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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Peccavi

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Cap. 2: Me encanta

 

Como muchas veces, Mathew observaba, de oficina a oficina, a su jefe mientras trabajaba.

Lo suyo se había dado justamente por ese motivo, porque muchas veces Alex le había atrapado observando a través de aquellas paredes de cristal y él, al verse observado se llenaba de angustia y pesar porque imaginaba que su jefe le imaginaría como un pervertido o un acosador, pero internamente se justificaba y es que, a semejante hombre de cabello oscuro, piel blanca y 1.87 cm de masculinidad era imposible no voltear a verlo… además Alex se sabía atractivo y lo ocupaba a su favor para conseguir lo que desea, bastaba sólo con recordar sus inicios.  Alex se había desvivido en insinuaciones y halagos para con Mathew, pero apenas le había tenido comiendo de su mano, no había dudado ni un segundo en llevárselo a la cama y darle el titulo indiscutible de amante de cabecera.

 

Inicialmente Mathew se había lamentado recordando sus principios y valores familiares, pero sólo hacía falta una insinuación por parte de Alex para que volviese a mandar todo aquello al diablo y terminaban, como siempre, cogiendo en algún hotel lejos de la zona, teniendo sexo oral en el auto o rejuntándose en cualquier rincón que, aquellas oficinas de cristal, permitieran.

 

Y estaba de más aclarar que el castaño no era una persona de amores, durante su vida universitaria había tenido a lo mucho dos parejas formales, pero nada tan serio como para llegar a festejar un primer aniversario.

 

Mathew había estado tan absorto en sus pensamientos que el sonido del teléfono le hizo dar un salto grande.

 

Observó la pantalla antes de contestar y soltó un suspiro al leer “Alex Ciprés”

 

— Sí, buenas tardes. — Respondió intentando arreglar su garganta seca.

 

— ¿Qué tanto me miras? ¿Te calientas un poco antes de la hora de la comida? — Ante las palabras de Alex, el joven levantó la mirada, impresionado de que su jefe hablara de aquella forma estando acompañado, pero recién notó que Robert ya no se encontraba en la oficina.

 

— No, no te miraba de esa forma, sólo me aseguraba de que no le metas mano a mi compañero. — Murmuró buscando con la mirada a Robert y lo encontró peleando con los royos del plotter. — Pero tal parece que él es una presa difícil.

 

— Robert está algo subido de peso, pero independientemente de eso, no tengo interés en él, si no… ya se hubiese abierto las nalgas para que se la enterrara duro. — Bromeó. — Justo como tú lo harás en unos minutos.

 

— Bueno, eso no voy a negarlo. — Recargó su espalda sobre el asiento y cerró los ojos, sin colgar. — ¿A dónde iremos hoy?

 

— Pues encontré un lugar muy privado, está algo alejado de aquí. — “Como siempre”, pensó, pero no abrió los ojos y escuchó detenidamente a su jefe. — Pero puedo darte permiso para tomarte más tiempo de tu hora de comida. Le dije a Robert que iríamos a ver por la tarde las nuevas instalaciones del congreso, así que tienes toda la tarde libre para mí, te quiero aquí en veinte minutos.

 

— Ok, sólo termino de enviar mis correos y estaré en el estacionamiento. —

 

— Ok. — Alex colgó la llamada e hizo un guiño coqueto a su subordinado.

 

En aquella oficina el tiempo se aprovechaba al máximo, así que sólo su equipo de trabajo podía darse el lujo de holgazanear un poco, sin embargo, eso no significaba que no fuesen eficientes, sino todo lo contrario, todo estaba tan medido y programado que en procesos siempre iba un paso delante de las otras áreas. Alex, competitivo por naturaleza, amaba eso y disfrutaba de restregar todas las libertades que tenía a los otros gerentes de la empresa.

 

Era un gerente joven y preparado, en cuestión de tiempo le quedaría grande a esa empresa.

Tenía hambre de salir adelante y siendo el hombre seguro que era, no dudaba en compartir sus logros con sus subordinados. En especial con el pequeño Mathew, el jovencito de veintitantos años que había acudido por la vacante de becario y en menos de un año, había logrado tener una coordinación. Ese chico, a ojos de Alex, tenía un gran futuro por delante, siempre y cuando lograse romper dos grandes demonios; su odiosa manía por postergar las cosas y aquella auto-indiferencia que en ocasiones le acompañaba.

 

 

.*.

 

Primero de mañana, tomé una ducha y jugándome el pellejo, salí desnudo del baño para correr hacia mi habitación, había olvidado mi toalla así que la alfombra en la recamara me ayudó a no hacer lodo con el agua que resbalaba de mi cuerpo, en menos de cinco minutos estuve completamente seco, recostado como dios me trajo al mundo sobre la colchoneta en el suelo, añorando esa tranquilidad para toda la vida.

 

Era tan deliciosa aquella sensación que poco a poco empezaba a quedarme dormido pero los ligeros golpes en la puerta de mi habitación me hicieron abrir los ojos, levantarme deprisa para cubrirme con una toalla y caminé para abrir ligeramente la puerta.

 

— Hola, buenos días.

 

— H-Hola... —

 

—Mathew, ¿Verdad?

 

— Ah... sí, mi nombre es Mathew ¿Y tú eres?

 

— ¿Edward no te dijo mi nombre? — Le vi bufar por lo bajo, como quién no se sorprende, pero sigue detestando algo. — No me extraña, salió corriendo ayer y no me avisó que llegarías, si no, hubiese estado aquí para recibirte, apenas escuché que salías del baño me desperté para presentarnos como se debe. — Me llamo André…

 

.*.

 

— Alex… — La frase quedó incompleta, Alex movía tan bien su lengua alrededor de su miembro que era imposible no gemir una y otra vez sin represión alguna. La cama era enorme, pero le parecía apenas suficiente para ellos… Mathew agarró con fuerza las sabanas sintiendo como su cuerpo se estremecía y anunciaba su orgasmo. — Ah… métemela ya… no puedo aguantar más.

 

Alex como poseso tomó a Mathew tomó entre sus manos las nalgas del subordinado para enterrar su lengua y humedecer antes de separarse. Levantó su cuerpo y acomodó las caderas del castaño sobre sus piernas para acomodar la punta de su verga en la entrada de su amante, restregó un poco presionando entre ambas nalgas y una vez que sintió adecuado el orificio, dejó ir toda su carne en el interior de Mathew sin importarle el gemido entre queja y goce, que el subordinado lanzaba.

 

— ¿La querías… adentro… no? Ahora agárrate… — Mathew con los ojos acuosos le miró extasiado, le excitaba que Alex fuese un bestia, el sentir como le abría era delicioso.

 

— Ok… jefe. — Con sus piernas rodeó al mayor por la cintura y Alex lo no dudó en empezar con las embestidas fuertes, el cuerpo delgado de Mathew se amoldaba a los músculos de Alex mientras le penetraba, ninguno de los dos se contenía en gemidos cuando de coger se trataba.

 

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