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Hogar de Cristal por DanisseL16

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Estacionó frente a la casa de Daniel y bajó apresurado. Tocó el timbre un par de veces hasta que una mujer, de cabello negro y rayitos blancos, apareció tras la puerta.


—Buen di---


Pero su saludo fue interrumpido abruptamente por un gruñido —¿Dónde está?— Interpeló la mujer, autoritaria.


Señaló su auto. Entendía la posición en la que se encontraba y por ello usó un tono conciliador —Prefiero que me...


Una vez más la mujer lo ignoró y caminó enseguida hacia la dirección indicada, casi arrollándolo al pasar a su lado, sin ánimos de escucharlo.


Un hombre con los rasgos parecidos a Daniel, se acercó a la puerta entreabierta. —¿Qué sucede, Sara?— Al cruzar miradas, el mayor cubrió su boca en sorpresa. Percibió el característico aroma de su primogénito desprendiendo de las ropas del hombre frente a él y su mirada viajó hacia su alfa, preocupado de las reacciones de la misma.


Un segundo después, la mujer se acercó a ellos con pasos fuertes y su hijo en brazos —Puedes irte— Ordenó al beta aún parado frente a la puerta de su hogar mientras ella ingresaba.


Frustrado, Alex sobó el puente de su nariz con los dedos. No deseaba retirarse sin lograr explicar al menos un poco lo que había sucedido, no quería quedar como un aprovechado frente a los padres del omega, pero su madre había dejado más que claro que no era bienvenido.


—Por favor, discúlpanos— La voz del mayor, hizo que volviera la mirada hacia él —Nosotros...


—Entiendo— Suspiró —Sólo... no me malinterpreten. Mi nombre es Alexander, trabajo con Daniel, soy...


—Arquitecto...— Mientras asentía, extrañado que supiera de él, el rostro del omega tenía una sonrisa radiante —Mira— Se acercó más al beta y cerró la puerta despacio —me encantaría poder invitarte a pasar— sonrió de lado con ironía —pero no es un buen momento y el instinto protector de Sara lo convierte en el peor momento. Sin embargo...— Sonrió ampliamente —me gustaría que vinieras a cenar con nosotros un día de éstos. Daniel, y nosotros también, estamos muy agradecidos contigo.


La invitación lo tomó por sorpresa pero esbozó una sonrisa en agradecimiento. Al menos él no había malinterpretado la situación como sí lo había hecho su esposa —Gracias.


—Gracias a ti por lo de hoy— Alex asintió, sin saber exactamente cómo reaccionar.


Regresar allí podía no ser una buena decisión, pero no quería desaprovechar la oportunidad de dispersar el mal entendido —Nos vemos— Se despidió y luego se giró hacia su coche para subirse en él y volver al trabajo.


♦ ♦ ♦ ♦ ♦


Azotó la puerta de su apartamento, con la respiración agitada. Dejó salir un fuerte gruñido desde el fondo de su pecho, pretendiendo controlar sus impulsos, ésos que no habían dejado de empujarlo a ir en busca de su omega.


Un bajo rugido de posesividad hizo vibrar su tórax cuando rememoró al insulso beta que acompañaba a Daniel, lo cercanos que parecían y cómo el menor no se separaba de él, como buscando su protección.


Caminó con pisadas fuertes hacia su habitación y revolvió sus cabellos con frustración.


Tuvo que permitir que ese beta se llevara al omega en tal estado, en medio de su celo, muy a pesar de los deseos del alfa dentro de él que sólo exigía retener a Daniel, envolverlo en sus brazos y extasiarse con su dulce fragancia.


Se quitó la ropa y entró al baño para estar bajo el agua fría de la ducha por al menos una hora, esperando que se le bajara el calor, toda ésa fiebre que lo consumía.


Su cuerpo tembló sintiendo como un golpe, el choque del agua fría en contraste con su temperatura. Su respiración se encontraba agitada y otra vez gruñó frustrado, la tensión en sus músculos incrementando. Apoyó los brazos en las heladas baldosas de la pared, con los puños apretados y la cabeza gacha bajo las incontables gotas de la regadera. Era un alivio no saber dónde vivía Daniel, porque su alfa estaba rasgando y gruñendo por dentro, y podía jurar que no podría resistir sus impulsos si no fuese por la ignorancia de su ubicación.


Cerró los ojos visualizando en su mente al lindo omega, su corto cabello negro, esa piel blanquecina, los apetitosos labios con la proporción perfecta, sus cautivadores irises marrones cuando cruzaron miradas y su aroma... Con sólo recordarlo, ya deseaba volver a verlo, poder embriagarse de su deliciosa esencia... esa suave nota cítrica y dulce lo tenían encantado.


Por fin había encontrado lo que había añorado cuando fuera un niño y se encontraba ilusionado a pesar que su alfa quería salir más a la superficie, con el objetivo de orillarlo a ceder ante su naturaleza.


La gente decía que era difícil resistirse al llamado de tu destinado pero nadie te preparaba para lo que tenías que vivir en ése momento. Difícil, se quedaba corto. Aún le hormigueaban las manos por tocarlo. Había tenido al omega frente a él, llamándolo con su aroma, enloqueciendo a su alfa. Pero lanzársele encima a la primera no había sido una alternativa para él, todavía recordaba lo frágil y desorientado que se veía el omega y el instinto de protección se le disparaba como nunca antes.


Con la tensión recorriéndolo, decidió darle algo de desahogo a su cuerpo y calmar un poco toda esa ansiedad.


Al menos no era un adolescente inexperto que caería fácilmente ante los caprichos de su naturaleza. Quería darle a su omega todo el espacio y tiempo que pudiera, para acostumbrarse a la idea de ser destinados, aunque tenga que seguir en una lucha constante con el alfa dentro de él.


♦ ♦ ♦ ♦ ♦


Apenas había notado el momento en que su madre salió de la habitación, dejándolo recostado en su nido; pero hizo el esfuerzo por volver a levantarse y tomar un baño, tallándose a conciencia para quitarse de encima el aroma de ése alfa. Un aroma del cual no consiguió desprenderse, que continuaba envolviéndolo, como impregnado en su piel.


El dolor en su vientre incrementaba al pasar de los minutos y aunque acababa de bañarse, su cuerpo volvía a sudar y la sangre que corría por sus venas parecía hervir. Pasó saliva con dificultad, aferrándose a la idea de no tocarse, estaba retrasando lo inevitable, lo sabía, pero no quería ceder tan pronto. No mientras pudiera evitarlo.


Caminó con dificultad, casi arrastrándose hacia su nido una vez más, las sábanas con las que intentó cubrir su desnudez, lo hicieron temblar de pies a cabeza y gemir de forma involuntaria al rozar su cálida piel.


Se recostó de lado, rogando porque su resistencia perdurara por más tiempo, contradiciendo al omega en su interior que lloriqueaba por ir al encuentro de su alfa, que pedía saciar sus deseos, entregarse a él.


Lloró avergonzado, con las imágenes de la escena tan lamentable que antes había protagonizado, rondando su mente. Su omega estaba contento con la experiencia de haber encontrado a su otra mitad, regocijándose en dicha.


Estrujó las sábanas entre sus dedos y trató de cerrar las piernas de nuevo, sintiendo cómo el lubricante natural se escurría entre ellas, como influenciado por esa esencia que parecía volver a flotar en el aire, incentivándolo.


Un gemido lastimero brotó de sus labios, la necesidad ganando contra su voluntad. Una mano temblorosa fue bajando por su vientre para tomar su miembro ya erecto y con líquido preseminal brotando del glande, al tiempo que la otra iba hacia la mesita de noche, en busca de los juguetes que le ayudaban en sus celos.


La mano en su miembro se deslizaba de arriba a abajo, apretando despacio. Cuando consiguió lo que buscaba, lo deslizó en su interior lentamente, ahogando un jadeo entre los cojines que bordeaban su nido, sus paredes internas se contrajeron haciéndolo temblar de placer. Poco a poco, el trabajo en su miembro se volvió más rápido, haciéndolo correrse y casi soltar un grito.


No era suficiente, su cuerpo pedía más. Con la mirada empañada y la respiración apenas regulándose, apretó un botón en el juguete que aún se encontraba en su interior, un largo gemido fue la respuesta a la vibración. Tomó la base del miembro de silicona para sacarlo y volverlo a meter, ondeando sus caderas para que llegara más hondo.


Disfrutaba del placer cuando esa fragancia a ligero fermento volvió a sus fosas nasales con más potencia, un chillido de deleite salió de su garganta, inhalando con ganas buscando más del aroma. La imagen del alfa se proyectó en su cabeza, cerró los ojos y mordió una de las cobijas a su alrededor intentando acallar el gemido que evidenciaba la llegada de un nuevo orgasmo.


Aún luchaba por recobrar la normalidad en su respiración cuando sus manos hormiguearon recordando el roce de las ajenas, volviendo a calentar su cuerpo. Resopló frustrado, esforzándose por mantener el control sobre un celo que nunca antes había sido tan potente.


Tenía miedo de las sensaciones en su cuerpo. Su omega interno estaba a flote, sin darle tregua, parecía estimularlo con los recuerdos de ese encuentro, exigiendo entregarse a su alfa.


♦ ♦ ♦ ♦ ♦


Cuando llegó a la empresa, la secretaria informó que su jefe lo estaba esperando. Sin titubear, se acercó a la oficina del beta, quien le comunicó que había sido retirado del último proyecto, porque -en palabras textuales- "a un cliente como aquel, no se le podía dejar tirado cuando un problema personal ocurriera". Así que, luego de pedir disculpas por la repentina licencia que tuvo que tomarse, fue nuevamente enviado a supervisar el mismo edificio.


Entendía la posición de su jefe, pero eso no impedía que tuviera sentimientos mezclados. En parte se sentía frustrado porque había estado muy satisfecho de volver a trabajar al lado de Alexander, de cambiar un poco de aires, sin embargo ahora debía regresar a la misma rutina que llevaba por más de un mes. Y por otro lado, estaba aliviado al tener la certeza que no volvería a ver al alfa.


Los tres días que duró su celo, fueron los más tortuosos que tuvo que pasar en su vida. Los recuerdos estaban algo borrosos en su mente y estaba completamente seguro que no quería tenerlos claros, jamás. Lo poco que podía recordar, hacía que los colores se le subieran al rostro. Nunca habría imaginado pasar un celo tocándose, excitándose con solo pensar en el aroma de alguien. Había sido la experiencia más bochornosa.


Sabía por teoría, porque lo enseñaban en la escuela y los libros de romance hablaban mucho de ello, que había encontrado a su pareja destinada. Su adolescencia la pasó casi soñando con encontrar a su otra mitad, la persona hecha para él, no importaba su género. Sonrió con ironía al pensar en que sólo días atrás había vuelto a recordar la razón de su reticencia a seguir volando en nubes de sueños.


Mentiría si dijera que no estaba asustado de reencontrarse con el alfa que su omega había reconocido como suyo, estaba seguro que al verse una vez más, los instintos se interpondrían sobre la razón, tampoco creía poder soportar todo ése dolor una vez más y su omega no se lo permitiría, por el contrario, estaría más que dispuesto a entregarse a sus instintos.


En el fondo, sabía que tarde o temprano sus caminos se volverían a cruzar, como la pareja destinada que eran... Sin embargo, su preferencia iba por 'lo más tarde posible'


Volver a la rutina le ayudaría a olvidar un poco todo ése problema. Iba bajando a recepción cuando se encontró con Alexander.


—Hey— lo saludó cuando estuvo lo suficiente cerca —Escuché que volverías al edificio Diamond.


Expulsó aire, resignado —No me gusta la decisión de Marin, — se encogió de hombros —pero es lo mejor.


—¿"Es lo mejor"?


—Sí


—¿Lo dices por ti o por Enzo?


El omega se sobresaltó y enrojeció ligeramente pero intentó parecer indiferente —Lo digo por mí.


Ante su respuesta, Alex arrugó el entrecejo con reticencia y el silencio se instaló entre ellos por segundos que al omega parecieron interminables.


—¿Se ha contactado contigo?


Fue el turno de Daniel para fruncir el ceño —¿Quién?— el beta rodó los ojos con obviedad. Al entenderlo, soltó—No. Y espero que no lo haga— su tono no fue de enojo pero sí firme.


Alexander hizo una mueca, dubitativo. Las veces en que veía al omega así de sonrojado eran pocas, si hace unos instantes, con sólo la mención del nombre había reaccionado de ése modo, estaba preocupado de cómo sería el volverse a ver. Podía ser un beta, pero había visto en muchas ocasiones cómo terminaban las personas implicadas en un emparejamiento del destino: irremediablemente juntos.


No seguiría presionando, o Daniel se cerraría a hablar con libertad. Prefirió cambiar de tema, y queriendo aligerar el ambiente, le revolvió los cabellos en un gesto fraternal —¿Ahora mismo vas a Diamond?


—No me desordenes el cabello— Se quejó mientras se acomodaba las hebras negras, agradecido interiormente por la consideración del beta al cambio—Sí, estoy de salida.


—Si me das cinco minutos, te llevo. Me queda de camino.


—Si prometes dejarme en paz, te espero.


El mayor sonrió con sorna —No pidas milagros— y volvió a despeinarlo antes de subir con prisa.


—Como te odio...— susurró tratando de tener el cabello de forma decente una vez más.


Se quedó ahí, esperando sobre el tiempo acordado y cuando ya pensaba en tomar un bus, Alex apareció con una sonrisa de oreja a oreja, contrastando con la ceja levantada del menor, quien ya imaginaba la razón de ése gesto en el contrario.


—Lo siento...— se disculpó el beta, acercándose para susurrar en tono cómplice —Debiste verla, estaba demasiado bu...


—¡Ay, cállate!— lo cortó apartándose de él negando con la cabeza por sus ocurrencias mientras Alex lo seguía en dirección al vehículo.


—Ya tengo cita para el Domingo— declaró lanzándole un guiño.


El ambiente entre ellos era tan ligero, que no haber notado el pequeño sobresalto del omega y la tensión que parecía haberse apoderado de su cuerpo, habría sido imposible.


Daniel tragó en seco, pensando inconscientemente en lo que ocurrió la última vez y el arquitecto no hizo comentario alguno, dejando transcurrir unos minutos en silencio antes de desviar la atención del omega, contándole algunas anécdotas que ocurrieron en su ausencia, logrando que Daniel apenas se percate del momento en que llegaron a su destino, regresando a trabajar mucho más relajado.


Se sentía aliviado de poder contar con alguien como Alexander. Tal vez fuese su instinto de beta lo que convertía al arquitecto en alguien tan comprensivo, sin necesidad de expresarle sus inquietudes.


Cuando su jornada hubo acabado y se encontraba rumbo a la parada de buses, su mente volvió a traicionarlo al ver a una pareja dándose mimos, la imagen del alfa volvió a él.


Agachó la cabeza para no verlos más, con el bochorno tiñendo sus pómulos y se mordió el labio inferior molesto consigo mismo. Tanto pudor venía a que lo avergonzaba en demasía, el admitir -hasta consigo mismo- que su temor era porque no estaba seguro de llegar a la talla del alfa.


Él no era de los que se sentía menos que otro omega o de alguien de otro género, pero Enzo, ese alfa se notaba tan confiado, tan maduro y tan arrebatador... ¿y él? Él no había tenido relaciones sexuales con nadie, porque aunque no quisiera admitirlo, en el fondo seguía siendo un sentimental.


De verdad deseaba reunir más voluntad, antes de verlo otra vez.


Pero la suerte o el destino, no estaban de su parte, y la mayor prueba de ello es que unos días después, en la salida del edificio, se encontró a un alfa bien parecido y con porte galante apoyado en un auto último modelo.


Tragó saliva procurando calmar los latidos de su corazón.


¿Qué hacía ese alfa ahí?


¿Lo buscaba a él?


Cuando sus miradas conectaron y Enzo le mostró una sonrisa radiante, la respuesta fue clara: Sí, lo buscaba a él.


No. No podía ser cierto.


Quiso retroceder, meterse al edificio y no volver a salir hasta que ese alfa se fuera... pero sus piernas no parecían obedecerlo, su omega revoloteaba deseoso de mostrar su cuello ante quien él reconocía como su alfa.


—Hola Daniel


No.

Notas finales:

Muchas gracias por leer!

Con suerte, la siguiente actualización será en principios de la siguiente semana. Nos leemos!


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