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Sucio [DaeJae] por ValeMala

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Notas del capitulo:

Fecha de publicación original: 15 de Julio de 2017

YoungJae tuvo un pasado extraño.


No recuerda exactamente mucho de eso, pero sabe que no la tuvo sencilla desde una vez que su madre le llevó a un psiquiatra y le diagnosticaron un grave caso de Trastorno Obsesivo Compulsivo al que llamaban misofobia. 


Recuerda muchas veces a su madre mirándolo con lástima o desaprobación cada vez que YoungJae insistía en lavar sus manos una y otra vez, o en que la limpieza de su habitación la haría él mismo, porque aparentemente la mujer de la limpieza no sólo desordenaba sus pertenencias, sino que también utilizaba los mismos guantes con los que limpiaba la desordenada habitación de su hermano mayor. El pequeño estaba completamente seguro que aquella vez que se enfermó de gravedad fue por culpa de algún germen que esos guantes contaminados habían pescado en ese asqueroso lugar.


Y era extraño, con once años se esperaba que el niño corriera, se raspara las rodillas, se revolcara en el lodo o algo así; pero no era su caso. Las carreras fueron reemplazadas con libros dentro de bolsas de plástico perfectamente ordenados por tamaños en la estantería, las rodillas raspadas por figuras de acción cuidadosamente desinfectados por el mismo YoungJae; y los días soleados se la pasaba encerrado en su habitación. 


¿Quieres dejar de llorar, YoungJae? ¡Me tienes harta! —Era una de las típicas frases que su madre le gritaba, cada vez que castigaba al niño obligándolo a mantenerse sentado cerca de a puerta de la habitación de su hermano, impidiéndole ir a lavarse las manos como tanto deseaba en ese momento.


El castaño aún tenía pequeñas cicatrices en sus brazos. Cicatrices causadas por sus mismas uñas cuando, en medio de sus castigos diarios, lo atrapaban los ataques de ansiedad y su respuesta era enterrar firmemente las mismas en su piel sensible.


Su enfermedad llegó a tal grado de gravedad, que su madre prefirió dejar de enviarlo a la escuela como los niños normales de su edad, y empezar a educarlo en casa.


Podría recetarle algún ansiolítico, para reducir los cuadros de YoungJae —Recomendó el psiquiatra, tratando de calmar a la alterada mujer por el teléfono, una noche después de un día en que el niño estuvo especialmente molesto—. No es lo mejor, puesto que aún es muy pequeño, pero si usted lo permite...


¡Haga lo que sea necesario! —Sollozó, demasiado superada por la situación—. ¡Lo que sea, doctor! 


Así fue como YoungJae comenzó a ser medicado a la corta edad de trece años.


Recuerda vagamente como, cada vez que intentaba algo relacionado con la limpieza, su madre lo convencía, de alguna manera, a que se tomara su medicamento. Las pastillas lo hacían entrar en un estado de relajación total; tanto así que quizá rara vez se levantaba de su cama, y si lo hacía, no se daba cuenta realmente. Vivía, pero demasiado ido para siquiera darse cuenta que lo hacía. 


En una ocasión, las dosis fueron tan altas para su no tan desarrollado organismo que YoungJae no paró de vomitar en toda la noche. 


Fue esa horrible experiencia lo que lo hizo odiar aún más los gérmenes y bacterias.  El sabor asqueroso de su paladar, el dolor en su estómago y el olor que sólo provocaba más arcadas jamás va a abandonar la mente de YoungJae. 


Has sido negligente —La regañó el padre de YoungJae, que siempre se mantuvo al margen de todo lo que ocurría con su hijo menor—. Te prohíbo volver a medicar a YoungJae, mujer. 


¡Tú no sabes cómo son las cosas dentro de la casa! —Le replicó, enojada por la decisión de su esposo—. Jamás estás presente, y cuando lo estás, sólo ignoras la existencia de tus hijos y de tu esposa. No sabes cómo es manejar a ese niño.


Ahórrate el drama, es mi decisión final. —Sentenció.


Cuando YoungJae estuvo en manos de su padre, las cosas parecieron cambiar para mejor. El niño cambió de especialista y ahora era atendido por una mujer llamada Rose. El castaño recuerda como, aunque era un tanto seria, la canosa mujer era amable y atenta con él.


Fue a sugerencia de ella, que YoungJae recibió sus primeras pinturas como parte de su terapia experimental. Sorprendentemente, fue el amor al arte y los hermosos colores, que YoungJae desarrolló un gusto especial por crear sus propias obras maestras y su TOC disminuyó; aunque aún sentía la necesidad de lavarse las manos y mantener todo su entorno pulcro y brilloso, al menos ya no volvía locos a cada uno de los habitantes de su hogar.


Empezó cuando tenía catorce años, pero para cuando cumplió los diecisiete ya era un experto en el hiperrealismo y retrato. 


Dispuesto a vivir de su pasión, comenzó vendiendo sus pinturas a los amigos de sus padres, que se quedaban sorprendidos por lo talentoso que era el pequeño Yoo; y decidió estudiar arte cuando su momento de inscribirse en la universidad llegó.


Su madre nunca estuvo de acuerdo, y constantemente repetía que no iba a llegar a nada, mientras que su padre siempre se encogía de hombros y musitaba un "puedes hacer lo que quieras, YoungJae" que lo llenaba del valor y esperanza suficiente para continuar con su sueño de volverse un artista.


A los dieciocho años, ingresó a la Universidad de Seúl a estudiar artes y se mudó de su hogar tan solo medio año antes de terminar su carrera universitaria, después de una discusión muy fuerte con su progenitora. 


Ahora, con veintisiete años, una carrera en ascenso y con su fobia medianamente controlada, YoungJae pensaba que por fin, se encontraba bien.


~~~ 


Después de su cena hace dos semanas, Jung Daehyun se sentía increíblemente tranquilo.


Los días en la oficina parecían más amenos y no estaba tan estresado con respecto a su trabajo como usualmente lo estaba, sino que el trabajo lo hacía sin necesidad de romperse la cabeza y sin esfuerzo de más en el medio.


Daehyun tuvo la brillante idea de pedirle el teléfono personal a YoungJae, y desde entonces se la pasaban enviándose mensajes cada medio minuto con cosas tan banales como el clima soleado e irritante que estaba haciendo, o su odio mutuo hacia los camarones mal cocinados.


Sin embargo, ninguno se atrevía a volver a invitar al otro a salir de nuevo. Así fuera en una común salida de conocidos que casi eran amigos.


YoungJae no lo hacía porque no quería interrumpir las ocupadas horas laborales del CEO, y Daehyun porque simplemente pensaba que era demasiado pronto, ya que sólo habían pasado tres días desde que se vieron en persona y compartieron una cena agradable.


—¡Querido! —Entró sonriente la preciosa señora Jung. Llevando un vestido corto a la moda, que la hacía ver elegante y esbelta, a pesar de pasar casi los cincuenta y tantos años—. Te extrañaba tanto, mi bebé.


La mujer se acercó a su hijo y lo abrazó, dejando un beso en su frente.


—Mamá, no esperaba verte hoy —Daehyun dejó a un lado su teléfono y correspondió al abrazo de su madre.


—Nunca lo haces, cariño —Sonrió, sentándose en uno los sillones de cuero frente al escritorio de su hijo—. Estás muy guapo hoy.


Daehyun arqueó una ceja pero devolvió la sonrisa a su madre—. No es algo nuevo, mamá, estoy guapo todos los días.


—En fin, señor modestias, quisiera hablar algo contigo —De repente, el rostro de su progenitora estuvo muy serio—. Habrá una fiesta en el Hotel Fermata, el hijo mayor de un amigo de tu padre (que en paz descanse) se comprometió y fuimos invitados muy amablemente por su viuda a la celebración familiar.


—Oh, quieres que asista a la ceremonia —Daehyun comprendió rápidamente lo que buscaba su madre. No era la primera vez que la familia Jung era invitada a este tipo de acontecimientos, propios de la alta sociedad.


—No quiero, Daehyun, te lo exijo como madre. O estarás castigado.


—Tengo treinta y uno, mamá.


—Igual puedo castigarte.


Daehyun rió, pero asintió—. Allí estaré entonces... ¿Algo más?


—Quiero que lleves a Yoo YoungJae.


Ahí fue cuando el CEO palideció.


—¿Al pintor? —Cuestionó, con cara de no entender nada como cuando observaba las pinturas cuando iba a las galerías de arte con su madre—. ¿Por qué?


—Parece que se han llevado bien últimamente —La mujer sonrió.


—¿Cómo sabrías eso? —Estrechó los ojos en su dirección—. Además, pensé que no te gustaba su trabajo.


—¿Con quien estuviste hablando antes de que llegara? —Su progenitora sonrió ampliamente al ver que el pelinegro no contestaba y  se encogió de hombros—. Que no me guste su trabajo no significa que no quiera conocer a un artista reconocido, cariño. ¿Podrías llevarlo por mi? ¿Por favor?


Daehyun nunca supo qué clase de poder de convencimiento tenía su madre sobre él para que siempre terminara cumpliendo sus caprichos.


—No puedo prometer que acepte, mamá... Pero veré lo que puedo hacer.


~~~


Cuando YoungJae recibió la llamada de Daehyun una noche, en realidad estaba terminando de dar los toques finales a su más reciente pintura. No era de sus mejores trabajos, pero a el castaño le gustaba pintar cosas simples como un tazón relleno de frutas -aunque esta vez, estuviera lleno de sus propios implementos de pintura- entre sus trabajos complicados, como el paisaje a media noche que se veía a través de su ventana en el que estuvo trabajando los últimos tres meses.


Era su forma de relajarse. Aunque fuera bastante irónico.


Dejó que el teléfono sonara unos momentos mientras limpiaba el pincel cuidadosamente y lo depositaba sobre la mesa auxiliar a su derecha.


—¿Hola? —Su voz sonó rasposa, probablemente porque no había hablado en un buen tiempo, desde su charla con JunHong en la mañana.


—¿Estabas durmiendo? —La voz de Daehyun sonó apenada, como si se sintiera culpable de haberlo despertado de un sueño o algo así.


YoungJae sonrió y se aclaró la garganta—. No realmente, estaba trabajando.


¿A las tres de la madrugada? 


—Bueno, tú pareces pasar de largo en la oficina, y yo no te digo nada —Se burló—. Además ¿quien llama a las tres de la mañana?


Daehyun rió al otro lado de la linea—. Está bien, me atrapaste. —Se formó un pequeño silencio que no era incómodo, no obstante, no era exactamente lo usual a través de una llamada telefónica—. En realidad...llamaba para hacerte una propuesta.


—¿Una propuesta? —El menor arqueó una ceja, aunque sabía que el CEO no podía verlo—. ¿De que trata?


Hoy mi madre vino a la oficina, y me comentó que nos invitaron, es decir, a mis padres y a mí, a una celebración en el Hotel Fermata —El pelinegro se detuvo un momento. YoungJae no entendía que tenía que ver él en todo aquello, pero de todos modos hizo un sonido de aprobación para que el mayor continuara—. Mi madre también me pidió que te invitara a acompañarnos...está interesada en tu trabajo y le gustaría conocerte. En realidad no sé de donde se enteró que conversamos de vez en cuando, disculpa.


Bueno, lo del interés en su trabajo era una mentira. Pero eso YoungJae no tenía porqué saberlo, se confortó a sí mismo el pelinegro.


—Oh... —YoungJae  en realidad no sabía que decir. Dejó que el silencio flotara entre ellos mientras su mirada se dirigía al suelo y procesaba la invitación—. Bueno, es un honor...


Daehyun suspiró, volviendo a llenar sus pulmones de aire. Por un momento pensó que YoungJae no iba a siquiera responderle.


En la cabeza del castaño se desarrollaban dos buenas razones por las cuales aceptar; por un lado, los Jung le estaban abriendo las puertas a ser mas reconocido y crecer como artista. Por otro, era la oportunidad perfecta de pasar un poco más de tiempo con el hombre, y YoungJae no podía explicarse el porqué, pero desde hace mucho que quería volver a verlo aunque sólo fuera para saludarlo o invitarlo a un café. 


Su charla amena de la cena fue la mejor que YoungJae había tenido en mucho tiempo, y aunque quizá sí pudo comportarse un poco extraño y quisquilloso en la velada, Daehyun no pareció notarlo y si lo hizo, no le dio mayor importancia. YoungJae apreciaba mucho eso.


¿Entonces? —Se impacientó el CEO. Las manos le sudaban y realmente esperaba que el menor aceptara. Se sentía estúpido porque no es como si le estuviera pidiendo una cita o algo, pero en realidad sí pudo pensar en llamar a horas mas decentes para algo como eso.


No sabía en que estaba pensando, sólo recuerda decirse a sí mismo que no iba a dormir tranquilo si dejaba pasar otro día sin comentarle al artista sobre la celebración y saber si estaba dispuesto a acompañarle o no.


—Claro —Habló, con la voz suave—. Me encantaría. Gracias por la invitación.


Al alivio recorrió al mayor en cuestión de segundos con esas simples palabras.


~~~


La celebración se veía demasiado extravagante para ser el anuncio de un compromiso. Daehyun no sabía si debía llevar regalo o no, por lo que optó por la vieja confiable y depositó algo de dinero en un sobre sólo por precaución.


El salón era amplio, con una tarima medianamente alta al fondo la de habitación y mesas ovaladas cubiertas por un mantel dorado distribuidas estratégicamente por el espacio vacío. Las sillas eran cómodas y acolchadas, y estaban vestidas por un manto blanco que al CEO le pareció exagerado, pero de igual forma lo hacía ver elegante e iban a juego con las flores blancas que había en el centro de cada una de las mesas.


Estaba en una de las mesas del centro del salón, ni demasiado lejos ni demasiado cerca de la tarima y la puerta de salida, con una copa de champán blanco en la mano al que le daba pequeños sorbos mientras continuaba con la pequeña charla entre sus padres y los señores Kim, con quienes siempre ha tenido negocios.


—Es una velada maravillosa —Comentó la mujer Kim. Era bastante alegre y animada, con un poco de sobrepeso que lograba disimular y llevar bastante bien, a excepción de sus mejillas rellenas—. ¿Quien te acompaña esta noche, Daehyun? —Preguntó, llamando la atención del mencionado.


Daehyun no se sorprendió de que, cuando llegó acompañado de YoungJae, las miradas se posaran sobre ambos como si el sólo hecho de llegar juntos ya gritara chisme. Ahora, que el artista se había excusado para ir al baño por tercera vez en la noche, sabía que los Kim -con quienes su familia compartía mesa también- estaban intrigados de quien era aquel joven. 


—Su nombre es Yoo YoungJae —Aclaró, volviendo a tomar de su copa un sorbo pequeño—. Quizá usted haya escuchado hablar de él, señor Kim. 


—¡Oh! Sí, lo conozco —Habló el ya deteriorado hombre, con la voz rasposa—. Es un pintor, si mi memoria no me falla ¿hiperrealista? 


Una sonrisa satisfecha surcó los labios del CEO—. Exactamente. Su memoria parece en un muy buen estado, señor Kim.


Todos los presentes en la mesa rieron educadamente.


Mientras el reconocido hombre compartía risas con los más mayores; por su parte, YoungJae, tallaba sus manos con quizá demasiada fuerza bajo el chorro de agua en el baño. Su piel estaba roja y sensible por la cantidad de químicos que ya ha aplicado por quien sabe qué vez en la noche, pero el artista simplemente no podía parar de hacerlo.


Desde que llegó al hotel, un mal presentimiento lo estuvo recorriendo toda la noche. Y ni siquiera las cómodas charlas con el empresario lo habían distraído de su incomodidad. 


Se sentía como si él estuviera en un lugar que no debería. Como si algo o alguien no quisiera su presencia allí, y, maldita sea, quizá estaba siendo muy paranoico o lo que fuera, pero casi podía asegurar que el anuncio de boda o cualquiera que fuera la razón no se había dado porque él estaba allí presente.


Secó sus manos y aplicó gel antibacterial, regañándose a sí mismo porque tenía que controlarse y si seguía excusándose para ir al baño cada que sintiera que se asfixiaba, temía que el CEO pensara que tenía diarrea o cosa parecida.


—Estás actuando como un enfermo otra vez, YoungJae, contrólate de una maldita vez —Gruñó hacia su reflejo en el espejo del baño, aprovechando que se encontraba solo—. No quieres quedarte solo otra vez ¿o sí?


El reflejo negó, aunque sabía que era él mismo moviendo su cabeza y antes de salir del baño, ignoró la mirada asustada que logró identificar en los ojos del espejo.


Cuando llegó a la mesa de nuevo, los Jung platicaban sobre la tardanza para iniciar el evento y se preguntaban qué había ocurrido para que eso fuera así. 


—YoungJae... —Llamó la mujer con sobre peso, dando pequeños toques con la servilleta en la comisura de sus labios rojos—. Daehyun nos estaba comentando que eres un artista.


El mencionado aclaró su garganta y sonrió amablemente a la mujer—. Así es, soy pintor, señorita Kim.


—¡Oh! Señorita, dice —La mujer rió tímidamente detrás de su mano—. Querido, creo que a mi esposo y a mí nos encantaría conocer tu trabajo...


—Será un placer tenerlos a ambos en mi taller —Estuvo de acuerdo, no tardando en dar la dirección de su casa, a las afueras de la ciudad.


—Me pregunto porqué los Yoo estarán tardando tanto en dar inicio. —Comentó la madre de Daehyun, picando un poco de fruta que le había pedido a uno de los camareros antes de llevárselo a la boca.


YoungJae frunció el ceño, no sabía que los anfitriones llevaran su mismo apellido; sin embargo, no le dio mucha importancia. Había muchas personas con un Yoo antes de su nombre.


Daehyun, quien notó el cambio repentino de YoungJae, posó una de sus manos sobre la pierna de su acompañante por debajo de la mesa, atrayendo su atención. Iba a preguntarle qué era lo que le molestaba cuando el sonido de un carraspeo a través del micrófono lo interrumpió, llamando la atención de los comensales. 


—Mil disculpas por la tardanza, damas y caballeros. —La voz suave de una mujer resonó por los parlantes del lugar, y joven artista se congeló en su lugar por la familiar voz que ahora escuchaba. Se arrepentía de no haber llevado sus lentes ese día sólo para lucir un poco más atractivo, para confirmar con la mirada lo que su sensible oído captaba—. Estamos aquí reunidos para celebrar el compromiso de mi querido hijo... YoungWon. 


Bien, definitivamente lo del apellido podía ser una coincidencia, pero que el comprometido compartiera el mismo nombre de su hermano mayor...eso ya no parecía probable. El castaño jadeó cuando a lo lejos, pudo reconocer la inconfundible figura de su hermano subiendo a la tarima junto a una mujer que YoungJae creyó haber visto en alguna revista de moda.


—¡Oh! Se ven tan bien juntos —Exclamó la señora Kim, sin despegar la vista de la feliz pareja que ahora agradecía a los invitados por su asistencia a esta gran celebración. 


—¿YoungJae? —Preguntó preocupado el CEO en un susurro. El mencionado sólo volvió la cabeza cuando el mayor apretó un poco el agarre sobre la pierna del artista.


—Daehyun —Casi fue un gemido lastimero, que rápidamente trató de corregir aclarando su garganta—. Disculpa, hoy no me siento muy bien. 


El pelinegro frunció el ceño en preocupación—. ¿Quieres que salgamos a tomar un poco de aire?


Temeroso a que su voz lo delatara, se limitó a asentir en respuesta. Daehyun se excusó por ambos antes de seguir al menor hacia la puerta de salida rápidamente. El artista respiró el aire fresco en rápidas bocanadas en un vago intento de calmarse. 


—YoungJae ¿que pasa? —Intentó iniciar el mayor, observando como el artista se pasaba la mano por el pelo una y otra vez, su mano contraria enterraba sus uñas en uno de sus costados. No entendía mucho de lo que le estaba sucediendo a YoungJae y, si era sincero, le preocupaba y extrañaba en partes iguales.


—Lo siento, Daehyun —Se disculpó con una sonrisa triste—. Sólo me tomó desprevenido, no sabía...


—¡YoungJae! 


Lo que YoungJae fuera a decir a continuación quedó en el aire al escuchar la enfada voz de una mujer. Daehyun vio a la Señora Yoo caminando hacia ellos, era bajita y el cabello negro le llegaba hasta los hombros; el ceño fruncido endurecía las suaves facciones de su rostro. El CEO se sorprendió al encontrar un gran parecido con su acompañante de esa noche en la mujer.


—Mamá...


—¿Cómo te atreves? —Explotó, terminando de acercarse sólo para clavar la uña de su índice perfectamente arreglada en el pecho de su hijo menor—. ¿Que haces aquí? Estás arruinando la noche de tu hermano con tu presencia, te dije que una vez que te fueras no quería volver a verte, YoungJae.


—¿Por qué no me lo dijiste? —Preguntó, tenía una mezcla de emociones entre molesto y realmente afectado. Emociones que eran palpables en su voz quebrada—. YoungWon es mi hermano, ni siquiera sabía...es decir, tuve que enterarme por aquí... —Frustrado por no saber explicar bien en palabras cómo se sentía, relamió sus labios e intentó de nuevo bajo la burlona mirada de su progenitora, que se había cruzado brazos—. ¿No pensaba nadie decírmelo? ¡Se supone que son mi familia! ¿Siquiera pensaron en invitarme a la boda...?


—No —Respondió rápidamente, tan ácida y cortante como la recordaba—. No puedo hacerle eso a tu hermano, creo que tuvo suficiente de ti.


—Si papá estuviera aquí, él...


—Tu padre está muerto, YoungJae —Volvió a cortarlo—. ¿Cómo entraste aquí, en todo caso? Se necesitaba una invitación.


—Creo que yo podría responder eso —Se metió el pelinegro. La madre de YoungJae abrió tanto sus ojos que Daehyun pudo deducir que ni siquiera se había percatado de su presencia en medio de aquella escena—. Señora Yoo, traje a YoungJae como mi acompañante, desconocía su parentesco.


—Joven Jung, que vergüenza —Dijo la mujer, alisando su vestido negro y dedicándole una sonrisa fingida—. Lamento el inconveniente. Mi hijo ha sido problemático desde que era pequeño.


—Mamá, no. Para.


La pequeña mujer no se detuvo, queriendo ir hasta el fondo sólo para humillarlo. YoungJae conocía muy bien el brillo malicioso en los ojos de la persona que lo trajo al mundo.


—Está enfermo ¿sabía eso, joven Jung? —Comentó, con un falso tono de inocencia—. Y no físicamente, sino de aquí arriba —Dio un par de golpecitos en su sien con dos de sus dedos.


—Mamá, por favor...


—Sí, no se queda quieto y además... —Tomó bruscamente una de las manos del menor, poniéndola frente a la cara del hombre mayor. YoungJae la retiró rápidamente, pero aun con la escasa luz de las farolas en la noche, Daehyun pudo diferenciar el color rojizo y los pequeños pedazos de piel que comenzaban a desprenderse de su lugar, debido a la cantidad y fuerza con la que el artista se lavaba las manos—. ¿Lo ve? Si yo fuera usted, joven Jung, preferiría alejarme antes de que empiece con sus comportamientos extraños de misófobo.


En ese punto, Daehyun comenzó a recapitular las cosas que le habían parecido inusuales de YoungJae, encontrando el sentido entre las palabras y acciones del menor casi de inmediato. Se sorprendió, claro que lo hizo, y sus ojos grandes lo delataron. Así que a eso se debía, pensó.


El artista observó con temor la mueca que Daehyun hizo cuando todo tuvo sentido en su mente, conociendo como la palma de su mano esa reacción caractirística de todo aquel que se enteraba de su condición. Tuvo ganas de llorar, pero sin saber como, logró tragarse sus lágrimas con dificultad. Las dejaría salir cuando estuviera seguro en la soledad de su hogar.


—Deberías irte, YoungJae —Ordenó la mayor, con una pequeña sonrisa triunfante en su rostro—. De nuevo, me disculpo por incómodo momento que lo haya hecho pasar mi hijo, joven Jung. Si me disculpan, debo volver adentro.


Hizo una corta reverencia antes de volverse sobre sus talones y caminar con la gracia que sólo una mujer de alta sociedad como ella podía poseer. 


Un pesado silencio se instauró en el aire que rodeaba a los dos hombres, que se rompió con una risa ahogada que lanzó el menor. YoungJae recapituló en su mente el exacto momento en que todo su esfuerzo se fue a la mismísima mierda; estaba seguro que después de todo lo dicho y escuchado, Daehyun ya no querría verle ni de casualidad, y el mero pensamiento le daba nostalgia. El CEO había comenzado a gustarle de verdad, pero poco importaba porque nadie en su sano juicio se enrollaría con un enfermo mental.


Nadie se metería con YoungJae, era de ilusos el siquiera intentarlo. Y lastimosamente, él nunca había dejado de ser uno.


—Gracias por la invitación, Daehyun-hyung. —Habló formalmente de nuevo, sorprendiendo al mencionado con su voz monótona y vacía, carente de la felicidad con la que solían conversar usualmente. Al pelinegro le supo a tierra la imagen rota que se veía en el menor—. Debo marcharme ahora. Mil disculpas por mi comportamiento descortés. 


Daehyun lo vio hacer una reverencia de noventa grados, y cuando se levantó su cabeza seguía gacha, como si le diera vergüenza verlo a los ojos. El mayor no hizo nada por detenerle cuando lo observó alejarse caminando por la calle, no pudo, sus piernas se negaron a obedecerle; se sintió estúpidamente impotente.


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