Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Posesión por Mon18Zu

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Continuaré un poco con el pasado de Severus Malfoy, verán que se pone interesante. Al final, las cosas mejoran. 

Severus despertó en la penumbra. La frías sábanas bajo su cuerpo le erizaron la piel de los brazos al instante en que un helado escalofrío le recorría la espalda baja. Podía sentir el camisón de seda acariciándole los muslos y las delgadas tiras alrededor de sus reducidos hombros, entretanto la sensible piel de sus piernas descubiertas se enfriaba lentamente.

 

Tragó saliva por aquella garganta seca y cerró los labios parpadeando un par de veces para deshacerse del estupor. Había jurado que cierto cuerpo caliente reposaba a su costado derecho mientras yacía boca arriba, suficiente para proveer calor a través de todo el lecho, por lo que no había la necesidad de entrar en contacto directo con la fuente.

 

A cualquier parte que mirase la luz era tan tenue que sólo podía distinguir donde la oscuridad estaba más arraigada.

 

Después de un segundo empujó su espalda hacia adelante con la intensión de salir de la cama. Se apoyó sobre el brazo derecho y la izquierda en contacto con aquel redondo vientre del que cargaba algunos meses y continuaba en proceso de crecimiento. La pesada cabellera le ladeó un poco la cabeza, pero logró colocarse de ancas en la orilla del colchón donde sus piececillos no tocaban el suelo.

 

El silencio era indiscutible. 

 

Rozó su vientre una vez más encima del frío camisón antes de empujarse a sí mismo hacia adelante.

 

En cuanto las plantas de sus pies entraron en contacto con la dura y helada superficie se preguntó si el invierno había llegado mientras dormitaba.

 

Repentinamente, un chasquido peculiar llamó su atención y unas llamas iluminaron el recinto. La chimenea crepitaba naciente frente a sus ojos y le arrancaba destellos de modo que sus obscuros luceros reflejaban intensamente el fulgor detrás de las rejas de acero. 

 

Se acercó un poco, reconfortado por el calor que le abrazaba las desnudas piernas y que comenzaba a introducirse entre los dedillos de los pies. Sin embargo, mientras la tentadora intención de recostarse a un costado de la misma fogosidad cruzaba por su mente, un golpe le sacó de ese ensimismamiento. Severus lo asemejó a la manera de un pesado libro al caer al suelo.

 

Se volvió hacia la entrada cerrada de la habitación nupcial, compuesta por un par de puertas amplias cuales conjuntas formaban un afinado arco de madera y sujetas por tramos excesivos de acero a la pared.

 

Alejarse del calor no le atraía en lo absoluto, pero no le importa. Si su marido se hallaba detrás de aquellas puertas iba a saberlo. Llevaba tanto encerrado en esta misma habitación que la repentina caída de temperatura de su cuerpo pasó a ser una prioridad de segundo plano.

 

Al posar repetidamente los pies sobre el suelo y colocarse delante de la puerta izquierda sus dedos se cerraron. Empero, al escuchar una disminuida voz sutil se quedó inmóvil un momento, dudando si debía interrumpir y si valdría la pena hacerlo enfurecer. No distinguió las palabras que se proferían. Luego cesaron.

 

La curiosidad le recorrió gran parte del cuerpo así que se inclinó un poco, lo suficiente para oír mejor sin tocar la medianera que les separaba. 

 

Antes de llegar a oír nada, un golpe en el abdomen bajo le sacó un suspiro revelador. Se sostuvo la barriga con el ceño fruncido y la nariz arrugada, preguntándose por qué su pequeña criatura decidió despertar justo ahora.

 

Se quedó quieto esperando que Lucius abriera alguna puerta y le descubriera espiando, mas aquello no sucedió. Al contrario, la conversación no se detuvo.

 

-Si no me concedes lo que te pido, sobrino, perduraré en tus dominios mientras aún el cachorro necesite del él, y cuando ese momento llegue no habrá más remedio que llevármelo conmigo. - Por alguna razón aquellas ultimas palabras le inquietaron de sobremanera.

 

-La fuente debe ser confiable puesto que es demasiado lo que pides.- Susurró su marido hostigadoramente. Podía imaginarlo, mandíbula apretada y duros puños amenazantes.

 

-Es lo que vale, y mucho más valdrá si hereda la posición de Severus. Me sorprende que no hayas tenido la decencia de notificarme con tus criados la buena dicha. Es desconcertante. Sin embargo, te viste afortunado de que llegara a mis oídos con tiempo anticipado. No es de mi inconveniente que tu padre no te haya desglosado debidamente las condiciones con respecto a la posesión de nuestra sangre.

 

Lucius respondió pero él no pudo oírle del todo por lo que, frustrado, Severus giró el picaporte y empujó de la puerta, al principio sólo un poco, silencioso. Continuó arrastrando del pomo con cuidado, manipulado por la impresión de aquellas palabras.

 

Dio un paso al interior de un salón cerrado y cálido, cubierto de altas estanterías de libros sobre las cinco paredes angulares. En aquel punto, el suelo estaba compuesto de madera labrada y la penumbra, aunque presente, las velas iluminaban hasta donde su llama alcanzaba.

 

Dio otro paso, con los dedillos inquietos, la mano izquierda sin abandonarse el vientre hinchado en tanto desobstruía poco más su camino. Detrás de él, una luz anaranjada se filtraba entre sus miembros y abrazaba la plana superficie bajo sus pies. 

 

Frente a una gruesa mesa rectangular se hallaba un hombre. Desde su posición, Severus sólo podía apreciar sus espaldas y parte de su perfil izquierdo. Bastó con ver aquella nariz aguileña y la piel pálida para que un cosquilleo le acariciara el pensamiento. Le había visto, aunque no lograba averiguar entre las lagunas de sus recuerdos de quién se trataba.

 

Decidió adentrarse un poco más. No obstante, la puerta chirrió un segundo y ambos hombres se volvieron de forma súbita.

 

Aquel que se hacía llamar tío de su marido le hecho una mirada evaluadora y después de un segundo alzó una ceja despectivamente. Severus observó un momento aquel largo bastón que cargaba consigo y que salía de entre el pesado abrigo que le cobijaba. También se percató de su calzado, unas delgadas botas de cuero negro lisamente tratadas. Desvío la mirada de nuevo hacia su rostro, soltando el picaporte. Definitivamente le había conocido con anterioridad. 

 

-¡Demonios, regresa a la habitación!- 

 

El rostro de Lucius Malfoy enrojeció poco más al hallarse con su esposa en camisón, de pie debajo del umbral, sobre los piececillos descalzos.

 

Severus le miró y resolvió obedecer de inmediato, mas aquel rostro que le seguía observando, específicamente en la parte media de su menudo cuerpo, le confería una extraña sensación. En primer lugar, le pareció grosero y luego le dio asco. Severus no sabía que es lo que ese hombre veía cuando le miraba, pero él estaba seguro de que no le agradaba en lo absoluto. 

 

Se volvió lentamente, agarrando el pomo de vuelta con la izquierda. Sabía bien que la vista debía ser muy tentadora, sobre todo por que el camisón le rozaba casi nada la piel por debajo de los glúteos. Pronto se deshizo de aquel pensamiento inquietante.

 

Emparejó ambas puertas y tiró del picaporte hasta que el seguro resonó por encima de la crepitación que producía la madera al quemarse. Entonces sabrían que sería incapaz de escuchar la consecuente conversación.

 

Por lo que, sin aparente explicación, en cuanto sus pies hollaron una camiseta de algodón expuesta, torció las rodillas con la intención de tomarla entre sus dedos. Al recuperarse, se dirigió al lecho pasando por delante de su propia fuente de calor y se colocó la prenda sobre el pecho de forma que también le acariciara la respingada nariz. Cerró los párpados, cautivado por el aroma que su marido dejaba implantado en sus pertenencias. Así mismo, era una forma de que su cachorro reconociera al padre.

 

 

 

…..

 

 

 

 

 

Estaba sumido en un profundo sueño cuando su cuerpo respondió a las caricias que atendían la suave piel de su mejilla.

 

Desplegó los pesado párpados y distinguió entre aquella imagen borrosa sobre sombras un rostro y una cabellera rubia.

 

Ahí estaba su marido, Lucius, tocándole, frente de él.

 

Severus se percató de que sus extremidades se hallaban tan adormecidas que cubrió sus bellos luceros tras la cubierta.

 

El distinguido crepitar de la madera consumiéndose llegó a sus oídos y el ligero ardor de la piel expuesta a la luz. Recordó haber vislumbrado las llamas…

 

El calor de su cuerpo abrazó el suyo bochornosamente. Severus suspiró antes de que Lucius posara sus labios un momento sobre la carnosidad de su mejilla y depositara un agraciado beso, mientras que arrastraba los dedos escrupulosamente a través de sus labios cerrados.

 

Entonces una ardosa mano se instaló sobre su hombro y una sonrisa se dibujó en ese semblante apacible en el instante en que los mechones rubios rozaron su piel.

 

Sintió aquellas rasposas manos tomándole del brazo y acariciar con sus dedos la superficie, desde el hombro hasta la muñeca. 

 

Severus se mantuvo pasivo por lo que aquellos toques comenzaron a sumirlo, tal que ya no apreciaba su propia respiración. Abrió los párpados un segundo, pero sólo se encontró con las fibras rubias de su cabello, posteriormente al acercamiento de su pecho desnudo al camisón y la presión sobre éste. Al joven no le resultó del todo agradable ya que sus pezones seguían un estado de acumulación de alimento y crecimiento de los mismos. Tocarlos, incluso un roce, le incomodaba de sobremanera. Sin embargo, calló. Lucius procedió a posicionar la cabeza sobre la suya, mejilla con mejilla. 

 

Severus suspiró en su cuello, resultando el calor embriagador.

 

En ese momento, apreció un cosquilleo entre los tibios muslos, el roce de la punta de sus dedos, seguido de una caricia que trazaba el camino hacia la pantorrilla, mas al llegar a posar la mano entera sobre la corva, tiró de la pierna suavemente hacia su cadera, donde severus advirtió se hallaba el limite de sus pantalones. En tal acto, el camisón dejó al descubierto aquel par de nalgas perfectamente redondeadas y Severus tembló un poco.

 

Lucius abandonó la extremidad y tomó posesión del brazo que de manera intencionada guardó debajo del sobaco.

 

Severus descubrió ambos párpados, lo que le provocó una inesperada picazón. Automáticamente, los cerró.

 

Era consciente de cada parte de su piel en la que había contacto directo con la suya y todavía así le impresionó cuando colocó tres dedos en su sien derecha. Ignorando el porqué, una presión embriagó su vientre bajo. Aquel hombre no sólo conocía sus puntos débiles sino que le atropellaba el orgullo.

 

En ese segundo no entendió la razón de elevar su extremidad derecha, alejándola de su torso. Entonces izó el brazo por la muñeca firmemente mientras afirmaba su cabeza sobre la suya, acercando los labios a su oído derecho. Escuchó la fuerte respiración que emanaba de sus narices con tanto énfasis…

 

Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de la muñeca y sólo lo advirtió porque una vena se hallaba encerrada por uno de ellos. Una punzada de dolor le recorrió el brazo y se detuvo muy cerca del recodo a raíz de aquello. Atirantó la mano entera en un reflejo.

 

Los dedos se cerraron un poco más. Severus no podía deshacerse de la estruendosa respiración de su marido, tan cercana y ensordecedora…

 

Repentino, el dolor se intensificó y el corazón de Severus dio un saltó. 

 

Lucius advirtió como la respiración del Omega se alteraba, como la temperatura de su piel aumentaba gradualmente y como los latidos de su pequeño y frágil corazón se hacían cada vez más rápidos. Pero no sonrió, simplemente abrió los párpados y observó detenidamente las llamas al alargarse y encogerse, abrazando los trozos de madera desde el interior de la chimenea.

 

Tensó los dedos cada vez más.

 

El dolor amenazó a Severus. Sintió la sangre latiendo en sus oídos. Entonces él apretó en esa oportunidad.

 

Tiró de su brazo como respuesta al sufrimiento. Al no lograr el más mínimo cambio, gimió.

 

-No.- Suplicó en un susurro desesperado. Ante aquel arrebato de oposición, su marido presionó otra vez. Así mismo, Severus tiró obstinadamente de su lastimera muñeca y retorció los delgados dedos.

 

Y cuando descubrió que sus esfuerzos eran en vanos, las aletas de sus narices de ensancharon y sollozó. Bajo aquella cabeza, Severus había arrugado su bello rostro como respuesta al padecimiento.

 

Cada segundo apretaba un poco más y él quería deshacerse de la desesperación que invadía cada parte de sus pensamientos.

 

Y éste era su castigo. Castigo por salir de la habitación y mostrarse ante aquel hombre y, aunque no era su intención, de la manera más provocativa posible.

 

-No- Gimió con mayor vitalidad entre dos sollozos frenéticos.

 

Lucius le silencio en un prepotente susurro que llegó a lastimarle. Aun así se le escapó un distinguido sollozo. Y pudo callar, aunque no la alterada y resonada respiración, la cual chocaba contra el pescuezo del alfa, puesto que su marido detuvo la progresiva tensión.

 

Le silenció una vez más, con tranquilidad. Severus tragó saliva con los labios húmedos y pegajosos. Respiró profundamente. 

 

El malestar no menguaba, pero tampoco se engrandeció.

 

Lentamente, Lucius depositó un delicado beso en su mejilla, acarició su pómulo sobre el suyo, colocó ahí un semejante ósculo y suspiró.

 

Al siguiente segundo, un chasquido inundó el silencio y le penetró sobre las paredes del oído interno derecho.

 

Severus expulsó desde el interior un lastimero plañido que acabó por convertirse en un febril llanto. 

 

 

 

....

 

 

 

 

 

Severus volvió el cuerpo por encima del lecho sin apenas inmutar las sábanas bajo de él. La muñeca derecha cuidadosamente reposada frente a su pecho, abullonada y tornada con de un tinte purpúreo diluido con el color de su propia piel.

 

Suspiró mientras el torso le temblaba. Percibía el aire atravesar su garganta tal como una caricia y la sangre que se había acumulado durante horas alrededor de sus ojos, la hinchazón del rostro, y los pesados párpados visto que se oponía a dormitar si bien el malestar se lo permitía.

 

Tragó la poca saliva que aún subsistía toscamente por el irritado y estrecho tubo empalagoso y despegó abatidamente el labio inferior debajo del labio superior. La piel rosada acoplada se separó tal que les daba un aspecto meloso y desgastado.

 

El cabello cayó por su frente. 

 

Cambió ligeramente la posición de sus piernas, una sobre la otra, y las estiró un poco, trazando su propia piel tibia y suave. 

 

Una mano se ciñó sobre su la muñeca izquierda, seca y caliente.

 

El Omega abrió los párpados abruptamente en el instante en que fue atraído fuera de la cama. 

 

Aquella extremidad, firmemente sujeta a la suya, le levantó el torso y consigo el perfecto redondo vientre que comenzaba a pesarle.  

 

Gimió ante la sorpresa y sus piececillos rozaron la superficie plana del suelo de modo que no logró posicionarse debidamente. Contuvó la respiración y de un segundo a otro tenia una fuerte brazo cruzado por arriba de la curva del abdomen, justo debajo de sus pezones hinchados, ocultos detrás de fino camisón.

 

El repentino acto provocó una respuesta innata en Severus, por lo que no pudo evitar estirar el brazo derecho por debajo del torso y torcer la muñeca, con el propósito de detener su caída. No obstante, sólo consiguió que el dolor se intensificara tal que le arrebató lágrimas de los ojos. Gimió con fuerza, el sonido rebotó entre las paredes de sus mejillas y el rostro se enrojeció con rapidez. 

 

La extremidad tiró de él y los posicionó frente al resto del corpulento cuerpo de su marido.

 

-Ten cuidado.- escupió entre dientes, desprendiéndose. Sin embargo, aún mantenía firme la delgada manilla, como si temiera que volviera a pasar, a expensas de que continuaba lastimándole.

 

Severus levantó el rostro y miró aquellas duras facciones. Esos grisaseos luceros brillaban con furor.

 

Parpadeó, dado que sus ojos se cubrieron tras una capa del mismo liquido que escurría por sus gruesas mejillas rosadas.

 

-Lo siento.- Se disculpó tratando de eludir el sollozo que afloraba en su garganta.

 

Acogió con cuidado el brazo derecho y lo acunó sobre la barriga. Lucius desprendió ambas manos y le dijo:

 

-Hoy no te quedaras en cama. Atente a uno de tus atuendos.- Se inclinó hacia el frente posando ambas palmas sobre los hombros desnudos del Omega y destinó un corto beso sobre su párpado izquierdo, para lo cual tuvo que extenderlo.

 

-Está bien.- Respondió.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).