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My King | Kookmin por MiRoApril

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Con las buenas noticias esperaba el regreso de los soldados. Ante el anunciado del retiro de las tropas enemigas, la guerra se veía fácilmente ganada para ellos, solo que Jimin no era de esos reyes que se aprovecharían de la debilidad ajena para atacar. Entendía que no eran los soldados quienes tenían la culpa, sino los reyes ambiciosos que daban órdenes a las cuales no podían negarse a cumplir. Información que le había llegado en la semana, días de espera, toda una tortura tanto para el como para su esposa, puesto que entre más esperaban la llegada de sus soldados al reino, más noticias llegaban con el paso de los días. 


No todo podía ser siempre bueno, el miedo comenzó a crecer con el paso de las semanas y las noticias comenzaban a empeorar. El rey de Gouryeo estaba preparado, los había estado probando esos últimos meses, ¿Cómo no lo noto? Estuvo buscando las debilidades de sus soldados, las estrategias, ahora todo lo tenían limitado, la lucha estaba dejando de ser un juego y el miedo estaba creciendo en él. 


No podía dejar a su esposa sola en los últimos meses, era claro que su hijo podía nacer en cualquier momento, podía adelantarse así como podía nacer luego de los nueve meses estipulados por los estudios médicos en el tiempo. Tampoco era que los análisis que hacían los hombres eran de creerse al cien por ciento, no era una ciencia acertada, menos cuando sacaban al aire lo del famoso dios que estaba en todo tiempo protegiéndolos. Debían de decirle donde estaba ese dios, ¿Dónde estaba cuando una guerra estaba en curso? ¿Cuándo unos inocentes estaban muriendo por caprichos de la gente poderosa? Odiaba pensarlo, porque él era uno de esos poderosos, pero a diferencia del rey de Gouryeo, el no se ocultaba, estaban obligándolo a hacerlo, de lo contrario debían dar por seguro que Jimin se encontraría sin miedo alguno en el frente liderando con sus mejores soldados la batalla.


Su reino era el más avanzado en medicina, por ende sabía que sus médicos reales no estaban equivocados, a su hijo le quedaban exactamente un mes para nacer, un mes en los que la guerra continuaba y no sabía si el padre o no biológico volvería con vida para ver el nacimiento del bebe de Sunghee, era su mayor temor. Sus pensamientos eran egoístas, pensaba solo en su amante cuando debía pensar en todos los hombres caídos, pero le era imposible, el miedo en él no lo dejaba pensar con claridad y mucho menos pensar en los demás, era él, su vida, su amante, su futuro, eso no quitaba lo culpable que se sentía de solo pensar en ese egoísmo. El reino confiaba en él y sentía que estaba desilusionándolos al pensar solo en él y su pareja. 


Busco la forma de ayudar desde el castillo, con la información que le brindo su esposa en aquellos días antes de la guerra, información sobre el príncipe de Gouryeo, busco la forma de llegar a él, comunicarse con él, envió espías al reino de Gouryeo en su búsqueda, ya que una vez más le denegaron la propuesta de ser el quien espiara al reino contrario. Necesitaba tener como aliado al príncipe a parte de ese pueblo, ¿Por qué no crear algo nuevo? Pero resulto ser que el famoso príncipe de Gouryeo se encontraba prisionero por su propio padre en el castillo. En realidad la historia no era tan corta como se suponía que él la contaba, más los detalles que le habían entregado no eran parte de lo importante, de ser el quien fuera el espía seguro esos detalles valían mucho más.


El actual rey de Gouryeo era un hombre incluso más viejo de lo que fue su padre, y no se refería al tiempo en el que se encontraba en el trono, sino todo lo contrario, era en edad, por lo que su pensamiento era irracional, lo quería todo o nada, muy diferente a como pensaba el príncipe Taehyung, quien debió asumir al trono hace varios años atrás, siendo así impedido por su propio padre por sus ansias de poder. 


No sabía en realidad como ayudar a esas alturas, dedicarse cien por ciento a su esposa o volver a ser Chim e intervenir de alguna forma en la guerra, buscar a Taehyung y ser de ayuda para Jungkook, pero no podía ser un rey tan imprudente. En cierta parte tenían razón, aun cuando su hijo naciera era imposible que tomara la corona tras su posible muerte, era un bebe y ese reino no podía caer en manos equivocadas, su esposa mucho menos la dejarían asumir el trono, ella sería como su madre, sin título alguno, no podía morir, por el bien de su reino. 


Los antojos de Sunghee crecieron entre frutas y verduras, dulces más que salados así como su vientre creció aún más de lo imaginado, un vestido tras otro debieron de confeccionarle, su vientre era tan grande que las telas debían ser holgadas para menos incomodidad del bebe, aun así, sin olvidar la protección que debía de tener. Acostumbraban a pasar el tiempo juntos en su oficina, donde Sunghee lograra relajarse del todo mientras le veía trabajar o mientras leía, más que nada era porque en aquellos tiempos difíciles, ninguno podía estar sin el otro, se necesitaban para lamentarse el que sus parejas aun no volvieran. De vez en cuando le quitaba la atención al trabajo para verla, estaba al pendiente de ella por cualquier cosa, no dejaría que algo le ocurriera, y más bien era por los supuestos síntomas de los que hablaba el médico, que ellos obviamente al ser 'ignorantes' de la medicina, solo les quedaba acatar lo que podía o no ocurrir. Fueron los quejidos desde el sofá de su oficina que lo llevaron a dejar toda la lectura a un lado para acercarse a ella, conocía los quejidos de su esposa, algunos más fuertes que otros, todos le alarmaban igual.


—¿Qué ocurre? —Pregunto con preocupación hasta ubicarse a su lado. 


—J-Jimin...—Pronunció en un quejido mientras sostenía su vientre con fuerza o eso parecía.


—Sí, estoy aquí. — Su mirada claramente no se encontraba en el rostro de esta, sino en el vientre por miedo a que algo estuviera ocurriendo. 


Sunghee busco y apretó con fuerza su mano resistiéndose a dejar salir un quejido más fuerte. 


—Duele... Duele mucho...—Pronunció entre dientes con sus ojos completamente cerrados resistiéndose. —Ya... —Soltó al abrir sus ojos temerosa. — Ya viene...—Anunció. 


—¿¡Ya!?


La escena terminaría siendo escrita en uno y mil libros de fantasía, la frase quedaría completamente grabada en todas las narraciones que tendría que hacer del día en el que el príncipe o la princesa de Silla nació. Lo primero que intento fue poner de pie a su esposa, cosa que en un simple intento, se detuvo, su vestido estaba húmedo, una gran mancha de humedad en su parte baja, la primera señal que conocía para el inicio de un parto. Los quejidos se hicieron aún más fuertes por lo que sus guardias ingresaron sin previo aviso, las puertas se abrieron en un estruendo y terminaron apuntando sus armas a la nada hasta encontrarse con la escena. 


—¡Rápido! ¡Envíen al médico real lo más pronto posible! —Ordenó inmediatamente. 


—¡Si, señor! 


—Agh... ¡Jimin! —La mujer volvió a quejarse con fuerza. 


—¡Señor! —Le llamaron desde la puerta un par de criadas. 


—¡Rápido! Preparen todo lo necesario para mi esposa. 


Las mujeres asintieron y se movieron de inmediato. 


Jamás se había escuchado tanto movimiento en el castillo, de un lado a otro corrían todos, preparando lo necesario para su esposa así como la celebración por la llegada del heredero, era común en el reino celebrar el nacimiento del heredero al trono, pero en momentos como esos solo deseaba que pasara desapercibido, con Jungkook y el padre de ese hijo lejos, poniendo en peligro sus vidas, ¿Cómo celebrar el nacimiento de su hijo? Solo pensarlo le provocaba un descubrimiento de sentimientos, sensaciones diversas, tan buenas como malas, felicidad como tristeza, si no iban a la par, no se sentiría igual.


—¡Señor! 


Volvieron a interrumpirle sus pensamientos. 


—El medico real está aquí. 


—Su majestad. —Se inclinó el hombre antes de pasarlo por alto para dirigirse directo a la reina. — ¡Esta lista! —Anunció el médico. — ¡Agua caliente! ¡Mantas limpias! 


Las criadas ingresaron de inmediato con todos los implementos necesarios, acomodaron todo cerca del médico real mientras él se acercaba al sofá para ubicarse al lado de su mujer, sabía que necesitaba apoyo y no sería capaz de dejarla sola en un momento como ese, después de todo, Hoseok o él eran los culpables de que se encontrara en esa situación. Nadie dijo que ser madre era fácil, era por ello que las creían también guerreras. 


—Está todo listo señor. — Anunció una vez más el médico. — Proseguiré...


—Adelante...


Sunghee apretaba con fuerza su mano, estaba nerviosa, podía notarlo. Las criadas se acercaron, debían retirar unas cuantas telas de encima para lograr una mejor visibilidad de la femineidad de su mujer, buscaban la forma de retirarlas sin tener que moverla demasiado. Ayudo a intentar alzarla pero con suerte había conseguido tomarla por los brazos cuando la puerta volvió a abrirse con fuerza. 


—¡Señor! —Otros soldados ingresaron apenas hasta el marco de la puerta principal tras tocar con desesperación. — ¡Tenemos noticias! 


—¿Qué es tan importante? ¿No ven que estoy ocupado? —Dijo molesto ante la interrupción. — ¿Por qué no cerraron las puertas? —Pregunto al resto de las criadas presentes. 


—Señor, son los guerreros. —Entonces, su mirada se elevó de inmediato junto la de Sunghee. — La guerra ha terminado. Vienen en camino ahora mismo... 


—¿¡Termino!? —Soltó sorprendido elevando su mirada. No estaba dejando su atención por su esposa, solo se alerto. —¿Cómo? ¿Cuál es el resultado? ¿Qué sucedió? 


—Señor...


Uno tras otro los soldados seguían muriendo, era una guerra después de todo, aunque solo se trataba de los más ancianos por falta de entrenamiento, por otra parte los jóvenes también necesitaban descanso, el uso de la adrenalina en todo momento no era suficiente. Entre Hoseok y él, el descanso no existía, planear ataques, nuevas estrategias, pero la reactividad ya no existía y era que habían ocupado todos los planes posibles, así como ya descubrieron los patrones de ataque de Gouryeo, estos pronto descubrirían los suyos si retomaban las estrategias. Esa guerra no iba a ninguna parte, solo se extendía sin tener avance de ninguna tropa, llevaban dos meses en el mismo lugar, sin moverse.


La preocupación por Sunghee creció en Hoseok esos días, los meses se estaban cumpliendo y aun no tenían noticias del heredero de Silla, así como no podían volver para saber del estado de salud, los recados iban en una sola dirección, hacia el castillo y no hacia ellos. Si Jimin enviaba información confidencial podía ser robada por los enemigos, no se arriesgaban a algo como eso, era incluso una estrategia que ellos mismos estaban utilizando, tenían a sus soldados pendientes de cualquier movimiento del informador de Gouryeo al castillo, más solo conseguían robar la información del estado de las armas y los soldados, también les beneficiaba, pero en otras ocasiones asustaba, puesto que pedían refuerzos o algo por el estilo, si seguían así, necesitarían más apoyo y dejar el reino sin protección era imposible. Debían terminar esa guerra como fuese. 


Fue justamente en esos días cuando ya creía que todo se encontraba perdido, es que pensó en las nuevas estrategias cuando Jimin rompió su acuerdo de no enviarse información. Pensó que este enviaría una carta para él, refiriéndose a su relación o algo por el estilo, pero se equivocó, contenía valiosa información. Conocía a su amante, no estaría tranquilo mientras él se encontraba arriesgando su vida, aunque le hubiera gustado que esperara pacientemente, no lo conseguiría, mientras su vida estuviera en peligro no lo lograría. Un plan, un perfecto plan, no se podía esperar menos de un estratega como Jimin. Termino compartiendo la información lo antes posible con Hoseok, así comenzó de inmediato las preparaciones para llevar a cabo todo. 


La información más importante era la ubicación del príncipe de Gouryeo, el heredero al trono, el legítimo heredero, no el que se encontraba actualmente en el trono, quien debió de dejarlo años atrás, pero, que no había asumido su título por el egoísta de su padre, el actual rey y culpable de esa guerra. No sabía cómo Jimin había conseguido tan valiosa información, solo esperaba que no fuera de forma imprudente como ser el quien ingresara al reino en busca de ella, conociéndolo seguro había tomado el papel de Chim una vez más, era justamente ese tema que lo tenía intranquilo, más dejo de darle vueltas cuando el plan comenzó a tomar forma. 


—Entonces está listo. — Habló Hoseok. 


— Ahora necesitamos formar el escuadrón. —Aclaro Jungkook.


Su compañero asintió y salió en dirección a los soldados. Como siempre eran la autoridad que llamaban la atención del lugar, si aparecían todos les prestaban atención por las siguientes órdenes a seguir o de lo contrario información que debían entregar. 


—¡Escuchen todos! —Hablo primero. Gran parte de los soldados, por no decir todos, ya que algunos herreros eran quienes más demoraban en dejar lo que estuvieran haciendo para prestarles atención; se reunieron frente a ellos como solian hacerlo antes de cada discurso motivacional para salir a acabar al ejercito contrario. — Gracias a nuestro Rey...Hemos obtenido lo que podría ser nuestra llave a la victoria. 


Todos se sorprendieron, podía verlo en sus ojos, la atención ya no era con simpleza como se les había hecho habitual, esa atención que prestaban nada más para mantener sus vidas a salvo, ahora tenían una pizca de esperanza en volver con sus familias, aquellos que obviamente seguían vivos acompañándolos en la lucha. 


—Necesitamos a cinco voluntarios que quieran ser parte de esta nueva estrategia. —Soltó con esa voz gruesa que acostumbraba a utilizar cuando tomaba su rol de líder. — Debo aclarar, que esta misión es de alto riesgo. Aquellos voluntarios podrían no volver vivos, pero no duden en que les protegeremos la espalda hasta el último segundo. Si van cinco, los cinco van a volver. 


Tuvo que mantener la mirada perdida por unos segundos, su discurso no pareció por completo motivador, aunque culpaba al hecho de llevar meses en ese lugar sin obtener movimiento. Los segundos pasaron y las primeras manos se alzaron, la tranquilidad volvió, el plan estaba hecho para seis personas, cinco soldados y uno de los líderes. La pregunta que se harían muchos era, ¿Hoseok o él? 


Con los miembros del nuevo escuadrón dentro de la tienda, los preparativos comenzaron. Planos, papeles, trazos que llenaban un mapa ilustrado del cual anteriormente habían utilizado figuras sobre él, ahora estaba utilizando una pluma para dejar el plan más que claro, la idea era no volver a repetirlo. Era una misión peligrosa, vida o muerte, si eran descubiertos terminarían muertos, pero no se iría sin conseguir al menos uno de sus objetivos, no se rendiría fácilmente. 


—¿Quedo claro? —Pregunto a los demás. 


Todos asintieron.


—Prepárense, salimos lo antes posible. —Ordenó. 


Los hombres abandonaron el lugar uno por uno, mientras él seguía con la mirada en los planos. Tenía fe en su plan, funcionaría, había estudiado hasta el último detalle de la información de Jimin, confiaba en él, su destino estaba en las manos de su amado Jimin, pero, él lo planeo de una sola forma, conseguirlo cueste lo que cueste, por ende el riesgo debía correrlo uno, y aunque desde un principio el guardia de la reina había asumido la responsabilidad de dirigir el escuadrón, el plan lo realizo para ser liderado por él. Así era, él seria quien arriesgaría su vida. 


Termino acercándose a Hoseok para detenerlo cuando tomo la espada de su lugar, sabía que este aún tenía en mente que la mejor opción para ese plan era que él desapareciera, siendo así el hijo de los Jeon que mantuviera la cabeza en esa guerra. Sus miradas se encontraron inmediatamente y el mayor comprendió a que se refería con esa acción, no era difícil de leer sus intenciones. 


—No. —Reclamo. — Debo ir yo, Jungkook. —Soltó manteniendo con fuerza la espada en su mano. 


Negó. 


—No. —Pronunció quitando la espada de sus manos. — Tu no irás. No puedo dejar que vayas. 


—¿Qué? ¿Eres idiota? —Pregunto extrañado Hoseok. Para ambos era obvio el hecho de quien llevaba la cabeza en ese lugar, pero la diferencia estaba en que Jungkook no quería respetar ninguna de esas malditas leyes, todo era el por un bien. — Tienes que guiarlos si es que existe un ataque, no puedes ir. 


—Tu puedes hacer perfectamente eso. —Soltó con seguridad, voz firme. Se movió en dirección a sus pertenencias, quien debía de prepararse para salir era él. 


—No, no puedes arriesgarte. Eres el guardia real Jungkook, tienes que proteger a los reyes. —Siguió insistiendo siguiendo a Jungkook en un intento de evitar que comenzara sus preparativos. 


—¡Tú también lo eres!. —Se giró para verlo directamente a los ojos. — ¡No me cuestiones! 


—¡No! —Hoseok respondió en el mismo tono. — ¡No iras! 


Lo tomo de los hombros frenando cualquier movimiento de Hoseok al notar como este pensaba retomar sus acciones como las que tuvo en un inició. 


—Escúchame. —Pronunció en la ronca voz que tenía, más calmado, los gritos no acabarían con esa discusión sin sentido. — No dejaré que mueras sin ver a tu hijo, ¿Entendiste? 


Se detuvo, por la mirada de Hoseok comprendió de inmediato que le había tomado por sorpresa. El solo asintió, lo sabía todo, ¿Por qué se negaría a decirle la información? Jimin era su pareja, padre de ese pequeño tanto como Hoseok, sin saber realmente quien era el padre, su pareja no le daba importancia, el deseaba verlos a ambos como padres de ese pequeño y el lo aceptaba, no podía ir en contra de un tema que podría matarlos a ambos por dejar en evidencia lo que ellos tenían. 


—No me perdonaría ver a tu hijo y tu no. — Explicó con una voz suave, tranquilo, con la mirada fija en los ojos contrarios. Debía de alguna forma convencer a Hoseok de aceptar su decisión. 


—Jungkook...—Hoseok hablo en un suspiro suave, su mirada bajo y luego subió casi resignado a aceptar. — ¿Y Jimin? 


Volvió a negar. 


—El entenderá que hay que tomar medidas, y conociéndolo...—Tomo aire soltando un suave suspiro. — Hubiera hecho lo que yo...


A duras penas Hoseok finalmente accedió a su petición. ¿Y que petición? Él lo haría de todas formas, realmente no se perdonaría el hecho de ver el hijo de Hoseok y que él no estuviera presente. Pero, ¿Por qué creía que podía morir? ¿Qué tal si funcionaba el plan? Aunque existían dos posibilidades, podía funcionar y dar su vida por ello, o funcionar y vivir para contarlo, claro, eso además de las opciones negativas como el fracasar. Tenía que ser positivo pero al mismo tiempo debía ser realista, el peligro de la misión lo obligaba a mantenerlo en cuenta. 


Con sus armas listas, pero en comparación a lo que estuvo usando esos días para la guerra, esta vez estaba por competo expuesto. Al igual que hacia Jimin cuando se transformaba en Chim, de la misma forma se vistió él y su escuadrón, nada de armaduras ni escudos, solo llevaban las armas necesarias, arcos y flechas, espadas, dagas, no debían levantar sospechas al cruzar la frontera, ¿Cuál era el plan? Rescatar al príncipe. Sonaba más fácil de lo que parecía. 


La despedida no era nada, de hecho solo estrecho las manos con Hoseok, le miro de tal forma que entendiera, el volvería vivo, era lo que pretendía, más porque esa mirada en el otro líder solo podía decir, 'vuelve por Jimin', que era justo lo que planeaba hacer. 


Gracias a los caballos lograron llegar a la frontera sur, rodearían la zona de guerra para evitar ser descubiertos, les tomaría tiempo pero era la mejor escapatoria sin ser descubiertos. Estaban alertas en caso de enfrentar a los guardias que seguro tenía el reino de Gouryeo para no dejar ingresar intrusos. Según la información entregada por Jimin existía uno de los suyos infiltrado en el castillo, era justo el tema que lo tenía algo inquieto, esperaba que ese infiltrado fuera cualquier hombre, menos Chim, ¿Podría ser Jimin tan imprudente de aparecer en ese lugar para ayudarle con la misión? El plan estaba hecho más necesitaban que los siguientes movimientos esperados fueran exactos a los pensados por la estrategia de Jimin, de lo contrario, todo sería un fracaso. 


¿Seria suerte o no? 


Comenzaba a asustarse cuando habían logrado cruzar sin enfrentarse a ningún soldado de Gouryeo, más no podían cantar victoria mientras se acercaban al centro de su misión, el castillo. Sus piernas estaban tensas, se notaba más por ese ligero dolor tras cabalgar por tanto tiempo y mantener los músculos apretados inconscientemente, eso sucedía por mantener su cabeza repasando el plan de inició a fin y obviamente, manteniendo la imagen de su novio en su cabeza. Volver, volver por él. 


Infiltrarse seria toda una tarea, un trabajo duro, buscar una grieta, y claro, mantenerse lejos de la entrada principal así como la trasera. En los castillos los lugares menos concurridos eran las torres por lo altas, nadie podía ingresar por ahí, pero por el conocimiento que tenía gracias a Jimin, sabía que todo castillo tenía sus pasadizos y Gouryeo no podía ser la excepción. 


—¿Están listos? —Pregunto a su escuadrón tras bajar del caballo. 


Espero a que cada uno de sus soldados bajara como correspondía, se armara desde tener listos los arcos flechas a mantener su mano lista y empuñada en la espada para sacarla al momento de atacar. Tal y como estaban entrenados, los pura sangre se perdieron en medio del bosque al llamado, el silbido característico del jinete. Los soldados asintieron armándose de inmediato, su misión comenzaba desde el momento en el que dejaban el bosque y se escabullían hasta el castillo. 


—Perfecto. —Los miro a cada uno repasando el plan y las tareas designadas a cada uno. — Divídanse. —Ordeno. — Desde ahora cuenten las dos horas.


Dos grupos, una pareja y otros cuatro juntos. Cuatro de ellos serían quienes rescatarían a los líderes de la revolución que había creado el futuro reinado de Taehyung, mientras él con su compañero irían directamente por el príncipe. Estaban divididos, lo esperaba de cualquier reino, no podían tratar a un príncipe como lo hacían con los pueblerinos, así hubiera cometido el mayor delito, tenía sangre real, su calabozo no era nada más que una torre. 


Aun con la luna en apoyo no podían escalar la torre. Si, ese ataque debía hacerse con la menor luz solar posible, por ende, la noche era la mejor opción. La sombra gracias al brillo de la luna sería demasiado obvia para sus enemigos, era por ello que buscaría un pasadizo, esas paredes no podían ser impenetrables. Había vivido demasiado tiempo en un castillo para saber que todo tenia debilidades, para la realeza eran los mismos de sangre real, todos aquellos que deseaban escapar de esas paredes, habían creado justamente lo que necesitaban para escabullirse, pasadizos. 


—¿Cómo piensa ingresar, señor? —Pregunto su acompañante. 


—Tienes que buscar un ladrillo que este suelto. —Dijo al contrario mientras el ya se encontraba buscando, más bien tocando la pared con libertad en busca de ese ladrillo sobrepuesto que podría ayudarles a ingresar. — Vamos... Apresura. 


—Entendido. 


Quizás no todos los castillos eran iguales, tras buscar por largos minutos lo estaba dando por perdido, ya pensaba en como recurrir al plan B y cruzar saltando el muro, que era lo más lógico y lo que les hubiera tenido hace minutos atrás en el interior, más esos muros estaban siendo resguardados.


Fue su acompañante quien encontró el ladrillo suelto, el cual se encontraba cerca de una enredadera. ¿Cómo no lo pensó? Era la forma más útil de esconder una salida. 


—Quítalo. — Ordenó a lo lejos. 


El hombre lo retiro y lo dejo caer a un lado mientras el llegaba a su lado. Sin pensarlo más ingreso su mano por el orificio en busca de lo que esperaba, fuera una puerta, unos cuantos fierros y madera logro palpar hasta dar con una cerradura. Un sonido suave le fue el anuncio de su suerte. No sin antes mirar a su alrededor, es que abrió la puerta oculta con la enredadera, apenas se lograba abrir, supuso que era un lugar que no había sido ocupado por bastante tiempo, y pudo notar porque al ingresar. 


—Fuego...—Extendió su mano hacía atrás en una orden al hombre.


—Sí señor. 


El hombre a su lado busco encender una antorcha humedecida con alcohol que le tomo no más de unos minutos en armar, de hecho, menos de lo esperado. El implemento que utilizaban era un artefacto antiguo para ellos, al no tener velas por obvias razones, y es que la cera terminaría quemando sus manos de sostenerla. Crearon con madera donde solo se necesitaba frotar contra una lija y se encendió en cuestión de segundos, lo siguiente fue alimentar la antorcha con el fuego y dejar que la ciencia hiciera su trabajo. En ese caso, el alcohol. 


El fuego les brindo la iluminación necesaria para notar de que se trataba el lugar. Era antiguo, por lo que podía ver, un escondite que pudo ser de cualquier miembro de la realeza, por las armas que se encontraban y los implementos de entrenamiento. No podía ser un cuarto de entrenamiento para cualquiera, las finas hojas de la espada, las empuñaduras de oro, todo indicaba que era de la realeza, sin olvidar que se encontraba el símbolo de Gouryeo en todo el esplendor en cada una de las armas. Aun así el polvo del lugar indicaba el tiempo que había pasado sin ser usado, quizás un mes o más por lo que no corrían peligro estando en el lugar. 


—Señor, ¿Ahora qué? 


—Tenemos que ir... —Dijo pensando. 


Busco entre sus telas el pergamino donde se encontraba toda la estrategia dibujada por él y por Hoseok. No tenían los verdaderos planos del castillo, por ende no sabían cómo era en realidad la estructura, todo había sido dibujando por las instrucciones que dejo Jimin escritas en la carta, gracias al infiltrado que envió a ese castillo. 


—Necesitamos encontrar un pasadizo... —Pronunció Jungkook mientras tomaba la antorcha para iluminar el papel. — El pasadizo nos llevara a la torre, desde ahí tenemos que ser cuidadosos, no hay más escondites. — Volvió a guardar el papel entre sus ropas y giro su mirada al hombre. — Es todo lo que logro buscar el espía en pasadizos, al parecer no tuvo más oportunidades.


—¿Es ese el peligro al que Hoseok se refería? 


Asintió. 


—Si, vamos directo a los guardias. — Tomo aire y soltó un suspiro suave. — Pero es un gran trabajo para un espía de unos pocos días. 


—Me trajiste para ser tu carnada. — Soltó el hombre amenazándolo prácticamente con el tono de voz.


Negó. Era obvio que pensarían así de él.


—No, tú serás quien lleve al príncipe al refugió. — Su voz gruesa una vez más hizo presencia. — 


—Entonces tu...


Asintió. 


—Yo soy la carnada. — Tenía previsto que moriría y peor, que rompería la promesa que había hecho a Jimin, volver con vida. 


Llegar hasta el pasillo principal de la torre fue toda una aventura, los minutos pasaron más rápido de lo que creía, es más, estaban retrasados, se habían perdido entre los tantos pasadizos que existían, por lo que si habían cumplido la misión el otro escuadrón estaba a salvo en el bosque con los prisioneros de la revolución del príncipe y si les había ido mejor, tenían armas necesarias para todos, podrían llevar a cabo el nuevo plan, el resto quedaba en Hoseok así como la finalidad principal de escabullirse al castillo, el príncipe. 


Los pasillos comenzaron a tener más movimiento, el ruido de los alerto, no pudieron moverse de su escondite, cosa que se arrepintió, cuando la tenían fácil para acabar con los dos escoltas de la puerta principal ahora existían seis, era imposible acabar con tres de ellos y los otros dejarlos a cargo de su compañero, mucho menos hacerse cargo solo de esos seis, pero temía que si no se movía en ese mismo momento llegarían más hombres a cubrir la puerta. 


Comenzaba a entender porque la cantidad de soldados crecía...


—¡Están atacando el castillo! —Anunció uno de los soldados. 


—Mierda... El escuadrón. — Se quejó en un susurro su compañero. — ¿Lo habrán logrado? 


—Esperemos que sí. — Respondió.


—¡Escaparon todos los hombres del príncipe! 


—¿¡Qué!? ¿Cómo lo hicieron? 


—Hay unos encapuchados escapando con ellos por el bosque.


—¡Si!. —Celebro casi en voz alta su compañero. — Señor, lo lograron. 


—No cantes victoria...—Susurro. —Nos falta la misión principal. 


El hombre asintió y vio cómo se organizaba el resto en formación reforzando la puerta. Era demasiado obvio, si rescataron a los hombres del príncipe, irían por el líder de ellos. 


—Espadas, dagas... No veo arcos, eso es bueno. — Continuo susurrando a su compañero. — Seré la carnada y tu apuntas desde el suelo con el arco. 


—¿Qué? Señor es muy peligroso. 


—Solo apégate al plan. — Se quejó entre dientes, estaban perdiendo tiempo, entre más demoraban más hombres llegarían a cuidar de Taehyung.


El hombre lo detuvo del hombro.


—Esto no era parte del plan. No arriesgue su vida. — Habló el hombre que hace minutos atrás creyó ser la carnada. 


—Soy un guardia real, hago esto por mi rey. —Así era, siempre sería por él. — Cuídame la espalda. 


—Entendido señor. 


Lo primero que hizo antes de ponerse de pie para salir de su escondite fue recordar cada momento con Jimin, dejar que su corazón se conectara a él y desde el fondo de este pedir perdón por no mantener la promesa que había hecho. Si esa noche moría, Jimin debía entender que lo amaba demasiado como para arriesgar su vida por el bien del reino, todo lo que estuvo cuidando por años. Si perdían esa batalla, al primero que obtendrían sería al rey, no quería ni imaginar que tipo de peligros le esperaban. La venganza o la victoria acostumbraba a ser la tortura del reino contrario, no a sus habitantes, sino al mismo rey con tal de hacer notar al pueblo que había caído. Lo matarían, lo torturarían o lo dejarían pudrirse encerrado. Jimin merecía ser feliz. 


Desenvaino su espada, apenas le vieron los soldados estos se acercaron corriendo, mientras él camino con seguridad, había confiado parte de su vida a su compañero, solo debía deshacerse de dos de ellos para llegar a los otros. Las flechas pasaron a su lado y se clavaron directamente en el pecho de los soldados atacantes, entonces fue que su compañero salió del escondite para ser de ayuda mientras él ya se encontraba luchando con los otros cuatro. Sabía que no era un trabajo sencillo, el hombre podía darle tanto a los soldados como a él durante el movimiento, por ende era que el intentaba exponer lo más posible el cuerpo de los otros para ser impactados directamente por la flecha contraría. 


La campana estaba sonando gracias a uno de ellos que se escapó de sus brazos, había anunciado el ataque en rescate al príncipe, por ende la torre se llenaría de guardias en cuestión de segundos. Dos contra cuatro era bastante injusto, más no fueron un desafío para Jungkook, gracias a quien le cuido la espalda, o eso fue hasta que desde el suelo le clavaron una daga por la espalda directo en su torso. 


El hombre se movió mientras el intentaba abrir la puerta a golpes con su espada, tenía que romper la cerradura antes de que los soldados llegaran, por otro lado su compañero buscaba entre los muertos una llave de acceso, esa fue la señal para el soldado, habían bajado la guardia creyéndolos a todos muertos. No noto cuando tomo la daga del suelo, el sonido metálico paso desapercibido por sus oídos hasta ser clavado en su cuerpo.


El dolor era insoportable, más su compañero ante ello no demoro en clavar una flecha en la cabeza del hombre para acabar con cualquier movimiento que pudiera dar en su contra y seguido se acercó a retirar la daga. La humedad de la sangre comenzó a manchar sus telas, sabía que iba a morir, por ello se disculpó con Jimin antes de comenzar su misión, aun así no cayó al suelo, no se rendiría hasta acabar la misión, necesitaban al príncipe de Gouryeo para acabar con esa guerra, tenía que enviar a Hoseok intacto para ver a su hijo, era lo que menos podía hacer. Eso apenas estaba iniciando.


—No. Encárgate de abrir. — Ordenó.


Si retiraban la daga solo conseguirían derramar más de su sangre y con eso perder la conciencia ante tanto liquido derramado. 


—Aquí esta. — Dijo tomando la llave y abriendo la puerta. 


—¿¡Quienes son ustedes!? —Hablo el príncipe con la espada alzada en su contra. Taehyung se alejo de inmediato, era alarmante más cuando había escuchado toda la batalla desde el otro lado de la puerta. 


—Señor, somos guerreros de Silla, estamos aquí para salvarle. — Hablo su compañero por él. 


—¿Van a salvarme? —Pronunció extrañado, era de esperarse que el chico de Gouryeo no confiara en ellos, menos con todo lo que estaba ocurriendo.— ¡Estas herido! —Pero eso no impidió que el príncipe, tal y como lo habían descrito en esa carta, se acercará con preocupación a él en el mismo intento de retirar la daga. 


—Eso no interesa. — Dijo sin cuidado recobrando la postura y alejándose del pilar de la puerta del cual se encontraba apoyado. — Este lugar pronto estará lleno de guardias, debemos salir, rápido. 


—¿Por qué...? —Taehyung seguía sorprendido, desconfiando obviamente de aquellos dos que habían ingresado a la fuerza, más pensar que lo sacarían de ese lugar, era una buena forma de confiar, ¿No?


—Responderemos eso en el camino príncipe, ahora muévase. 


Su compañero tomo el cargo de la misión o al menos la voz, puesto que el con suerte podía abrir la boca, no precitamente por no poder resistir una daga clavada a su hombro, sino porque llevaba tiempo sin ser lastimado de esa forma, incluso en las batallas del frente no había recibido rasguño alguno. Debían de escoltar al príncipe delante de ellos mientras el cuidaba su espalda. Rechazo la oferta del cambio por parte de su compañero, lo había llevado para cumplir esa tarea y no otra, si cambiaban arriesgaría al vida del único que podía llevar a salvo al príncipe hasta el refugio. 


Los pasadizos volvían a ser todo un enredo, ya estaban perdidos cuando los pasos comenzaron a escucharse. Tal y como pensó, uno de los guardias debió quedar consciente para darles su ubicación, de lo contrario no hubieran encontrado la entrada al pasadizo que habían utilizado para llegar a ese lugar. 


—Estamos muertos...—Hablo su compañero. 


—Callate. — Pronunció furioso, no podía pensar con tantos pasos escuchándose, además del ruido que tenían en el castillo en si.


—Tranquilos, conozco estos pasillos como la palma de mi mano. — Taehyung aseguro moviendo su cabeza de un lado a otro, su mirada buscaba lo que Jungkook le trajo cierto alivio.


—De prisa, ahí vienen. —El hombre ya con los nervios de punta comenzaba a preparar el arco apuntando en la dirección de los pasos. 


—Es por aquí. 


Así como Jimin conocía los pasillos del castillo en Silla, Taehyung debía conocer su propio castillo, había calculado perfectamente, a Jimin no se le pasaban detalles como esos. Si ellos se perdieron seguramente los soldados también, aunque no quito el hecho de que tuvieran suerte y dieran con ellos. Si pensaban que los pasadizos eran otra parte del castillo completamente diferente donde se conectaba todo, cosa de abrir una puerta y estar en un lugar, estaban equivocados. Jungkook conocía perfectamente la estrategía, era una que se utilizaba para cuidar la vida de los reyes, en un ataque eran el modo de escape más seguro, solo lo conocía la realeza, los guardias personales, lo cual le recordaba que el posible guardia personal de Taehyung se encontraba en servicio con su padre, por ende, no tenía idea de donde estaban. Volviendo a los pasadizos, era salir por una puerta, para ingresar a otra, los pasadizos no estaban conectados en absoluto. 


Justo al momento en el que estaban por abrir la puerta al escondite de armas una daga quedo clavada en la puerta de madera. Para su suerte, una mala puntería. Se giró rápidamente aun manteniendo su mano en su herida, pero por la parte delantera, sin olvidar que aún tenía la daga clavada tras su cuerpo. 


—Yo me encargo Jungkook. — Su compañero ya estaba a su lado lanzando una que otra fecha evitando que avanzaran con más seguridad, sin contar que aquellos que encabezaban las filas se encontraban tirados en el suelo. 


—Son demasiados... Agh.. —Se quejó. Los movimientos bruscos...Eran muy mala idea.


—Tú no puedes...


—¡Están arrestados!. —Amenazaron los soldados. 


—Vamos...


No hablaría de los estrecho que era el pasillo y la cantidad de soldados que estaban llegando, entre ellos dos no podrían con todos, y por cómo iba la situación parecía que siquiera el príncipe saldría vivo. 


Perdió la atención en Taehyung, se concentró en acabar con el resto de los hombre sin olvidar la daga clavada a su cuerpo, el dolor se lo recordaba de inmediato, sin contar que uno que otro hombre la utilizaba en su contra, la clavaba con más profundidad contra su cuerpo. La sangre que había perdido fue su debilidad, lograron golpearlo y tirarlo al suelo, era su fin, cuando vio la hoja de la espada contraria acercarse, intento bloquearla con la propia, aun en el suelo seguiría luchando. Jimin, tenía que volver por él, verlo por última vez al menos, no dejaría que le ganaran. 


Fue una espada ajena la que detuvo al soldado, y no solo eso, sino que acabo con su vida para luego ayudarle a ponerse de pie. Casi como si leyeran sus pensamientos, una acción que decía más de un 'Aun tienes mucho por vivir', que lo ayudo a volver en si. 


—¿Estas bien? —Hablo Taehyung.


—Bien, con una daga atravesándome el cuerpo. —Pronunció entre dientes quejándose. — Gracias... 


—Vamos, retrocede, tenemos que salir de aquí. 


Se adelantó por el cuarto de armas que se encontraba abierto gracias al príncipe, fue este quien luego de abrirlo tomo una espada y fue en su ayuda. ¿Cómo un hombre podía confiar en soldados pertenecientes a Silla cuando estaban en medio de una guerra? Existían diferencias, Taehyung pudo verlo en ellos. 


La puerta del cuarto se cerró, pero no demoraría en ser derribada por los soldados. Esa fue la advertencia del principe, había forzado tanto la puerta que no tenía demasiada resistencia, tenían que correr pero él en esa situación no podía salir y seguirles el paso. Trabaron la puerta con algunas de las armas, comenzando por clavar unas espadas. 


—Deben salvarse...—Ordenó mientras buscaba la forma de retirar esa daga de su cuerpo. — Tienes que llevar a Taehyung al refugió. —Apuntó al hombre del arco. — Hoseok sabe que hacer...


—¿¡Qué!? —Dijo su compañero exaltado — ¡Estas vivo! ¡Lo logramos! ¿Y esperas que te deje aquí? —Grandes palabras de un hombre que era uno de varios que prácticamente lo tenían a el en un pedestal. Era el famoso Jeon Jungkook, el mejor de los soldados, el líder de escuadrón, guardia personal del rey, estaba herido por una daga y ofreciendo su vida para proteger la huida del único que podría acabar con esa guerra. — Seré visto como un cobarde que no ayudo al capitán. 


—Te lo estoy ordenando. No puedo con esta herida, ya perdí demasiada sangre, moriré de todos modos. — Jungkook era realista, seguían el plan, y esa era una parte de él, arriesgar su vida por el bien del príncipe. 


—Si vas a morir... Al menos que sea en las tierras de nuestro reino. 


Sunghee no acepto que continuaran con los preparativos, ella tomo su vestido y se paró del asiento como pudo aferrándose a su cuerpo. Entre quejidos y demás la mujer de todos modos quería salir a recibir a los guerreros. La noticia los tomo por sorpresa, ¿Podía ese día estar más lleno de emociones? Se negó a que su mujer se moviera, incluso ordeno que terminaran el parto para cuando el volviera, el seria quien los recibiría, por ende dejo a su mujer en la oficina para salir en dirección a la entrada, mientras era seguido por todos aquellos dictando la información recientemente llegada. 


Era la decisión más imprudente de su esposa, tener al bebe luego de recibir a los guerreros solo era para asegurarse que Hoseok seguía vivo, lo entendía, tanto como ella deseaba saber que Jungkook lo estaba, pero Sunghee no podría aguantar demasiado, según ella solo sería un vistazo, Jimin saludaría y volvería al parto. 


—Tenemos más muertos, hay muchos heridos. 


—Llamen de inmediato a todos los médicos cercanos, quiero a todos trabajando en mantener vivos a los heridos. Los cuerpos reúnanlos, con los demás, les brindaremos el mayor de los homenajes a nuestros guerreros. — Ordenó Jimin. En su cabeza solo estaba la gran idea de honrar a todos aquellos que dieron su vida por él, que debió de quedarse encerrado en ese castillo como un cobarde, no había sido su decisión, odiaba la idea, pero no le quedaba de otra. 


—¡Señor! ¡Están ingresando! — Gritaron desde la entrada sin siquiera anunciarse, noticias como esas requerían de ser el 'anunció', no necesitaba más. 


Esa noticia le llevo a apresurar el paso, corrió hasta la entrada, tenía que verlo con sus ojos, ver a Jungkook y saber que estaba vivo. Nada importaba, cualquiera que le viera vería al rey desesperado por llegar a la entrada. Llegar fue hacerlo con la respiración agitada, con el corazón en la garganta y con su mirada buscando de un lado a otro ese rostro que le devolviera el alma al cuerpo, ya que desde el envió de las estrategias había perdido su alma en sobre de ese papel. Ya detenido en la entrada podía verlos ingresar a todos como unos héroes, criadas y hombres corriendo de un lado para otro, sus órdenes se estaban cumpliendo tal y como las dicto. Tras los guerreros ingresaban las carretillas guiadas por los caballos, cuerpos y hombres heridos cubiertos con telas, imágenes que no borraría jamás de su cabeza, esperaba que el otro reino también las grabara, esas personas no tenían la culpa de nada, no podrían dar la vida por ellos, jamás debió de ser de esa forma. A Jimin le dolía. 


—¿Dónde esta...? —Pregunto a sus acompañantes. Desesperado. — Jeon Jungkook. ¿Dónde está? 


—Señor... Uno de los lideres... 


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