La cama estaba húmeda.
Sirius Black permanecía en reposo de pie frente al ventanal de la estancia, la vista fija en los jardines inferiores, los ojos oscurecidos y los músculos tensos.
Durante mucho tiempo Sirius fue entrenado para custodiar a hijos varones de alfas que nacieron con la característica de ser omegas. Tal que el aroma del celo ya no representaba un obstáculo para su trabajo. Sin embargo, aquel muchacho despedía una fragancia ligeramente distinta a la de cualquier omega que haya tratado. Por conocimiento, deducía de manera instintiva que el Doncel contaba con una elevada tasa de fertilidad, lo que lo convertía en un varón muy valioso, sin mencionar la familia de la que procedía.
Draco estaba atado al lecho, las muñecas enredadas en un fino lazo doble de seda tan resistente que aun no había podido soltarse. Boca arriba, sólo llevaba puesto una amplia playera blanca de algodón que resbalaba cosquilleando por encima de sus caderas desnudas. Sirius personalmente le había puesto aquello y había vislumbrado rigurosamente su cuello sin pedirle permiso.
Sus suaves piernas acariciaban las delgadas sábanas constantemente, aumentando la excitación de su celo. Empero, no podía dejar de restregarse contra ellas.
Asimismo, le era imposible abrir los párpados más de un segundo, ya que la luz del día le lastimaba penosamente las pupilas.
Constantemente retorcía el cuello tratando de deshacerse de aquellas sensaciones que le perseguían, no gemía de placer, si no de desesperación. ¿Por que ningún alfa le reclamaba como suyo? ¿Por qué le había rechazado? ¿Por que le dejaban sufrir de aquella manera? El rocío de su aroma le resbalaba por las sienes lentamente tal que Draco podía sentir cada gota recorriéndole debajo de las orejas y el recoveco de su cuello, casi como un delicado lamido que le erizaba la piel.
Inconscientemente tiraba de sus muñecas, quería alcanzarse, quería tocarse como lo había hecho en el servicio porque aquello le había aliviado un poco y deseaba volver a sentirse así, a expensas de lo que tenia prohibido. ¿Por qué no le dejaban tocarse?
El calor se extendió por su cuerpo como una viva llama incandescente. Draco alzó la mandíbula al techo y tiró de sus muñecas con fuerza, mientras su vientre se contraía, indócil. Apretó la mandíbula, su piel adquirió un tono rosado débil, superpuesto del tono pálido, y un prolongado quejido de tensión invadió sus cuerdas bucales.
Sirius permaneció de espaldas. Le oía retorcerse, olfateaba aquellas hormonas cuales llamaban a gritos a un Alfa. Sin embargo, él jamás podría poseer a un Doncel como aquél. Incluso tenía penado mirarle de ciertas maneras.
.....
Por el pasillo principal, dos betas cargaban las pertenencias de Draco Malfoy hacia la entrada principal, donde un carruaje les esperaba con la cajuela abierta. El sol emergía por el oeste y se imponía al frío matinal de primavera.
El doncel salió de la estancia, seguido del señor Sirius, el alfa que se le asignó para protegerlo de otros alfas.
Draco llevaba puesto un traje oscuro, en su rostro no había señales de haber estado en celo días antes. Impetuoso, el cabello cuidadosamente peinado, liso, los zapatos negros brillantes y la postura perfectamente recta.
El macho vestía una chaqueta negra y pantalones de mezclilla oscuros, combinados con una gruesas botas de suela pesada le acompañaba por los pasillos a una distancia muy corta pero sin invadir el espacio personal del Doncel.
Draco, a pesar de que no se había tocado el tema, se sentía vulnerable a su lado ¿Qué pensaría de él despues de como lo había encontrado en el retrete, o después de haber presenciado su celo en clímax? Aquel era su trabajo pero, ¿Había pasado antes aquello con otro chico? Era claro que sabía amarrar muy buenos nudos con cintas de seda. ¿Cómo era que podía presenciarle y no reducirse a los instintos mas arraigados de un Alfa, como era la procreación? Ninguna posición suya le demostró vulnerabilidad por su parte. ¿Podía confiar en él ahora?
Un pasillo se abría a la izquierda y luego de ignorarlo, ambos siguieron camino recto. No obstante, algo tomó de su brazo y se vio obligado a detenerse. Volteó la mirada y se encontró con unos brillantes ojos verdes. No se inmutó, ni siquiera cuando le reconoció, mas se preguntó cómo le había hallado si el olor que desprendía la primera vez que se encontraron ya no viajaba por el aire. En aquel momento, el guardaespaldas posó una palma en su hombro de manera protectora. Draco reaccionó a aquel tacto.
-No nos conocemos. Me llamo Harry Potter.- Sonrió ligeramente- Tú eres un Malfoy. ¿Cuál es tu nombre, Doncel?
-Un hijo de los Potter- Habló sirius, la vista puesto en el muchacho. No había servido a los Potter desde hacia una década.
Draco guardó silencio notando como le sujetaba del brazo. Sin embargo, no le pareció molesto, no sintió ningún inconveniente de esa posesión. Aquel par de ojos que miraba directamente intentaban someterlo. Contrario a lo que le dictaban los instintos tiró su brazo hacia sí y él le soltó. No le temía, ahora era capaz de controlar sus emociones.
-Draco- Susurró sin contenerse. El aroma que desprendían ambos tipos era muy similar.
Harry dirigió la mirada hacia Sirius y luego a él.
-Volveremos a vernos.- en ese segundo, su postura se volvió defensiva.- Tengo más que tu aroma.- Ante el cambio repentino, su acompañante se colocó entre ambos muchachos, de modo que Draco se volvió y continuó la marcha sin mirar atrás. Al cabo de unos segundos, Sirius retomó su lugar junto al Doncel. Lo que haya pasado entre el par de alfas, él no se enteró.
.....
El suave andar de carruaje arrullaba al joven Malfoy de modo que se esforzaba por mantenerse despierto mientras miraba través de la abertura lateral. La brisa cálida de primavera le removía un poco los mechones de cabello. Además, sol le acariciaba los párpados.
-¿Tengo un olor peculiar, señor Black?-Preguntó de pronto.
-No tiene de que preocuparse por eso.-Respondió sin inmutarse. Estaba en reposo, los párpados cerrados en una posición sosegada y los brazos cruzados a la altura del pecho. Le miró sólo un momento, desde su ubicación a un costado de la ventanilla, y desvió ambos ojos hacia sus piernas.
Luego, le volvió a instigar.
-¿He causado muchos inconvenientes?- Tensó los músculos del rostro.
-Queda claro- Draco percibió el ligero fruncido de frente.
-En verdad lo intenté, señor Black.-Trató de disculparse ante aquel tono de voz.
-Ya no importa.-Negó con la cabeza, aún con los párpados cerrados.
Vislumbró unos segundos a través de la ventanilla y comentó.
-Siento haberme alejado.-Pero él no le dejó terminar.
-Es mi aroma lo que evita que otros alfas puedan percibirte. Has dejado que lo hagan.- Draco le escuchó mientras se frotaba las cutículas sobre el punto en que la piel y las afiladas uñas se conectaban, haciéndose daño.
-Lo siento.- Fue su respuesta. La cabeza gacha, avergonzado.
El silencio se instaló de nuevo entre ellos como un muro de acero, mientras el carruaje continuaba un andar suave por el camino de tierra hacia el norte y los cascos de los caballos rompían constantemente el enmudecimiento circundante.