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ODIOSAMENTE AMOR por Strawberryloveless

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Notas del capitulo:

Pese a odiar el idioma, Katia me hizo encontrar una razón para amar la clase de Ingles.

CAPITULO II: INGLÉS

Cada día me levantaba con el ánimo por los suelos. Yo que siempre había amado la escuela y las clases, finalmente había terminado por odiarlas. Odiaba el idioma, odiaba al profesor, odiaba no entender nada y sobre todo, odiaba que ella estuviera en la misma clase que yo. Sin embargo, era el juego de todas las mañanas el que realmente me tenía asqueada. Me refiero a que, nuestro profesor realizaba una dinámica llamada “SUPÉRATE” la cual daba inicio todos los días después del pase de lista y consistía básicamente en responder una serie de preguntas que iban aumentando de dificultad. Acertar nos hacía avanzar de lugar y responder incorrectamente nos hacía retroceder. Es decir, quien respondía todo bien, terminaba en la primera fila frente al pizarrón y por obvias razones, obtenía mejores calificaciones que los que quedaban atrás.

El hombre había dicho que para cuando terminara el semestre escolar, el lugar en el que estuviésemos sentados, determinaría la mitad de nuestra calificación final. Quiénes estuvieran en la primera fila, serían merecedores de un diez. Los de la segunda fila obtendrían por tanto un nueve, y así sucesivamente. No importaba desde que perspectiva lo viera, para mi solamente representaba una pérdida de tiempo, algo sin sentido. Aclaro que, no odiaba el juego porque siempre fallaba y me sentaba al fondo del aula junto a los más vagos del salón. Lo odiaba por el simple hecho de tener que cruzar la puerta cada mañana y verla sentada en el primer lugar de la fila frente a la pizarra. 

Era la alumna estrella, de odiosa y orgullosa sonrisa. Envidiaba que fuera una genio y que se le diera tan bien el idioma. Me irritaba su estúpida y forzada pronunciación. La detestaba tanto, que incluso compartir el mismo aire de alrededor, me hacía sentir deprimida, enferma. Me desesperaba no poder vencerla en eso, o siquiera darle competencia, ser un digno rival. Sabía de antemano que aunque tratara infinidad de veces, apestaba para inglés. Solo podía limitarme a observar, como la perdedora que era. 

El primer parcial llegó y como era de esperarse, reprobé el examen. Me sentía devastada, triste, inútil. No tenía absolutamente ninguna razón para seguir yendo a clase. Todos mis amigos habían concluido satisfactoriamente el nivel cinco, incluido mi novio, por lo que además de la odiosa de Katia, el resto de chicos con los que compartía el aula, eran del grado inferior y por ende, unos completos desconocidos para mí. Me sentía tan sola, que en determinado momento pensé en dar de baja la materia para intentar recursarla el año entrante. En ese momento me parecía la mejor alternativa, ya que para ese entonces Katia habría finalizado el idioma y yo podría concentrarme plenamente en aprobar. Pero como a toda solución siempre hay un problema, postergar la materia significaría retrasar asignaturas del próximo año, lo cual no solo me retrasaría en una, si no en varias clases seriadas, por lo que no hubo otro remedio, que continuar asistiendo.

Sola y sin amistades, me encontraba en completa desventaja contra Katia, ya que, aunque ella tampoco conocía a los de nuestra clase, a diferencia mía parecía despreocupada. Al menos tenía a su favor que el profesor la adoraba y que el idioma se le daba sin complicaciones. Después del primer parcial, supe que no podría ser mejor que ella en esto, por lo que simplemente me rendí. Contestando erróneamente cada día, continué sin superarme en el juego matutino, de tal forma que conservé mi lugar al fondo del aula por muchos días. Probablemente si no daba problemas y permanecía callada, lograría pasar desapercibida por mis compañeros y, sobre todo por el profesor. Así cuando tuviera oportunidad, buscaría la forma de hacer trampa durante los dos parciales restantes, y aprobaría milagrosamente la materia. Lo sé, era un plan terrible destinado a fracasar, pero admito que en mi mente sonaba genial.

Un martes como cualquier otro, el profesor decidió realizar una actividad diferente a la usual, llamada: Meet Your Classmate, que en español significa: Conoce a tu compañero de clase. No hace falta que lo digan, ese hombre era terrible para los juegos y probablemente pensaba que todavía estábamos en primaria, o algo por el estilo. Creo que más de uno llegó a odiar la materia debido a él, pero como era obvio que nadie podía negarse a las instrucciones que daba, todos comenzamos a jugar. Rápidamente, las parejas se eligieron al azar según al color de prendas que llevábamos puestas ese día. Si, sí. Claro que sucedió lo que están pensando, Katia y yo coincidimos. Ambas usábamos rojo ese día, por lo que inevitablemente tuvimos que trabajar juntas.

Recuerdo nuestras miradas fijas, mientras el profesor comenzaba a explicar la dinámica del juego, el cual consistía en tratar de adivinar con tres palabras la personalidad de nuestro compañero o compañera. Una vez que ambos hubiésemos dado nuestra descripción, debíamos corroborar si acertaron o fallaron en ella. No se avanzaba y tampoco se retrocedía de asiento. No había premio, ni castigo alguno. Se trataba de un juego de niños, pero más allá que eso, decidí volverlo la oportunidad perfecta para atacar. 

 

“Hipócrita, presumida y falsa”

 

De acuerdo, admito que me pasé. Ella no me estaba provocando, así que pude ser amable o simplemente ignorarla. En cambio, elegí iniciar la guerra sabiendo que era una de las personas más cercanas a mi novio. Sin embargo, a ella pareció no afectarle ninguna de mis palabras, lo cual probablemente significó que fallé en mi descripción. Es lógico ¿no? Lo que es mentira nunca nos hiere, en cambio, cuando alguien ve nuestros puntos débiles y los usa en nuestra contra, duele, pero más que nada, asusta. 

 

“Egocéntrica, orgullosa, vulnerable”

 

Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría. ¡Claro que soy egocéntrica! ¿Quién no lo es? ¿Orgullosa? Supongo que también lo soy, y realmente no lo considero un defecto. Sin embargo, ¿vulnerable? No estaba segura de lo que trató de decir con esa palabra. Me refiero a que, durante las reuniones y fiestas organizadas por mi novio, no habíamos logrado convivir lo suficiente como para que ella formara una opinión tan acertada sobre mí. En público siempre me mostré fuerte, alegre, extrovertida. Realmente me causaba conflicto esa palabra, deseaba saber por qué la había utilizado para describirme. ¿Qué había visto en mí, para emplearla? Por un momento, me sentí desnuda, transparente, frente a su escurridiza pero intensa mirada café. 

 

“Hipócrita, a veces. Presumida, en lo que vale la pena serlo y falsa, jamás”

 

Dijo, con su tranquilidad habitual. Recuerdo que me quedé observándola en silencio un par de minutos, hasta que el profesor se acercó a nosotras. Tal vez, notó la tensión que emanaba de ambas, o mejor dicho, de mí. Era definitivo, esa mujer no me daba buena espina. 

El caballero nos miró atentamente y al ver que solo silencio reinaba entre las dos, abrió la boca para preguntarle a Katia qué opinaba del juego. De repente, pareció un tanto desconcertada. Lo miró arqueando una ceja, e ignorando completamente su pregunta, dijo:

 

“Ella es Luna. Yo me llamo Katia”

 

Ni siquiera me había dado cuenta de que erróneamente, el profesor había confundido nuestros nombres. Sin embargo, eso no fue lo que llamó mi atención. Fue su reacción. Una delicia, una maravilla, un espectáculo que pagaría por ver una y otra vez. Aunque trató de sonreír, fue evidente que le molestó el inesperado suceso. 

 

“Perdón, son parecidas”

 

El profesor pareció repentinamente avergonzado por la confusión, pero la excusa que utilizó, más allá de tranquilizar a Katia, pareció terminar de irritarla. 

 

“No nos parecemos. De hecho, somos muy diferentes”

 

Alegó con tono bajo y serio. 

El hombre se quedó mudo y junto a él, yo trataba de contener las carcajadas. ¿Porqué se molestaba por algo tan tonto? Cualquiera confunde el nombre de una persona por otro. 

 

“Necesito ir al baño. ¿Puedo salir?”

 

Preguntó en inglés mirando al anciano, quien, desconcertado, asintió con la cabeza. Ella salió disparada hacia la puerta y desapareció. Vaya berrinche de primaria el que hizo.

 

Al siguiente día no pude contenerme más. Exploté en una fuerte y divertida carcajada, cuando el profesor nuevamente la llamó por mi nombre. Incluso llegué a pensar que lo hizo para molestarla, pero vamos, era un adulto, definitivamente sus intenciones no habían sido esas. 

 

“Me llamo Katia. Luna se sienta al fondo del aula, profesor”

 

Su comentario estuvo fuera de lugar y solo porque estaba de muy buen humor ese día, decidí ignorarlo. Sus mejillas estaban completamente rojas, podía palpar su enojo, y ese hecho se volvió algo con lo que definitivamente me divertiría el resto del semestre. Verla molesta se convirtió en mi motor, en el único motivo por el cual me empezó a gustar la clase de Ingles. ¿Porqué? No lo sé, digamos que volvió los días un poco más interesantes.

 

Notas finales:

Y así finaliza el segundo capítulo de esta breve historia. Espero que les haya gustado y nuevamente me dejen leerlos en los comentarios. Nos volvemos a leer en quince dias


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