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por Rukkiaa

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16. Y vivieron felices

 

–Unicornios y arcoíris—dijo Fuyumi.

–Dinosaurios—dijo Tôya.

–Dragones... O quimeras—dijo Katsuki.

–Ángeles quedaría perfecto—dijo Tensei.

Todos estaban sentados en el salón. Los tres Todoroki en el sofá, Katsuki sobre la mesa de centro con las piernas cruzadas; y Tensei en uno de los sillones individuales. Hablaban sobre cómo pintar las paredes de la habitación del bebé.

–No. Quiero que parezca sacado del universo de Harry Potter. Quiero ladrillos como en el Callejón Diagon. Y quiero dibujos de lechuzas. Y una silueta de Hogwarts. Un cuarto mágico, para un niño mágico. Es perfecto—dijo Shôto plenamente convencido.

–¿Harry qué? –el rubio le miró sin entender nada.

–Eres un friki, hermano—fue el aporte de Tôya. A pesar de todo, no parecía desagradarle.

–Se hará lo que tú quieras—dijo el peliazul.

–Y en las cajas del desván aún hay muchos juguetes nuestros que guardaron mamá y la abuela. Los revisaremos y cogeremos los que pueda usar tu pequeño—dijo Fuyumi.

–¿Juguetes? Si se aburre le invocaré una serpiente—dijo Bakugô.

–Si invocas serpientes para nuestro hijo, te las haré tragar.

–No saben mal—continuó el medio demonio.

–Das mucha grima, Katsuki—dijo el pelirrojo desapareciendo. Cuando volvió al salón, llevaba un par de cajas apiladas en los brazos. –Hay unas cuantas más, pero empecemos revisando poco a poco.

Puso las cajas en el suelo y los tres hermanos se pusieron a su alrededor. Katsuki aprovechó para tumbarse en el sofá cuan largo era.

–Voy a la habitación del bebé para ponerme a pintar. Habrá mucho trabajo que hacer—dijo Tensei desapareciendo en su haz de luz.

–¡Mirad! Este libro de cuentos era mío... –dijo Fuyumi sacando de la caja un libro de portada colorida. –Yo se lo leí muchas veces a Natsuo.

–Y Natsuo me lo leyó a mi—reconoció Shôto igual de melancólico que su hermana. En ese momento tenía en la mano un pequeño oso de peluche morado al que le faltaba un ojo.

–Los cuentos me parecen estúpidos—comentó Tôya sacando más cosas de una caja. –A esta muñeca le han arrancado la cabeza...

–Los cuentos no son estúpidos—dijo la peliblanca ojeándolo.

–Ya... Todos tratan de mujeres desvalidas que necesitan hombres fuertes que las rescaten y están plagados de brujas malas. ¿De verdad os enseñaron eso de pequeños?

Shôto y Fuyumi se miraron.

–Los cuentos tienen valores—siguió la chica en sus trece. –El bien vence al mal. Esa es una importante lección.

Tôya miró al bicolor, ya que la otra no parecía dispuesta a ceder.

–Te daré un consejo. A Bakugô Junior mejor léele el libro de las sombras. Le será más útil. Sigue tu instinto. Sabes que es lo correcto.

–Mi instinto es de pánico—comentó Shôto. –Lo que más me preocupa ahora es que cuando le mande a su cuarto, el niño se teletransporte hasta Asgard.

–Para eso tienes un marido que podrá teletransportarse... ¿A dónde has dicho? –preguntó Katsuki aún en el sofá.

Un año después de la muerte de la reina, el rey se volvió a casar, pero su nueva esposa resultó ser una bruja consumida por los celos y siempre hacía la misma pregunta a su espejo...—leyó Fuyumi en voz alta una página al azar. –Dime, dime espejito, ¿quién es la bruja más poderosa de todas?... No lo recordaba así.

–Porque no es así. Siempre preguntaba por la mujer más guapa. ¿De verdad pone bruja? –Fuyumi le pasó el libro a su hermano pequeño. –Debe ser una errata. Fíjate en la respuesta que le da el espejo: Hay tres brujos más poderosos que tú. Está fatal—dijo cerrando el libro y devolviéndoselo a la chica.

Se hizo tarde y todos se marcharon a dormir, sin ser conscientes de que del libro de cuentos comenzaron a salir criaturas y objetos. Empezando por el cazador del cuento de Blancanieves. Y los zapatos de cristal de la Cenicienta.

Por la mañana, cuando los tres hermanos bajaron a desayunar, el cazador los interrumpió atacándoles en la cocina con su hacha en alto. Atravesando los cristales de la ventana.

Fue a por Shôto y Fuyumi que cayeron al suelo. Tôya orbitó evitando que le diera.

–¡Shôto, estás herido! –la peliblanca se dio cuenta de la herida que el hacha había causado en su brazo, pero tan rápido como lo dijo, la herida se curó sola.

El bicolor ni se inmutó, alzó las manos hacia el cazador, y le prendió fuego. Acabando con él.

–¿Qué ha pasado aquí? –Katsuki corrió hacia Shôto, ayudándole a que se pusiera en pie.

–¿Un demonio? –Tôya volvió de donde quiera que estuviese.

–Era el cazador del cuento de Blancanieves—dijo la peliblanca. Corrió al salón, cogió el libro y les mostró la página donde salía el dibujo del cazador de marras.

–¿Estás diciendo que el personaje de un cuento se ha materializado para atacarnos? Vamos... –el pelirrojo seguía escéptico a pesar del ataque.

–¿Qué explicación le das?

Se percataron entonces de que junto a las cajas del desván con sus juguetes, había una cajita rosa que parecía de regalo. Shôto la cogió y al abrirla se encontró con dos zapatos de cristal. Fuyumi se los quitó de las manos.

–Mi cuento preferido... –dijo embelesada.

–Debería consultar lo que ha pasado. Es todo muy extraño—comentó Tensei desapareciendo.

Fuyumi se quitó los zapatos para ponerse los de cristal.

–¿Qué haces? –preguntó Shôto alarmado.

–Demostrarle a Tôya que tengo razón—se puso los zapatos de cristal que encajaron perfectamente en sus pies. De pronto su ropa se transformó en un radiante vestido y sus piernas empezaron a moverse solas. Asustada, tuvo que sujetarse en el marco de la puerta para no marcharse a la calle.

Tensei volvió. Para ese momento, Fuyumi estaba atada a una viga del techo del desván gracias a Katsuki y sus cuerdas invisibles.

–Alguien está usando los cuentos de hadas maliciosamente para poder reescribirlos. Corromperlos para generaciones futuras—dijo el peliazul.

–¿Cómo va a corromperlos? Ya están escritos—comentó el pelirrojo.

–Cada copia es una manifestación de un original. Un original que en su tiempo fue confiado al guardián de los cuentos para que lo protegiera. Quien quiera que hace esto, ha atacado al guardián—continuó el luz blanca.

–Una bruja malvada diría yo—aportó Fuyumi desde el techo sin dejar de mover las piernas.

–Pues id a la casa de ese guardián y dadle una patada al culpable—dijo el rubio.

–Nadie sabe dónde está. Se ha mantenido en secreto incluso para los Ancianos—respondió Tensei.

–Ojalá supiéramos cómo dar con esa supuesta bruja malvada. En el libro de las sombras hay una poción para matarlas—dijo Shôto decepcionado.

–Qué mierda—Tôya, derrotado y hambriento, hizo aparecer en su mano una galleta. En cuanto le dio un mordisco, se cayó al suelo inconsciente y la galleta se transformó en una manzana roja que rodó por sobre la madera.

–¡Tôya! –gritaron a la vez los otros dos Todoroki.

De pronto sonó el timbre y Shôto bajó al piso inferior mientras Tensei se ocupaba de intentar despertar al pelirrojo.

Cuando el bicolor abrió la puerta, al otro lado se topó con siete campechanos enanitos.

–¿Alguien ha mordido una manzana? –preguntó el cabecilla del grupo y entraron en tropel. No tardaron en tumbar a Tôya en el sofá y velarle.

–Es genial. Ellos le cuidan y se encargan de mantenerle con vida—dijo Tensei que respiraba aliviado. –Nos permite ganar tiempo hasta que podamos derrotar a la bruja malvada. –dijo y se fue con Fuyumi al desván.

–Si vamos a seguir la teoría de la bruja malvada, voy a hacer la poción esa—dijo Shôto y fue a la cocina. Al entrar se percató de que había una caperuza roja colgando del respaldo de una silla, pero la ignoró.

–¿Cuándo llegará su princesa?¿O su príncipe? –preguntó el cabecilla de los enanitos a Katsuki.

–Ja, ese no tiene una mierda. Olvidaos.

–¿Entonces quién lo besará?

–Espero que nadie. Me dan arcadas solo de imaginarlo—dijo el medio demonio haciendo una mueca como si realmente le diera asco.

Entonces escucharon a Shôto gritar desde la cocina. Katsuki se apresuró en llegar, pero lo que vio fue un lobo de grandes colmillos, y ni rastro de su marido.

–¡Puto lobo, devuélveme a Shoto! –se convirtió en un demonio, dispuesto a matar al animal. Éste salió corriendo hacia el salón, y saltó hacia el libro de cuentos, pero mientras estaba en el aire, su cuerpo se hizo añicos y Shôto cayó al suelo. –¿Te lo has cargado desde dentro?

–Eso creo... ¿Soy yo o el lobo pensaba regresar al libro?

–No eres tú. Quizás sea un portal.

–Eso quiere decir que dentro está la bruja. Y yo tengo la poción que la matará.

–¿Y cómo entrarás? –Katsuki abrió el libro y palpó las páginas, pero no pasaba nada raro.

Shôto fue a la cocina y volvió con la capa roja que había visto antes puesta.

–Tal vez como humano no... –dijo sonrojado. –Pero tal vez Caperucita roja sí pueda entrar... Sabía que tendría que ponerme algo ridículo. Nada puede ser nunca sencillo o no bochornoso.

Tocó el libro y fue a parar a su interior, donde mató a la bruja malvada y liberó al guardián de los cuentos.

Cuando volvió a la casa todos estaban en el salón, las piernas de Fuyumi ya no se movían sin control y Tôya había despertado.

–Dame los zapatitos de cristal. Debo devolvérselos al guardián junto a esta caperuza.

Katsuki se acercó a él por su espalda, pícaro.

–¿No puedes quedártela un poco más? Se me ocurre algo que puedes hacer con ella—comentó en su oído.

–¿En serio?¿Quieres que juguemos con esto?

El rubio alzó las manos como si fueran garras. –¡Grrrr!

Shôto salió corriendo escaleras arriba interpretando su papel y siendo perseguido por el otro que no dejaba de gruñir. –¡Socorro!¡Que alguien me ayude!

–¡Id a un motel! –gritó Tôya desde el sillón. Tenía en la mano un tarro de galletas.

–¡¿Dónde cojones estás?! –escucharon vociferar a Katsuki desde el piso de arriba, enfadado.

–¡El niño me ha teletransportado al desván!¡Creo que pensaba que pedía ayuda de verdad! –dijo Shôto. Katsuki empezó a maldecir y el resto de la familia se carcajeaba en el salón.

Continuará...


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