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10 Razones para Salir - YoonMin por SrMomo

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Notas del capitulo:

Recuerden que pueden leer la historia por Wattpad~

 

 

Capítulo 4: El día en que te conocí.

 

Aclaración: Esto ocurre un tiempo antes de que Jimin acabe encerrándose.

Por las calles corría apresuradamente un chico de cabello castaño y labios gruesos. Tenía las mejillas un poco rosadas después de correr tres cuadras en camino al lugar de trabajo de su hyung, SeokJin.

El mayor le había pedido a Jimin que le llevara su bolso, que desgraciadamente había olvidado en la sala de su casa y para cuando se dio cuenta ya había llegado a su trabajo. Después de colgar la llamada, Jimin tuvo que tomar su conjunto de llaves de repuesto de la casa del mayor y salir en busca del dichoso bolso. Al llegar al lugar unos minutos después; se había encontrado con la vecina de SeokJin, a la cual saludó amablemente con su gran sonrisa alegre y la señora no pudo más que dejar que la contagiara con su alegría natural.

Jimin estuvo aproximadamente cuatro minutos y medio intentando descifrar cuál era la llave que correspondía a la puerta.
Probó con una, tal vez era la de la cochera.
Con otra, la del auto.
Otra, la del baúl vacío que tenía guardado en el sótano de su casa.

Jimin suspiró, su hyung a veces era muy previsivo. Tanto, que para estar “seguros” le había confiado todas las copias de las llaves de cada cosa que tuviera una. Una vez le pidió explicaciones, y él respondió: “Es por si NamJoon las pierde o las rompe”.

Cuando por fin probó con casi todas, una de las últimas le cedió el paso. Jimin entró con prisa, y apenas divisó el bolso rosa pastel sobre el sofá de la sala, lo tomó y salió de nuevo.

Sonó a tres cuadras de distancia la palmada que se dio en la frente al darse cuenta de que había vuelto a perder la llave.

Al menos esta vez fue más corto el tiempo en el que tardó buscando, habían leves recuerdos fugaces de cuál era la indicada.

Cuando aseguró la puerta, se llevó el bolso de SeokJin al hombro, junto al suyo. Él iba en camino a la universidad también, pero su primera clase era en unas tres horas y pensó en quedarse un rato en la calle para tomar el desayuno y relajarse un poco.

Todo iba bien hasta que, luego de diez minutos, el autobús que cruzaba cerca del lugar donde se encontraba el trabajo de su hyung, no parecía llegar. Es más, esperó treinta minutos hasta que una señora le indicó que habían cerrado aquella calle por mantenimiento.

Jimin tuvo que caminar hasta el trabajo de su hyung, quedaba a unas veinte cuadras y él ya podía sentir el cansancio de sólo pensar en atravesar todo aquello. Al menos podía quedar en otra parada y tomar el transporte allí.
Lo hizo y pudo, pero antes, una persona chocó con él y le arrojó café encima, casi se tropieza con un anuncio de un restaurante y una señora se dispuso a hablar con él en la parada del autobús. Esto último no le desagradaba, pero el problema viene cuando añadimos el detalle de que la señora no le dejaba pronunciar palabra. Y escupía al hablar, agregando.

Jimin miraba por la ventana desde su asiento mientras el autobús rodaba por las calles a su destino. Suspiró pesadamente, empezaba a sentir que esa no sería una buena mañana.

Y en definitiva, no lo era.

Todos en el bus sintieron un estruendoso golpe que los impulsó hacia adelante en sus asientos.
Había ocurrido un accidente.
Jimin miró hacia adelante, el chofer se había bajado para ver el choque entre el autobús y un auto pequeño. Por suerte no fue una gran cosa, pero fue lo suficiente como para que todos los pasajeros tuvieran que bajarse y seguir su camino andando. Jimin no fue la excepción.

Terminó llegando una hora después al gran restaurante al caminar todo el trayecto. Por suerte no le faltaba tanto para llegar cuando se dio el accidente. Jimin abrió la puerta del restaurante e ingresó. Era la primera vez que visitaba el trabajo de su hyung y se dispuso a mirar con curiosidad todo, desde las paredes hasta los detalles de las mesas. Algunas personas estaban sentadas en las mismas, aunque fuese algo temprano para almorzar.

Jimin fue interrumpido de inmediato por la voz de SeokJin.

—Jimin, ¡Por aquí!

El menor atendió al llamado y se dirigió a la puerta de la cocina. Allí estaba SeokJin, éste había agitado su mano para llamarlo sin hacer mucho escándalo. Cuando Jimin se acercó más, SeokJin cambió su expresión a una de preocupación.

—¡Jimin! Pareces un muerto, ¿estás bien? ¿No has desayunado? —el mayor tomó al susodicho de las mejillas y le miró con atención el rostro. El chico estaba pálido, en su frente se notaban ligeros rastros de humedad y respiraba algo intranquilo.

Jimin negó con la cabeza ante la última pregunta. Olvidó que no había desayunado, y al pasar por tantas cosas en el transcurso de lo que llevaba de día, le tenía hambriento. Como si pudiera entender, Su estómago gruñó en confirmación. SeokJin le dirigió una mirada afilada.

—¿Por qué viniste sin comer? No tenía tanta prisa para que me lo trajeras, Jimin, te lo dije.

—Pero hyung~ —Jimin hizo un mohín cuando SeokJin lo soltó y tomó su bolso. El mayor le indicó que lo siguiera hasta la cocina, tenía la intención de prepararle algo para desayunar y Jimin lo supo cuando el mayor empezó a preparar algo luego de hablar con algunas personas-. Hyung, no hace falta que lo haga. Traje dinero para comprar mi desayuno.

—Entonces págalo cuando lo comas, ahora sólo siéntate.

Jimin obedeció ante la orden del mayor, se sentó en una silla en un rincón que estaba cerca de la puerta y se dispuso a esperar a que su hyung le hiciera el desayuno. Estaba algo emocionado, amaba como SeokJin cocinaba pero no había tenido la oportunidad de probar algo de su parte en mucho tiempo. Su estómago volvió a gruñir cuando el olor de la comida llegó a su olfato.

 

Al cabo de unos minutos de visualizar al mayor moviéndose a un lado a otro con seguridad y firmeza, supo que SeokJin realmente amaba cocinar. Se movía con decisión, como si supiera qué hacer en todo momento. Entraba en su propio mundo, del que nadie podía sacarlo una vez empezaba su trabajo.

Jimin sintió que ese día no sería tan malo después de todo.

Ah, pero aún faltaba algo más.

Estando cerca de la puerta, justo en una zona donde había mucho movimiento —puesto que los meseros al entrar y salir la abrían a cada momento—; en una de esas ocasiones abrieron la puerta tan fuerte que lo golpearon sin intención alguna. El mesero se disculpó enseguida, y le indicó que podía retirarse de ahí y sentarse en otra silla lejos de la puerta donde estaría más seguro.

Jimin iba en camino al lugar, aun acariciando su cabeza por el golpe. Sin embargo, no vio cuando un chico pasaba justo al frente, con una olla más grande que él mismo impidiéndole ver por dónde iba, y por ende, impidiéndole ver a Jimin. Ambos chocaron de inmediato, y el impacto hizo que la olla se tambaleara en manos del chico, ocasionando que perdiera el equilibrio. El chico, en un intento de no caerse hacia atrás, se movió hacia adelante bruscamente, provocando que un poco de salsa cayera sobre la camiseta blanca de Jimin.

Todos en la cocina miraban la escena. Especialmente SeokJin, quien se preocupó al instante por una posible quemadura en la piel de su pequeño Jimin. Además, ¡Era una camiseta blanca! Esa mancha costaría mucho en sacar.

—¡Lo siento, chico! —Habló una voz preocupada mientras Jimin observaba la mancha en su camiseta. ¡Su madre y SeokJin lo iban a matar! Subió su mirada ante la voz del chico de la olla con salsa, y se encontró con unos ojos felinos que lo observaban con preocupación—. ¿Estás bien?, ¿no te quemaste?

Jimin quedó algo atónito ante la cercanía, el chico había dejado la gran olla en un mesón cerca de ambos y se había acercado para ayudarlo, ya que había caído al suelo. Aún algo perdido, habló—: No… estoy bien.

—Lo siento, ha sido culpa mía. —Volvió a disculparse, esta vez tendiéndole la mano al menor para ayudarlo a levantarse. Jimin la tomó algo dubitativo, pero de inmediato sintió la calidez de la mano contraria y entró en un poco de confianza

—Uhm… —el pelinegro tomó el pañuelo que cargaba sobre su hombro e intentó usarlo para tratar de limpiar la camisa, pero Jimin lo esquivó echándose para atrás, no creo que sea una buena idea.

Jimin sonrió sinceramente cuando el contrario cayó en la cuenta de que en verdad no lo era, sólo empeoraría la mancha y ensuciaría el pañuelo.

—Tienes razón —los ojos oscuros del pelinegro se posaron en Jimin, torciendo su boca en una mueca avergonzada—. Ven, creo que puedo prestarte otra camisa.

Mientras el chico de cabello negro y ojos felinos lo dirigía a algún lugar que no supo descifrar –aún con el agarre en su mano-, SeokJin se acercó a ambos, secándose las manos con un pequeño pañuelo.

—Jimin, ¿estás bien?, ¿te hiciste daño? —El mayor miró al nombrado de forma analítica, hasta que se detuvo en la gran mancha en su camisa—:. Oh por Dios.

—Lo siento, fue mi culpa, hyung. Le prestaré una camiseta en seguida para que se cambie.

—YoonGi —lo llamó el mayor en un suspiro. Jimin sólo miraba atentamente la escena, grabándose de inmediato el nombre del desconocido—, no es tu culpa. ¿Viste el tamaño de la olla? Era claro que pasaría un accidente.

—Creo que has estado trabajando mucho, deberías tomarte un descanso. Yo me encargo de él.

YoonGi frunció los labios mientras pensaba en las palabras de SeokJin. Luego de unos segundos, puso sus ojos en Jimin y volvió a mirar al mayor—: Déjame arreglar mi error, yo me encargaré de descansar en cuanto tenga la oportunidad.

SeokJin pareció conforme con la propuesta, así que sólo asintió y volvió rápidamente a su lugar en la cocina.

Jimin fue dirigido con cautela por YoonGi hacia un cuarto aparte, donde habían varios estantes en los que cada integrante del personal guardaba sus pertenencias. El chico le soltó la mano cuando se acercaron a uno de los casilleros y sacó de él un bolso, en el que hurgó hasta sacar una camiseta negra. Jimin miraba cada uno de sus movimientos con atención, algo tímido por estar solo con una persona que desconocía.

YoonGi le entregó la dicha camiseta, a lo que le miró algo perdido.

—Vamos, te presto mi camisa. Cámbiate en el cubículo de allí. —Señaló una de varias puertas en fila, una junto a otra. Jimin frunció el ceño.

—Pero… es tu camisa. —Replicó en un hilo de voz, algo cohibido ante la mirada del otro.

—No te preocupes. Algún día me la devolverás, yo me llevaré la tuya para lavarla.

Jimin no quiso seguir en ello, y algo inseguro ingresó en el pequeño pero bien cuidado cubículo. Aseguró la puerta y se apresuró a despojarse de su camisa. No notó lo grande que era la mancha hasta que la tuvo enfrente, se mordió el labio y suspiró pesadamente. Eso le pasaba por no caminar con cuidado por una cocina en donde andan de un lado a otro cada segundo. Dejó la prenda manchada a un lado y se colocó la suave camisa negra, perfectamente limpia. Se la colocó de inmediato, notando que no era como las que acostumbraba a usar, pero aun así le quedaba a la medida. Se la acomodó un poco antes de salir del vestíbulo, notando el agradable aroma que tenía, y se acercó a YoonGi.

—Gracias —agradeció sin mirarlo directamente a los ojos—. Siento las molestias, andaba distraído y no vi cuando ibas pasando…

—No, no. Yo debí tener más cuidado, lo siento —se disculpó de nuevo antes de volver a mirarlo a los ojos, sonriendo ligeramente y alcanzándole la mano—. Y por cierto, soy YoonGi. Min YoonGi.

—Park Jimin. Un placer conocerte. —Dijo sinceramente al estrecharse las manos brevemente. YoonGi pareció darse cuenta de algo.

—Oh, así que eres Jimin, ¿eh? —Sonrió amablemente—. SeokJin nos ha hablado de ti en varias ocasiones. Parece que te tiene mucho cariño.

—No es la primera vez que me lo dicen.

Ambos rieron al concordar con que el mayor a veces podía ser muy sobreprotector. En la mayoría de las ocasiones podía ser tal y como una segunda madre.

De cierta forma, Jimin se sentía ligeramente intrigado —hasta atraído— por el chico de cabello oscuro. Por ello, decidió quedarse las horas que le quedaban antes de poner rumbo a la Universidad en aquel restaurante, sentado en un rincón de la cocina mientras veía secretamente a YoonGi. Casualmente, éste posaba su mirada en él, a lo que siempre desviaba su mirada rápidamente a otro lugar y se encogía en su asiento.

Cada vez que quería, respiraba profunda y disimuladamente y el olor impregnado en la camisa negra de YoonGi llegaba a sus sentidos. Un aroma ligero, suave y varonil, como una buena colonia de hombres. No pudo evitar el que le encantara el olor que desprendía apenas se la colocó en el vestíbulo.

Cuando la hora de su primera clase se acercaba, ya desayunado, se despidió de SeokJin y de algunos de los cocineros con los que habló en su corta estadía. Incluido Min YoonGi, con el que intercambió una sonrisa tímida antes de salir.

Ambos acordaron que se entregarían mutuamente las camisetas al día siguiente, acordaron la hora en que se verían que fuera conveniente para ambos.

Volvería a verlo.

Aquel chico se le hizo tan magnífico que quería volverlo a ver a toda costa, así que nada podía impedir que su capricho fuera cumplido.

En las siguientes horas, Jimin estuvo respirando profundamente durante las clases. Sus amigos Taehyung, JungKook y Hoseok lo miraron extraño mientras iban a la siguiente clase, el mayor de todos sólo los iba a acompañar ya que tenía una hora libre.

—Jimin, ¿estás enamorado? Te has pasado suspirando todo lo que llevamos de día. —Habló Hoseok con un tono de reproche, pero bromeando de todas formas. Jimin se sobresaltó cuando Taehyung le pasó el brazo por los hombros.

—¿No lo ves? Es obvio que está flechado, sólo mira esa carita de enamorado que trae. —Taehyung tomó una de las mejillas de Jimin y empezó a jalarla sin mucha fuerza, claramente burlándose. El más bajo se quejó y trató de soltarse.

—¡No puede ser! –Exclamó Hoseok, aproximándose a Jimin de forma dramática como si hubiese descubierto algo importante—, Jimin, ¿esa persona es la que te dio esa camiseta?

—¡Claro que no estoy enamorado! —Jimin se soltó del agarre de Taehyung y se quejó—. Tuve un accidente y un chico me prestó su camisa. ¿Cómo se dieron cuenta de que no es mía?

—Es distinta a las que usas normalmente, es un poco más ancha. Y negra. —Justificó el menor de todos, mirándolo con una ceja alzada. Jimin bufó, pero de todas formas sonrió por lo atentos que podían ser sus amigos.

—¿Qué clase de accidente? Jimin, ¿manchaste tu camisa mientras le dabas a un chico una buena-? —Hoseok recibió un puntapié de parte de Taehyung, quien frunció el ceño ante ello—, ¡Ahg! ¿Por qué eres así? ¡Qué agresivo!

—Deja el porno.

Jimin y JungKook rieron ante la sugerencia de Taehyung a Hoseok. Estos últimos terminaron contagiándose y rieron también por un segundo más antes de continuar con el interrogatorio.

—Entonces, ¿cómo explicas los suspiros, Jimin? En clase de Matemáticas no parabas de hacerlo.

—¡Es que…! —Jimin se mordió el labio, apenado, y bajó la mirada al suelo mientras recorría el bordillo de la dichosa camisa con sus manitos—. Es que la camisa huele muy bien y… es inevitable.

Sus amigos lo observaron en silencio durante unos segundos antes de mirarse mutuamente. Jimin, muy confundido, los interrogó con la mirada mientras ellos tocaban la parte izquierda de su pecho y se quejaban exageradamente con una mueca de dolor. Se cruzó de brazos cuando pasaron varios segundos más y seguían en ello, llegando a abultar sus labios.

—Oh, ChimChim, eres tan lindo que dueles. —Taehyung negaba con la cabeza reiteradas veces, mientras Hoseok agregaba un quejido muy mal actuado. Jimin no quiso saber más nada y aceleró el paso, dejando a los otros tres atrás en medio del pasillo, molesto.

Llegó antes al aula, dejando su bolso sobre su escritorio para cruzar sus brazos sobre él y, posteriormente, apoyar la cabeza allí. No hizo caso a lo que sus amigos habían dicho, así que no dudó en volver a inhalar y exhalar profundamente. Enseguida ese olor embriagador le llegó a los pulmones y sonrió.

Recordó la mirada profunda pero suave de Min YoonGi, el chico que le había arrojado la salsa esa misma mañana, y el cual le había entregado una camisa con un encantador aroma.

Jimin cerró sus ojos, en su mente las imágenes tenues de YoonGi de un lado a otro en la cocina. Las mejores partes, para Jimin, fueron en las que YoonGi parecía estar muy concentrado en lo que hacía. En su uniforme blanco, cabello cuidadosamente peinado y su piel pálida. Sus ojos, sus labios, sus manos.
Su mirada fija en su trabajo, sus movimientos firmes y seguros de lo que debía hacer a cada segundo. Muy parecido a la precisión de SeokJin, pero ligeramente distinto. Min YoonGi tenía su propia esencia, y a Jimin le hipnotizaba sólo verlo.

Jimin se perdió en sus pensamientos hasta que sus amigos llegaron y se sentaron cerca de él, interrumpiendo su ligero trance.

Cuando empezó la clase, Jimin evitó “suspirar” para que sus amigos no le fastidiaran luego por ello, pero de todas formas pensaba fugazmente en aquellas escenas en las que habló con YoonGi, recordando las palabras que intercambiaron como si las estuviera escuchando mediante disco en su cabeza.

El resto del día fue exactamente igual, hasta que llegó a su casa y trató de dormir, relajándose con sus recuerdos y pensando en que el día siguiente iría de nuevo al restaurante a entregar la prenda de vestir ajena.

 

***

 

La habitación de Jimin era espaciosa, ligeramente iluminada por la luz de la luna que atravesaba los cristales de su ventana. Estaba moderadamente ordenada, pues él acostumbraba a dejar su ropa desordenada por todos lados. Él ya había entrado en un sueño equilibradamente profundo, el día le había consumido sus energías.

Eran exactamente las 11:43 p.m. cuando Jimin sintió leves movimientos en su hombro izquierdo, despertándolo y poniéndolo en alerta. La figura de su madre se hizo visible entre la oscuridad y su poca visión nocturna, y entre ellas como pudo encendió la lámpara de su mesita de noche. Su madre tenía una sonrisa radiante, los ojos algo brillantes y sostenía un pequeño sobre entre las manos cuidadas.

—Perdona la hora Jimin. Pero, cariño, ya me dieron una respuesta —su madre rio suavemente cuando Jimin abrió los ojos con emoción y se sentó de inmediato en la cama, esperando los detalles—. Me aceptaron y empezaré a trabajar allí mañana, miércoles. Mi horario es en la tarde, así que estaré aquí para cuando tu papá llegue.

—No le vas a decir nada, ¿verdad? —Preguntó Jimin refiriéndose al individuo. Su madre negó con la cabeza.

—No, cariño. Él no debe enterarse de esto, será un secreto mientras ahorro con lo que gane. Cuando obtenga el dinero suficiente, podremos irnos lejos de ese hombre. ¿Bien?

—Estoy muy contento por eso.

—Yo también, mi niño —Jimin se quejó ante la manera en que su madre lo llamó, aunque no estuvo totalmente en contra. Le gustaba ser mimado por su madre—. Voy a volver a la habitación a dormir, me costó librarme de tu padre para poder hablarte de esto. Pronto podremos deshacernos de esta forma de vida para siempre.

Jimin asintió, muy contento por la noticia, y volvió a acostarse de forma infantil mientras su madre sonreía y apagaba la luz de la lámpara, para posteriormente salir de la habitación de su hijo y dejarlo dormir.

 

***

 

Se podía sentir el silencio sepulcral de la noche para cuando YoonGi y SeokJin terminaron el día de trabajo. Los demás habían terminado antes, pero como YoonGi estaba a cargo del restaurante ese día y SeokJin era el jefe de cocina, siempre terminaban saliendo más tarde.

—YoonGi, debiste haber dejado que me encargara de Jimin. Te estás esforzando mucho en el trabajo, no es bueno que te pongas más problemas encima.

—Déjame asumir responsablemente. Mañana me iré temprano a casa, mi padre estará a cargo del restaurante y no tendré que cargar con tanto. Y mientras el día de mañana, junto a mi descanso llegan… —soltó un suspiro—, me ocuparé de quitar una mancha enorme de salsa.

SeokJin tomó su bolso luego de guardar sus cosas. Revisó su celular, NamJoon le había enviado un mensaje en el que le avisaba que ya estaba fuera del restaurante, esperándolo. YoonGi y SeokJin cerraron el restaurante completamente, y comenzaron a caminar al aparcamiento. Los únicos dos autos que habían allí eran el de NamJoon y el de YoonGi.

YoonGi saludó a NamJoon con la mano mientras se despedía de SeokJin para dirigirse a su propio automóvil.

En el camino, repasaba todo lo que había sucedido ese día, hasta que se detuvo en Jimin. Ese chico que le había parecido tímido, pero que cuando hablaba con otros cocineros se comportaba de manera más extrovertida. Algunas veces pilló a Jimin mirándolo a él; pero cuando lo hacía, el chico se retraía y volvía su mirada a cualquier lugar como si no fuera suficientemente evidente que lo observaba.

Pensó que Jimin tenía una linda risa. Unos tiernos ojos con mirada inocente, unos labios gruesos y rosados, encantadores. Lo bien que le quedaba su camisa negra, sus sonrisas y la forma de sus ojos al cerrarse cuando las formulaba. Lo poco que había visto de él, lo dejó encantado. Varias veces se encontró a sí mismo pensando en él.

YoonGi lo podía admitir: Jimin le había llamado la atención. Era algo inevitable desde que vio la sonrisa del chico después de arrojarle accidentalmente la salsa encima.

 


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