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Dispara o dispararé por Nicole Prince

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Capítulo 2: Vigilados.

 

Después de una semana encerrados en ese piso la situación era… ¿Cómo describirla? Insoportable, en pocas palabras. Si quería utilizar muchas, no sabría ni por dónde empezar. De hecho, Tatsuya comenzaba a pensar en la maravillosa forma que podría elegir para asesinar a Kazunari, despedazarlo y que nunca llegasen a encontrar el cuerpo. Si había algo peor que enjaular a un león salvaje, era tratar de mantener a Takao Kazunari en un lugar cerrado.

Cuando Himuro eligió el piso, no se fijo en el número de habitaciones, el dinero o el espacio de cada sala. Simplemente se aseguró y pidió como requisito indispensable un apartamento con patio de luces y una entrada que diese a ella. Además, antes de llevar a cabo la mudanza, mandó tapiar todas y cada una de las ventanas que daban al exterior, excepto la del patio. Esto lo hizo con tal de facilitarles una salida si llegase a ser necesario. Como resultado, el piso tenía un aspecto lúgubre y a veces el aire se notaba un poco cargado.

Por si el encierro fuera poco, cuando decidieron quedarse con el gato, no habían pensado en el olor. Ese olor tan característico de los animales que quizá, en un espacio abierto no se notaria tanto, pero no estaban en tal lugar; Incluso Takao, que adoraba el maldito gato, había aceptado que tenían que deshacerse de él ¿pero cómo? Eran seres con conciencia y completamente en contra del abandono de animales. Al final, como no tenían más remedio, aprovecharon un día para salir, respirar aire fresco, dejar el gato en un veterinario y comprar comida.

A pesar de que no era un día excesivamente bonito, para Takao lucia increíble y, por supuesto, a Himuro le hacía feliz ver lo encantado que estaba su amigo. No eran muchas las posibilidades que poseían ambos chicos para vivir un poco más… como jóvenes. Sin embargo y muy a su pesar, eran incapaces de disfrutar de ese momento al completo.

 

- “Debería encargar a alguien que nos comprase la comida, no deberíamos haber salido”- Pensó Himuro, mirando hacia todas las esquinas.

- Ne, Tatsu- Lo sacó el pelinegro de sus ensoñaciones, adivinando lo que estaba pensando- No pongas esa cara ¡necesitábamos salir!- Ser extrovertido y libre por naturaleza, el pelinegro de verdad necesitaba salir.- Además, estamos en un barrio increíble.

 

Ocuparon su mañana en compras, paseos, visitas a tiendas famosas, en resumen, a cosas que se podían considerar perdidas de tiempo. Fingiendo ser esas personas normales que en realidad no eran. Finalmente, se pararon a comer algo rápido en un McDonald’s.

 

- Tatsuya, tengo un mal presentimiento…- Susurró de momento-  Me siento inquieto, como si algo fuera a suceder… ¿Dónde me dijiste que estaban Tetsu y Kagami?- Tetsuya Kuroko y Kagami Taiga, el hermano y cuñado de Tatsuya y lo más parecido que tenia Kazunari a una familia.

- Ah… Pues, en América… Ya sabes, Taiga estuvo trabajando allí unos años, antes de conocer a Kuroko y casarse; les he conseguido un buen lugar.- Lo poco que podía haber hecho por ellos.

- Claro… a veces se me olvida que hay vida más allá de esto ¿estarán bien?-

- Supongo… los echo de menos ¿deberíamos volver?

- Sí… vamos.- Caminaban despacio, atentos a su alrededor pero tranquilos a la vez; lo más tranquilos que podían estar.

 

 

“Así que, ahí estás…”- Pensaron dos personas al unísono, pero en diferentes lugares.

 

Una vez más, Hanamiya encendió un cigarro. Llevaba tantas cajetillas que incluso había perdido la cuenta. Y el frío, ese maldito frío que helaba hasta sus huesos. Pero aun así, mientras se acordaba de todos sus muertos, no podía precipitarse. Y eso que de lo único que tenía ganas en ese momento era de entrar en la casa y partirle la cara a ese ‘niño bonito’. Estaba frustrado ¿qué habría hecho ese tipo para merecer tanta faena? Fuese lo que fuese, tenía muy cabreado a sus jefes. Lo curioso era que le habían dado instrucciones precisas, lo querían vivo y enterito, así que Makoto tenía que encontrar la manera para atraparlo.

 

- “Aunque más me gustaría destrozarlo, joder”-

 

 

Y sin embargo, a pesar de toda su frustración, cuando lo vio salir esa mañana su corazón se aceleró. Pero no hay que equivocarse, no de alegría, ni como si de un enamorado se tratase. Más bien, como el corazón de un depredador se aceleraría ante una suculenta presa. Por un momento, por un solo momento, pensó que estaba a punto de terminar. Pero no, no lo estaba ¿¡quien coño era ese otro pelinegro!? ¿¡¡Tenían un gato!!!? Esto debía ser una jodida broma, no solo le habían dado mal la información, sino que además el susodicho, estaba viviendo tan jodida y tranquilamente como cualquier otra persona. Esto era un chiste. Todo lo que tenía que ver con ese hombre no tenía ni un puñetero sentido.

De momento un brillo extraño, como un reflejo, le llamo la atención. Lo estaban vigilando, conocía ese brillo tan común cuando tratas con francotiradores. De hecho, el mío evitaba siempre estar en una zona soleada cuando usaba su M110 SASS, un capricho que se dio a sí mismo; Fuese quien fuese ese tío era un poco patán.

Momentáneamente, una idea cruzó su cabeza dejándolo congelado por un segundo ¿sería una trampa de la Yakuza? No podía ni imaginarse que le hubiesen dado mal la información, esa gente no comete errores. Sin llegar a perder de vista a esos dos, repasó mentalmente todos sus últimos trabajos ¿Había algo en lo que hubiese fallado? Pero eso no podía ser, Teppei era su… como su padre. Algo extraño había en esa situación.

Dudando o sin dudar, al caer la noche comenzó la operación. No obstante, por primera vez en muchos años era incapaz de centrarse completamente en lo que tenía que hacer, habían demasiadas incógnitas en su cabeza y muchos elementos que no habían entrado en su plan inicialmente.

Utilizando unos de las muchas herramientas que le facilitaba su jefe, se descolgó lentamente por la fachada del edificio. Tenía que poner todas sus habilidades en juego mientras llevaba a cabo muchas acciones a la vez: Descolgarse sin abrirse la cabeza, que no es tan fácil como sale en las películas, no ser descubierto, no hacer ruido, evitar ventanas ajenas, al igual que lugares iluminados o que diesen a la una calle abierta. Además, tenía que poner sus seis sentidos en descubrir cualquier pequeño dispositivo de alarma. Y por supuesto a la vez, maldecía a todos los directores de cine, escritores y mentes pensantes que hacen pensar al resto del mundo que cosas así son una tarea fácil.

Terminando el descenso, consiguió llegar a la única ventana de todo el apartamento que estaba abierta. No había sido hasta un par de días atrás que se dio cuenta de esa pequeña obertura en la impenetrable fortaleza que Himuro Tatsuya había creado para él.

 

- Comienza el juego, ratoncitos…- Susurró. Su primer objetivo era llegar hasta su presa sin ser descubierto.

 

 

Pero una vez más, ahí estaba el pelinegro para frustrar sus planes. Pues, lo que no sabía Makoto es que en la estructura del edificio estaban incrustados unos monitores de alarma inmediata y que cada noche, Himuro encendía las alarmas.

 

- Takao, despierta- Susurró Himuro mientras tapaba la boca de su amigo. Este último solía ponerse de un humor terrible si lo despertaban y no era momento para que se pusiera a dar voces.

- ¿Mmmhp?- Intentó hablar el ‘amordazado’.

- No grites- Repitió, destapándole la boca- Alguien ha entrado en casa, sigue en la cocina.

 

Aun un tanto adormilado, el pelinegro se levanto con sigilo, como si se tratase de un gato. Ambos chicos se armaron con todo aquello que Takao tenía en la habitación. Tatsuya, por una parte, prefería las pistolas, tanto de larga como de corta distancia. Takao sin embargo, era mejor con los cuchillos. Aunque ambos eran buenos en las dos cosas, su especialidad eran los cuchillos. Tenía una precisión prácticamente milimétrica que le permitía acertar incluso a grandes distancias.

Como no buscaban un enfrentamiento directo, con dinero y poco más, salieron en busca de una salida. Descartando la ventana de la cocina, la única abierta al exterior, su último recurso era la puerta. Querían irse en sigilo, sin que el otro se diera cuenta, pero claro…

Aun no habían llegado a la puerta cuando se escuchó el primer tiro. Alarmados, se miraron el uno al otro intentando ver si habían alcanzado a alguno y cuál fue su sorpresa al ver que no, esa bala no iba dirigida a ellos. Sabiendo que no podían perder ni un segundo en mirar atrás, comenzaron a correr. Algo raro estaba ocurriendo y, sinceramente, no tenían ganas de descubrir qué.

Pero el destino es algo complicado y caprichoso. Y parece que tenía pensado que esa noche nada saliese bien a nadie. Antes de llegar a la entrada del edificio, quedaron atrapados en un fuego cruzado.

 

- Kazu ¿estás bien?- Le preguntó, resguardado tras una pared.

- Aha, para ser de la Yakuza, son un poco patosos ¿ea?- Su amigo no pudo más que reír en contestación.

- Maldito Kazunari…- Tenía humor hasta en esas situaciones.

 

Esa misma risa fue la que murió en sus labios, al mismo tiempo que una bala hería a su compañero, por la espalda.

 

- ¡¡¡KAZUNARI!!!-

 

Una vez más, el destino, Dios o en lo que quiera que creáis, le demostró a Himuro Tatsuya que esa noche no había nada de su parte. Pues, antes si quiera de poder llegar hasta su amigo, cayó noqueado por una corriente eléctrica que llegó hasta sus huesos.


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