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Adiós, belleza. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

"El poder de aquel trozo de corazón estelar iuminaba su rostro con una luz entre azul y verde, se acercaba por su propia voluntad a él; sabia que en sus manos podría generar nueva vida, convertirse en armaduras: nacer, ser, procrear."

Su intuición lo guio casi hasta donde estaba oculta la entrada a la ciudad submarina de Poseidon. Nunca se habían enfrentado a el, gracias a Krest, y para que asi siguiera siendo lo sellaría de nuevo.

Su mano se deslizo por la piedra lisa, trazando símbolos. El código de apertura.

El nuevo rey de aquel reino apresuraba la obra, comprendiendo la importancia de mantener al dios de los mares dormido. Era un buen tipo, de mirada inteligente y cara tosca, marcada por cicatrices de batalla que la barba no ocultaba del todo.

Los sellos estaban débiles, por lo que no le tomo demasiado romperlos. Nunca habia penetrado  en la cámara, pero la maravilla que la armadura de Acuario le habia mostrado estaba ahí, el Oricalco, el corazón de la nave de Athena, que la activaba, y que no debía desgastarse permaneciendo sin sentido en el barco pues dudaba que jamás Poseidón volviera a hacer un regalo tan generoso. Volviera a ser aliado de Athena.

El poder de aquel trozo de corazón estelar, expulsado por una supernova a eones de distancia y de años, era increíble, intenso. Iluminaba su rostro con una luz entre azul y verde, se acercaba por su propia voluntad a el; sabia que en sus manos podría generar nueva vida, convertirse en armaduras: nacer, ser, procrear. Era triste que el oricalco tuviera que permanecer asi.

Lo encerro dentro de un prisma estelar de cristal Wall; asi, al menos, dormiría tranquilo.

Figuras talladas, símbolos del dios, cambiando de tonalidad, oscilando entre luz y sombra, conforme el oricalco se mecia en su nuevo contenedor.

Las paredes eran majestuosas, y, detrás de ellas, el túnel de paredes liquidas que llevaba a la Atlántida. Acuario se lo habia mostrado, con sus propios ojos no lo veria. Suspiro, abriéndolos luego, transpasando el umbral con un ultimo grito del oricalco, un llamado de auxilio que no podía atender. Cerro los altos portones y las junturas volvieron a unirse para formar una sola pared.

En medio de ellos, a la altura de su mano, coloco un talismán sagrado de Athena, escrito por dedo herido de Sendai. Su cosmos lo fusionó a la puerta, sellándola.

Bien, no se podía sentir nada mas. Apenas un imperceptible susurro, pero tal vez lo imaginaba por haber sentido pena por el oricalco.

Junto las manos dentro de las mangas y ascendió lentamente por la escalinata.

-Listo. – dijo al rey y unos cuantos íntimos que lo esperaban con cara de susto.

-¡Maestro! – Avido se le fue encima con la gracia de un arriete, y el separo las manos para acariciarlo.

-Gracias, Hakurei dono. – dijo el rey, con su acento español – Mi esposa no dejaba de oír cosas en sueños…

-Tu esposa tal vez tenga unas gotas de sangre lemuriana. – le dijo, atrayendo la atención de Avido.

-Su belleza siempre me ha parecido sobrehumana, asi como su inteligencia.

-Unas gotas de sangre lemuriana hacen bien a cualquiera. – dijo, mirando a Avido.

Sospechaba que el también las tenía, y lo había llevado a Bluegard a ver si reconocía en el al país donde sus padres lo habían procreado.

-Mantenga este pasaje secreto – indicó Hakurei a García.

-Pensaba construir una biblioteca para resguardar la entrada, a Krest sama le pareció bien.

-Krest cree que las bibliotecas son los lugares mas aburridos del mundo y que nadie entraría en ellos por su propia voluntad, – sonrio Hakurei – pero creo que será una buena distracción. – dio la vuelta a Avido y le dio una nalgadita para que hechara a andar.

Ninguno del cortejo del rey tenia cosmos, por lo que tuvo que dejar que se adelantaran, con Avido, para susurrarle:

-¿Ningun registro sobre este niño?

Garcia meneo la cabeza, apesadumbrado.

-Mucho se perdió en la guerra; muchos nobles y ricos se fueron del país. El niño ha recorrido la ciudad con entusiasmo, pero su curiosidad… ¿Cómo decirlo?  No revela nada.

Hakurei rio.

-Sí, Avido es bueno guardando secretos.

-Discípulo de su Excelencia…

-No – dijo, mirándolo a lo lejos, correr con naturalidad sobre la nieve – Avido ya era así.

Y para sus adentros añadió, que le gustaría que fuera un poco menos.

 

***

 

Hakurei se había hecho cargo solo del sello del Oricalco. Lo descubrió cuando le dijo, después de su cumpleaños, que estaba preparando todo para ir la próxima semana, si le convenía la fecha.

Hakurei puso esa cara de sorpresa suya, tan juvenil, y le dijo:

-Lo hize hace un mes, cuando fui a buscar a los padres de Avido.

Sage parpadeó, muy cercano al tic en el ojo, dejando de acariciar su pecho desnudo: lo habia preparado todo meticulosamente, unas vacaciones invernales con el; olvidarse del Santuario y de Jamir, estar juntos los dos.

Estaban lado a lado en la cama, a la suave luz del atardecer, luego de hacerlo por millonésima vez en la vida.

-¿A los padres de Avido? – preguntó.

-Si, bueno. – se rasco la cabeza Hakurei – Se me ocurrio que podría ser de ahí.

-Cuanto interés en tu nuevo alumno. – Sage dejo de hacerle mimos para caer pesadamente sobre el almohadón, desinflándolo.

Hakurei se puso mimoso con el, haciéndole cariñitos.

-¿No te da curiosidad? ¡Es tan parecido a nosotros!

-Tanto que si no supiera que jamás me harías algo así, temería que fuera hijo tuyo.

Sage estaba al borde del llanto. Hakurei le cogió el rostro entre ambas manos y lo tranquilizó con un beso, largo, profundo. Que le mostraba cuanto lo eran sus sentimientos por el.

-Hace décadas que no visito a Krest. – le dijo tras separar sus labios, cuando al fin Sage se sintió tranquilo bajo ellos – Y jamás embarazaría a nadie que no fueras tú. De hecho – continuo con una sonrisa triste que pretendía ser alegre - ¡dudo poderlo hacer ya!

-Mamá nos tuvo más vieja. – se le abrazó Sage a Hakurei, ahuyentando con la caricia cálida del cuerpo de su hermano el temor a no reproducirse que también lo asaltaba, al darse cuenta que había dejado pasar demasiado tiempo.

 

Cuido mucho de su cutis, siempre, pero un dia noto que las líneas caídas de la mejilla no se iban, con nada. Y al examinar el rostro de su hermano, menos cuidadoso que el, las encontró mas pronunciadas. Mas arrugas en torno a los ojos por reír siempre, utilizando todo el rostro.

Ese dia, frente al espejo, se examinó por horas, tocando el cutis que otrora había sido delicado. Levantándose las mejillas, una, otra, para que estuvieran como en su juventud.

Y se dio cuenta también del tiempo que había dejado pasar sin casarse con Hakurei, esperando que madurara, que estuviera listo. Una corona de flores rosadas sobre su rostro de mejillas marchitas se le antojaba una burla. No quería ser una novia fantasma, de terror. No se casaría con Hakurei, aunque se lo pidiera.

Y cuando se despertó, tan quitado de la pena como siempre, le soltó el balde de agua fría.

-¿Cómo esta tu ciclo? – preguntó a bocajarro.

-No me ha molestado… - comenzó desenfadado Hakurei, cambiando la entonación al mirar su rostro, al comprender. - ¿Y a ti? – pregunto al cabo.

-Tampoco. – respondio, saliendo de la habitación.

 

Ambos habían querido hijos. Alguien a quien amar, como su mama habia hecho con ellas.

Al vivir al lado de los humanos, al vivir mas que ellos, les había parecido que tenían tiempo. Saintos llegaban y morían, y ellos seguían viviendo su luna de miel, su juventud desenfadada, hasta que un día dejo de serlo.

 

-Tienes razón, como siempre. – le beso el vientre, que en verdad anhelaba cargara a sus hijos.

Sage lo dejo recorrerlo, a besos y lamidas, pero al final se sintió incómodo.

Le alzo la cabeza, por el cabello.

-¿Por qué creíste que podría ser de Bluegard, él?

Hakurei parpadeó, ubicándose en lo que le preguntaba.

-Recordaba frío y bosques, él. Y me llegaron rumores de que la princesa de Bluegard descendía de las hadas, y ya sabes lo que eso suele significar.

Sage asintió. Cuantas lemurianas dejaron sus recuerditos por ahí, antes de irse, o cuando descendían de la ciudad flotante en el pasado, o paseaban fuera de Jamir, en el presente.

-¿Y lo era?

-Tiene ascendencia; podía oír el oricalco, aunque, - dudo, enarcando una ceja – quizá, fuera porque esta embarazada.

-¿Tan pronto? – pregunto Sage.

-Ya sabes que los humanos son como Krest. Bueno, no. – se sento, desatándose la coleta solo para volverse a peinar, sosteniendo la cinta entre los dientes mientras se acomodaba el pelo - ¿Qué tal si comemos algo? – propuso, con su peinado hecho de nuevo, parando su bien concervada anatomía a su lado.

Hakurei tenia un cuerpo increíble, músculos que no le gustarían para el mismo pero que adoraba en el, carne firme, cuya firmeza, esa si, le gustaría tener en sus propias pompas, por ejemplo.

Pero cuando mucho podía sobárselas luego de un agotador dia sentado en el trono del Santuario.

Hakurei recupero la sonrisa pícara al notar como era mirado por su hermano.

-Si quieres – le propuso – lo podemos comer de nuestros cuerpos.

-Hace mucho que no jugamos a eso. – le sonrió Sage también, tendiéndole la mano para que lo ayudara a pararse, haciendolo Hakurei y haciéndolo ir por delante, acomodando su cabello y besando su hombro desnudo en el umbral antes de continuar hacia el comedor personal de su Majestad.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Imagen relacionada al fanfic:

https://nezalxuchitl.tumblr.com/post/179459245393/adi%C3%B3s-belleza-fanfic-capitulo-7-amor-yaoi

Slán!


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