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El verdader rey South Park por javithabadeer

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Miraba la carta teniendo la luz de las velas sobre él, se encontraba en su habitación, se le habían cambiado de vestimenta, por lo que ahora usaba su camisón para dormir. La invitación había llegado aquella tarde a través del buzón de magos. Lo invitaban a la ceremonia que iniciaba una nueva alianza entre reinos de seres no-humanos y el reino de Andelyus. Luego de siglos de separación, finalmente el último reino de aquel continente aceptaba a los seres mágicos. Pasó el dedo índice por la fina letra escrita en aquel papel, el sello, ahora roto, era dorado y con el símbolo de Andelyus. Un león parado en sus patas, una corona sobre su cabeza y espinas rodeando sus patas traseras. Siempre había sentido cierta fascinación por aquel reino, la manera en la que siempre se habían rehusado a tener contacto con seres no-humanos. Suponía que su reina había cambiado eso. Había escuchado que la joven era de una belleza incomparable, de cabellos como el oro y ojos azules como el mismo cielo. Mentiría si decía que no estaba emocionado por verla. 


No pudo hacer uso del portal que era propiedad de la familia real, lo tenían desde hace años y los conectaba a diferentes ciudades y regiones, el problema era que, no tenían un gemelo en el reino de Andelyus, por lo que no había manera de llegar, al menos no con portales. Tendrían que ir en una caravana, la buena noticia es que iría con su mejor amigo, Token, el príncipe del reino cercano. Se conocían desde hace años y usando los portales se visitaban cada vez que podían. Él también había recibido una invitación. 


Iba saliendo del castillo, montaría su caballo por los prados hasta el reino de Andelyus, serían dos días de viaje, pero valía la pena. Se detuvo antes de comenzar a bajar, volvió corriendo donde sus padres, abrazó a su madre sonriendo. Ella acarició sus cabellos con suavidad y besó su frente.


—Ve ahí y deja en alto el nombre de los Stotch. —Pidió su madre.


—Lo haré madre. 


Se separó mirando a su padre, hizo una reverencia y este contestó con una sonrisa. Bajó los escalones hasta su caballo, era blanco con adornos en oro y plata. Subió en su montura como todo un profesional, acarició su coronilla y así la hizo andar. Se unió a la caravana, llevaban una carretilla con alimentos y ofrendas de paz para la reina.  Algunos de sus escoltas llevaban flameando la bandera de su reino, un triangulo de dos colores, verde y morado, con bordados en hilos de oro. En otra carretilla llevaban sus vestimentas, sería una ceremonia grande así que debía verse muy bien para sacar la cara por su reino. Llevaba una hora de viaje cuando se unió a él la caravana de Token, este iba sobre su caballo de pelaje castaño, iba encerrado en una capucha que lo mantenía casi oculto. 


—Hermoso día para ir hacia Andelyus, ¿No? —Preguntó Butters sonriendo.


—Demasiado hermoso, —comentó Token. —Me pican las escamas con el sol. Hace que quiera mudar la piel, será toda una vergüenza si cae una capa de piel durante el baile. —Dijo sonriendo. 


—Pues, amigo mio, esperemos que eso no suceda, aunque eso solo hará que gane más puntos.


—La verdad es que no me interesa tanto la princesa, aunque he de admitir que posee un gran reino.  


Los dos días pasaron como si nada, sus sirvientes los habían atendido, habían acampado juntos al intemperie disfrutando de aquel paseo. Al medio día del segundo días lograron divisar el pueblo, era bastante grande, a diferencia de ellos no tenían una gran salida al mar debido a sus altos valles, pero si tenían muchas más hectáreas para cosechas, un lago y un río que corría por en medio de la ciudad. Para cuando el atardecer cayó ellos ya estaban frente al castillo, era enorme y de una construcción laboriosa y exquisita. Todo tenía algún detalle con oro o plata, hecho a cinceladas. De la nada pasó una chica a caballo junto a ellos, sus cabellos y vestido ondeaban detrás de ella mostrando descaradamente sus piernas delgadas. Se quedó estupefacto ante la visión. Podía sentir en ella un espíritu inquebrantable, energía pura que emanaba por cada uno de sus poros. Cabalgaba al lomo de su corcel blanco con la maestría de un jinete experimentado. Los vuelos del vestido se mecían con la brisa, y elevaba su larga cabellera rubia al ritmo de la cabalgata, nunca en todos sus años vio a una mujer hacer algo semejante.


—Oh por Sa.  —Murmuró Token. —¿Esa era una mujer? 


—Así es, a la princesa le gusta salir a cabalgar, también cazar.  —Comentó un caballero que se acercaba a ellos.  —Soy Clyde, caballero protector de la corona y vuestro escolta hacia el interior del castillo. 


—Gracias. —Respondió Token. 


Bajaron de sus caballos dejando que unos jóvenes se los llevaran junto con sus sirvientes. Avanzaron siendo resguardados por sus caballeros al interior del castillo. El interior era igual de impresionante como el exterior. El suelo era mármol blanco, habían columnas aletas que llegaban al segundo piso en las áreas en las libres, en otras, los pilares tocaban el techo del primer piso. Una escalera central con una alfombra roja encima. Cuadros en grande de los reyes anteriores en los pasillos, candelabros de araña colgando con un brillo mágico. Subieron siendo guiados por Clyde, era bastante serio o eso parecía. Los llevó por el ala este, les indicó las puertas que correspondían a sus habitaciones, podrían tomar un baño y ponerse algo más cómodo para ser bienvenidos por la reina.


—Luego vendré por ustedes, se hará un banquete para todos los invitados. 


Miró a Token, este le sonrió y entró en su habitación. Ingresó a la propia, tenía la alcoba más apartada del salón real y de lado opuesto a los aposentos de la Reina. Pasó los blancos dedos entre el terciopelo rojo de las cortinas que rodeaban su cama, los tapices sobre las paredes eran todos exquisitos, ricamente bordados con escudos y flores. La araña sobre su cabeza iluminaba el interior con absoluta nitidez, las llamitas danzaban entre los copos de cristal esparciendo su luz. No cabía duda que el castillo reflejaba el poder de su reino. Una joven doncella le ayudó a cambiarse de ropa luego de tomar un baño en una tina. Examinó por última vez su atuendo frente al espejo, vestía con elegancia su chaqueta azul oscuro, llevaba bordado el escudo de la familia real y el lazo alrededor de su cuello era rojo. Sus botas también eran diseñadas con prestancia, con un taco ancho y un tanto alto. Fue escoltado junto con Token hasta el amplio comedor del castillo, la mesa estaba dispuesta para ambos regentes, uno frente al otro. Tomó asiento junto a su amigo, frente a unas bellas mujeres de rostros exóticos, podía deducir que eran seelies por su vestimenta. El salón comedor estaba bellamente decorado, desde el suelo de madera que brillaba hasta la cúpula dorada que adornaba el techo. Habían largas cortinas de terciopelo azul y ribetes dorados escurrían vaporosas por las paredes, cubriendo los amplios vitrales coloridos que flanquean el salón. El aroma que empapaba el ambiente era el de las flores que usaban para decorar los elegantes jarrones de porcelana. 


—Jamás había visto a tantos seres juntos en un salón.  —Comentó Butters a su compañero.


—Yo si, suele hacerse seguido en mi castillo, pero jamás había visto al joven de cabellos cobrizos. 


—Entra al salón, la reina Kennya. —Anunció el vocero. 


Dejó de hablar con Token para levantarse de su asiento así como el resto, volteó la cabeza para mirar hacia las puertas. La reina usaba un traje rojo que dejaba libre su cuello y clavícula. Sus cabellos iban tomados con perlas blancas, algunos mechones caían por sus costados, traviesos tocando su bella tez blanquecina. Ella sonrió con amabilidad, hizo un gesto con la cabeza, todos hicieron una reverencia hacia ella. El mago se acercó a la mujer, tomó su mano y besó sus nudillos, algo dijo, pero no logró oír qué. Ella tomó asiento a la cabeza, luego todos pudieron volver a sentarse, ya estaban todos sentados en una enorme mesa rectangular. A la derecha de la reina estaba el mago, frente a él y a la izquierda de la reina, un joven de cabellos cobrizos y orejas puntiagudas. Luego eran seguidos por consortes y finalmente ellos y algunas princesas de otros reinos. La mesa estaba compuesta por una gran variedad de seres, elfos, seelies, humanos, magos y otros. 


—Con ustedes, el honorable mago de las tierras de Erir, Eric Cartman. —Nombró el vocero de la mesa. 


El mago se levantó de donde estaba con una sonrisa en los labios, miró a todos los presentes y volvió a tomar asiento. 


—Rey de las tierras elficas Lorien, Regem Kyle Broflosky. 


El joven de cabellos cobrizos de puso de pie, usaba un traje bastante hermoso de un intenso color rojo hacia arriba, pero que iba bajando su tonalidad para llegar al amarillo en las partes bajas que rozaban el suelo. Miró a todos los presentes con un rostro serio, tenía una belleza sobrenatural. Volvió a tomar asiento.   


— El príncipe de Beradona, Token Blackwood. 


Token se puso de pie, sus escamas brillaron en la parte de sus párpados, el mentón y cuello. Hizo una reverencia a la reina y miró a todos los presentes. De su cuello colgaba una piedra alargada que brillaba de manera tenue. Sonrió mirando a su amigo, se veía tan elegante y apuesto mostrando sus escamas brillantes. Todos tenían algo peculiar y hermoso, en cambio él... él era tan corriente. Token volvió a tomar asiento, ambos cruzaron miradas y sonrieron.  


—El príncipe de Elmuthalleth, Leopold Stotch.


Nombrado se levantó de su asiento, miró a todos en silencio, sus ojos se mantuvieron posados sobre la reina, ella le correspondía de tal manera que le hizo ruborizar. Su rostro pasó de ser pálido a muy rojo en pocos segundos, como un pulpo que se mimetiza con su entorno. Volvió a tomar asiento mirando el plato que había frente a él. Sus oídos se cerraron por el pavor, por lo que no pudo escuchar a los demás nombrados. 


La reina se levantó de su silla luego de escuchar al resto de invitados, alzó su copa con una sonrisa suave en sus labios delgados. 


 —Me honra tenerlos a todos en mi mesa, he decidido acabar con el antiguo pensamiento Andelyano sobre la gente no-humana, es por esto que he creado esta paz y vinculación entre nuestros reinos para así poder abrir las puertas al comercio, al amor y otros intereses. Por nuestro brillante futuro. 


Todos alzaron sus copas brindando así por la paz que prometía un mundo lleno de armonía entre razas.  


El chirrido de las cuerdas de un violín lo hicieron dirigir su mirada al músico que afinaba su instrumento en un rincón bien iluminado del salón. No tardo en comenzar a interpretar una de las melodías más armoniosas y relajantes que Leopold hubiese escuchado con anterioridad, ni siquiera sus músicos serían capaces de recrear semejante genialidad. La melodía llenaba su corazón de una manera abrumadora, provocando que deseara danzar con ella. ¿Era música seelie la que lo provocaba? La voz de una mujer se unió, iba vestida con un traje hecho con pétalos de flores, sus cabellos eran de un cobrizo intenso y caía ondulado por sus costados. Estaba de pie mirando el enorme salón, había perdido a Token en un momento, así que estaba completamente solo. Suspiró y volvió a mirar el salón, la reina estaba parada hablando con el mago, ¿Y si le podía bailar? Le tomó varios minutos tomar el valor, camino a ella y así le pidió.


—Princesa Kennya. ¿Podría permitirme esta pieza?  —Preguntó intentando sonar muy seguro. "Deja en alto el apellido Stotch"


Estaba de pie, delante de ella con la mano extendida. Mientras más la miraba, más atraído hacía ella se sentía, por un breve instante, tuvo la certeza de que sólo la reina de Andelyus era capaz de comprenderle, luchar hombro con hombro. Pero, aún ante semejante revelación, era imposible que lo tomara como cierto, no la conocía en absoluto. La vio asentir lentamente aceptando su petición. Su mano era suave, la sujeto con suma gentileza mientras la guiaba hacia el centro del salón. Habían más parejas bailando, en su mayoría No-humanos. La sostuvo por la espalda, el violinista inició con un vals y ambos gobernantes se dejaron guiar por la melodía. Sus pies se deslizaban sobre el mármol, el vestido de la reina se elevaba suavemente tras cada giro haciendo un suave frufrú entre sus piernas. La miraba absorto, completamente atrapado en su belleza.


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