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A los pies del heredero. por Cam Rams

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Notas del capitulo:

aprovechando el poco tiempo libre les dejo el capitulo...

de antemano gracias por leer y a quienes dejan sus rw.

II


 


Kouga se encontraba sentado y alguien lo ayudaba con los recipientes de la comida, había decidido aceptar lo que estaba pasando, aunque una parte de él le decía que estaba en la casa de un loco que se creía un príncipe de un país que ya no existía, la comida no pasaba su garganta al pensar en Inu Yasha, la voz del hombre que le preguntaba una u otra cosa lo sacaba de sus pensamientos, pero poco era lo que atendía realmente, estaba preocupado.


 –veo que la comida no es de tu agrado, no has pasado siquiera el primer bocado –le entregaron una copa que la supo de metal por el tacto, bebió un poco descubriendo que era vino, el no poder ver hacia que las cosas tuvieran un sabor más intenso.


 –lo siento, no trato de ser mal agradecido, pero… estoy preocupado por mi amigo, si le pasa algo… no quiero ni pensarlo.


 –le estimas mucho –dijo al ver la cara afligida del chico.


 –Inu Yasha es un imprudente, que no sabe callarse, siempre dice lo que piensa, le tiene más miedo a la cobardía que a morir, es un chico honesto, orgulloso, terco como una mula, pero noble. Su corazón es fácil de lastimar, aun si se hace el duro lo conozco y sé que le aterra estar solo, sé que es fuerte, pero aun así no puedo evitar preocuparme… yo…  –silencio sus labios.


 –debe ser muy dichoso de tener a alguien que lo quiera tanto.


 –lo siento… yo…  –dijo con un asomo de vergüenza.


 –no te preocupes Kouga, a veces los dioses son caprichosos, te separaron de él por algo, tal vez él debe aprender algo o tú, quizás ambos, en esta vida nada es coincidencia aun si lo parece, todo es para aprender algo.


 –príncipe Miroku, habla con tanta sabiduría que mi mente me engaña… aun cuando no me puede dar certeza de que él estará bien, sus palabras me calman.


Miroku al ver la sonrisa limpia de Kouga su corazón golpeo su pecho, jamás había visto una sonrisa honesta y este desconocido que le hablaba de cosas imposible para su mente, pero al tiempo tan interesantes, se la brindaba.


 –creo que ahora si podré comer… solo ruego haya caído en un lugar seguro, con alguien de buen corazón como usted…


No podía decir que confiaba por completo en un extraño como lo era Miroku aun pensaba que era un loco que se creía príncipe, pero no podía negar que lo estaba ayudando. Trato de encontrar el plato, pero roso unos dedos que se retiraron de inmediato


 –lo siento –dijo preocupado, no podía ver a la sirvienta que lo asistía, ni el estudio donde se encontraba, las murallas se encontraban con repisas llenas de tablillas y papiros, el lujo era evidente, pero al mismo tiempo se veía modesto.


 –puedes irte –le dijo a la sirvienta –ten.


Kouga extendió la mano y sintió los suaves dedos del príncipe que con delicadeza se posaron en el dorso de la mano para guiarlo al plato.


 –será una semana difícil para ti.


 –gracias… ¿una semana?


 –tus ojos… en ese tiempo háblame más de las cosas de tu mundo de magia sin igual.


La compañía de Kouga y sus historias lo llenaban de deseos de saber más de descubrir y su imaginación se llenaba de imágenes algunas confusas.


 –como desee –metió un bocado en su boca, los sabores desconocidos bailaban en ella.  


 


 –mi rey –la voz de Kaguya lo saco de sus pensamientos – ¿está seguro de lo que hace?


 –no soy ciego Kaguya, ese chico tiene el collar con el que le sellaron los poderes a Sesshoumaru.


 –desde un principio…


 –se lo iba a dar a Sesshoumaru como esclavo.


 –yo pensé…


 –como él dijo, de nada serviría, y con la mirada de insolencia que tiene ¿quién mejor que Sesshoumaru para doblegarlo?… aunque, su visión pueda enseñarle algo más a mi hijo… como yo aprendí antaño a ser humano.


El monarca se levantó de su trono retirándose, dejando a la reina que miraba el suelo con rostro deformado por la ira al saber que querían decir esas palabras. La mente del rey se había llenado de recuerdos y su corazón de dolor, al cerrar los ojos una sola lagrima solitaria rodo por su mejilla.


 


Inu Yasha miraba el cielo, aquella segunda luna azul tan igual a la tierra.


Si no aceptaba sería obligado, y ya había visto lo que ocurría si intentaba escapar, qué más le quedaba que al menos en eso obedecer.


 –Kouga, si solo estuvieras aquí, dime que estas bien… por favor… volveremos a casa  –sintió las lágrimas amontonarse, sostuvo el barandal de piedra apretando sus ojos para tragárselas.


Habían muchas cosas que no entendía, pero no quería preguntar… tenía que encontrar cinco objetos para ese príncipe ¿Por qué su collar era la clave para encontrarlos? ¿Por qué él? ¿Por qué lo tenía su madre? Apretó los dientes en frustración aun si no lo deseaba las preguntas emergían.


 –si solo estuvieras aquí… –murmuro pensando en la suave sonrisa de su madre.


Sesshoumaru escuchaba la voz quebrajada de Inu Yasha estando en la puerta de la habitación.


El portador del collar era para él un sujeto extraño, un niño altanero que era amante de un hombre. En sus viajes ya se había encontrado con ese tipo de hombres y realmente no le importaba en lo más mínimo, pero ahora eso podía jugarle a beneficio como en contra.


Cerro la puerta de la habitación mirando por el ventanal a Rin que le llevaba comida a un esclavo mudo, no la reprendía por ello, ella es libre de hacer lo que desee, mientras no salga de su territorio. Bien podía tener una mascota.


Miro de regreso a la puerta donde había dejado a Inu Yasha.


“si este chico sabe dónde está su amante ¿será capaz de ir por su propio pie donde la reina?” pensó al saber de quién era ese emblema.


 –mi príncipe  –la voz de Jaken lo saco de sus pensamientos –la princesa…


 –ha ido donde Kohaku  –le dijo volteando a ver al anciano.


 –así es mi príncipe…  –bajo la cabeza en una reverencia y continuo  –mi príncipe su serrallo lo ha estado esperando desde que llego de la expedición a las fronteras de Minni…


 –saben que la primera persona que veo al llegar es al rey para luego venir donde Rin…


 –pero ya a anochecido y…


 –me dirigía hacia allá antes de que me interrumpieras Jaken  –dijo en tono seco.


 –¡ha! ¡Cuanto lo lamento! Mi amo bonito, yo, Jaken no lo detendré más  –respondió alterado inclinando la cabeza una y otra vez.


Sesshoumaru solo siguió su camino. Su serrallo era su oasis y sus concubinas sus ninfas, aunque a veces deseaba matar a alguna que otra.


Detuvo su paso viendo a su sirviente que aún lo seguía.


 –ve donde ese crio y dile que utilice esa habitación para dormir esta noche, mañana veré que le arreglen alguna.


 –¡su alcoba, príncipe!  –se exalto Jaken ante lo dicho.


Solo basto una mirada para que callara tragándose las demás palabras y fuera a cumplir con su orden.


Los pasos de Sesshoumaru lo guiaron a las puertas custodiadas por dos guardias eunucos que inmóviles permanecían con la vista al frente. Sesshoumaru miraba las puertas que había hecho tallar con la imagen de su guardián… un perro gigantesco sobre las nubes entre los truenos, mismo símbolo de su armada, aquel que dormía en algún lugar, el que había sido arrebatado, según sabia por el oráculo y que solo uno de los Taisho podían traer de vuelta.


Dirigió su vista a los eunucos y sin demora abrieron las puertas para que siguiera su paso. Dentro unos eunucos agacharon sus cabezas ante él y uno se apresuró a decirles a las mujeres. Tres mujeres estaban postradas con sus cabezas en el suelo en su dirección. Las alfombras cubrían mayormente el suelo, los cojines de terciopelo estaban formando un semicírculo alrededor de platillos e instrumentos junto con una jarra de vino…


 –amo, bienvenido  –dijo una de las chicas de lisa y larga cabellera negra.


 –levántense  –dijo dando un paso a ellas.


Ellas obedecieron. Solo tenía tres concubinas, la joven de cabellera larga y negra fue la que se puso enfrente de las otras dos.


 –veo que cenaban  –dijo al ver que los eunucos traían para él un piso alargado para que él pudiera sentarse sin tocar el suelo.


 –así es mi señor  –dijo la chica dándole paso a su amo y haciendo que las otras dos se movieran.


La elegancia de los movimientos de la chica de 18 años, altiva y hermosa le agradaba en gran medida, pero era su voz al cantar como un ave lo que hizo que la trajera, junto a su hermana dos años menor.


 –Kikyo, ve y prepárame el baño  –le ordeno a la chica que sabiendo lo que significaría.


Al Kikyo retirarse este se sentó en el piso que forrado de suave terciopelo en tono burdeo dándole la espalda al jardín interno del serrallo. Una copa de oro fue presentada ante él por una chica que con facciones similares a Kikyo, lo miraba de una manera un tanto descarada, aun si algunas cosas de esta chica lo enervaba las melodías que podía sacar con el arpa lo relajaban al grado de poder calmar su mente.


 –mi señor lo hemos estado esperando muchos días, aun si mando sus regalos a nosotras… nos importa más verle a usted y –dijo con un poco de reproche.


 –Kagome  –la miro casi en molestia  –sabes bien que no vengo aquí apenas llego ¿Por qué me cuestionas?  


La chica calló mirando el suelo donde estaba sentada, cerca de las piernas de Sesshoumaru. La otra joven que permanecía en silenció tomó la jarra con el vino y vertió en la copa que él había deslizado para que le sirviera.


 –Kana  –dijo suave a quien dirigió sus ojos negros a él  –quiero hablar contigo…


Ella asintió sabía porque quería hablar con ella, siendo la hija de 16 años del primo de su padre, pero era una oráculo aun si sus ojos eran pozos negros sin vida Sesshoumaru podía descifrarla.


 –¿Qué es lo que me quieres preguntar? 


 –¿lo ha encontrado?


 –… sí…  –murmuro bebiendo de su vino.


Se levantó y extendió la mano a la chica, que aun parecía estar castigada mirando el suelo, tomándola se levantó.


 –acompáñenme, Kikyo ya debe haber terminado. Deseo asearme.


El baño de marfil estaba con una ligera bruma de vapor. Kikyo lo esperaba con una túnica ligera, extendió sus brazos; Kagome y Kana comenzaron a quitarle las prendas para entrar al baño preparado con pétalos. Kikyo y Kagome entraron con él mientras Kana preparaba las telas y la túnica limpia. Kagome y Kikyo limpiaban su cuerpo acariciándolo con deseo, habían sido largos tres meses sin tener su cariño.


 –están algo ansiosas  –dijo y ambas se detuvieron  –no he dicho que estén mal.


Sesshoumaru acaricio la mejilla de Kikyo poniendo la mano en su nuca para acercarla y besarla mientras con la otra mano acerco a Kagome desde la cintura a él, dejando los labios de Kikyo tomo los de la hermana.


 –príncipe  –la voz de Kana lo hizo verla y extendió la mano para que entrara junto a ellos.


Las túnicas de la chica cayeron al piso antes de que sus pies tocaran el agua.


 


Jaken caminaba desganado a la habitación de su amo en la segunda planta, camino por el largo pasillo y se encontró frente la alta puerta que adornada como la del serrallo. Entro revisando la habitación yéndose el color de su rostro, la gran habitación estaba vacía aun alumbrada por lámparas de aceites, los pilares que dejaban ver hacía el balcón solo mostraban la negrura de la noche ¿Dónde se había metido?


 


Corrió con sus piernas cortas todo el camino hacia el serrallo diciéndole al eunuco le dejara entrar, él sabía lo que significaba ese crio para su amo, aun si no se permitía decirle a su mismo señor, con rapidez los eunucos le abrieron las puertas y lo custodiaron en todo momento. Jaken era el único sirviente hombre, no castrado que podía entrar al serrallo, solo si estaba Sesshoumaru.


Vio el vació espacio donde las cosas de una cena permanecían sobre los platos en la alfombra, los cuales estaban siendo retirados.


 –¿Dónde está el amo Sesshoumaru?  –pregunto Jaken con premura.


 –en el baño señor…  –dijo una de las sirvientas.


Sin esperar se dirigió a donde estaba el príncipe, escuchando suspiros de mujeres le daba la idea de lo que ocurría dentro de ese baño, entrar y ver a las concubinas de su señor en dicha forma podía costarle la cabeza. Titubeó de si entrar, pero la idea de que aquel que su amo necesitaba había desaparecido justo cuando le dijo que le pusiera atención, eso le dio mayor miedo… entrando y postrándose en el suelo para no ver absolutamente nada.


 –¡mi príncipe! ¡le ruego me perdone!


El grito de las mujeres al saber alguien estaba, hizo que Sesshoumaru juntara sus cejas las mujeres callaron y se cubrieron entre ellas.


 –¿Cómo te atreves a entrar?


 –mi príncipe… el chico… él  –dijo con miedo ante la voz molesta de su príncipe.


 –habla  –dijo creyendo debía venir a quejarse del comportamiento, aun cuando una parte de él se alertó, Jaken no entraría a no ser que fuera algo importante.


 –… no está…


Sesshoumaru sintió un golpe dentro de él levantándose de inmediato salió de aquel antiguo baño tomando la tela que usaría para secarse, la enrolló en su cintura y camino fuera del serrallo, dejando tras sus pasos claros charcos del agua deslizándose de su cuerpo, camino dejando que sus pies lo llevaran, su garganta estaba apretada en furia, si lo encontraba escapando lo iba a encadenar en su jardín sin comida por tres días enteros. Entro a su habitación viéndola vacía, fue al balcón sin verle, su rabia comenzó a subir haciendo que su respiración sopesara sus hombros, hasta que algo lo hizo ver al techo.


Inu Yasha miraba el cielo nocturno desde ese techo murmurando lo que parecía una plegaria.


 –¿Qué haces ahí?  –dijo en tono serio ocultando su enfado.


 –miro el cielo, miro mi hogar… ruego despertar… voy a hacer lo que dices.


La sorpresa en el rostro de Sesshoumaru no fue vista por quien mantenía su visual al cielo. Con un suspiro Inu Yasha comenzó a bajar la vista mientras le decía.


 –esos cinco objeto los encontrare y…  –freno.


Completamente mojado a la luz de las lunas, aquella tela que hacía el intento de cubrirlo estando transparentada, sus mejillas se comenzaron a sentir calientes ¿acaso ese hombre no conocía el pudor?


 –baja  –dijo con voz cortante.


 –… no…  –dijo avergonzado volviendo a recostarse para mirar el cielo.


Sesshoumaru miro la pierna que colgaba desde el techo con molestia lo tomo y jalo en advertencia.


 –baja ahora.


 –¿no estabas haciendo algo?  –dijo haciendo resistencia con la pierna mientras continua y terminaba en un susurro –¿o es habitual que te pasees así?… bueno, es tu casa…


Sesshoumaru se observó, había recorrido todo el trayecto hacía ahí con una tela de lino, su cuerpo y cabello escurriendo el agua, ni siquiera se fijó si Jaken salió de su serrallo. Suspiro con molestia y entro a la habitación.


Apenas pensó que se había escapado su cuerpo se movió por inercia ¿se había dejado llevar por sus emociones? Eso sobre todas las cosas era algo que no podía dejar que pasara.


Se cambió y volvió a salir.


 –baja de una vez.


 –¿ya estas vestido?  –pregunto avergonzado.


 –pareces una mujer ¿acaso no es lo mismo?  –se burló de él.


 –¡se llama pudor!  –grito mirando desde el techo dándose cuenta de que estaba efectivamente vestido con una túnica y una toga cubriendo sus hombros.


 –estupidez  –repuso el mayor viéndolo bajar.


El cabello negro se balanceaba pesadamente con la brisa, aquel traje parecía estorbar para que quien bajaba pudiera abrir las piernas, y la extraña túnica puesta en sima de la otra blanca abotonada se enganchaba a menudo. Lo encontraba unas vestimentas ridículamente incomodas y el pudor de ese chico absurdo. Una mancha oscura en el cuello le llamo la atención, dejando que bajara retiro el cabello negro sintiéndolo pesado y poroso.


Inu Yasha se alejó tocándose el cuello perplejo de la acción de aquel príncipe.


 –¡¿Qué de…?!


Las cejas de Sesshoumaru estaban juntas helando a Inu Yasha, el príncipe veía su mano tiznada de un claro negro. Los ojos se dirigieron a él provocándole por alguna razón un temblor.


 –¿Qué?  –dijo casi en un suspiro.


 –tu cabello…  –parecía confundido.


 –esta… pintado…


 –pintado  –repitió más para él mismo  –hoy puedes quedarte en esta habitación, mañana hablare que te arreglen una habitación…


Inu Yasha no respondió nada, dirigió su mirada a esa cama. No estaba acostumbrado a usar una gran cama como esa y menos solo, estaba seguro que no podría dormir, no sin la compañía de Kouga… muchas veces en el pasado había despertado en la noche por pesadillas y el pecho de su amigo lo habían cobijado y le contaría alguna historia para que conciliara el sueño, con el tiempo las pesadillas aun si lo despertaban el solo saberlo ahí lo calmaban “no estoy solo” pensaba sonriendo y volvía a dormir; pero ahora lo estaba. Sin ser consciente de ello dejo ver a Sesshoumaru su cara de tristeza.


 –mis pies están sucios  –la voz del príncipe lo saco de sus pensamiento Inu Yasha lo miro  –límpialo.


La corta orden lo dejo helado ¿Qué le había dicho?


La mano de Sesshoumaru señalo y el sin demasiado pensamiento la siguieron viendo una jarra en uno de los muebles, un cuenco y el lino ya mojado. Sesshoumaru se sentó en la orilla de la cama…


 –me estás diciendo ¿Qué te limpie los pies?  –pregunto casi como si fuera una broma.


 –así es  –dijo con suficiencia.


La seriedad de la boca de aquel hombre lo sorprendió y enfado ¿Quién se creía? ¿Cómo podía siquiera creer que lo haría?.


 –¡¿Quién te…?!  –el espejo donde había visto a Kouga se puso frente a su cara callándolo.


 –te dejare volverlo a ver, hazlo  –ordeno.


La expresión de Inu Yasha se le antojaba una mezcla de enfado y tal vez preocupación, si podía manipularlo lo haría, si con ello le mostraba cuál era su lugar y borraba de él la sensación que le produjo el verle triste, aquel vuelco solo lo había sentido ante las lágrimas de Rin.


Inu Yasha fue por la jarra, el cuenco y el lino. Recordó cuando era pequeño y su madre limpiaba sus pies llenos de tierras “no te arrodilles Inu Yasha, no porque te lo ordenen, solo hazlo para ti, por ti, por tu deseo”


 –¿Qué ocurre?  –pregunto Sesshoumaru.


Los objetos fueron dejados en el suelo sin responder y sentándose en el suelo frente a él. Tomo sin delicadeza uno de sus pies y comenzó a limpiarlo dejando perplejo al príncipe aun cuando estaba haciendo lo que deseaba; sin embargo, no tenía en su rostro la molestia que le debería dar esto a su orgullo, ni aquella mirada como los esclavos vacías y temerosas. Sus ojos seguían mirando con esa emoción de orgullo aun a sus pies, aun estando limpiando sus pies.


Inu Yasha alzo sus ojos mirando a Sesshoumaru casi en un reto, como si le dijera desde ese punto que jamás se rendiría, que eso lo hacía porque así lo quiso, por eso y nada más. Un golpe hizo que frunciera sus cejas encontrándose con la sonrisa de Inu Yasha que se levantó de su puesto y miro a Sesshoumaru desde su altura ¿en qué momento se había vuelto tan alto?


 –no tienes calzado se van a ensuciar  –dijo cruzando los brazos.


 –y hare que otro sirviente los limpie de nuevo  –dijo como si nada.


Una mirada de reproche junto con un chasquido de la boca de parte de Inu Yasha le dio el pensamiento de que le decía “engreído”  provocando que sus labios se curvaran en lo que pretendían ser una sonrisa, la imagen infantil de quien estaba frente a él le mostraba que aquella sensación no era real. Un desasosiego se puso en su pecho al momento de pensarlo. Tal vez solo estaba cansado ese chico no podía tener prestancia.


Salió de la alcoba dejando en la cama el espejo para Inu Yasha ahí escuchando un “buenas noches” de parte del extranjero. Camino a su serrallo viendo a Jaken al lado de Rin que preguntaba por él.


 –es tarde para que aun estés levantada, ve a dormir  –le ordeno.


 –sí, padre  –hizo una reverencia y él beso su mollera.


Rin se fue con su aya y Jaken parecía paralizado.


 –mi señor, yo, su más leal sirviente…


 –para  –ordeno callándolo  –mantén un ojo en él y avísame, tal como lo hiciste Jaken, pero si vuelves a importunarme sin motivo cortare tu cabeza.


La transitoria sonrisa heló por completo su cuerpo mientras su amo entraba en el serrallo.


 


La mañana descubrió a Inu Yasha desvelándose mirando el cielo… por más que rogaba con el espejo en las manos, no pudo ver nada, no pudo ver a Kouga. Veía el cambio del color del cielo desde el balcón. El horizonte, más allá de unas lejanas y altas murallas, mostraba mientras se teñía del color del amanecer, las lejanas montañas y lo que parecía un río más cercano, el semi árido terreno le recordó ciertas ciudades de su mundo. Pero donde se encontraba aun cuando tenía su verdor parecía marchitarse al momento que el sol comenzaba a tocarlo.


A la distancia, a unos diez metros de unas dunas, una torre se alzaba y parecía inclinada de un material negruzco como si fuera carbón todo su alrededor parecía seco… muerto… un escalofrío recorrió su espalda junto con un extraño mareo que lo obligo a inclinarse apretando sus ojos, escuchando en su cabeza “debes matarle, mátale… mata al demonio vestido de oveja, mata a quien destruyo este país”


 


Sesshoumaru se levantó de la cama de Kana donde ella permanecía dormida. Había dividido la noche para estar con sus tres concubinas e ir donde su padre para expresarle lo que haría ahora. Un pitido cruzo su cabeza su cuerpo se apresuró al segundo piso, entrando precipitadamente a la habitación donde había dejado a Inu Yasha.


Su cuerpo se paralizo por un momento. Con una mano en el suelo donde las rodillas de Inu Yasha estaban colapsadas sostenía y arañaba su cuello donde el collar parecía brillar. La saliva se deslizaba de su boca cayendo al suelo al estar jadeando por aire, ni un sonido podía sacar de aquella garganta. La marca negra que comenzaba a aparecer en su garganta le dijo lo que ocurría.


Sesshoumaru presto se acercó a él hincándose frente a Inu Yasha, subió los ojos dorados del extranjero que pululaban sin verle realmente, afirmo la mano que arañaba el cuello, la electricidad golpeo su mano, y aun así no la retiro.


 –¡no te lo daré!  –gruño con carrasposa voz.


 


En las catacumbas del palacio de la reina, una tinaja  lo suficientemente grande como para tener un ternero acostado, la sangre declaraba el sacrificio hecho hace unos momentos, el cadáver de un recién nacido becerro se hallaba a los pies de la reina, que con ropas ligeras mantenía las puntas de los dedos dentro de la tinaja. Quien chocara en la ciudad con Inu Yasha, trajo en brazos otra cría amarrado en sus patas y su hocico para evitar su llanto.


 –ponlo en la tinaja y sujétalo  –ordeno sacando una de las manos.


Frente a ella obedecía y miraba como la fina daga se sumergía en el cuello del pequeño becerro, los ojos del animal parecían desorbitarse mientras retorciéndose en vano era cortado en el cuello formando lentamente una marca cada vez más profunda dejando que la sangre fresca comenzara a mezclarse con la que pintaba al blanco becerro del color de la sangre que se estaba cuajando.


La voz de la reina pronunciaba frases de un hechizo mientras hacía cada una de las marcas en el pequeño becerro. De pronto un golpe en el interior de su cabeza la freno súbitamente, tomando su respiración un momento, pero volvió a susurrar con mayor fervor el hechizo hasta que un grito como un trueno la estremeció obligándola a apretar la mano que tenía la navaja provocando que rebanara el cuello del becerro que convulsiono rompiendo la tinaja y esparciendo la sangre ensuciando los pies de Kaguya y su sirviente.


 –¡ese infeliz!  –vocifero apretando los puños con furia.


 


Sesshoumaru sudaba teniendo sujetado a un inconsciente Inu Yasha que no respiraba. Sin darse un segundo se levantó aun con su exhausto teniendo a Inu Yasha en sus brazos, tenía que llamar al médico, pero como explicaría las marca de rasguños en el cuello de ese chico, rumores de que él lo hubiese atacado podía traerle problemas… pero…


 –demonios  –murmuro en un gruñido.


Se mantuvo viéndole de cerca y lo único que se le ocurrió fue darle de su aliento ¿darle de su aliento? En cuanto lo pensó frunció sus cejas y regañándose por el simple hecho de pensarlo, pero los labios se comenzaron a poner cada vez más pálidos y amoratándose. Un carrasposo gruñido salió de su garganta, el agobio se apodero de su pecho y su cuerpo se movió por inercia. Una de sus manos sujeto su nuca alzándolo un poco acercándolo a él, los labios de Inu Yasha se entre abrieron y recibieron los de Sesshoumaru que soplo en su interior sintiendo el aire golpear en su mejilla, lo volvió a intentar, obteniendo lo mismo… algo frustrado alejo sus labios de él.


 –hey, reacciona  –le hablo sin alejarse un poco dándose cuenta de que no sabía su nombre  –…hey…


Lo alzo más acercándolo a él y lo volvió a intentar…


 –¿padre? ¿Qué haces?


La voz de Rin lo congelo enderezándose soltó a Inu Yasha que revoto un poco en la cama y tocio para aclarar su garganta y darse a explicar, aun teniendo la urgencia de hacer reaccionar a quien estaba inconsciente, el que Rin lo viera…


 –…no está respirando, trato de darle de mi aliento, no pienses absolutamente nada…


 –pero si él se acaba de mover para acomodarse  –dijo mirando a Inu Yasha que parecía solo dormir y ahora estaba de lado.


Los ojos se arreglaron en quien hace tan solo un momento estaba sin respiración ¿Por qué ahora parecía estar bien? Apretó sus dientes aguantando los deseos de hacer que dejara de respirar de nuevo y más al escuchar.


 –no te preocupes padre, no le diré que lo besaste mientras dormía.


 –Rin…


 –padre, no me importa si tus gustos cambian  –dijo con una amplia sonrisa.


 –estás…


 –iré a comer  –dijo saliendo de ahí dejándolo congelado.


Lo había mal entendido y no podía explicarle, Rin nada sabía de hechicería y deseaba que siguiera así, ni la madre de Rin lo era, ni ella, darle más razones para odiar a la reina, más de lo que ya lo hacía, era ponerla en peligro, pero… tendría que soportar el pensamiento de Rin creyéndolo con gustos particulares y por alguien que lo que más hacia era molestarle, solo lo soportaba porque es portador del collar, solo porque lo necesita.            


 Gruño bajo, reviso la garganta del durmiente rojo permanecía la parte del cuello donde estaba apareciendo la marca. Sus dedos lo tocaron levemente sintiendo el shock eléctrico, alejo su mano desviando sus ojos al balcón encontrando el espejo en el suelo donde estuviera antes Inu Yasha cuando lo encontró.


 


Los ojos se comenzaron a abrir pesadamente, sentía la cabeza abombada, su garganta carrasposa. Miro la habitación dándose cuenta de donde estaba. Los recuerdos de lo que había pasado volvieron a él enderezándose de golpe agitado. La voz distorsionada y fría de una mujer aun hacía eco en su mente, pero bien recuerda que fue el grito de la voz de aquel príncipe… “¡no te lo daré!” de alguna manera le avergonzaba y molestaba ¿acaso era un objeto?


Suspiro parándose y sobando su garganta, tenía miedo de acercarse al balcón, no entendía porque él, precisamente él tenía que estar ahí…


 –…mamá…  –murmuro acariciando su collar.


 –tan grandote y llamando a tu mami  –la voz carrasposa de Jaken lo hizo fruncir.


 –¿Qué demonios quieres? Cara de sapo  –dijo mirándolo y cruzando los brazos en su pecho.


 –¡¿Qué?! ¡insolente! Debería mandarte a azotar.


 –cállate, sapo y dime dónde está el idiota de Sesshoumaru…


 –¡guardias!  –el grito agudizado del colérico Jaken lo paro, en el instante guardias apuntándolo con espadas aparecieron frente a él.


 –¿qué…?


 –llévenlo a azotar a insultado el nombre del príncipe.


 –¿Qué? ¿Cuándo…?


Los guardias lo inmovilizaron con las espadas en su cuello, rosando su piel sin dejarle movimiento posible. Inu Yasha miro con odio a Jaken mientras sentía sus manos eran tomadas y puestas atrás de él, el sonido de metal junto con su frialdad le daban a entender que iba enserio. Seria azotado en ese extraño mundo, en esta pesadilla. Las espadas se comenzaron a alejar un poco, esperaría a que estuvieran más lejos para patear a quien tenía detrás y tratar de escapar, sin embargo nada logro hacer, un golpe en su nuca hizo flaquear su consciencia “Kouga” pensó temeroso de lo que iba a pasar, lo último que vio fue la cara burlesca de Jaken.


 


Sesshoumaru estaba frente a la puerta del palacio de su padre. Se abrían ante él no como un general, no como un guerrero de aquellas tierras, la habrían  como lo que había perdido hace ya muchos años, su hijo. Al entrar con la cabeza en alto paso a los ansíanos del senado que estaban en frente de su padre quien al verlo le sonrió y asintió para que no frenara su avance hasta él. Cuando estuvo a unos pasos de su padre bajo la cabeza e iba, como siempre, a arrodillarse pero la mano de su padre en su hombro lo detuvo.


 –hijo mío, hoy no vienes a mí como un general de las tropas, ni como un guerrero de estas tierras, hoy vienes como mi hijo… como lo que siempre fuiste desde el día que así lo elegiste.


 –los dioses contigo padre…


Con una señal de la mano del monarca los senadores tras una reverencia comenzaron a irse, esperando que estos salieran hasta el último dejo salir un suspiro melancólico, camino unos pasos hacia la cámara detrás del trono.


 –sígueme Sesshoumaru  –le dijo para seguir caminando.


 –hay algo que deseo decirte, padre…  –comenzó a decir, el rey asintió como si ya supiera lo que le diría su hijo.


 –sabes que deseo nombrarte mi heredero, aun si el oráculo…


 –estoy agradecido padre…


 –No es algo que tú puedas decidir Sesshoumaru, eres entre tus hermanos el más apto para gobernar estas tierras, mi primogénito murió, mi segundo hijo es inteligente, pero su cuerpo es débil y tú, tú, Sesshoumaru quien has estado en el exilio, quien te han quitado tu título de príncipe, a quien fue lanzado a las guerras, has mostrado la inteligencia, la bravura y sobre todas las cosas la lealtad a estas personas que aun te apuntan como quien me matara…


 –yo jamás…  –quiso gritarle a su padre jamás lo haría, lo respetaba.


Pero sabía que su lealtad era algo que iba más allá del rey, más allá de su padre. La imagen de esas tierras florecidas, con los tan diversos colores y fragancias, cuando todo se veía tan lleno de vida. Pero todo eso se perdió el día que su madre murió, el día que su padre fue traicionado, el día que el guardián fue dormido y sus propios poderes sellados… hace 18 años…


 –Sesshoumaru…


 –padre, las tierras mueren, la sombra de la muerte cada vez se acerca más. Los ciudadanos… la solución es volver a despertar a nuestro espíritu guardián…


 –puede costarte la vida.


 –lo sé…


 –y aun así no hay garantía de que no sea él quien destruya todo, la sacerdotisa…  –la cara del rey giro a las profundidades del lejano horizonte, topándose su vista con la torre que estaba negra como si la oscuridad la hubiera abrazado.


 –una mujer pura y que ame estas tierras… sabes que Rin puede serlo.


 –ella es bondadosa  –asintió el rey volviendo la cara y abriendo la puerta a su estudio privado  –ama a estas tierras y odia las guerras… cuando no estas se escapa al pueblo y hace lo que tú haces a escondidas de mí  –Sesshoumaru desvió la cara  –al igual que lo hago contigo solo velo que no le pace nada…


 –padre aun si no estoy, tienes a mis hermanos que sé podrán gobernar, aun si Kageromaru no tiene un cuerpo saludable es inteligente, y no puedes olvidar a Akago.


 –su odio es mayor que su amor por estas tierras…


 –esa es mi culpa  –dijo con seriedad  –pero Akago es capaz de comandar con precisión a su corta edad aun si su madre es…


 –sin reservas… sé muy bien lo que piensas de Kaguya y no te culpo es una del porque no he podido darte el título que mereces.


 –el único título que quiero es el de tú hijo, padre…


 –¿Cuándo emprenderás el viaje?  –dijo en un suspiro de aceptación.


 –dentro de cuatro días…


 –creí que dirías mañana  –lo interrumpió su padre.


 –el chico no conoce muchas cosas, no quiero salir de la ciudad y que se vuelva un inútil.


 –Demasiada honestidad  –dijo al ver el rostro de su hijo  –¿Qué te molesta?


 –creo…


 


 –entonces ¿Qué era eso que dices?


El príncipe de Babil escuchaba con atención las palabras de Kouga. Le proporcionó una habitación y unas criadas para que lo atendieran en lo que necesitara tanto en la habitación como en los baños.


 –…el auto es un vehículo como lo es el camión  –trato de explicar, pero era complicado.


Se encontraban sentados en los jardines, las hermosas plantas de estación brindaban sus fragancias, riachuelos recorrían a sus costados casi rodeando el palacio que erguido era decorado con dragones dorados en un fondo azul rey, pero nada de eso era visible para un temporalmente cegado Kouga.


 –no logro divisarlo  –dijo el príncipe.


 –es donde se trasladan personas, cuenta con un chofer…


 –¿chofer?


 –conductor…  –corrigió.


 –¿carros?  –dijo casi como una pregunta  –lo que me dices me recuerda a los carros o carretas…


 –bueno, es algo así pero de metal…


 –¿metal?  –interrumpió  –¿Cómo el bronce y el hierro?


 –algo así…


 –pero entonces ¿Cuántos caballos usan para mover un carro de metal?


 –bueno eso baria, algunos tienen 300 caballos de fuerza  –dijo pensando en el motor.


 –¡300!  –dijo exaltado imaginándose a los animales alineados frente al carro  –eso no es de utilidad alguna…


 –¿eh? Claro…


“…Kouga…”


El nombrado se puso de pie al escuchar la voz de Inu Yasha llamarlo, la voz suave de cuando Inu Yasha tenía miedo. Como cuando se enfrentó por primera vez a los columpios y temía caer, como cuando era golpeado por los adultos que le decían que era un demonio y no un ser humano por su apariencia. Corría donde él y trataba de ocultarse, no temía realmente a los golpes sino a las palabras de ellos. Ahora ¿Qué era lo que le estaba provocando ese miedo? ¿Qué le provocaba ese temblor en su voz?


 –¿Qué ocurre? Kouga  –pregunto el príncipe aun sentado mirando como parecía buscar algo aun con los ojos vendados.


 –creerá que estoy loco  –dijo preocupado  –pero escuche que Inu Yasha me llamo, anoche… también…tal vez me estoy volviendo loco, pero tiene miedo…  –dijo apretando las manos en desesperación.


 –no creo que estés loco o no escucharía una palabra de ti; sin embargo, solo los espíritus y sacerdotes de alto rango…


Kouga se sintió paralizado ¿Qué quería decir?


 –¿Qué eres?  –siguió el príncipe  –un espíritu tomando la apariencia de un humano o un humano y tu amigo es un espíritu…


 –eso… 


Estaba consternado, no podía ser posible, pero aun si Inu Yasha sonreía él era capaz de saber si estaba triste o donde se escondía cada vez que le hacían bailar y luego ofertaban por él. Siempre era una bailarina la que lo remplazaba, por eso lo sacaron, pero no importara donde se escondiera Kouga solo lo encontraba como si viera el camino que Inu Yasha había recorrido, pero ahora solo veía oscuridad.


 –tu amigo puede que esté en problemas.


La sangre de Kouga por un momento se congelo, pero su cuerpo brinco con el deseo de ir por él, pero tanto el brazo como la voz de Miroku lo frenaron.


 –sin saber en qué país esta es imposible saberlo sin un oráculo…


 –¿Dónde?


 –en el palacio de mi padre, solo ruega que no haya caído a manos de los Minni, el rey de ese lugares conocido por sus esclavos, tampoco es muy bueno si ha caído en las manos Hitit, si ha llegado a un palacio como tú y ha sido descubierto, lo encuartelaran como espía o ladrón, si habla de las cosas que tú me hablas Kouga, será acusado de hechicería maligna y será asesinado…


 –no me calmas para nada príncipe ¿Dónde está el palacio de su padre? Déjame ir a él y hablar con el oráculo. No voy a permitir que a Inu Yasha le pase nada. Aun si tengo que pelear con quien sea, lo traeré de regreso a mí.


Miroku miraba la expresión de aquel hombre la decisión en su semblante, creyó a Inu Yasha un ser bendecido al tener a alguien que lo estime tanto como lo hacía Kouga; aunque también lo encontraba un poco estúpido, ciego como estaba ¿qué iba hacer capaz de hacer?


 


Sesshoumaru le conto a su padre de donde probablemente venia su ahora concejero, su padre escucho con atención y le comento su juramento con este.


 –si en el proceso de despertar a nuestro espíritu guardián muero… te ruego cumplas mi palabra padre.


 –por los mil dioses que nos ven haré lo que has jurado hijo mío… sin embargo, sabes que no hay garantía de que sobrevivan… –la tensión en el rostro de su hijo lo freno.


 –debo irme…


 –¿Qué ocurre tan de repente?


 –no lo sé, solo lo mismo que cuando él estuvo en peligro por tus manos padre. Debo irme…


 –Sesshoumaru…  –pronuncio al verlo le daba la espalda y salía de ahí con gran rapidez hasta perderse  –tal vez no pueda respetar tu palabra hijo… los mil dioses que todo lo ven y saben son testigos que no incumpliré por deseo propio o tal vez cumpla aun si significa muerte, pero vida para ti…


 


El caballo de Sesshoumaru parecía volar, sus oídos silbaban, escuchaba el agitado aliento del caballo al que exigía hasta su límite, pero era ese susurro lo que le producía apretar las riendas “voy a morir” la voz de aquel muchacho parecía temblar ¿Qué era lo que ocurría? ¿acaso otra vez la reina? O…


Al llegar a su palacio bajo de A-un, que se desplomo para tomar un descanso. Sesshoumaru entro a toda prisa viendo a Rin venía a él, pero no la escucho dejo que sus pies lo guiaran viendo en las mazmorras de su palacio algo que por un momento paralizo su respiración. Con el frente sangrante la túnica abotonada blanca tan rara del chico la habían hecho girones, sus brazos estirados en sus costados en aquella celda, el cabello mayormente en su espalda, pero el flequillo tapaba sus ojos, jadeaba pesadamente con la cabeza colgando.


 –aún no sé arrodilla  –dijo la voz de uno de sus hombres.


Las piernas de Inu Yasha temblaban, pero cuando alzo un poco la vista la penetrante mirada hizo a los soldados frenarse un momento.


 –¿eso… es todo?  –dijo Inu Yasha casi en un gruñido.


 –maldito insolente


Sesshoumaru esbozo una sonrisa ante el orgullo de aquel chico. Jaken tomo el látigo e iba a darle otro más, pero… la mano de Sesshoumaru sostuvo el brazo de Jaken.


 –¡¿Quién se atreve?!  –dijo el anciano molesto mirando a quien lo había tomado.


La mirada de Sesshoumaru freno todo movimiento de sus hombres y trajo a la cara de Inu Yasha la sorpresa, la mirada se clavó en su sirviente que temblaba como una hoja jalada por el viento.


 –m… mi… mi señor… yo… Jaken…


 –¿Cuántos golpes le dieron?  –pregunto en el tono calmado de siempre.


 –mi señor.


 –he preguntado  –quito el látigo de la mano de Jaken y golpeo cerca de suelo de los soldados  –¡¿Cuántos golpes le dieron?!


El zumbido del látigo erizo la herida piel de Inu Yasha. Los soldados temblaron temiendo por su destino.


 –… Mi señor ese hombre lo insulto…  –dijo Jaken.


 –¿Quién dijo que podías castigarlo?


 –mi… mi señor… yo…Jaken soy su sirviente más…


 –responde Jaken  –lo corto.


 –…na… nadie…mi príncipe…  –bajo la cabeza, iba a ser castigado.


El látigo de la mano de Sesshoumaru subió.


 –para…


La voz del muchacho extrañamente lo freno lo miro desde la misma posición, las cejas juntas, ya sea por el dolor o por molestia, lo miraban directamente.


 –…si es así como los tratas, es normal que ellos sean así…


 –Debería darte un latigazo en la boca  –un resoplido fue la respuesta a sus palabras.


El látigo cayó al suelo y Sesshoumaru se acercó a Inu Yasha, en su dorso se veían 6 claras marcas que sangraban.


 –¿puedes mantenerte en pie?  –pregunto.


 –claro…  –fue su respuesta.


La túnica dejaba ver parte de su fuerte pecho, un aroma cálido mezclado con un toque de incienso, como si el sol acariciara con el viento la flor del incienso. Sintió las manos del príncipe desatando las suyas haciendo que sus piernas volvieran a sentir su peso por completo, sus heridas dolían, escocia el aun latente golpe del látigo, creyó jamás ser capaz de soportar otra vez ese dolor. Aún recuerda como fue el mismo dolor del látigo el que lo hizo reaccionar y como aquel sonido se repetía… desvió la cara cuando su otra mano fue soltada. Sesshoumaru comenzó a caminar.


 –limpien todo este lugar  –miro a su sirviente que parecía comenzar a salir  –tú también Jaken.


 –pero amo…  –solo tuvo que ver la cara del príncipe para bajar la cabeza  –sí mi señor…


Miro por sobre su hombro para llamar al portador del collar percatándose de un par de cosas; que no sabía su nombre o lo había olvidado y que no se había movido ni un milímetro. Un suave balanceo lo alerto, en el pestañar de un ojos estuvo frente a él recibiéndolo. Fiebre, otra vez… lo tomo en brazos y comenzó a retirarse.


 –¿Qué… haces?  –dijo agitado quien lo miraba desde su posición.


 –llevarte  –fue la escueta respuesta.


 –… no necesito…¡uggg!  –el dolor de sus heridas al intentar forcejear lo calló y detuvo.


 –desde hoy estarás a mi lado, no volverá a pasar… a no ser que sea yo el que lo haga, asique compórtate…


 –…yo… jamás…


 –ve a preparar el baño  –le dijo a una de las sirvienta que lo miraban por el rabillo del ojo y siseaban palabras de admiración, lujuria y sorpresa.


 –¿de que desea el baño mi señor?


 –de sales y leche.


La sirvienta se fue rauda a cumplir su orden ya que los pasos de Sesshoumaru se dirigían al baño de su palacio con el sucio chico.


 –¿Qué estas tramando?  –pregunto Inu Yasha pero no obtuvo respuesta.


Pelear no parecía que fuera lo mejor, sus heridas dolían sin darle descanso, su respiración estaba agitada y sentía su cuerpo en llamas, su mirada no se apartó de la cara de aquel príncipe, era la perfecta imagen de un príncipe como de los cuentos, solo que no era amable y para Inu Yasha un engreído, pero era la segunda vez que llegaba a rescatarlo ¿cómo lo supo? Inu Yasha toco su collar, si era por el collar, ya no sabía si debía agradecer u odiar el tenerlo.


Unas pesadas cortinas fueron movidas para que Sesshoumaru pasara con Inu Yasha en brazos, el baño estaba listo, miro a las sirvientas y con un ademan hizo que lo dejaran solos, espero a que salieran y con Inu Yasha aun en brazos entro al baño de sales y leche.


 –¡¿Qué esta…?!¡UGhT!  –forcejeo pero el dolor al hacer fuerza y las sales escociendo sus heridas lo debilitaron.


 –será mejor que te quedes quieto  –dijo Sesshoumaru que aún no lo soltaba e iba sumergiéndolo junto con él.


 –¡¿Quién se va a quedar?! ¡ung! Demoni…os duele  –reclamo Inu Yasha.


La blanca leche comenzó a teñirse con la sangre de Inu Yasha y de negro por el tinte del pelo.


 –mantente sumergido.


Desabotono el cuello de la camisa que ahora era harapos de Inu Yasha, sintiendo las manos de quien afiebrado lo miraba. No podía tenerlo mucho rato en la leche caliente.


 –¿Qué estás?  –pregunto agitado.


 –voy a tratar tus heridas, quédate quieto.


Una de las telas de lino que se hallaban en la orilla fue rajada por Sesshoumaru y comenzó a limpiar de apoco escuchando los quejidos de dolor de Inu Yasha.


Inu Yasha sentía su cuerpo caliente estaba seguro tenía fiebre, tal vez había contraído algún resfriado o era estrés… cerro los ojos tratando de no sentir el lino pasar por la lastimada piel, ni deseaba ver aquel príncipe ante él ¿Por qué lo ayudo? ¿Por qué estaba siendo gentil? Sus manos limpiaban con cuidado, sus ojos parecían calmados, pero firmes, la blanca túnica transparentada por la leche mostraba su nívea piel.


 –¿Por qué… me ayudas?


 –tu collar… eres el portador  –dijo en una suave voz como deseando que no lo escucharan “sabes que no hay garantía de que sobrevivan…”


 –ya veo… pero ¿Por qué pareces triste?  –dijo un afiebrado.


Los ojos de Sesshoumaru se abrieron en sorpresa sin mirar a Inu Yasha.


 –… estas delirando…  –murmuro  –tu nombre aun no lo he escuchado…


 –…Inu Yasha…  –dijo casi en un suspiro viendo los dorados ojos de Sesshoumaru.


 –Inu Yasha desde hoy y hasta que te vayas tendrás que estar a mi lado, no dejaré que esto vuelva a pasar… a no ser que sea por mi mano… hasta que te vayas deja tu vida en mis manos.


Inu Yasha se sintió perdido por un momento, tragado por aquellos ojos y solo pudo asentir… aun si ya se lo había dicho, ahora al mirarlo directamente era capaz de creerle.


Sesshoumaru se levantó y comenzó a salir del baño dándole la espalda.


 –termina de asearte y cúbrete con lino… esperare fuera.


Se sentía extraño su pecho estaba agitado y la imagen de aquellos ojos lo estremeció. Inu Yasha se sumergió en la leche y rasco su cabeza, no quería pensar en nada.


Sesshoumaru estaba afuera del baño con los brazos cruzados, la apariencia de aquel chico que por la fiebre tenía los ojos brillosos, sus mejillas a fuego y jadeaba levemente… le había parecido atractiva, demasiado atractiva para un hombre. Fue el recuerdo del nombre que llamaba ese chico lo que lo hizo salir.


Un sirviente venía con dos túnicas y al verle con las ropas transparentadas bajo de inmediato la cabeza.


 –dámelas  –dijo y el sirviente las extendió para que las pudiera tomar sin alzar la cabeza.


Al quitárselas el sirviente se retiró con rapidez. Sesshoumaru entro con un suspiro cerrando los ojos, tendría que llevarle la túnica a quien estaba en el baño, el sonido del agua hizo que abriera los ojos. La leche estaba un poco oscurecida, el cabello platino de Inu Yasha dejaba escurrir el líquido, los brillantes grandes ojos dorados lo miraron algo avergonzado al estar saliendo solo por pensar que estaría solo.


 –no dijiste…


 –dudo que estarás desnudo o solo con esa prenda  –señalo el pantalón.


La luz que entraba por las ventanas hacía que el cabello de Inu Yasha se iluminara como su piel dejando sorprendido al príncipe por la hermosura de Inu Yasha.


 –túnica  –dijo saliendo por completo del baño.


Inu Yasha no tenía la más mínima idea de cómo usarlas. La brisa lo hacía temblar haciendo que tomara uno de los linos para cubrirse y darle la espalda a Sesshoumaru.


 –ven…


 –estoy bien, me secare y me pondré… eso…  –dijo Inu Yasha  –ya puedes irte… por favor…


 –Inu Yasha, ven  –ordeno Sesshoumaru.


 –… digo que estoy…  –su aliento se cortaba un poco…


Un resoplido fue oído y otra tela de lino cubrió la espalda.


 –tu fiebre te está volviendo torpe… y no debes moverte demasiado tus heridas volverán a sangrar, debo vendarte y…


 El temblor del cuerpo de Inu Yasha le advertía del dolor y la fiebre de ese chico. Inu Yasha volteo a él su fiebre había subido se aferraba a las telas que adsorbían el líquido, las piernas le flaquearon y los brazos de Sesshoumaru lo sostuvieron.


 –… es cálido…  –dijo en un suspiro casi acurrucándose en su pecho  –anoche… anoche… no pude…verle… a Kouga…


 –cuando amanezca… después que descanses y comas, haré que lo veas… por hoy descansa.


 –gracias… Sesshoumaru…


Extraño, era tan extraña para él la personalidad y el impulso de sostenerlo, el orgulloso ser que tenía entre sus brazos y parecía estarse acomodando en él. Ambos húmedos, la febril piel de Inu Yasha el sorprendente hermoso cabello platino y esos ojos que lo miraban entre cerrados, se sentía tentado esos suaves labios que había sentido al darle de su oxígeno, trago ante el recuerdo y gruño al saberse tentado por ese chiquillo.


“solo es curiosidad… solo porque me estoy cuestionando utilizarlo” pensó…


 –Kouga…  –murmuro Inu Yasha  –te extraño…


El jadeo molesto a Sesshoumaru “Kouga” ese nombre le estaba comenzando a fastidiar escucharlo tan a menudo. Aun estando con fiebre, aun estando herido o en peligro, siempre, siempre llamaba ese nombre. Lo alzo en sus brazos y camino con él a su alcoba principal, Inu Yasha parecía caería dormido en su pecho “sin importar nada haré que seas leal a mí, Inu Yasha” sentencio en su mente. Las puertas flanqueadas por dos rayos y una gran luna creciente, miro a uno de los soldados.


 –ve por el medico…


El otro sirviente abrió las puertas de la habitación no sin antes extrañarse al ver que llevaba a alguien ahí e incluso que él mismo la volviera ocupar… y más que se ocupara por alguien que no fuera Rin.

Notas finales:

hasta aquí lo dejo espero les guste...


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