él todavía no liberaba, colocó un par de tibios dedos sobre su ceja izquierda y apartó el cabello que rebeldemente se rehusó a apartarse. El rostro de Severus se relajó asombrosamente, desvío los ojos de los suyos y su atención quedó atrapada entre sus abultados y grandes dedos. 

 

En aquel momento, sin advertirlo, un cálido aliento chocó contra su rostro antes de que llegara a besarle...

 

Sobre el reflejo, los labios de Severus Malfoy se crisparon.

 

En un movimiento rápido y seguro, izó una larga cuchilla con la mano izquierda, revestida de cuero, desde la superficie, mientras con la derecha tomaba una gran porción de su cabello. Firmemente, desvío la cuchilla.

 

Una fuerte presión en el brazo que sostenía la cuchilla le paró.

 

Instintivamente, Severus se volvió y alzó la mirada, en un principio desconcertado por que el reflejo de aquel cuerpo le había pasado por alto.

 

Lo que vio fueron unos profundos luceros grises, opacos como el frío y la obscuridad. Sin embargo, todas las emociones que guiaban al chico, la ira, la angustia, el orgullo corrompido e incluso la culpa, cesaron.

 

La tensión de sus músculos desapareció gradualmente.

 

-¿Qué estas haciendo?- Pregunto Lucius sin titubeos.

 

Las palabras resonaron en su mente, pero fueron bloqueadas. Tuvo que parpadear antes de responder y se percató de que su marido no llevaba playera alguna puesta. ¿Por qué no se la había puesto?

 

-Cortarme del cabello- Respondió con los labios entreabiertos, casi en un susurro.

 

-Eso ya lo veo, la pregunta es si te he dado permiso de hacerlo.- Continuó con cierta brusquedad en la voz, enterrando con mayor fuerza sus dedos alrededor de su muñeca. Sin presentirlo, la herramienta se liberó de sus extremidades y cayó sobre la alfombra con un ruido sordo. Severus no se perdió aquel detalle.

 

-No- Le miró de nuevo, sin darse cuenta de que seguía susurrando. Erróneamente, creyó que el Alfa le soltaría. No obstante, tiró de su brazo, obligándolo a ponerse en pie. Tenía que admitir que no había tenido tiempo de colocarse un calzado. Sus pequeños pies bailaron en torno al taburete hasta que se le posicionó delante de Lucius. Un hormigueo le recorría la extremidad delirante.

 

-Sea lo que fuimos antes, Severus, en el momento en que mi padre declaró que me pertenecías perdiste el privilegio de ir a esconderte entre las faldas de mi madre. Así que ya no puedes tomar decisiones respecto a cualquier parte de tu aspecto. Te veras como yo quiera que lo hagas, no se te olvide.- Le reprochó apretando la mandíbula y alzandola con ímpetu. Le tomó de la barbilla y luego le hizo mirarle sin ningún problema. Aquel contacto directo pareció sumir a Snape en un estado somnoliento. Tuvo problemas para tomar el control de sus párpados cuales pretendían cerrarse, pero no perdía ni un detalle de ese caracteriatico semblante pálido.

 

Sin previo aviso, volvió a tirar del muchacho con fuerza y Snape se vio muy próximo al pecho del alfa, el cual emanaba una cálida sensación, semejante a la seguridad en persona. Se vio obligado a torcer el cuello hacia un costado, por ello no llegó a tocarle.

 

Lucius direccionó la nariz hacia su pescuezo, encontrando el olor de su Omega. Sus exhalaciones le provocaron a Snape débiles temblores en los hombros que trató de contener. Al separarse de su piel, le dijo.

 

-Tu aroma comienza a tornarse, débilmente.- Le izó del otro brazo a la altura del codo. En aquella posición pudo volver la cabeza hacia él, solo que examinaba sus delgados labios blanquecinos mientras se movían.- Ahora que te he preñado, ese cachorro vendrá al mundo con mis condiciones.

 

 

 

 

 

 


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