Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Adiós, belleza. por nezalxuchitl

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Imagen relacionada al capitulo:

https://nezalxuchitl.tumblr.com/post/178702101428/avido

Avido despertó solo. Habia tenido sueños eróticos con su maestro, muy vividos, en los que el bello lemuriano lo devoraba con la pasión con la que lo habia visto devorar a otros.

Turras mayores que el, bien formadas, altas. Con caderas suaves y ojos maliciosos, como los de las prostitutas de Venecia.

Se arqueo en la cama, sintiendo el roce de la prenda contra su erección mañanera, que venia acompañándolo cada vez mas seguido.

Cerro los ojos y se llevo los dedos al cuello, recordando las mejores escenas del sueño; Hakurei, concentrado en el, devorando su cuello mientras que con sus dedos dilataba su culo.

Un calor intenso, precoz, recorría su joven cuerpo desde su vientre, haciéndolo sentir deseoso de ser tan alto y bien formado como los que conquistaban los favores de su maestro.

Había estado expuesto, desde muy joven, a la crudeza del sexo, y este conocimiento lo había salvado en su momento, cuando un soldado quiso hacerlo suyo en la esquina mugrosa y desgastada de una calle.

Sabía que pretendía hacer, cuando lo agarró asi, alzándolo por el cuello y enrollándole frenético las naguas sobre la cintura. Recordaba sus dedos, arañando su piel y luego sus calzones. Sabia que era y su sangre hirvió.

El no sería tomado como esos que se quedaban llorosos, de los que se burlaban a veces al terminar. El no era el premio de nadie, por lo que de un cabezazo le rompió la nariz sin pensarlo siquiera.

El guantazo que recibió lo dejo aturdido, pero al estar tan cerca del seme, tan cerca que su sangre lo bañaba, cálida, consiguió la suficiente fuerza para darle un rodillazo en las bolas. Luego otro en la cara. Se ensañó con su cara, dejándole un amasijo irreconocible donde había estado su nariz.

El hombre borboteaba sangre, era el único signo de vida que daba, mientras continuaba pateándolo: en las bolas, en las costillas, en donde atinara. Ese hombre recibió la carga de su furia, contenida desde antes de que sus padres lo perdieran. Toda la rabia, la tristeza, la desolación. Las frías paredes del orfanato, el gusto con que impresionaba a los otros niños, esa sensación adictiva por la que continuo a sabiendas de que labraba su desgracia. El llanto de esos debiluchos, cuando hacia cosas que no se explicaban. El llanto propio, al recordarle una flor el perfume de su madre.

El disparo antes del silbatazo. Silbatazos frenéticos del policía que llamaba a otros: policías, soldados; daba igual. Semes armados que tenían que ser muchos para hacerse valer. Pedazos de mierda. No tenía modo de saberlo, pero sus ojos lo miraron con tanto odio que por eso no lo atacó, no de inmediato; la pistola, de un solo tiro, estaba inútil por un buen rato. Pero tenia la espada y la daga.

El sonido de otro tiro, ahora conocido, lo alerto, esquivando graciosamente la bala, que perforo sus cabellos.

Hecho a correr, entre tiros y silbatazos. Su falda estorbaba horrores, y pesaba aun más mojada por la sangre. Con más fuerza de la que creyó necesaria para rasgar la tela se la quitó, dejando para siempre su turrinidad en esos jirones ensangrentados, pero no con su sangre.

La noticia de que había matado a un soldado de la guardia del Dux corrió como pólvora. Lo convirtió en el héroe, no solo de los parias, sino de los pobres comunes, acostumbrados a recibir abusos. Le dio una reputación, y una ventaja, que supo aprovechar bien, aunque se había sentido un poco desconcertado al saber que el soldado había muerto.

¿Así de fácil se perdía una vida? También comprendió que así de fácil pudo haber sido él el muerto; esos disparos habían zumbado por sus oídos grabándole el sonido para siempre. El mismo soldado, podría haberlo matado con la manaza en torno a su cuello (de la que aun concervaba marca) para evitar que la reputación de la guardia del Dux se manchara; mejor un cuerpo en el fondo del Canal que una burla hacia el cuerpo de guardia.

Todo eso estaba en el pasado de Avido. Todo eso y más, pero al lado de Hakurei le parecía lejano. Bajo su techo, había podido dormir tranquilo, y a la diáfana luz del Santuario, ese lugar que le habían vendido como justo, podía olvidarlo incluso.

 

Dejarlo atrás y volver a ser un adolescente: enamoriscado, deseoso. Apretando una almohada entre sus muslos mientras fantaseaba con su maestro.

 

***

 

El Santuario no era tan límpido como en el ideal que Hakurei vendía. No podía serlo, conformado por seres imperfectos. Ni Sage, que a los ojos de todos, en especial de su hermano, parecía tan perfecto, lo era.

A su propio hermano había herido, con su constante coquetería, con el capricho de entregarse siempre a los Géminis, y a otros semes.

No era como que el sexo, solo sexo con terceros tuviera importancia entre ambos; no la tenia, al principio, cuando ambos los compartían, al estar listos para hacerlo de nuevo con un seme, luego de lo que Itia les hizo; era ese afán con que Sage prefería a los Géminis, siempre tan hermosos, tan viriles. Que no le bastara con ellos, metiendo en su cama a otros seintos semes, buscando siempre ser el uke, como si el no pudiera satisfacerlo.

La tristeza se mostraba en el rostro de Hakurei, curvando sus comisuras hacia abajo, acentuando sus arrugas.

Lo que siempre temió, no ser suficiente para su hermano. Por eso lo dejo en el Santuario, donde interactuaría con más gente, semes. Donde tendría la oportunidad de ser satisfecho, aunque doliera. Aunque el ideal que declararon siendo unos niños no se cumpliera.

Se ciñó las tiras de la bufanda con la que usaba en la cintura y salió de ahí. Sage se quedó solo en la habitación, sin tener que fingir mas que dormía, sintiendo el dolor de su hermano, preguntándose porque no le decía, porque no le decía nada.

Pego en las almohadas, y, cuando volvió a despertar, más tarde, Hakurei ya se había ido.

 

*

 

-No estoy de humor, Krest. – le advirtió al anciano que entraba malencarado a sus habitaciones.

-Y eso que ayer te cogieron. – dijo este, sentándose como si fuera su propia cama.

-¿Hace cuánto que no te cogen a ti?

-A mí, ayer. – le contestó con tal seriedad como si fuera cierto.

Por eso hasta Hakurei y Krest se llevaban mejor que ellos dos.

-Si se hubieran casado con esos buenos Géminis que les encontré, no estarían asi. – insistió.

-Fjord y Rag se aman entre ellos – explicó cansinamente – Como nosotros deberíamos hacerlo.

-Basura – dijo Krest – Todas las lemurianas que he conocido han abandonado la lesbiandad en cuanto se las mete un buen macho. Empezando por vuestra madre.

-Deja a nuestra madre en paz. – advirtió con voz peligrosa.

-¿Arde, verdad? – los ojillos maliciosos de Krest brillaron – Después de 180 años…

-No son 180 años… - replico Sage, no muy seguro.

-Todavía no me salía la barba en ese entonces… - soliloqueó, mesándosela. Luego volvió a enfocarse en Sage – Si quieres ver a tu marido, tendrás que llamarlo, como siempre. Deberías agradecer un marido que te deja en paz y acude siempre a tu llamado.

-Hakurei debería regir a mi lado…

-Y que Jamir reviente, ¿no? O que el santuario reviente… Pero si lo que no quieres que reviente es tu matrimonio, casa pronto a esa zorrita.

-Tiene trece años…

-Sí, una buena edad, aunque por poco. Ya casi es Cáncer. Por cierto, ¿la quieren para Cáncer, verdad? Otro asqueroso tijeretazo con Piscis…

El viejo había comenzado a caminar hacia la puerta y Sage no lo detuvo. Nadie lo hizo, y abandono el Santuario tan a su aire como solía, diciendo algo como que su Escorpio estaba ahí otra vez.

 

Continuará...

Notas finales:

Slán!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).