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Posesión por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Es una tradición en Slytherin mostrar el cuerpo del omega y si el alfa está satisfecho con lo que ve, atentará a averiguar el nombre del doncel o doncella. Sin embargo, mencionar las reglas del cortejo a un omega está en contra del estatuto establecido, por lo que un omega dará su nombre sin comprender las consecuencias, incluso por simple cortesía. Empero, una vista con cualquier omega siempre es sabida. Lo que conlleva a ser manipulada, de acuerdo al interés de la Institución o de los progenitores.

Los Omegas continúan siendo victimas de la sociedad.

Actualmente.

 

Severus tomó de la ligadura de la corbata. Sus posaderas sobre la sedoso orilla del lecho. La pequeña cabeza erguida de modo que sus ojos apreciaban la amplia pintura enmarcada en un encuadre de oro sólido, colocado por delante del muro frente a él. Una  reducida mesilla con techumbre de vidrio, a un costado de la ventana, cual se hallaba detrás de las obscuras cortinas corridas, guardaba una pequeña caja de un precioso metal, decorado con matices esmeralda. 

Deshizo el lazo de la tela y tiró de los brazos por atrás, con la intención de retirar la prenda de debajo del cuello de la camisa.

La habitación matrimonial no se hallaba en penumbra, a pesar de que la noche amenazaba. Los candiles revelaban una escasa luminosidad, que con el paso de la luna fulguran con mayor viveza.

Con calma, unas amplias manos se ciñeron sobre sus brazos y un cálido aliento acarició su nuca, curvandose en las cercanías de su estrecha y lampiña mandíbula.

Sin molestarse, curvó el lazo por su reducido puño izquierdo, enredado entre los dedos de la mano derecha.

-Recuestate- Murmuró su marido en el oído izquierdo, tocando con sus labios las curvas de su estrecha oreja.

Severus terminó de coordinar sus manos, tal que la corbata quedó enredada en su extremidad, presto para almacenar en el compartimento personal de la consorte.

Lucius depósito un feroz beso en la piel de su cuello, arrugando la vestidura a la altura del hombro. Sin embargo, severus se mantuvo examiné. 

-Ya no puedes darme ordenes.-Profirió el omega por lo bajo, empero, el matiz de voz fue absoluto. 

 Lucius inclinó la cabeza, de modo que rozó con su nariz por debajo de la quijada de su mujer. Desprendió una voluta de aire cálida.

Después de un momento, los tensados dedos del alfa se aflojaron, la extremidad sobre su hombro se retiró después de una caricia y la testa se echó hacia atrás.

-Partirá en dos días, cuando Regulus arribé en la mansión.- Dijo, a sus espaldas. Severus torció un poco el pescuezo, sin contemplarle. Las sábanas persistieron arrugadas. Sus propias palmas palparon el terso lienzo a ambos costados de sus piernas. 

-Te olvidas de la familia Potter.-Mencionó con suavidad, alzando un ceja para sí mismo. Lucius permaneció en completo silencio, alejándose del lecho en largas zancadas. Colocó los gruesos dedos por delante del pecho y apresó el primer de las presillas de la camisa. Severus se volvió para mirarle.

-Nuestras casas están en las puntas del país.- Recordó el noble. Su bello y joven rostro demostró desconcierto a pesar de que su consorte apartaba los ojos de su persona.

-Si- Respondió Lucius, desdeñando la contemplación de su esposa, quien tenía que torcer el cuello para ello.-Sir. Snape hará un largo viaje, en tal caso, dado que el hijo Potter tiene la mitad de las problabilidades de conseguir la mano de Draco.- Sus labios se curvaron con cierto desprecio al pronunciar aquellas palabras morbosamente. Severus contempló una vez más la caja sobre la mesilla, preguntándose que tan bien adornaría el anillo de matrimonio en el dedo anular de un Black.  

 

 

 

 

 ....

 

 

 

 

 

Draco Malfoy se adelantó unos pasos, la mano de su madre llevándole del hombro.

 

El rosado quimono ondeó a la altura de sus pantorrillas. La tela era tan delgada y fina que a través de los poros llegaba a apreciarse la brillante piel del doncel. Sus pies cubiertos por un par de airosas zapatillas de algodón.

 

Su madre se detuvo delante de las puertas, en el sendero que marcaba los débiles fulgores de las velas. Él le miró.

 

-¿Es agradable?- Ella alzó la vista, la melena conjuntaba el traje sable debidamente alineado a su talle. Su rostro a la altura del suyo. Elevó el brazo derecho y Draco apreció la caricia en el costado de la cabeza, ya que acomodaba un mechón del rubio cabello. 

 

Severus reparaba en el nerviosismo del buen mozo. No respondió la pregunta. Poco después, el doncel sintió una presión delante del pecho.- Soltarás el pliego tirando de esta hebra atada a la botonadura.- Le dijo atentamente, los rotundos par de astros negros puestos sobre los suyos.

 

Draco bajó la mirada y acodó el brazo. Sus dedos se cerraron en torno a un pequeño botón, enredado alrededor de un delgadillo hilo de seda.

 

Sus ojos mostraban inquietud puesto que, en poco tiempo, conocería al hombre con quien, seguramente, pasaría el resto de su vida, el hombre que se convertiría en su marido y en el padre de sus críos...El hombre que le convertiría en su señora.

 

Echó una nueva ojeada a la habitación.

 

La pieza no incluía ventanas, se hallaba recluida en los interiores de la mansión, y el aire era más pesado por aquellos pasillos. Conjuntos de velas de cera en cinco relumbraban y centelleaban formando una aureola, posicionadas delante de las cuatro paredes oliváceas, de modo que rebotaban en el atuendo. El suelo bajo sus pies, fresco, era de tablones de caoba reluciente, superpuestos sobre la base de piedra.

 

Suspiró parsimoniosamente. Sin embargo, el tintineo de las pequeñas cadenas que colgaban de los bolsillos del señor Black, quien permanecía de pie detrás de ambos omegas, le distrajo de sus pensamientos, lo que le recordó su estadía en la presentación. Reaccionó al sonido, pero al momento concentró de nuevo su atención en las puerta selladas, pasibles.

 

Las puntas de sus dedos permanecían congeladas y bajo la tela, la piel de sus glúteos y muslos se unía, tibia.

 

Su madre, de pronto, apartó la mano que reposaba sobre su hombro y se alejó de Draco, dejándolo solo en su sitio. Los brazos del muchacho temblaron en respuesta, dado que las pesadas puertas cedieron a la fuerza opositora, produciendo un sonido estrepitoso en la plenitud del silencio.

 

Draco desvió la mirada por lo bajo, al instante en que resolvía descansar los brazos a sus costados, mas al segundo se arrepintió de no haber avistado su estrada.

 

En cuanto le miró, a un costado de su padre, apresó su completa atención. 

 

El alfa portaba un amplio abrigo obscuro tal que lo arrastraba por los suelos a sus costados, tan obscuro que resaltaba con las pobladas cejas negras y la piel pálida, y acrecentaba la anchura de sus hombros.

 

La cabellera era rizada, brillante y un tanto revoltosa, sin embargo, aquello le daba encanto. Los delgados labios blancos bajo una anchurosa nariz de hueso, flanqueada por un par de vastas mejillas.

 

La gran altura y los corpulentos brazos le daban una apariencia mayor. No obstante, no podía tener mucho más edad que el propio Draco.

 

Le devolvió la hojeada con una pareja de luceros castaños, después de haber explorado el cuerpo entero del doncel, un vistazo conciso del quimono.

 

Las gruesas botas negras se detuvieron a unos pasos, acompañado de Lucius Malfoy, quien engalanaba un traje grisáceo, una corbata negra y camiseta blanca, las bocamangas cerradas alrededor de sus muñecas y las velludas  manos posicionadas correctamente, una dentro del bolsillo del pantalón y la otra delante de la barriga, alisando el saco.

 

Miró a Draco, sereno, tal vez preguntándose si sería del agrado del señor que le flaqueaba el lado derecho. El acto desdeñoso de su padre consistía en alzar una ceja y mirarle desde su propia altura. 

 

Las puertas tras ambos señores se cerraron sosegadamente, atenuando poco más la estancia. Un momento después, mientras permanecía quieto, Lucius asintió levemente. Draco le miró con atención, apartando la mirada del demandante, y sin titubear, acodó nuevamente el brazo derecho, tanteó el botoncillo que adornaba el frente de su pecho y jaló sutilmente de la hebra de seda. 

 

Determinó mostrar un poco la mollera, entretanto el quimono cae al suelo, rozando su piel con la suave tela, extendiéndose a su alrededor y revelando el delgado y menudo cuerpo del doncel. Una fría brisa acarició las piernas desnudas y tersas del muchacho, quien irgió la nuca después de un minuto.

 

Una leve exhalación escapó de los labios entreabiertos de Draco, y sus ojos se enseñaron expectantes.

 

Sintió algo cayendo por sus hombros. Tiró de sus brazos hacia atrás, pasando las muñecas en el interior de las largas mangas del batín. Éste se cerró delante de su torso.

 

-Mi vástago- Dijo el hombre- ¿Te ha deleitado?- Cuestionó su procreador alfa, destinando un breve vistazo al joven macho. Su madre permanecía tan silenciosa que Draco podía decir que no se había percatado de su presencia, lo cual parecía pretender.

 

El invitado alfa dobló ambos brazos delante del pecho. Los gruesos guantes de cuero negro crujieron. No obstante, unió ambas manos cubiertas y tiró de la prenda, cual exhibió un amplia extremidad protegida entre un cúmulo de vello.

 

Lucius Malfoy inhaló aire, de forma que Draco llegó a oírle. El silencio imperó pocos segundos, dándole tiempo de contemplarle.

 

Su pretendiente se adelantó con precisión, la mano derecha extendida y una cautivadora mirada en el rostro, acompañado de una ligera sonrisa. Su andar fue ligero, en comparación con el resonar de sus botas.

 

Sus mejillas se colorearon calmosamente, tornándose rojizas, primeramente de tomarle la mano derecha e izarla entre ambos en cuanto se detuvo frente de él.

 

Draco percibió la calidez que amanaba de su piel rugosa. Le tomó tan delicadamente de la extremidad que rozó con sus fríos dedos la palma sin darse cuenta.

 

Aquel primer contacto desvaneció encarecidamente cualquier duda que  atravesaría sus pensamientos. Suspiró, mientras su corazón relantizaba precipitadamente los latidos.

 

¿Era la clase de control que ejerce un alfa, del cual su madre siempre le mencionaba? ¿La clase de control que puede manifestarse con cualquier sentido?

 

-Regulus Black, el primogénito por derecho. - Declaró, asistido de una gallarda voz que le produjo un trivial pero agitado escalofrío en el vientre bajo. Acto seguido, inclinó la cabeza y depósito un delicado beso en la antepalma del mozo, quien pareció encantado con aquel bello gesto. Un cosquilleo le recorrió la delicada piel brillante tal que lo llevó a castañerar a origen de la chispa naciente.

 

Alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los suyos. Las aletas de sus narices se sacudieron de manera superficial, aunque Draco lo advirtió.

 

El muchacho tardó un par de segundos en seguir la linea de la conversación, en un comienzo enardecido por la manifestación, posteriormente, por lo que fue un segundo, se mostró desconcertado. 

 

Él le seguía contemplando, penetrando en su semblante, cada linea que marcaba las facciones de ese cándido aspecto.

 

Parpadeó.

 

-Draco...Draco Malfoy- No tartamudeó, mas sus labios se agitaron, irreflexivos. El alfa descendió ambas manos unidas sin renunciar a la atractiva sonrisa suya. Bajó un momento la mirada, al soltarle, y retrocedió un par de pasos, aún por delante de Lucius. Draco dejó caer su brazo al costado, alicaído a la carencia de su toque.

 

Regulus colocó de nuevo las fundas de cuero en su lugar, sin abandonar la inspección del doncel. 

 

-Será suficiente para salvaguardar la riqueza Malfoy.- Aludió el semejante, apropiándose del interés de los presentes.

 

Su padre giró apenas el torso, el rostro templado.

 

-Seguiremos esta conversación en mi despacho, Regulus.

 

 

 

 .....

 

 

 

Una luz blanquecina irrumpía en la sala a través del ventanal.

 

La mesa de vidrio guardaba una bandeja que comprendía una vasta variedad de fruta segmentada en pequeños trocitos frente al doncel.

 

Draco acarició con su palma en largo vestido níveo, cual caía por los costados del asiento acolchonado. Su piel expuesta lustraba en torno a la baja claridad de medio día.

 

Con los delgados dedillos tomó posesión del diminuto fruto azulado y lo colocó entre sus rosados labios entreabiertos. Sus reducidos dientes dieron paso al alimento y se cerraron en torno a él.

 

Al poco tiempo, alzó el brazo izquierdo y confinó el llano mechón de cabello que declinaba delante de su mejilla. En ese instante, advirtió una vez más la posición que ocupaba su guardaespaldas, evidenciando el costado izquierdo.

 

Sus ojos cubrieron la postura del alto hombre, estético por delante del muchacho en las cercanías del rincón que formaban dos paredes de color nata, resguardado de la luminosidad exterior entre un par de butacones cafesosos.

 

Se había deshecho de la gruesa chaqueta, por lo que una simple camiseta blanca cubría los pectorales y el ajustado pantalón retenido por un grueso cinturón de cuero daba forma a su cintura. No obstante, los robustos brazos cruzados sobre el pecho ocultaban parte de su anchura.

 

El doncel reposó los brazos a sus costados, indeciso lo que fue un tris.

 

-¿Señor Black?- Llamó, casi por lo bajo. El hombre rotó un poco el cuello. Draco no podía decir si fijaba por completo su atención en él.- ¿Puedo saber su nombre?- Le preguntó educadamente. El alfa alzó ambas cejas levemente.

 

-Sirius- Respondió sin titubear. El doncel notó el rizado y negro cabello que adornaba su cabeza y la imagen de Regulus Black se superpuso. Sirius abandonó la atención del mozo.

 

Draco bajó la mirada y sus ojos se posaron en el panqueque de fresa exportado, el postre que instaló ahí mismo su madre minutos antes de marcharse.

 

Lo tomó por la envoltura de modo que sus dedos no tocaran el suave pan cremoso y estiró un poco el brazo en su dirección.

 

-¿Señor Black?- Voceó. El alfa le devolvió la mirada. Sus ojos pasaron de la postura de su cuerpo al exquisito, y finalizaron el rumbo en los brillantes luceros plateados del joven. Se adelantó hacia la mesilla en silencio, sus botas atronaron en el suelo en cada paso, lo que provocó una tímida respuesta en el mozo, quien permaneció en aquella postura con los ojos expectantes. 

 

Al llegar a su altura, Sirius anticipó un brazo, rodeó con su mano el panqueque y lo tomó con un par de dedos pálidos sin llegar a tocar al doncel de algún modo. Lo izó en el aire y lo acomodó por debajo de sus narices, captando el dulce aroma del postre.

 

Draco retiró su propia extremidad, satisfecho. Una ligera sonrisa adornó su bello rostro unos instantes en cuanto el señor tocó con sus labios el alimento, cuales se cubrieron de una espuma blanca. Entonces se atrevió a formular la pregunta que tenia atorada en la garganta. 

 

-¿Usted es hermano del señor Regulus Black, señor Sirius?- Por alguna extraña razón, omitió su apellido. Desde su posición, levantó la mirada, avisor. Se percató de que entrelazaba sus manos, acomodadas en su regazo.

 

-Recientemente.- Fue su respuesta. Draco frunció el ceño, desconcertado.

 

-No entiendo- El hombre no se preocupó en revelar su rostro. Se volvió hacia el flanco derecho y dio dos zancadas entanto disipaba su duda.

 

-Lo soy, mas hace poco adquirí el título.- Sirius se detuvo delante de la ventana, una mano extendida en las cercanías de su boca, engullendo el grato alimento, a la vez que manoseaba con la lengua sus labios, apartando los resto de la golosina de su piel.

 

La luz cubrió su tez y sus negras y largas pestañas tintinearon ante la intromisión.

 

-¿Fue apadrinado por el señor Adolf Black?- Inquirió el muchacho, olvidando el parentesco con el señor Regulus ahora que le había dado la espalda, y observando la cicatrizada piel de su nuca expuesta.

 

-En absoluto, él es mi progenitor.- Negó. Draco captó el ligero espasmo de los músculos del pescuezo, tal vez ante tal indagación.

 

-¿Me dice cómo?- Preguntó, atrapado en la implicación de aquellas palabras.

 

-No.- Respondió sin vacilar. El doncel crispó las comisuras de los labios, vagamente disgustado.

 

Reparó en los aperitivos que su madre accedió a concederle, siempre que no interfirieran en su dieta alimenticia. Separó ambas extremidades, cuales adquirieron calidez en la unión y continuó seleccionando la fruta, tal que al hacerlo acababan dentro de su boca después de tomarlos con las llemas de los dedos con delicadeza.

 

Sin embargo, tuvo otro motivo para dirigirse a su acompañante.

 

-Señor Black, ¿Su trabajo le impide poseer un omega como esposa, incluso de cualquier manera?- Le destinó un costo vistazo, para asegurar su postura. No se inmutó ni un palmo.

 

-Así es.- 

 

Inquieto, Draco suspiró en silencio. Mantuvo los labios entreabiertos contemplando las espléndidas fresas rojizas sobre la mesa, cuales le tentaban.

 

-¿Señor Black?- Llamó por última vez. Al muchacho le sorprendió la paciencia que guardaba el hombre. Su padre le hacía callar con verdadera irritación al chocar los dientes si le llamaba más de dos veces en un corto periodo de tiempo. Así que, eventualmente, callaba por cuantos minutos lo consideraba necesario sin que lo expulsaran de la habitación en cuestión.

 

Su guardaespaldas se volvió, sereno. En el puño derecho almacenaba el pliego de la envoltura vacía. Draco le devolvió la mirada a aquel rostro de piel blanca.

 

-Puede contarme una historia.- Le pidió escrupulosa y atrevidamente. Las junturas alrededor de los ojos del alfa se arrugaron un poco, tratando de descifrar las palabras del doncel.

 

-Una historia que usted conozca.- Aclaró Draco, arrastrando un platillo de cristal a través de la superficie de vidrio, delante de la segunda silla que conjuntaba con la mesilla baja. 

 

 

 

 


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