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Sueño primaveral por 1827kratSN

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Bermuda lanzó el hechizo y confiado de sus habilidades dio por hecho que su magia sería efectiva. Desapareció poco después de lanzar una carcajada sin presenciar lo que en realidad pasó con los herederos de ambos reinos. Era la viva imagen del descuido y vanidad.  

Fon jadeaba en el suelo, preso del dolor que por más que quiso no pudo ignorar. Sus manos heridas, sangrantes, incluso sin movimiento a pesar de que intentaba forzarlas; el daño duraría un tiempo en el que no podría usar magia, mas, no se quejaba. Él tenía la satisfacción de haber protegido a uno de los herederos, las heridas eran un bajo precio en comparación. Verde permanecía arrodillado cerca de una mesa hecha trizas debido a que la impactó al ser lanzado por el choque de magias, jadeaba, fruncía el ceño insatisfecho porque no pudo pensar en algo más para el contraataque.

¿Y las otras hadas?

Ancladas al piso mediante cadenas. Sufrieron la humillación de haber sido aprisionados por los secuaces de Bermuda quedando sólo de testigos ante caos. Incluso en ese momento tuvieron que ser liberados por los soldados que se recuperaban del shock por haber sido completamente inútiles.

Nana y Stella corrieron desesperadas hacia la cuna que aun reposaba en medio del salón pues temían por el bienestar de sus retoños. En medio de todo el caos nadie se fijó en el destino exacto del hechizo que no pudo ser destruido y eso sólo hizo que sus corazones se llenaran de pánico. Hallaron a los dos infantes llorando a pleno pulmón, con los ojos llenos de lágrimas, recostados uno junto al otro, con manchas rojizas donde seguramente se golpearon, pero nada más que indicara algún hechizo que los dañara.

Miedo.

Gritos.

 

 

—¡Debiste destruir el hechizo, Verde! —fue la protesta de Lal

—Se hizo lo que se pudo —el mencionado bufó antes de arreglarse las gafas ahora rotas, aunque mejor decidió desaparecerlas porque ya no cumplían con su función

—¡Eres un inútil, kora! —secundaba el rubio que agitaba sus brazos con frustración

—Llevo cinco días sin dormir por evitar que ese loco llegase hasta aquí —dijo con calma, pero con el ceño fruncido—. No es mi culpa que esté tan cansado que no se me haya ocurrido otra cosa que contrarrestar esa magia oscura —cerró sus ojos verdosos para controlar su enfado

—Quiero que me expliquen qué pasó —exigió Iemitsu cuando llegó ante las hadas que se hallaban ya reunidas cerca de la cuna real

—¿Nuestros herederos morirán? —secundó Alonzo quien mostraba una cortadura en su ceja izquierda de la que un hilillo de sangre brotaba, pero que prontamente era limpiada con la capa.

—No —suspiró Verde

—Uno de esos hechizos fue anulado —Fon hacía muecas mientras Luce usaba su magia para parar el sangrado— pero el otro…

—Lo contrarresté —Verde miró a los reyes con seriedad—. Uno de esos niños fue maldito, pero no morirá, sólo que al picarse el dedo entrará en un sueño profundo… que durará… no sé —dijo moviendo sus manos y después rascándose la cabeza—. Según mis cálculos, el nivel de magia que usé, mi agotamiento —decía enumerando con sus dedos y fijando su vista en el destruido techo— cien años, tal vez más

—¡Cómo que cien años!

—¡Hay que hacer algo! —rubio y azabache entraban en pánico al igual que sus esposas, las cuales apretaban a sus hijos aún más contra sus pechos— ¡Eliminen esa maldición!

—Fue magia negra —suspiró Lal mientras se frotaba las sienes— no podemos contra eso, es demasiado peligrosa y poderosa

—Pero podemos modificarla un poco con nuestra magia blanca. Algo podremos hacer —masculló Skull—… pero, ¿qué?

—Tal vez aminorar los años al añadir una condición extra al maleficio

—¡Eso es, Viper! —sonrió Verde antes de dar vueltas sobre su propio puesto y preguntar con exaltación—. Díganme que no todos le cedieron una virtud a los niños. ¿Quién falta?

 

 

Mientras las madres de los herederos atendían a sus pequeños e intentaban calmar sus llantos, los padres ya daban las órdenes para que todas las ruecas fueran quemadas en las tierras de ambos reinos. Debían hacer todo lo posible para que nada les pasara a tan indefensos sucesores. Un tanto alejados, Verde conversaba con las dos hadas faltantes de ceder dones, virtudes; planeaba algo, tenía que hacerlo rápido. Hubo protestas, riñas, sugerencias, pero al final se hizo un acuerdo en conjunto.

 

 

—Ahora te cedo mi don —Lal estiró su mano sobre la cabecita del dormidito príncipe castaño—: bondad en tu corazón, la misma que te llevará siempre a pensar y luchar por el bienestar de tu destinado. Sólo cuando te encuentres con él y expreses tu sincero amor, estarás completo y a salvo de cualquier maleficio

—Y yo —Luce se acercó hasta Reborn quien cabeceaba debido al agotamiento— te cedo a ti, pequeño: sabiduría para que identifiques a quien verdaderamente te ame, aprecie y necesite, porque solamente él estará destinado a quedarse a tu lado. Sólo cuando te encuentres con él y expreses tu sincero amor estarás completo y a salvo de cualquier maleficio.

—Perfecto —suspiró Verde antes de rascarse la cabeza—. Listo, ahora, como no sabemos quién fue el que recibió el maleficio, ambos crecerán con la necesidad de proteger al contrario y ayudarlo. Fin —bostezó

—Así que, eso quiere decir… —Iemitsu miró con curiosidad al hada vetada

—Que el uno salvará al otro, así de simple —sonrió satisfecho—- Pero obviamente eso sólo lo sabemos nosotros, así que sugiero mantenerlo en secreto y ocultar a los herederos hasta que superen los dieciséis años —bostezó con más ahínco mientras restregaba sus ojos

—Qué fácil suena —ironizó Lal—. Al menos dales algo más de ayuda

—Bien, bien —susurró Verde antes de rascarse la barbilla—: adaptación —dijo ondeando sus manos—. Sabrán sobrellevar cada situación que se les presente —posó sus manos cerca de los niños y chasqueó los dedos—. ¡Listo! Mi trabajo terminó. Nos vemos, cuídense

—¡Al menos ofrécete a cuidarlos! —enfureció Skull

—No me llevo bien con los niños

—¡No nos dejes el trabajo entero-kora!

—Si mal no recuerdo —Verde habló con fastidio— estoy vetado. Por si preguntan, ¡me gusta estar vetado! Porque no haré de niñera —les sacó la lengua con infantil enfado—. Ahora, si me permiten, dormiré una semana —No dio opción a reclamo, les dio la espalda

 

 

Eran dos grupos de tres hadas las que observaron cómo Verde se iba perezosamente mientras se tambaleaba de vez en vez y cabeceaba sin parar. Era evidente que ese idiota estaba cansado, pero poco importaba en ese momento, lo que interesaba era proteger a los herederos de ambos tronos.

Se discutió el accionar que querían aplicar, se luchó contra la tristeza de los padres de cada heredero que se negaban a separarse de su primogénito, pero al final la salud de sus pequeños ganó la partida y fue así como Reborn y Tsunayoshi terminaron en brazos de Luce y Lal respectivamente, quienes tomarían el lugar de madres sustitutas hasta que los dieciséis años de cada infante se cumplieran.

Vestidos como campesinos comunes, las varitas ocultas con telas de algodón y cordones azulados, se dispusieron a abandonar el castillo en medio de la noche para evitar que alguien los detectara. Mas, no irían todos juntos, sino que se dividirían en dos familias pequeñas, una por cada heredero. Ante el mundo serían campesinos que cuidan de un huérfano con esmero, ubicados en medio de las montañas cercanas a los reinos debido a su descendencia especializada en cacería y cultivos. Nada raro.

Se despidieron con un gesto con la cabeza y partieron en direcciones opuestas. Desde ese punto planeaban no mantener comunicación ni contacto.

 

 

—Esta vez, yo seré el guía —Fon tomó la delantera en su grupo, los cuales cuidarían al pequeño Tsunayoshi—. Lo siento, Skull, pero no quiero terminar en la tierra de dragones de nuevo —rió bajito

—No es mi culpa que las estrellas se movieran —refutó indignado

—Eres estúpido, acéptalo —refunfuñó Lal mientras se aseguraba que la cobijita cubriera por completo al castañito que dormía profundamente entre sus brazos

—Qué mala eres, Lal —suspiró mientras veía de refilón al pequeño bulto—. No serás una buena madre si sigues siendo tan gruñona

—Pero seré mejor que tú

—Ya verás que yo seré mejor padre —Skull frunció sus labios

—Silencio por favor —Fon miró a su alrededor—. Podrían estar siguiéndonos, así que guardemos silencio

 

 

Caminaron toda la noche, trataron de ser sutiles y mezclarse con las penumbras hasta que hallaron una cabaña en lo alto de una colina rodeada por frondosos árboles. Era el hogar de un cazador que había perecido hace muchos años atrás, ahí se instauraron, y cuando llegó la mañana pudieron notar que comenzar desde cero y sin magia sería su más grande reto, mucho más si tenían a un infante que cuidar y ellos sin saber cómo hacer las cosas más básicas en ese mundo mortal.

Cosa parecida sucedía en el otro extremo de esas amplias tierras, donde un riachuelo brindaba el néctar para que la vegetación creciera sin impedimentos. Una cabaña creada en el interior de un tronco hueco de más de cien años sería el hogar de la nueva familia del heredero de los Argento. Ellos al menos tenían a un bebito que podía decirles qué necesitaba en palabras aun un poco inentendibles, pero algo era algo

 

 

—Gugua —Reborn apuntaba a algo y a su alrededor: tres hadas intentaban adivinar el mensaje

—Creo que no le gusta el lugar —Viper miró la cabaña— sinceramente a mí tampoco. Esto parece de pobres

—No, no —Luce se tocaba los labios mientras analizaba otra vez los gestos del pequeño azabache de patillas que señalaba una mesa

—Gugua

—Creo que quiere comer —arqueó una ceja, pero el bebito negó

—Gugua

—¿Una fruta? ¿Un pastel? ¿Un animal? —Colonello empezó a decir cosas al azar porque ya se cansó de intentar entender esos gestos, pero sólo recibía negativas por parte de esa cabecita que se movía de izquierda a derecha— fuego… frío… calor… tierra… fuego, ¡espera! Esa ya la dije —se sentó en frente del bebito y continuó— nieve, verano… agua, sa… —el niño dio un gritito— oh… quieres agua

—Si así empezamos, esto va a ser un desastre —suspiró Viper quien tuvo que dejar de lado su precioso atuendo negro para usar ropa sencilla de un color amarillo chillón y mostrar su rostro pálido además de su cabello índigo

—Iré por agua. Ustedes empiecen a arreglar esta… casa —Luce miró todo con un poco de pena. Al menos tenían un lugar en el que poder resguardarse del clima

—¿Sin magia? —se quejaba Colonello— Por dios, ¡no!

 

 

Criar a un niño no era fácil; encariñarse con él, eso sí era tan simple como verlo sonreír por tu causa o para ti. De una u otra forma ambas nuevas familias lo entendieron con el pasar de los días en donde, a la fuerza, aprendían a interpretar los requisitos y cuidados necesarios para ambos herederos al trono. Muchas mañanas despertaban más cansados que cuando se acostaron a dormir, incluso pelearon muchas veces porque uno que otro suplicaba volver a usar magia en su vida diaria, pero era soportable cuando veían la carita tranquila del infante que dormía a pierna suelta en una cuna improvisada.

El primer cumpleaños llegaba con la experiencia adquirida, hacían una comida decente, se reunían en medio de un llano lleno de flores y cantaban algo animadamente. Compartían un día de ocio, jugaban, bromeaban entre sí, sin pensarlo se volvían más una familia normal. Los primeros pasos se daban, las primeras palabras, las primeras travesuras y sustos de muerte porque el pequeño desaparecía, las primeras aventuras con el explorador, las primeras preguntas que debían responder. Se estaban robando las primeras veces de un niño que no les pertenecía, pero de alguna forma se sentían bendecidos por eso.

La exploración de su alrededor, las frutas que cultivaban, las estaciones que les traían dificultades. La nieve que era la adoración del pequeño quien miraba a través del cristal y, en cuanto sus tutores se descuidaban, salía a jugar sin dudarlo. Las gripes que cuidar, los medicamentos caseros que tuvieron que descubrir por medio de libros. El verano y el calor insoportable que los llevaba al río diariamente. El otoño ventoso y las hojas de colores que llenaban el piso. La primavera hermosa que llenaba de color el lugar y donde el niño se lanzaba para arrancar cada especie y formar un ramo que ofrecía a sus tutores con la más brillante sonrisa.

Inocencia pura.

Pero el momento llegaba y los roles tenían que cumplirse. Por ende, una conversación parecida se daba en cada hogar cuando el niño jugaba entre los árboles y no los escuchaba

 

 

—¿Crees que él sea el que recibió la maldición?

—No lo sé

—Luce tampoco ha tenido una visión que revelara eso

—Entonces, ¿qué hacemos?

—Hay que entrenarlo, claro está. Para que, llegado al caso, pueda defenderse o defender a su verdadero amor

—Nunca mencionamos el verdadero amor hasta ahora —reían

—Pues son destinados, es normal que su amor sea verdadero, mucho más si han reencarnado para encontrarse una vez más.

—¡Yo me pido el primer turno!

—Sé cuidadoso porque aún es un niño

—Crecerá, crecerá

 

 

La primera lección desencadenaba a una rutina que difícilmente se perdería. Las enseñanzas en serio se iniciaban, las hadas cedían su sabiduría en cada campo que les era más fácil, y, cuando no podían ceder más o desconocían algunas cosas, recurrían a los libros que con mucho empeño recolectaban cuando salían de viaje por provisiones.

A los niños nunca les faltó una buena biblioteca, comida en la mesa, risas en cada día, entrenamiento, amor, calidez y sueños dulces.

 

 

—¿Por qué te apareces en mis sueños? —el castañito de ocho años miraba al niño más alto que caminaba a su lado en medio de ese camino hecho de flores azules y rosadas

—Eso debería preguntar yo —elevaba una de sus cejas—, ¿por qué invades mis sueños?

—No sé —elevaba sus hombros sin saber qué más decir

—Bueno… tal vez… —Reborn admiraba la carita que brillaba debido a una sonrisa diminuta que acentuaba las mejillas regordetas del más pequeño— no seas real

—¡Soy real! —hacía un puchero indignado

—Puedo decir que también lo soy —el azabache sonreía divertido

—Bueno —se rascaba la mejilla apartando la mirada de esos ojos ónix—, ¿quieres jugar?

—¿A qué viene eso?

—Es un sueño —sonreía con los brazos elevados al cielo— podemos hacer lo que queramos… creo —hacía una mueca dudosa

—¿Y a qué quieres jugar? —le daba risa las diferentes expresiones que ese niño hacía

—No sé

—Si no lo sabes, no me pidas jugar

—Pero —se quejaba con voz aguda

—Eres un tonto —alborotaba el cabello anti-gravitatorio del más pequeño y sonreía de lado

—Tú eres el tonto —refutaba apartando aquella mano de su cabeza e inflando sus mejillas con molestia— y deja de tratarme como un niño pequeño

—Pero eso es lo que eres, un niño… más pequeño que yo —hacía notar la diferencia de sus alturas cuando se detenía delante del castaño

—Tú también eres un niño

—Más alto que tú —recalcaba y recibía un golpe en el brazo

—¡No te burles de mí!

—No lo hago —reía bajito—. Creo que es lindo que seas más pequeño que yo

—No soy lindo —sus mejillas tomaban un tono rosado

—Lo eres —se acercó para tomar las mejillas regordetas entre sus manos y apretarlas— las cosas pequeñas son lindas, por eso tú lo eres

—No hagas eso —con dificultad se deshacía del agarre y suspiraba—. Eres un grosero —restregaba las zonas atacadas

—Tienes nariz de conejito —el de patillas apuntaba el objetivo de su burla con una sonrisa

—¡No es cierto! —arrugaba un poco su nariz en protesta

—Eso también es adorable

—Me recueras a mi tío Fon —suspiró un poquito para después formar una mueca—. No lo he visto en días, ya lo extraño

—¡Oye! —reclamó el azabache con el ceño levemente fruncido— No me compares con alguien que no conozco

—¿Por qué? —lo miraba extrañado por el repentino cambio de humor

—Porque es desagradable

—Tío Fon es amable —dijo arqueando su ceja derecha—, ¿por qué te molesta que te compare con él?

—Porque sí —frunció el ceño antes de seguir con el camino

—¿A dónde vas? —no dudó en perseguirlo

—A ver a dónde me lleva este camino —estiró con rudeza su patilla derecha antes de soltarla y repetir el proceso

—¡Espera! También quiero ir —apresuró sus pasos

—No —cortante, frío, pero con expresión serena

—¿Estás enojado? —indagaba con curiosidad

—No

—Entonces, ¿por qué tienes esa cara que da miedo? —acotaba

—Es mi cara

—No… tu rostro es más suave… pero ahora estas tenso y frunces el ceño, así —imitaba la expresión ajena

—No hagas eso —el azabache reía por lo bajo

—¡Reíste! —festejaba más relajado

—Es porque, por más que lo intentes, a ti no te sale eso de estar enojado

—Entonces sí estabas enojado —dijo divertido

—¡No!

—Qué difícil es hacer que aceptes las cosas

—Es parte de mi encanto natural —sonrió de lado

 

 

En sueños se habían conocido desde que el menor de ellos tenía seis años, se habían hablado de miles de cosas y acompañado en diferentes aventuras por mundos que creaban ellos mismos. Sus encuentros no eran diarios, pero cuando sucedían ambos lo disfrutaban de modo que, en medio de su letargo, sonreían abiertamente y su humor al día siguiente era el mejor.

Nunca dijeron sus nombres, no hubo necesidad porque les bastaba con mirarse y nada más.

Eran destinados, era algo que los hacía especiales. Las marcas azules en sus muñecas en forma de un sol, lo certificaban.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Como cuando Krat se toma la historia de Disney muy en serio y se pasa de dulzura. Ok no, creo que estuvo con la ternura aceptable XDDDD

Espero que lo hayan disfrutado.

Los ama: Krat~

 

No sé si lo he dicho, pero también publico en wattpad XD


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