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El gran dragón rojo // Thorki por javithabadeer

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Había perdido la noción del tiempo; el movimiento del barco en marcha ya no era la brusca oscilación debido a las olas al chocar con la fina madera. Ahora estaban casi estáticos en un lugar, lo que le hizo crecer su incomodidad. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde habían llegado? Trató de poner mayor atención sobre los sonidos producidos fuera del barco, pero no escuchaba nada; la serpiente que viajaba a su lado no estaba y eso hizo crecer más su angustia. Quiso probar con llamarle con aquel dulce canto que caracterizaba su comunicación, pero no se animó, eso se traduciría en llamar la atención y hacer que sospecharan. Tuvo que tomar un momento para respirar y tranquilizarse. Seguramente, su protegido se había alejado lo suficiente para conseguir comida y resguardo, lo que significaba que habían llegado a un muelle, donde los humanos desembarcarían.

La imagen le había producido escalofríos, en ese lugar los humanos solían "mercadear" con productos exóticos y costosos. Sabía que él no estaba ahí exactamente con fines sin lucro y que al llegar a tierra sería vendido al mejor postor. Sí es que llegaban a quererlo claro, pero ¿Quién no querría poseer un ser como él? 
Claro, podía producir malestares a quien fuera que le alejara de su destino, con el único fin de llegar a donde ese rubio, porqué pasara lo que para, él regresaría a donde se encontrara Thor, descendiente de la raza más poderosa que haya pisado las tierras.

Trató de estirarse, pero el lugar era muy reducido como para moverse libremente, además de que una punzada había atacado su cola y costado, recordándole que aún estaba herido y que no debía moverse mucho si no quería morir. Frunció el ceño, si bien quería curarse, necesitaba de otros elementos con que hacerlo. Comida, agua limpia y llena de oxígeno, porque la pecera donde él se había sumergido prácticamente se quedaba sin reservas de ese preciado elemento. Prefirió dejarlo así y descansar, necesitaba guardar fuerzas para cuando el hombre que había visto regresara, necesitaba hablar con él, era su destino, su futuro y el de otros seres dependía de ese rubio. Se acunó nuevamente, enroscando su grisácea cola, comenzaba a preocuparse, debía salir pronto porqué si no, definitivamente moriría ahí. Tras poco tiempo de descanso, que en realidad no le sirvió para nada, sus aturdidos sentidos pudieron captar el sonido de las botas bajando por la escalerilla. Sí estuviese en su juicio, hubiera saltado altanero para enfrentar cualquier amenaza que se acercará a él, pero no podía. Su cuerpo se mantenía débil y cada segundo en aquella prisión de cristal lo debilitaba aún más.

Por la poca luz que había, debido a la presencia de las antorchas que cargaban los hombres que temerosos habían sucumbido a sus amenazantes movimientos anteriores y se había colocado casi dos metros lejos suyo, pudo divisar el rostro del navegante que había conocido noches atrás. Lucía un poco más desalineado, pero no perdía aquel porte masculino que había concebido como herencia. Era acompañado de otro hombre, un longevo conocedor a su parecer, quien mientras hablaba con el rubio, él se permitía analizar su persona con solo verle un momento, casi en un pestañeo; se reprimió asimismo, en sus últimos momentos y él seguía jugando con los dones con los que se le había dotado. Cansado, solo atino a enroscarse en lo que los hombres terminaban su plática, no podía creerlo, realmente su cuerpo se sentía más cansado de lo usual y no podía entender muy bien a lo que se referían.

Una vez el marino estuvo solo, sintió su penetrante mirada cerúlea, lo estaba inspeccionando, claro, debía asegurarse de que seguía con vida pero él se sentía demasiado molesto y cansado como para molestarlo más, pero la gruesa voz del contrario le estremeció. ¿Realmente iba a preguntarle eso? ¡Él tampoco le servía si se estaba comportando como un pelmazo! Prefirió ignorarlo, gastar energías en un momento de tensión como esa no era opción, pero la sensación le había durado poco; el sonido de su jaula trozándose encendió todas las alertas en su cabeza. Bueno, eso podía ser o muy bueno o jodidamente malo. La presión hidrostática hizo lo suyo contra el débil cristal, liberando así su cuerpo de ese minúsculo lugar donde había sido encerrado.

Con movimientos bruscos, comenzó a dar zarpazos con sus brazos, buscando la mejor posición en que apoyarse contra la húmeda madera. Con dificultad comenzó a respirar el oxígeno en el aire, debía hacerlo, aunque ciertamente prefería tomar una bocanada y regresar al abrigo del mar. Su cola se movió levemente haciendo que un alarido saliera de su boca. En tierra sus movimientos eran más erráticos y torpes, por lo que le lastimaban más aquella herida que el arpón había causado. El hombre lo miraba atónito y sin pensarlo, porque realmente no creía que alguien en su sano juicio haría lo que ese marino hizo, le tomo una hebra de cabello para despejar su rostro. La acción lo había tomado desprevenido por lo que sus ojos se exaltaron levemente de sus cuencas para luego agudizarse analizando la postura que tenía sobre el otro. Con la mayor fuerza que pudo reunir, levantó su brazo en un ágil movimiento y tomo por la muñeca al otro, haciéndolo sobresaltar, pero no le permitió huir.

—Agua. —Exigió mientras se arrastraba torpemente por la madera para así poder estar frente a frente del otro; su apariencia no era la misma que la de sus ancestros, no poseía ningún rasgo dragonico pero sabía que era él, lo sentía dentro suyo. Sabía que ese hombre era el que tenía que buscar y pedir auxilio, pero necesitaba sobrevivir para eso. —Necesito agua

 


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