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Minis tú y yo por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Advertencia: Posible OcC en casi todo el OS

 

—¿Te pones mascarillas?

 

Reborn odiaba escuchar a su maestro en esos momentos, en realidad no le molestaba el sujeto en sí, ni la forma de enseñanza que ese rubio militar idiota tenía, lo que le molestaba era la voz chillona que usaba cuando hablaba por teléfono con “esa” mujer, cuando se burlaba de algo o cuando estaba algo ebrio… Su límite de tolerancia era nulo cuando esas tres condiciones se juntaban en una sola, como en esa ocasión.

 

—Rubio idiota.

 

Por eso no le costaba nada golpearlo con lo primero que se encontrara en su camino, en esa tarde fue coincidentemente —no tan coincidente—, el arma de su propio maestro; misma que se estampó en medio de esa cara tallada por una madre cariñosa y un padre pendejo —eso creía Reborn—. Soltó una risita al verlo retorcerse de dolor e inclinarse hacia el frente, pero sin dejar de sujetar el celular por el que platicaba con “esa” mujer. En parte le caía bien “esa” mujer porque…

 

¡Colonello! ¡Contesta, maldita sea! —sí, tenía carácter, y no entendía por qué “esa” mujer se fijó en ese rubio idiota.

—Lo siento —se frotaba la nariz revisando que no sangrara—, es que una rata hizo que algo se cayera y me golpeé.

—Idiota —replicaron tanto por la línea telefónica como por quien seguía colocándose su mezcla de avena y miel en el rostro.

 

Reborn obvió los reclamos susurrantes de su maestro rubio mientras seguía aplicando la mezcla con cuidado sobre toda el área de su rostro. No quería acné ni una piel reseca, obviamente porque eso afectaría a su impecable imagen y no era bueno siendo que todavía estaba a media enseñanza en su campo de acción.

Escuchó a Colonello seguir parloteando por un rato con “esa” mujer de la que sólo conocía la voz —eso por seguridad de todos los integrantes de ese negro círculo social—, y él siguió con su rutina nocturna que no iba a cambiar ni porque en esa ocasión tuviera que compartir habitación porque el estúpido hotel se confundió en la reservación.

 

—El amor te vuelve idiota.

 

Rodó los ojos mientras acomodaba su cintillo, el cual sujetaba sus mechones azabaches delanteros y sus patillas rizadas para que no cayeran sobre su rostro cubierto por la mascarilla. Respiró profundo para obviar el cuchicheo dado por su maestro mientras hacía gestos con las manos y sonreía de forma estúpida, porque su mascarilla tenía que secarse y su rostro permanecer sereno por veinte minutos contados.

 

—¡Claro que puedo!

 

Reborn giró hacia el rubio, y si hubiese podido mover su rostro hubiese hecho una mueca de asco entremezclado con duda, porque Colonello no podía estar hablando en serio. No podía…, pero igualmente lo hizo. Reborn lo supo cuando el rubio empezó a reírse emocionado mientras pactaba el lugar de la cita de esa noche con la mujer “esa”. Tuvo que ignorar que le faltaban cinco minutos y corrió a quitarse su mascarilla para poder mover sus músculos faciales sin tener consecuencias ni arruguitas. ¡Por dios! ¡Todo menos arrugas en su muy bello rostro!

 

—Te veré en una hora entonces —sonreía emocionado—. Yo invito hoy, la siguiente lo haces tú… Nos vemos —suspiró antes de colgar.

—Oye —Reborn obvió el giro completo dado por el rubio y esa odiosa sonrisa mientras tarareaba algo, para encararlo—. No te puedes ir, ¿sabes?

—Tengo una cita, Reborn —festejó porque obviamente su trabajo impedía muchas veces esos encuentros—. Y voy a ir~.

—Pobre de esa mujer —arrugó su nariz—. Tiene malos gustos.

—No me afectan tus burlas, Reborn —Colonello empezó a buscar sus cosas y lo que iba a ponerse tras darse una ducha.

—Maldita sea, Colonello. ¡Te dije que no puedes ir!

—¡No te escucho! —se quitó la chaqueta y la camiseta antes de entrar al baño— ¡Ya abrí la ducha!

—¡Maldito idiota! —impidió que esa puerta se cerrara y lo persiguió—. Eres mi maldito maestro, el adulto, así que compórtate como tal.

—Lala~ NO te oigo —canturreó mientras empezaba a asearse y dejaba que el vapor ascendiera detrás de la cortina cerrada.

—¡No me puedes dejar solo!

—Ya tienes diecisiete años, Reborn —silbó suavemente—. Puedes quedarte solito en este hotel.

—Por dios —el azabache se frotó las sienes en busca de paciencia.

—¿No me digas que te dio miedo la película de terror que estábamos viendo? —se rió a carcajadas.

 

Reborn salió de ahí a paso apresurado en dirección a la mini nevera para buscar algo. Sentía su ira fulgurar, sus ganas de matar a su maestro incrementarse con cada carcajada que seguía escuchando a lo lejos, por eso tomó los hielos que pudo y se encaminó de nuevo al baño. Disfrutó mucho de abrir la cortina —agradecía que el vapor cubría el cuerpo desnudo de ese idiota, porque no quería ver porquerías—, sonreír de lado y lanzar los cubitos de dos en dos al rubio idiota que estaba enjabonándose todavía.

No le daban miedo esas películas…, ya no. Pueda que antes sí porque había que aceptar que leer “basado en hechos reales” lograba sacarle de lugar a cualquiera, pero ahora que estaba metido en un negocio bastante… oscuro, eso perdió sentido. Tenía otras razones por las que no quería quedarse solo en esa habitación de hotel barato —ni tan barato, era decente y muchos turistas lo habitaban—, las pensó con cuidado desde que le encargaron proteger “eso” junto con su maestro.

 

—¡Ya basta, Reborn!

—Eres un idiota —lanzó el último cubito y se fue.

 

No podía creer que, de todos los buenos maestros dados en la familia Arcobaleno, a él le asignaran el más idiota, ¡por dios! Hasta hubiese aceptado que su maestro fuera ese chino de cabello largo porque se veía poderoso, pero no, a Skull le tocó ese. ¡Maldita sea su suerte!

Entonces se tiró a la cama matrimonial y pataleó como un niño berrinchudo porque no sabía qué más hacer, porque era consciente de que Colonello no iba a cortar su cita con “esa” mujer ya que estaba embobecido por el amor. Porquerías. Esperaba que “esa” mujer se diera cuenta de lo mal partido que era Colonello y lo votara.

 

—Sigues enojado, mi pequeña diva —se burló mientras se secaba el cabello.

—Eres un idiota —frunció su ceño.

—Sólo será esta noche, Reborn.

—Lo mismo me dijiste las ochenta veces anteriores, maldito —suspiró y miró al techo—. Y cámbiate en otro sitio, depravado.

—Ignoraré tu mala actitud —sonrió Colonello antes de seguir con lo suyo—. Como recompensa por ser tan buen niño, te traeré lo que quieras, Reborn.

—Ignoraré tu idiotez —giró su cabeza hacia el armario— y te recordaré que protegemos “eso”. ¡Protegemos!

—No pasará nada —se colocó el desodorante—. No ha pasado nada desde que llegamos a este país, y ya mañana entregaremos el pedido del jefe. Tú tranquilo y yo nervioso.

—¿Y si pasa? —se sentó derecho— ¿Qué carajos quieres que haga si pasa algo?

—Yo sé que tú priorizarás nuestra carga —sonrió antes de perfumarse y colocarse bien el cuello de la camisa—. No dejarás que nada le pase a “eso”.

—¿Sabes lo que nos pasará si perdemos la carga?

—Yo confío en mi mejor y más guapo alumno —sonrió antes de palmear los hombros del azabache—. Yo sé que Reborn, quien será el mejor asesino del mundo, cuidará de nuestra preciosa carga.

—Eres un imbécil.

—Confío en ti —sí, subirle el ego a Reborn siempre funcionaba.

 

Reborn miró el reloj de pared y maldijo porque recién daban las ocho de la noche. Sería una jornada larga y desde ya estaba tenso porque era la primera vez que cuidaría él solo de un paquete de clasificación mayor para su jefe. Si fallaba en esa misión no sólo lo castigarían por primera vez en todos sus años como partícipe de esa familia, sino que se alargarían su tiempo para poder ser considerado un subordinado de peso y lo liberaran de su maestro para volverse independiente. Pero mucho peor que eso era que…

 

—El estrés arruinará mi cutis —bufó.

 

Podían burlarse, pero para su trabajo —y para la efectividad de sus misiones—, tener una buena apariencia era primordial. Así podía engatusar a cualquiera y sacar la información que deseaba sin necesidad de usar torturas o violencia física. Claro que también era bueno en la pelea, uso de armas, conocía métodos de interrogación efectivos, pero siempre era bueno guardarse todas sus virtudes para los momentos adecuados y hacer un trabajo pulcro sin mucho esfuerzo.

Por eso recurría a ciertos métodos que le asegurarían uno o dos sistemas de seguridad extra. Si bien ocultaron su paquete debajo de la fina madera de ese armario, cubrieron su acceso con extremo cuidado y colocaron algunos paquetes falsos para despistar, además de las trampas y sistemas de alarma simples pero efectivos en las entradas principales, Reborn tenía un pequeño truco que estaba seguro funcionaría.

 

—¿Y por qué no iba a funcionar? —sonrió de lado antes de empezar con su ducha.

 

Estaban en el tercer piso, las escaleras de emergencia llegaban sólo hasta el segundo y el acceso estaba atorado. Las ventanas tenían un leve dispositivo que conectaba a una descarga que alertaría de intrusos y una alarma interconectada a dos celulares. La puerta fue asegurada y tenía sensores infrarrojos activados que no serían visibles si es que no se tenía conocimientos de ese tipo. Todo estaba bien previsto cuando Reborn terminó de asearse y se perfumó sutilmente para completar su buena fachada.

Dejó lamparitas de noche encendidas, una casi a la entrada y otra iluminando su habitación. Estaba bien, así que vería películas por un rato antes de dormir. Ajustó la calefacción para que fuera perfecta, tenía un par de botanas, su celular cerca, verificó su “carga” antes de centrarse en su entretenimiento y cuando las diez de la noche se completaron decidió dormir.

Se miró al espejo un momento y sonrió. Su rostro era impecable, sus ojos un par de joyas irremplazables, sus patillas perfectamente espiraladas eran encantadoras y su cuerpo en sí era un conjunto de curvas perfectas en los lugares correctos. No tenía un cuerpo en extremo musculoso, pero se delineaba perfectamente, además, sus clavículas eran un pecado por lo bien marcadas, su cintura era de envidia y ni qué decir de su trasero. Era perfecto, ¡por dios!

 

—Y si no caen con eso.

 

Se quitó la sudadera que lo cubría y sonrió antes su reflejo. Su camiseta de manga larga de color negro semitransparente era un pequeño lujo que dejaba para esos días en donde no estaba seguro de si sus demás trucos funcionarían, además, sus pantis que simulaban la figura de un bóxer bastante corto —pero que era de tela fina y transparente—, eran el complemento perfecto. Mejor no podía verse.

 

—Lógica, querido —le hablaba a su reflejo—. Si todo lo demás no funciona, qué mejor que se entretengan contigo lo suficiente para pensar en cómo deshacerme de los intrusos.

 

Más le valía a Colonello no entretenerse mucho con “esa” mujer, aunque conociéndolo era imposible, pero con tal de que no desapareciera más de una noche estaría bien. Al siguiente día sería la entrega así que no sería más su problema.

 

—Llegó la hora de mi sueño de belleza.

 

 

Intrusos…

 

 

Eran las tres de la mañana, ya nadie estaba en pie pues, si no se habían dormido ya, estarían en la zona de bares a cuatro cuadras lejos de los hoteles de calidad. Ahí sólo estaban los residentes que querían descanso, así que, si eran lo suficientemente silenciosos, cualquier atacante tendría su victoria asegurada.

Lo mejor era que no era cualquier delincuente.

Sonrió antes de fijar su vista en el pequeño cable oculto debajo de un montoncito de pelusa en el borde del marco de la ventana. Básico. Lo cortó para desactivar la alarma. Pero sonrió cuando notó también otro dispositivo interno a la ventana que le daría una leve descarga si no tenía cuidado. Ese le costó un poco más, pero usando una delgada navajita logró desacomodarlo, sacarlo sutilmente fuera de la ventana y cortarlo.

Había que reconocer que esos tipos sabían colocar sistemas de seguridad.

Como fuere, en menos de diez minutos ya estaba dentro. Incluso fue muy cuidadoso en abrir la ventana sólo lo suficiente para entrar y la volvió a cerrar para que nada quedase fuera de lugar. Dio un rápido vistazo y reconoció las luces que le darían una leve guía en ese cuarto. La gente que se asustaba con la oscuridad solía dejar las luces de las lámparas encendidas. Tenía suerte, así no tenía que usar su linterna y evitaría levantar alguna sospecha —cosa que dudaba porque todos los demás vecinos estaban en su quinto sueño—.

Se adentró en silencio, dejando su bolsa vacía de lado y tratando de captar los objetos de valor. Fácil, los armarios y cajoneras eran su presa. Pero debía tener cuidado con el huésped que permanecía dormido plácidamente. Se acercó para observarlo un momento, arqueó una ceja porque le calculó unos dieciocho años máximo, cosa rara porque era una habitación matrimonial, pero para gustos hay de todo. Cuanto iba a desviarse hacia el armario, se quedó quieto por el movimiento de ese chico.

Contuvo su respiración, se fijó en el perfil de quien hizo una mueca ligera y volteó el rostro hacia un lado dejando que una de esas chistosas patillas revotara sutilmente. Creyó que iba a ser todo, pero no. El chico ese se movió hacia un lateral, su pierna izquierda se llevó consigo la sábana que lo cubría y el brazo envolvió la almohada cercana, de modo que quedó casi a la intemperie. El intruso se cubrió la boca para disimular una leve risita porque ¿quién usaba esa lencería como pijama?

Bueno, existía de todo en ese mundo.

Aunque sí debía aceptar que esas “prenditas” le quedaban bien al muchacho, le detallaban bien las curvas, en especial en los glúteos y la espalda baja. Incluso con la leve penumbra podía denotar más curvas y sombras agradables a cualquier vista. Tal vez por eso quiso seguir viendo un poco más, sólo por curiosidad y morbo. Sí, morbo, había que aceptarlo. Así que ondeó su mano en el aire pues ya después se preocuparía de lo demás.

 

—Sólo un ratito.

 

Pero no era solamente el físico del chiquillo, era algo más, algo abstracto, ni tanto, pero era algo que sólo uno de sus sentidos pudo percibir. El ambiente en sí estaba adornado por la esencia de violetas apenas abiertas, un aroma muy agradable y suave que todo el cuarto tenía…, pero detectó también un aroma menos destacable pero muy sabroso a sus sentidos. Era café recién hecho, de un intenso perfecto que hizo a su lengua chasquear. Casi podía sentirlo en su lengua.

 

—Qué raro —sintió un escalofrío extraño.

—¿Y sólo te vas a quedar mirando?

 

Dio dos pasos hacia atrás por la impresión, pero reaccionó justo a tiempo para impedir que el niño se levantara y pudiese siquiera gritar o hacer algo tonto. Se lanzó encima del azabache, le cubrió la boca, forzó un poco su fuerza y sujetó una de las manos del chico a la cabecera metálica de la cama. Daba gracias al cielo que esa cama era del típico diseño con barrotes en la cabecera, así pudo aprisionarlo con facilidad usando esas esposas metálicas. Como extra, colocó todo su peso sobre el chiquillo y le impidió moverse.

 

—Casi —suspiró aliviado, pero antes de cantar victoria sintió una suave, cálida y húmeda caricia en su palma—. ¡Ay! —alejó su mano al instante y la sacudió para quitarse la sensación de cosquillas.

—Diré que el sabor de tu piel es dulce —sonrió Reborn divertido por la mueca sorprendida de su atacante—, sabe a galletas de chocolate.

—Rayos —suspiró antes de mirar al chico—, ¿no vas a gritar? —fue un error quitarse el un guante, así que se lo volvió a colocar.

—Bueno, debo suponer que, por la posición en la que estamos —elevó un poco su cabeza y vio sus piernas alrededor de las caderas del ladrón—, tienes la intención de violarme —aguantó una risita por la mueca chistosa de ese desconocido.

—¿Cuándo? —eso no lo hizo él, lo aseguraba, él no se colocó entre esas bonitas piernas—. Oye… —lo miró—, creo que lo estás disfrutando.

—Iba a gritar hasta que vi tu rostro —sonrió de lado—, aunque quisiera verlo por completo y no cubierto por el cubre bocas que llevas.

—Es por seguridad, chico —suspiró, debía decidir qué hacer.

—Me gustan tus ojos brillantes y marrones…, y tus fetiches —removió su muñeca aprisionada para resonar el metal que apretaba su piel.

—¿A qué juegas? —quiso apagar la lámpara que le iluminaba la cara, pero estaba cómodo en la prisión dada por esas piernas que se balanceaban suavemente alrededor de su cintura.

—No he tenido sexo durante un tiempo y digamos que también tengo mis fantasías.

—Wow —levantó una ceja—, estás muy loco.

—Dígame, señor ladrón —Reborn soltó una risita por la confusión ajena. Al parecer su atacante era un libro abierto—, ¿va a robarme la ropa interior o sólo me va a mirar hasta que se haga de día?

—Veamos si entendí —sujetó la mano libre del chico—, me estás diciendo que quieres tener sexo conmigo —se señaló.

—Ay —el azabache se recostó y negó suavemente—, tu lenta percepción me dio ternura —soltó una risita—. Pero sí, eso es lo que estoy diciendo.

 

Reborn no forzó su mano, la deslizó suavemente hasta acariciar la mejilla de su ladrón y se relamió muy despacio los labios. No mintió, el chico se le hizo lindo, con esa mirada que no reflejaba la vida de un delincuente, suponía era un principiante. Además, y más importante, si lograba que el muchacho se quedase con él y olvidara el robo, su mercancía estaría a salvo. También, la esposa que lo detenía no le daba otra opción; atado como estaba no alcanzaría su celular, mucho menos con su enemigo tan cerca.

 

—¿Qué dices? —susurró con su voz más sensual.

 

Deslizó sus dedos por las ligas de ese cubre bocas, y aunque inicialmente el chico quiso detenerlo, después fue él mismo quien se lo quitó. Reborn sintió un escalofrío placentero cuando apreció un rostro bastante fino, con una nariz respingada y esos labios levemente gruesos. Y si bien el desconocido llevaba un pasamontaña que ocultaba su cabello, podía ver un par de mechones claros, castaños probablemente. Era atractivo, así que valdría la pena ceder sexo a cambio de nada.

 

—Este es el atraco más extraño que he tenido —sonrió de lado—. Pero está bien.

 

Reborn sonrió cuando aquel chico se inclinó hacia él y deslizó aquella nariz por su mejilla para olfatearlo suavemente ante de rozar sus labios. Fue él quien inició el beso, uno muy suave cabe decir, muy cálido, lento, sensual, pero a la vez muy dulce; un beso que Reborn disfrutó más de lo que pensó. Le siguió el ritmo sin dudarlo, separando sus labios para dejar la lengua ajena pasar, sintiendo como la mano izquierda del ladrón se deslizaba por su pierna en ascenso a su ropa interior. Hasta esa caricia se sentía como un toque gentil y amoroso.

 

—Sin riesgos extras —el de mirada marrón sonrió antes de sujetar la mano libre del azabache y esposarla con habilidad—. No vas a ver más de lo necesario —le susurró sobre los labios antes de asegurar las esposas de la muñeca libre al barrote.

—Como que me está gustando el juego, ladronzuelo —sonrió Reborn—. ¿No me dirás tu nombre? —dijo estirándose hasta morder el cuello que se extendió sobre él.

—No, chico —volvió a ese rostro y deslizó su lengua por sobre esos labios—. Obviamente no —dejó salir un sonido ronco, parecido a un gruñido.

—Entonces ¿qué voy a gemir cuando tu amiguito —ondeó sus caderas para que su trasero se restregara contra la virilidad ajena oculta debajo de esos jeans— me llene por dentro?

—Como si fueras a poder decir algo —sonrió de lado antes de meter sus dedos por debajo de la tela y apretujar la piel de ese firme trasero.

—Ah~ —Reborn se mordió el labio porque sintió un rico escalofrío, no sólo por la promesa de una noche agitada, sino por los otros dedos que ascendían por su cintura y deslizaban su camiseta hacia arriba—. Te diré chocolate —se burló antes de abrir sus piernas por completo para que el ladrón se acomodara bien entra estas y se rozaran de forma más intensa.

—Y yo te diré… chico —pellizcó uno de esos bonitos pezones que podía ver por debajo de esa camiseta semitransparente, mientras sus otros dedos masajeaban las mejillas inferiores del azabache debajo de su cuerpo.

—Te falta imaginación —quiso reírse, pero no pudo porque el idiota ese empezó a simular embestidas por sobre su ropa—. Ey… —protestó a pesar de lo bien que se sentía—, no quiero acabar así de rápido.

—Me lo dice quien empezó a auto lubricarse —murmuró sobre la piel de ese cuello mientras su dedo índice masajeaba el esfínter que empezaba a humedecerse en una invitación para que metiera sus dedos.

—Sabes dónde tocar, chocolate —ya sentía su pezón derecho en extremo duro por los masajes contrarios—, y sabes usar tus encantos —sonrió antes de morderse el labio inferior.

—Ay… y yo creí que un omega no me iba a descubrir —sonrió antes de dejar brotar sus feromonas dominantes—. ¿A que no pensaste que un alfa te atracaría hoy?

—Pues… —se mordió el labio porque ya estaba duro, sentía espasmos en la longitud de su pene y su vientre bajo, su trasero veía el cielo con un único dedo que ese desconocido usaba para dilatarlo, y su nariz picaba porque esas feromonas lo volvieron de gelatina—… es un… desperdicio —soltó un suave gemido y tiró de sus esposas haciéndolas resonar.

—Todos me dicen lo mismo, cariño —le mordió el labio inferior—. Pero como dije —su voz bajó dos tonos y causó que Reborn se arqueara—, no vas a hablar mucho —entonces, lo besó.

 

Reborn estaba consciente que omegas como él eran raros, muy raros de encontrar, eran las joyas de la corona por así decirlo; y de la misma forma los alfas. Por eso ellos serían tratados como reyes donde fueran, serían acogidos con una sonrisa por buenas familias ya fuera para volverlos herederos o para conformar la familia. Ellos, por ser de una casta diferente, podían conseguir lo que desearan. Pero para Reborn las cosas fáciles eran aburridas y por eso se unió a los Arcobaleno…, pero ¿y ese alfa ladrón? ¿por qué hacía algo tan ridículo como robar?

 

—Parece que lo disfrutas mucho, atún.

 

Reborn se quedó de piedra al escuchar una segunda voz, y cuando los labios de aquel ladronzuelo soltaron los suyos, giró su cabeza rápidamente hacia un lado de su cama. Se sorprendió al notar unos ojos parecidos a los de quien estaba sobre él, de un marrón un poco más claro y que lo miraban con diversión. Después se fijó en el alfa sobre él y este sonrió antes de retirar sus manos de sus puntos sensibles y elevarlas en señal de paz.

 

—Son dos.

—Y con aromas casi semejante —el segundo intruso sacó la lengua y la repasó por sus labios—. ¿Qué tal un trío?

—Demonios —Reborn forzó una sonrisa y se obligó a guardar la calma. Se centró en uno de esos alfas, pero era verdad que no detectó al otro—. Doble gusto —soltó una risita.

—Olvídalo, conejo —el primer ladrón se alejó apenas pudo.

—¡Ay! —aplaudió suavemente—. Yo sabía que podías, atún —sonrió el segundo antes de sacar rápidamente cinta de su bolsillo y colocarla sobre los labios de su huésped—. Entretuviste bien a nuestra querida víctima.

—Mgh… mgh —Reborn intentó hablar, pero soltó el aire por la nariz cuando se dio cuenta de que no podía.

—Eres lindo —el segundo ladrón se quitó el cubre bocas demostrando que su rostro era idéntico al de su compañero—. Un omega lindo —aspiró el aire—, y sabes usar tus feromonas. Debo confesar que casi me aturdo cuando entramos por la ventana, pero ya sabes —elevó una bolsa llena—, trabajo es trabajo.

—Conejo, dime que ya tienes todo —el primer alfa estaba alterado, frotándose el rostro antes de colocarse el cubre bocas, caminando de un lado al otro—. Por favor —suplicó.

—Ya tranquilo, atún —rio divertido—. Ya sé que fingir ser todo un alfa depredador te cuesta —rió quedito—, pero lo hiciste bien —le palmeó la espalda—. Ya puedes ser tú mismo y sonrojarte como un tomate por la vergüenza.

—Ay, dios —ni bien su hermano dijo eso, su rostro se volvió de un rojo intenso—. ¡No puedo creer que hice todo eso!

—Ya extrañaba a mi atún avergonzado —lo abrazó con ternura y le palmeó la espalda—. Ya, ya, ya. No te volveré a pedir que distraigas a nuestra víctima.

—Vámonos —suspiró antes de alejarse y tomar la otra bolsa llena.

—Adiós, chico~ —canturreó el segundo cuando se volteó hacia el omega atado—. Fue divertido~ —miró a quien ya abría la ventana—. Despídete, atún. No seas grosero.

—No lo haré —chilló agudizando su voz y saliendo con prisa—. Muévete o te dejo, conejo tonto.

—Sí, sí —suspiró al ver a su hermano desaparecer y luego se giró hacia el azabache—. A que te gustó el lado salvaje de mi atún —le guiñó el ojo a Reborn—. Los iba a dejar seguir, pero ya tengo lo que quiero. Fue un gusto conocerte… chico~. Hasta nunca.

 

Reborn quería darse un golpe contra la pared por ser tan descuidado. ¡Por dios que no se fijó en el segundo delincuente!… Odiaba aceptar que ese par fueron bastante inteligentes como para combinar sus aromas y ser sigilosos en su ejecución… ¡PERO CARAJO! No sólo le habían robado y humillado…, lo dejaron caliente y esposado.

Le dolía la entrepierna bien dispuesta a ser tomada en cuenta como sujeto de cualquier fetiche, su entrada todavía palpitaba porque no más de dos dedos la invadieron y estimularon con delicadeza, su cuerpo ardía por el toque de ese estúpido chocolate, y se quedó con las ganas de comprobar si ese lado del ladrón era real o sólo una muy buena actuación.

Lo más grave era que no sabía cuánto o qué se habían llevado, además tenía que liberarse antes de que Colonello regresara y lo hallara en esas fachas. No iba a ser la burla de ese rubio idiota, es más, le echaría la culpa de lo que acababa de pasar a ese tonto y se libraría como fuera del castigo. Iba a ser una noche larga.

Lejos de ahí, el par de ladrones caminaban codo a codo con su botín oculto dentro de unas maletas que cargaban en sus espaldas. El “conejo” era el menor y se reía de su hermanito gemelo mayor y quien estereotipadamente debería ser el más osado, pero su “atún” jamás fue de esos. Era su adorable hermanito mayor, le gustaba verlo avergonzado porque este no podía dejar de susurrar incoherencias avergonzadas por su accionar reciente. Adoraba molestarlo con esas cosas.

 

—Eres un alfa —sentenció con seriedad—, eso de ser el dominante debería serte natural.

—Cállate, Natsu —respiró profundo, pero sus mejillas no bajaban de tono rojo semáforo.

—Tsuna —sonrió y le rodeó los hombros con su brazo—, qué salvaje eres. Mira que seducir a un desconocido —rio.

—¡Cállate! —lo empujó—. ¡No quería hacerlo y lo sabes!

—Pero perdiste en el piedra, papel y tijeras.

—¡Natsu! —se detuvo y enfrentó a su hermano—. Sabes que estoy comprometido… Y yo acabo de…

—¿Qué? —se burló—. No hiciste nada más que tu obligación de distractor, además— sonrió—… no creo que tu lindo prometido te reclame nada.

—Oye, Natsu —suspiró—. No hablemos de esto.

—¿De cómo casi te coges a un omega desconocido? —fingió estar horrorizado— No, como crees.

—¡Es en serio!

—Okey, Okey.

—A menos tenemos esto —elevó sus hombros para hacer resonar el contenido de su maleta.

—Obvio —palmeó su mochila—. El encargo importante de los Arcobaleno, será un buen obsequio para tu futuro suegro.

 

Cada uno tenía sus razones, cada uno sus misiones. No tenían idea de que los tres desconocidos que se toparon esa noche, poseían más de un lazo que los unía de forma indirecta a un mundo en el que les costó ingresar por sus intereses personales o por promesas dadas a alguien importante. Pero en algún punto lo sabrían.

 

 

Extra…

 

 

Reborn había ascendido a ser subordinado independiente unos tres meses después de que su maestro fuera severamente castigado por dejarlo solo y con eso dejar que su muy importante entrega fuera hurtada por desconocidos. Cabe decir que Reborn manipuló todo a su favor, incluso se esposó de nuevo en la cama —porque se liberó primero para arreglarse un poco y parecer decente—, y se drogó un poquito para fingir que de verdad lo noquearon.

Obviamente ese fracaso sería un secreto que se llevaría a la tumba.

Y ahora estaba ahí, en una misión menor, siendo el escolta de su jefe Bermuda en esa reunión de mafiosos para la fiesta organizada por la alianza Simon-Vongola, disfrutando del vino y la música suave mientras su jefe le presentaba a muchos de los mafiosos con los que debería tratar a futuro. Algunos enemigos, otros aliados, unos pocos sólo siendo contactos de negocios, pero todos fingiendo estar en paz porque se llevaría a cabo la fiesta de compromiso y la declaratoria de unión de las dos familias más poderosas en su rango social.

 

—Qué ridículo —murmuró.

—Un matrimonio arreglado no tiene que ser algo color de rosa, Reborn —el azabache miró a los líderes de Simon y Vongola brindando tras una plática amistosa—. Sólo debe ser conveniente.

—Basta con un tratado de paz.

—A veces no es suficiente y mediante un matrimonio se asegura que no se atacarán entre ellos.

 

Reborn entendió, sí, pero seguía sin gustarle todo eso. Sin embargo, admitió que la comida y la bebida eran fenomenales, así que dejó de quejarse, hasta charló con algunos miembros de la fiesta y bailó un poco con las mujeres del lugar. Pero dio gracias al cielo que en cierto punto el líder de Vongola y el de Simon tomaron la palabra dando el anuncio tan esperado de esa noche. Sería solamente soportar un poco más y se irían a casa, porque no podía retrasar más sus horas de sueño embellecedor.

Siempre diva, nunca indiva.

Pero no pudo centrarse en fingir estar emocionado por las palabras de esos dos hombres maduros, porque ante sus ojos se hallaba un rostro que reconoció bien y que por fin se completaba con los rasgos que no pudo apreciar en la penumbra. A quien vio fue a uno de los ladrones que lo dejaron con el orgullo por el suelo. De castaños cabellos ondeados en desorden de forma anti gravitatoria, de mirada chocolate, de labios color cereza que formaban una sonrisa amable, y de altura considerable pero que no sobrepasaba la suya.

¡Juraba que se las iba a cobrar! Pero tenía que esperar un poco más, sólo un poquito más hasta que hubiese menos testigos. Aunque nunca se imaginó que aquel alfa giraría hacia él y al reconocerse de forma mutua le ondearía la mano amistosamente, incluso señalando un lugar apartado de la fiesta donde sólo los dos pudiesen hablar. Peor que eso, ese alfa se le acercó como si fueran amigos de toda la vida y hasta lo abrazó con amabilidad.

 

—Te mataré —no podía armar escándalo en la fiesta, pero al estar lejos de los comensales, podía hablar sin cuidar su lengua.

—No lo harás, chico —sonrió al separarse y le palmeó el hombro—, mejor dicho, Reborn.

—¿Me retas? —sonrió antes de alejarse un paso y beber de su copa de vino. Reconoció al castaño a su lado como el “conejo” coqueto.

—Lo afirmo —se acomodó un mechón anti gravitatorio y le guiñó el ojo—, porque te estarás metiendo con la familia real —apuntó a la tarima.

—No puede ser.

 

Los jefes ya terminaban con su discurso, reían por una broma y terminaban por presentar al heredero de Simon; un pelirrojo tímido que se paró junto a su padre y recibió dos besos en cada mejilla como símbolo de amor paternal. Era un omega, el hijo mayor de los Simon quien contraería nupcias por conveniencia con quien fue presentado por el líder de Vongola. El castaño restante debía ser el atún, era el alfa que compitió con el rojo de un semáforo en aquella ocasión, pero a la vez parecía muy diferente.

El chico que Reborn veía subir las escaleras con porte y garbo, usando una capa negra que combinaba con su esmoquin blanco, era y no era quien lo atacó y con quien casi se acuesta en esa ocasión. No… no podía ser. Se veía tan imponente, con la mirada serena, una sonrisa que despedía confianza y amabilidad, quien galantemente reverenció a su padre, recibió un abrazo del mismo y uno de su suegro antes de mirar a su prometido. Aquel galante caballero se inclinó educadamente ante el pelirrojo para tomarle la mano y besarla con elegancia.

Algunas mujeres suspiraron derretidas.

No podía ser el mismo chico vergonzoso y un poco torpe a quien le costó un poquito seducir. No podía ser el dueño de esa mirada dulce y esos ojos grandes llenos de deseo. No podía ser el alfa que invadía sus sueños y por el que se masturbó noches seguidas porque lo dejó insatisfecho y con su piel ardiendo por las contadas caricias. No podía ser el dueño de esa esencia a chocolate y menta que recordaba en medio de sus sueños húmedos donde se dejaba someter. ¡No podía ser el alfa a quien juró encontrar, violar y volverlo su esclavo sexual sólo por diversión y venganza!

 

—Reborn —susurró la copia de quien era presentado como el heredero de Vongola—, si te llevas a Tsunayoshi de aquí y lo liberas de ese matrimonio arreglado…, te ayudaré.

—¿Qué?

—Mi hermanito —sonrió Natsu— debería casarse por amor y no por obligación.

—¿Es el mayor?

—Raro, ¿no? —Natsu torció una sonrisa divertida—. Pero sí, es el mayor.

—¿Y por qué me estás proponiendo esto? —no tenía sentido porque se jugaban el honor y el poder de dos familias poderosas.

—Digamos que quisiera sacrificarme por mi hermano e irme con ese hermoso pelirrojo —le guiñó el ojo—. Tómalo como un intercambio.

—Imposible —sonrió—, pero me gustan las cosas imposibles.

—¿Quieres hacer un trato? —extendió su mano.

—¿Cómo sé que después no me cazarán como a un venado? ¿Y que no darán precio por mi cabeza?

—Reborn —Natsu se acercó hasta susurrarle en el oído—, si logras que se enamore de ti… Tsuna te cuidará de todo peligro.

—Si no te has dado cuenta —lo empujó porque ese alfa no le producía nada y era horrible que invadiera su espacio personal—, si tu hermano no se casa, será el traidor de tu familia y el de Simon.

—Cuando yo me case con Enma, seré el jefe y los indultaré —de nuevo extendió su mano.

—Te debe gustar mucho el pelirrojo —apretó la mano contraria sellando así su pacto.

—Obvio —el castaño se tocó el pecho—. Llevo años enamorado de él.

—¿Tu tonto hermano lo sabe?

—Obvio no —sonrió divertido—. Ni siquiera se da cuenta que tú le gustas, mucho menos se va a dar cuenta que Enma y yo hemos estado enamorados desde hace años —bufó antes de reír.

—¿No sería más fácil decirle y ya? Seguro te cede su lugar.

—No es tan fácil —suspiró—. Mi hermano se toma su deber de heredero muy en serio, así que… no quiero hacerle cortocircuito a su cerebro con algo tan complicado. Además —sonrió mirando al azabache—, no sabía si te iba a encontrar a tiempo.

—¿Por qué yo?

—Cuando pasó eso —Natsu bailó sus cejas con picardía—, noté una conexión entre ustedes dos, algo como un “clic”.

—Tonterías —Reborn negó, pero en realidad hasta él sintió un “algo” extraño cuando su piel tocó por primera vez la de ese castaño de apodo atún.

—Oye —el gemelo menor se tocó el pecho—, conozco a mi hermanito y te juro que jamás había seducido a alguien, fuiste el primero, y le salió natural. Si no fueras especial…, Tsuna se hubiese caído de la cama ni bien empezó a “coquetear” —rio con gracia, mitigando sus carcajadas con una de sus manos.

—Digamos que te creo.

—Yo creo en el destino, así que…

—¡Ja! —dejó su copa en una charola—. Alguien como yo no cree en el destino, porque yo soy el destino —sonrió antes de jugar con su patilla derecha.

—Los rumores no mentían —rio bajito—. Eres una diva.

—¿Perdón? —lo miró amenazadoramente.

—Entonces, ¿cuándo lo hacemos? —miró a la tarima—. Se casarán en dos meses, así que pactemos algo rápido.

—Esto será un desastre muy divertido.

—Tranquilo —agitó su mano negando al aire—, tomaré su lugar y tardarán en darse cuenta de que no soy Tsuna —se acomodó la camisa—. De algo tiene que servirnos ser gemelos idénticos.

—Ni tan idénticos.

—¿Eh?

—Él es más lindo que tú, conejo despeinado.

—Ay… ofendes a este pobre corazón de pollo —dramatizó divertido—. Yo también soy guapo, ¿sabes?

—Yo sólo escojo lo mejor —miró al castaño mayor en la tarima, mismo que le daba un beso en la frente al pelirrojo—, por eso me llevaré a tu hermano. Yo merezco sólo lo más especial.

—Claro —negó divertido—, su majestad estará satisfecha con mi atún.

—Bien… —se relamió los labios—. Ya sé qué haremos.

 

Natsu sonrió divertido porque recordó que su hermano le contó que pudo detectar dos aromas en el chico que atacaron, olor a café y violetas, algo raro y poco común. Algo que él, incluso siendo alfa, no pudo percibir porque su nariz sólo reconocía la fragancia de las violetas en Reborn. Pero a la vez recordó una historia que su madre le contó, una que dictaba que cuando un alfa y un omega son almas destinadas a encontrarse y formar una sola, podían percibir más de un olor característico en su ser amado.

 

—Yo seré tu cupido ahora, Tsuna —Natsu sonrió porque, por sobre todo, quería que su hermanito fuera feliz con la persona destinada a él—. Aunque déjame decirte que el destino te escogió un omega muy particular —sonrió—. Espero que sí se enamoren y mi estupidez valga la pena.

 

 

 

Notas finales:

 

Me reí feo al escribirlo XDDD.

Vamos, hace tiempo quería hacer a un Reborn en modo diva, y aunque me costó, creo que me salió medio decente. Lamento si fue muy fuera de personaje, y espero sinceramente que les gustara, aunque sea un poquito.

Ahora debo aclarar que este One shot está dado para la dinámica del grupo de Facebook R27 fan club (the chaos club), llamada #OneshotRelampagoR27. Todo esto basado en una confesión que ustedes deben conocer alv.

Por cierto, el título tiene esta traducción (Por siempre diva/diva eterna). Obvio~

Krat los ama~

Besitos~


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