Los días habían transcurrido más rápido de que cualquiera de la familia Potter quisiese, Harry se había mantenido en la habitación a la que Draco le había llevado luego del incidente, sin salir, simplemente mirando las cuatro paredes que lo rodeaban, logrando que Draco se preocupara más de peor manera.
Draco había estado insistiendo durante varios días, le había llevado comida a Harry, lo obligaba a ducharse y aunque no saliese del cuarto, lo hacía salir de la cama, esperando que ese gesto de dolor y tristeza que el moreno llevaba hace días desapareciera, pero nada había sido de ayuda, por lo que, cuando Scorpius marchase a la escuela, se tomaría unas semanas para quedarse con Harry y lograr llevar al moreno con un especialista.
—¿Papi? —La voz del rubio menor, logró distraer la mirada del rubio mayor del infinito que se había perdido en los últimos momentos. — Quiero cenar…
Draco entrecerró los ojos y mirando el reloj en lo alto de su escritorio, notó que tan perdido en el tiempo había estado en esa tarde. —Lo lamento Scorp, olvidé decirles a los elfos…
—¿Podemos comer pizza? —Draco miró a su hijo, el menor había comenzado a amar la comida rápida que solía comer con los hijos de Harry o con sus amigos pelirrojos. —Vamos papi, es mi último día en casa hasta las vacaciones de navidad…—pero repentinamente el pequeño guardó silencio, mientras su sonrisa flaqueaba.
—Scorp…
—Es mi última vez en casa, aquí, contigo, con el recuerdo de mami…— La voz del rubio menor se quebró.
—No, amor, no mi niño, no llores, ven, podemos comer pizza, ven…
Draco extendió sus brazos y rodeo el cuerpo del niño, lo llevó contra su pecho, logrado que ambos se fundieran en un apretado contacto que ambos parecían estar necesitando.
—Solo es un tiempo, pero si sientes que tienes necesidad de venir a casa, debes enviarme una lechuza e iré por ti, puedo pedir un permiso para visitarte cada semana si es lo que realmente necesitas.
—No soy un niño pequeño…
—Siempre serás mi niño, podrás tener 40 años, una esposa y tus propios hijos y serás mi bebé.
“Esposa” la palabra rebotó en la cabeza de Scorpius y su corazón pareció apretarse de golpe.
—Pa…si yo no…
—Si tú no…
—No quisiera tener esposa, si quisiera, es decir si a mí, me gustasen los…—Los ojos del menor se encontraron con los de su padre, quien simplemente levantó una ceja, con un gesto de duda en el rostro.
—Scorpius…
—Yo, es que yo…— La boca del menor parecía demasiado seca, todo ese valor que había encontrado en el calor que el cuerpo de su padre desprendía hace un par de segundos, ahora parecía algo lejano.
—Eres gay…
La mirada de Scorpius se cruzó rápidamente con la de su padre, Draco rápidamente identificó rasgos que el mismo podía reconocer y algo dentro de su corazón se contrajo, ese pequeño miedo que realmente parecía querer escapar por cada poro de su cuerpo, pero que la crianza evitaba que demostrara.
Draco dejó salir una pequeña sonrisa y agregó. — Y sé que amas a Albus, desde hace muchos años. — Se arrodilló frente a su hijo, notando como se cristalizaban los ojos del menor. — Te prohíbo llorar hijo, no debes llorar por ser quien eres, por amor de manera libre, por sentir, eres un hijo y un chico maravilloso y te mereces toda la felicidad del mundo.
—Pero, no habrá herederos…
—Escuchame Scorpius Malfoy, jamás creas que eres responsable de que se mantenga el apellido Malfoy, tú único deber es amar, a quien lo desees.
Ambos rubios se habían abrazado y sentado en el sofá de la sala, estando lo suficientemente cerca el uno del otro.
—Papá, gracias. — Scorpius ya se sentía más tranquilo, por lo que, consideró que ahora que su situación se había calmado, podría hacer un par de preguntas a su padre y ayudar a sus amigos a saber que pasaba con el Señor Potter. —Papá, necesito saber, ¿qué tiene el señor Potter?
—Es gay…
—Pero…— El rubio menor parecía más confundido. — me aceptaste…
—Scorp, no me corresponde contarte, debemos apoyar y darle el espacio que necesita, cuando se encuentre listo podrá hablar contigo y con su familia.