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por Rukkiaa

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13. Shôto Bakugô

 

–Tal vez Tôya debería mudarse aquí—dijo Fuyumi mientras Shôto y ella desayunaban solos en la cocina.

–¿Qué acabas de decir? –preguntó el bicolor sorprendido.

–Antes o después, él tendrá que vivir aquí.

–No puedo creer que seas tú quien lo está sugiriendo. Es una gran decisión. ¿Crees que estamos preparados?

–Lo único que sé es que todos los demonios que se nos aparecen, nos atacan. Lo que quiere decir que tenemos que estar todos bajo un mismo techo, sino, somos vulnerables.

–No quería decir si estamos listos como brujos...Sino como hermanos—tomó la mano de la chica por encima de la mesa. –¿Te parece bien que le demos el cuarto de Natsuo?¿Estarás bien con eso? Yo aún espero ver a nuestro hermano aparecer por la puerta, y que me cuente todas las chicas guapas que vio en el museo.

–Yo también.

Hablaron con Tôya, que aceptó sin dudar lo de mudarse. Así que convirtió el cuarto de Natsuo en el suyo.

Varios días después, Fuyumi horneaba unas galletas para llevarlas a una baby shower a la que estaba invitada. Shôto entró a la cocina.

–Que bien huelen tus galletas...

–Te daré algunas cuando las saque del horno—dijo ella y el bicolor la besó en la mejilla.

Shôto fue a la nevera y sacó un tetra brik de leche vacío. –¿Hay más leche?

–Alguien olvidó ponerla en la lista de la compra, otra vez.

–Tenemos que ser pacientes con Tôya. Se necesita más de una semana para adaptarse a vivir aquí.

–Ayúdame con las cestas que voy a llevar a la fiesta. Mételas en el coche—dijo ella cambiando de tema y caminando por delante de su hermano para abrirle las puertas.

–A tío Shôto le gustaría organizar una baby shower para ti algún día. Tú y Tensei deberíais empezar a intentarlo—dijo con una gran cesta en cada mano.

–¿Yo?¿Y tú qué?

–¿Yo qué de qué?

–¿Qué hay de tú hijo al que viste en una premonición?¿Se te olvidó?

–Ese niño nunca nacerá, porque te recuerdo que era sangre de mí sangre. Ahora estoy con Katsuki. Y ambos somos hombres; omitamos que es parte demonio. Y no desvíes la conversación hacia mi persona—dijo bajando los escalones pendiente de no darse de bruces contra la acerca. –¿No quieres tener hijos?

–¿Con demonios apareciendo continuamente por la casa? No es mi prioridad ahora mismo.

–¿Piensas tener un hijo? –preguntó Tôya desde lo alto de las escaleras.

–Siempre cotilleando, hermanito—dijo Fuyumi que supervisaba dónde colocaba Shôto cada cesta dentro del maletero.

–No quiero entrometerme, pero yo sería un tío estupendo—continuó el pelirrojo.

–No vais a ser tíos, ¿vale? Dejad de poneros de acuerdo para sacarme el tema. Es demasiado arriesgado. Estaría en constante peligro entre nosotros.

–¿Y qué opina Tensei? –cuestionó Shôto en cuanto terminó de colocarlo todo y cerró el maletero del coche.

–Opina que ya controlamos suficiente la magia como para poder protegerle.

–Puede que tenga razón. Cada día que pasa soy mejor—dijo Tôya e hizo aparecer en su mano una galleta.

Shôto y Fuyumi volvieron al interior de la casa. Katsuki había aparecido en el salón y se acercó al bicolor.

–¿Reunión de hermanos en la entrada?

–Ayudaba a Fuyumi con lo de la fiesta del bebé. Ha hecho dulces—el rubio arrugó la nariz.

–¡Que se me queman las galletas! –la peliblanca salió corriendo histérica hacia la cocina.

Tôya se quedó en la entrada del salón, mirando a su hermano y a su novio.

–¿Vamos al cine?¿Jugamos al Monopoly? –preguntó.

–Vete a que te den por ahí—dijo Katsuki molesto.

–Lo del cine no está mal—dijo Shôto.

–No. Tengo que hablar contigo. Nada de cine—el rubio se mostró inquieto y no pasó por alto un leve rubor en sus mejillas.

–Shôto, podrías conseguir a alguien mil veces mejor que este tío—apreció Tôya con una galleta nueva en la mano y tomando asiento en el sillón.

–¡Y tu podrías morir!

–Te picas por todo, Katsuki—se carcajeó el pelirrojo.

–¡Que te mueras! –Shôto tuvo que tirar del brazo de Bakugô para sacarlo de la sala y que no golpease a su hermanastro.

–Katsuki, ¿soy yo o estás muy susceptible? –dijo empujando a su novio dentro de su dormitorio. –Tôya sólo quiere que os llevéis bien.

–Pues a mí no me interesa en lo más mínimo—el bicolor rodó los ojos.

Shôto se puso de rodillas en el suelo, sobre el tatami, e hizo un gesto con la mano para que Katsuki se le uniera.

–¿De qué querías hablar?

El rubio pareció darse cuenta de repente de por qué estaban en aquella habitación y se sentó de golpe, con las piernas cruzadas y frente al otro.

–¿Algo sobre One For All?

–Cásate conmigo, Shôto.

–¿Qué?

–¡Ya me has oído, mitad y mitad! –dijo iracundo. Cerró las manos en un puño, con el rostro casi tan rojo como los iris de sus ojos. Y estiró uno de los brazos hacia el otro. Entonces abrió la mano y en la palma le mostró que había una sortija de color naranja.

Shôto sonrió al ver el anillo y el rostro de Katsuki. Éste ni parpadeaba y sus labios formaban una fina línea, por la tensión.

–Si no te gusta esta sortija puedo crear otra. De otro color. O con otra piedra—el bicolor sabía de qué piedra se trataba. Cornalina, la piedra de la fidelidad. Tan naranja como el metal que la rodeaba; un oro también naranja de lo más peculiar.

–¿Estás seguro de esto? O sea...¿desde cuándo llevas planeando pedírmelo?

–Responde...joder...¿Sí o no? No es tan difícil.

Shôto contuvo una carcajada. Aquello realmente era una tortura para su novio. Ni le miraba a los ojos ahora, sino a algún punto de la habitación.

–Sí, quiero.

Los ojos de Katsuki volvieron a estar sobre él, pasmados.

–No sé si nos está permitido por lo que eres. Quizás nos pongan más problemas que a Fuyumi y Ten...

El rubio se le echó encima para besarlo, haciendo que su espalda diera contra el tatami.

–No me importa lo que pase ahora. Has aceptado—dijo contra sus labios.

Mientras le besaba con premura, a tientas buscó su mano izquierda, y también a tientas le puso el anillo que encajaba perfectamente en su dedo anular.

–No imaginaba que fueras alguien tradicional que pensara en el matrimonio—admitió el bicolor con el otro encima.

–Yo tampoco, pero eres lo mejor que me ha pasado. Y tendría que estar chiflado para dejarte libre sin una marca que le indique a todos que eres mío.

Unas pocas semanas pasaron en las que Fuyumi decidió encargarse de todo para darle una boda perfecta a su hermano pequeño, aunque Katsuki sugirió una boda demoníaca en el inframundo que no fue una idea bien recibida por el resto.

Tensei y Fuyumi montaron el escenario para la boda en el salón de la casa, al igual que en la suya. Con flores y velas. Y la noche previa, los dos hermanos se quedaron a dormir juntos en la habitación de Shôto, cada uno en un futón.

Los tres hicieron un círculo y jugaban a las cartas.

–¿Terminaste el pastel? –preguntó el bicolor a su hermana.

–Sí. Todo está perfecto. Me he ocupado de todo, tranquilo.

–Eso si All For One no envía demonios contra nosotros—dijo Tôya y sonrió cuando los otros le miraron. –Hay que ser realistas. Por eso os casáis en casa.

–No. Yo quería una boda rápida en el ayuntamiento. Fuyumi quería una boda romántica en casa—aclaró Shôto mirando concentrado sus cartas.

–Mi hermanito se merece una boda de cuento. El ayuntamiento es muy frío.

–Yo nunca me casaré—dijo el pelirrojo y cogió una nueva carta del montón que tenían delante.

–¿Sabéis lo que me sorprende? Que los Ancianos no hayan dicho ni hecho nada para impedir mi matrimonio. A ti y a Tensei os lo pusieron difícil.

–Tensei trabaja para ellos. Debía cumplir ciertas reglas. Además, Katsuki es bueno ahora, aunque tenga parte de demonio—tranquilizó Fuyumi. –Ha luchado muchas veces a nuestro lado.

–¿Bueno?¿Ese tío? Está loco, sin ofender–dijo Tôya mirando al menor. –Ni sé qué ves en él.

–Katsuki me enseñó lo que significa amar a alguien. Y él me necesita. Su locura...admito que me gusta—dijo Shôto soltando una carta y sonrió. Había ganado la partida.

Fuyumi dejó caer sus cartas y tomó a su hermanito de las manos.

–Recuerdo el día de mi boda. Yo también quería que todo fuera perfecto, pero ¿sabes? Apenas recuerdo la ceremonia. Al final lo que importa es que te casas con la persona que amas, y si consigues hacerlo, tu boda es perfecta—el bicolor le sonrió en agradecimiento.

–¿Sabéis lo que sería perfecto? Que Katsuki llorase. Pienso tener el teléfono en la mano por si acaso—apuntó Tôya.

–Espero que la abuela y mamá puedan venir... Y Natsuo—dijo el menor ignorando el comentario de su hermanastro.

–Si no viene puedo echarme polvos de talco por el pelo, así, como regalo de boda—dijo Tôya y los otros dos Todoroki negaron con la cabeza. –¿No nos pareceríamos Natsuo y yo?¿Ni un poco?

La boda tendría lugar al mediodía, así que durante la mañana, todos los que vivían allí se prepararon.

Shôto se puso un traje formal completamente negro con chaleco, corbata y una camisa blanca. Katsuki igual, aunque sin corbata ni chaleco y con el par superior de botones de la camisa desabrochados.

El bicolor terminaba de anudarse la corbata en su dormitorio, cuando apareció su madre en un haz de luz. Llevaba una rosa blanca en la mano.

–Bebé—dijo abrazándolo. Ni se había percatado de que Tôya estaba allí, sentado sobre el futón. Vestido también de negro completamente, salvo una corbata violeta.

–Me alegro de verte, mamá—dijo y la besó en la frente.

–No podía perderme tu boda, cariño—atenta, puso la rosa en el ojal de su chaqueta. –Has crecido tanto...

Fuyumi, vestida con un elegante traje verde esmeralda, se aseguraba de que alrededor de la tarta no faltaba ni un solo aperitivo.

–Todo está perfecto, Fuyumi—dijo la abuela apareciendo junto a ella. Llevaba una rosa roja en la mano.

–Gracias, abuela. Me he esmerado mucho—dijo orgullosa.

–Como siempre—dijo afectuosa. –¿Dónde está el novio de Shôto?

–¡Que me dejes en paz, joder!

–Por ahí viene—dijo señalando a la espalda de la peliblanca mayor.

–Katsuki, deberías peinarte adecuadamente aunque sea por hoy. Es tu boda—insistía Tensei siguiéndole por el salón.

–Si me sigues molestando, voy a meterte ese peine por...

–Katsuki Bakugô—dijo Natsuo con los brazos en jarras interponiéndose en su camino. –Así que al final vas a formar parte de la familia. No pude librarme de ti.

–El universo fue más sabio, y te mandó al otro barrio—apreció el rubio.

–¡Natsuo! –chilló Fuyumi lanzándose al cuello de su hermano.

–Joven Katsuki, permíteme que termine de arreglar tu aspecto—dijo la abuela Todoroki, poniendo la rosa roja en el ojal de su chaqueta. El rubio no rechistó.

–¿Natsuo? –Shoto bajó las escaleras corriendo tras escuchar el grito de su hermana y se unió a ella para darle efusivos abrazos a su hermano.

Tôya se situó junto a Katsuki y Tensei, que contemplaban la escena del reencuentro.

–Es más alto que yo, que mierda—dijo el pelirrojo.

–De la gente de esta familia no te libras ni aunque la diñen—dijo el rubio.

–Voy a por unos pañuelos para Fuyumi—dijo el peliazul.

Poco después comenzó la ceremonia. Katsuki había aprendido muy bien las cosas que debía decir y cuando; y una vez pasó todo, respiró aliviado. Shôto por fin era suyo.

El detective Tsukauchi se fue antes de las nueve. Los invitados muertos se marcharon a las doce de la noche, que era cuando terminaba su permiso para estar allí. Y una vez la casa estuvo vacía, sus inquilinos se fueron a dormir.

Katsuki impidió que Shôto subiera los escalones al piso superior. Tenía otros planes.

–Tú y yo iremos a otro sitio—dijo antes de llevarlo hacia la cocina y cruzar la puerta que daba al sótano.

Todo seguía igual allí adentro. Las colchonetas en el suelo. El saco de boxeo colgando del techo. Algunas armas apoyadas en la pared. Y las cajas en el rincón. Salvo una pequeña diferencia. Sobre las colchonetas del suelo, había un futón doble cubierto con un par de mantas y almohadones.

–¿Vamos a pasar la noche en el sótano? –preguntó no muy convencido el bicolor.

–Aquí podemos hacer todo el ruido que queramos. Nos separan dos pisos de tus hermanos. Tu pared da al cuarto del imbécil de Tôya. No lo haremos en tu dormitorio hoy. –Al mismo tiempo que terminó de pronunciar la última frase, su piel se volvió color azabache y se mostró completamente desnudo ante él. –Es nuestra noche de bodas, y quiero cumplir una pequeña fantasía.

Shôto alzó una ceja dándose cuenta de por donde venían los tiros. Katsuki quería hacerlo con él en su forma demoníaca. Sintió un escalofrío. Con ese aspecto, el otro parecía más un depredador que de costumbre.

Dio un par de pasos hacia atrás, los mismos que Katsuki dio en su dirección; y terminó rozando con los zapatos el borde del futón.

–No tienes escapatoria, Shôto Bakugô—dijo a pocos centímetros de su cuerpo. Tomando su corbata con la mano. Tirando levemente de ella.

–Nunca dije que me pondría tu apellido—apuntó el otro nervioso.

–Eres mío, y de nadie más—su voz parecía más grave bajo esa apariencia. Enredó la corbata entre los dedos, y la tela pronto se convirtió en cenizas; al igual que el resto de su ropa. De repente, Shôto estaba tan desnudo como el otro.

Notó entonces algo en sus muñecas. Como unas cuerdas invisibles que tiraban de sus manos hasta dejarlas a su espalda, sobre su trasero. Se sintió atrapado. Esposado de algún modo.

Observó a Katsuki. Todo oscuridad, dientes blancos y mirada imperturbable. Sonriéndole con aire de superioridad. Con el rostro alzado. Disfrutando de las reglas de su juego, hizo un sutil movimiento con la mano y Shôto sintió que las piernas le fallaban y cayó de rodillas al suelo frente al otro.

–Esta noche, Lujuria soy yo—dijo enterrando los dedos entre sus desiguales cabellos. Desacomodándolos a su antojo. Le alzó el rostro y le obligó a mirarle; difícil tarea, pues sus cabellos ahora tapaban parte de su campo visual. –Abre la boca para mí, Shôto.

–Kat...suki... –musitó obedeciendo.

Le introdujo un par de dedos que rozaron su lengua sólo unos segundos, y lo siguiente que notó fue su miembro. Caliente y grueso. Asfixiándole. Sometiéndole.

Katsuki gruñó mientras salía y entraba a su antojo. Haciendo que sus pulmones clamaran por más oxígeno. Provocando que su saliva escapara de su boca y le cayera por la barbilla. Así perdió la noción del tiempo, sintiendo como su propia sangre hervía.

El otro se apartó de su boca en algún momento y lo tomó en brazos de un modo amable, depositándolo sobre el futón que estaba a escasos centímetros de ellos. Dejando que su respiración recuperara el ritmo normal por unos instantes.

Sintió que las manos se le separaban de la espalda. Primero la derecha y luego la izquierda. Ambas deslizándose hacia cada esquina del futón impidiéndole moverse de nuevo. Dejándole a merced del demonio otra vez.

–¿Qué...?

Katsuki se apoderó de su boca con frenesí, sujetándole por la mandíbula. Mezclando con la suya los restos de saliva que aún quedaban en el borde de sus labios. Mordiendo su lengua cuando intentó llevarla de visita a la boca contraria.

Notó el sabor de su propia sangre en la boca. Y el otro la saboreó como si se tratase del más exquisito de los licores. También sentía el miembro del demonio sobre el suyo propio, como si esa fuera una tortura más.

Entonces Katsuki se movió, igual que si hubiera leído su mente. Descendiendo por su cuerpo como una serpiente. Lamiendo sus pezones y mordiendo la piel de su pecho. Dejando incontables heridas sangrantes. Shôto sólo podía gemir en respuesta a todo aquello. Sofocado. Con el corazón latiéndole a toda velocidad. Deseando más y más a pesar del dolor. Las manos de Katsuki le volvían completamente loco. Su sola presencia lo hacía.

El demonio apenas atendió su miembro con la boca, quizás urgido por su propia erección. Erección que se introdujo en su cuerpo desgarrándole. Introduciéndose todo cuanto le era posible. Haciendo que sin querer, gemidos subidos de tono escaparan de su boca.

Los brazos de Katsuki rodearon su torso, y él alzó la cadera para que las maniobras del otro fueran más precisas. Para que llegara a ese punto que le haría perder por completo la poca cordura que le quedaba. Ese punto que haría que el dolor se desvaneciese.

Sus manos fueron liberadas en algún momento y las llevó a la espalda del otro. Siguiendo el ritmo de sus estocadas con su propio cuerpo. Coordinándose con el contrario. Sonriendo al sentir los colmillos de Katsuki en su cuello; lo que parecía ser la parte favorita de su anatomía. Sonriendo cuando murmuró alguna incoherencia al tiempo que su esencia era derramada en el interior de Shôto; sujetándole con tanta fuerza, que milagrosamente no le rompió ninguna costilla. Sonrió también cuando alcanzó el orgasmo bajo el cuerpo de su marido. Tan pegado a él, que parecían uno solo.

–Eres mío—fue lo último que pronunció Katsuki antes de quedarse dormido.

Continuará...


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