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por Rukkiaa

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8. Haz lo que debas

 

Varios días después, los tres hermanos hacían una poción en la cocina.

–No sé nada de Katsuki desde la noche que salimos a cenar. –dijo Shôto apenado, toqueteando los frascos de ingredientes de un modo distraído. –Ni me llama, ni responde si lo hago yo.

–Necesito mandrágora—dijo Natsuo llamando su atención. –Concéntrate en esto. Tenemos que matar a ese demonio, Shôto. Tenemos prioridades.

–¿Los ojos del demonio no os resultaban familiares?

–Recitemos el conjuro y olvidémonos de ese demonio de una vez. Aún tengo pesadillas con él—dijo Fuyumi.

–No sabemos si funcionará—aclaró el mayor.

Esa tarde, Shôto fue al apartamento de Katsuki. Llamó varias veces a la puerta, pero como esperaba, nadie le abrió. Sin embargo, se fijó en unas gotas de sangre que habían en el suelo y cuyo rastro terminaba bajo la puerta de la casa del rubio. Preocupado, forzó un poco la cerradura y entró.

Todo parecía normal. Todo estaba en su sitio. Salvo por más gotas de sangre que iban hasta el dormitorio. Donde encontró al rubio tumbado sobre la cama. Pálido y tembloroso. Vestido con una camiseta sin mangas negra y unos pantalones sueltos de pijama.

–¡Katsuki! –corrió a su lado. Dándose cuenta de que estaba herido en el costado derecho. Herida que estaba cubierta con un apósito manchado de sangre. –¿Qué te ha pasado?

–Me metí en una pelea... –dijo como si le costara horrores incluso hablar.

–Déjame ver la herida. Puedo ayudarte.

–¡No! –Shôto se paralizó.

–Pues hay que llevarte a un hospital—ya que no le permitía hacer otra cosa, le tomó de la mano.

–Se me curará sola... –dijo perdiendo la consciencia.

–No voy a quedarme sentado viéndote morir, Katsuki. –El bicolor cerró los ojos y susurró—Tensei, por favor. Tensei.

El mencionado se apareció en el salón del apartamento de Katsuki.

–¿Qué pasa, Shôto?

El bicolor se reunió con él.

–Necesito tú ayuda. Katsuki la necesita. Está herido.

–Entonces necesita ir a un hospital.

–No quiere ir.

–Shôto, no puedo sanar a mortales. Tú lo sabes. A menos que fueran heridos por seres sobrenaturales malignos. Va contra las reglas.

–¡Pues infringe las reglas!... Lo siento... Es que no puedo dejar que muera, Tensei.

El peliazul suspiró. –No deberías pedirme esto.

–Lo sé.

Entraron juntos en el dormitorio y Katsuki seguía entre el sueño y la vigilia. Le tomó de la mano nuevamente y Tensei descubrió la herida. Aunque cuando puso las manos sobre ella y la curó, fue lanzado por los aires.

Katsuki abrió los ojos. Recuperado. Bajo la mirada desconfiada de Tensei que se había puesto en pie y por fortuna no estaba herido a pesar de todo.

–Eres un doctor muy bueno—dijo el rubio a Tensei. –Te debo una.

–Olvídalo... Shôto, ¿puedo hablar contigo fuera?

El bicolor asintió y le siguió fuera del apartamento.

–Creo que debemos irnos de aquí, Shôto—dijo nervioso.

–¿Por qué?

–¿Viste lo que ocurrió ahí?

–Sí, que le curaste.

–No. Sólo le curé en parte, ¿comprendes? Eso nunca había ocurrido antes.

–Tal vez es porque está muy débil.

–Esa no es la razón. Puedo curar a mortales completamente. La única explicación posible es que él no es quien tú crees que es—aclaró el luz blanca. Shôto le miraba sin terminar de comprenderlo.

–No... No lo entiendo.

–¡Es un demonio, Shôto! Por lo que sabemos podría ser el demonio que intentáis destruir. El que os atacó la otra noche. Piensa en ello. Ambos están heridos. ¿Viste la herida? En el costado derecho. La misma puñalada que le hizo Fuyumi con la daga demoníaca. Por eso quizás no podía curarse a si mismo como seguramente podría en otras circunstancias.

Shôto le miraba con un apretado nudo en la garganta. Sabiendo que todo lo que Tensei le estaba diciendo tenía sentido. Incluyendo el detalle de aquellos familiares ojos rojos que le desconcertaron durante el enfrentamiento con el demonio.

–Tú vete. Tengo una de las pociones que hicimos esta mañana. Si de verdad es un demonio...Lo mataré.

–Avisaré a tus hermanos—dijo desapareciendo en un haz de luz.

Cuando Shôto volvió a entrar en el apartamento, Katsuki le esperaba al otro lado de la puerta.

–¿Va todo bien? –le preguntó con fingida inocencia.

–Perfecto—Shôto intentaba aparentar normalidad, pero no podía. Tenso. Sintiendo los iris rojos sobre él. Pensando en si Katsuki iba a matarlo. En si eso es lo que haría ahora que sabía su secreto.

Recorrió el salón con lentitud, no queriendo alertar al otro; que seguía observando cada uno de sus movimientos. Sujetando en un apretado puño el pequeño frasco de la poción.

–¿Te ocurre algo?¿Qué ocultas? –cuestionó Katsuki acercándose a el.

–Tu eres quien tiene secretos, ¿verdad?

–¿Estás seguro de eso? –el rubio interceptó su paseo por el salón, deteniéndose justo delante de su cuerpo. –Sé lo que está pasando aquí, Shôto. Y siento haber llegado a esto, pero no siento lo nuestro. Lo que ha pasado entre nosotros. Debes saberlo. –Se inclinó hacia el, haciendo que sus rostros casi estuvieran unidos. –Pregúntame lo que quieres saber de verdad.

–¿Quién eres?

La puerta se abrió de sopetón y Natsuo, Fuyumi y Tensei entraron por ella. Katsuki se mostró como demonio, tan oscuro como la noche salvo los iris rojos; y cogió a Shôto, poniéndolo delante de él, como un escudo y usando una daga que él mismo conjuró de alguna parte y se la puso en el cuello.

–Si os acercáis, lo mato—ni terminó de pronunciar esas palabras, cuando se desapareció de allí junto con el bicolor.

–¡Shôto! –gritó Fuyumi.

–¿Lo matará de verdad? –Natsuo miró a su hermana y a su cuñado.

–No creo que le haga daño a Shôto—dijo el peliazul.

–¿Y el demonio?

–Podría habérselo hecho antes. En incontables ocasiones—aclaró ella.

–Sólo lo utilizaba—dijo Tensei. –Hasta que pudiera mataros a los tres.

–Tal vez se enamoró de nuestro hermano—apreció la chica.

–O era un truco. Los demonios hacen todo lo que haga falta—dijo el peliblanco.

–Tendremos que confiar en su mitad humana—siguió el luz blanca.

–¿Su mitad humana?

–La que pude curar. Es mitad humano, por eso no me di cuenta de lo que era. Por eso pudo mezclarse entre nosotros como si fuera uno más—continuó el peliazul. –No os preocupéis. Cuando Katsuki deje de fluctuar y se asiente en un lugar, os llevaré hasta allí.

Katsuki y Shôto se aparecieron en un cementerio, dentro de un mausoleo.

–¡Suéltame! –pidió apartando el brazo del demonio de su cuello y golpeándolo hasta dejarlo inmóvil en el suelo de piedra.

Katsuki le mostró su lado humano. De nuevo cabellera rubia y tez clara.

–Eso no va a salvarte—el bicolor continuaba con la poción en la mano. Todavía incapaz de usarla contra el otro.

–Sólo quiero que veas quién soy realmente.

–Ya lo he visto. Ya sé quién eres. Eres un demonio.

–No te haré daño—dijo con las palmas de las manos hacia arriba, provocando que el otro se apartase de él y pudiera levantarse.

–Es un poco tarde para eso, Katsuki. ¿Por qué no me mataste sin mas? –. Un par de lágrimas furtivas se escaparon de sus ojos dispares y le rodaron por las mejillas. –¿Por qué me hiciste pasar por esto?¿Por qué las citas?¿Los besos?¿Y lo demás?¿Fue una broma retorcida y maníaca de demonios?

–No, no fue eso.

–¿Entonces qué fue?

–¡No podía matarte, joder! –lo tomó por los hombros, con fuerza. –Lo intenté. Muchas veces. Incluso mandé a otros demonios a por vosotros. Me acerqué a ti con el objetivo de asesinarte. Las citas y todo lo demás me llevaron justo donde quería, Shôto. Sólo tenía que acabar la misión que me fue encomendada. Pero no pude por culpa de estos malditos sentimientos de mierda que en mis cien años de vida jamás había experimentado.

–Tú eres un monstruo. No tienes sentimientos.

–Es la verdad. Siento algo por ti. Aunque lo odie con todas mis fuerzas. Créeme cuando te digo que deseo matarte lo mismo que deseo que sigas con vida. Sabes que es verdad. Te juro que es verdad. Soy medio humano. Mi padre era mortal.

–Mentiroso.

–¿Por qué mi sangre es roja? Incluso en forma de demonio. ¿Y por qué puedo mostrarte este aspecto tan normal? Confía en mi. Esto es cierto. Te conocí y me cambiaste, maldito mitad y mitad.

–Sigues siendo un demonio. Todo lo que me estás diciendo no cambia nada—se aferraba al tarro de la poción como si fuera su salvavidas.

–He hecho cosas horribles, no voy a negártelo. He asesinado. Torturado. Y todo eso lo he disfrutado. Pero tú despertaste algo en mí, Shôto. Algo que ni sabía que tenía. Algo que pertenece a mi lado humano. Deja que te lo demuestre—dijo y alzó los brazos a ambos lados de su cuerpo. –Mátame.

El menor de los Todoroki tardó sólo dos segundos en guardar la poción de nuevo en su bolsillo, y besar al otro apasionadamente en los labios. Katsuki le correspondió con ahínco. Fundiéndose en un abrazo. A pesar de que estaba mal. A pesar de que no debía hacer algo como aquello.

–¡Shôto! –escucharon gritar a Fuyumi fuera, en alguna parte.

Katsuki y Shôto se miraron.

–Dame tu camiseta—dijo el bicolor y la tiró al suelo en cuanto el otro se la quitó. Luego le hizo un corte en la palma de la mano y dejó que las gotas de sangre cayeran sobre la prenda.

–¿Por qué?

–Porque mis hermanos seguirían buscándote para matarte—dijo y tiró la poción sobre ambas cosas provocando una pequeña explosión. –Ahora estarás muerto para todos. Vete, por favor.

Katsuki le besó con pasión contenida y desapareció. Natsuo y Fuyumi entraron en el mausoleo porque habían visto el humo.

Ambos peliblancos miraron al suelo, donde estaban los restos de lo que dedujeron, sería el demonio. Fuyumi se acercó a Shôto y lo abrazó para darle ánimos.

–Hiciste lo que debías—dijo ella a modo de consuelo.

–Lo sé.

Un par de semanas pasaron en las que Shôto lidiaba con la culpabilidad de mentir a sus hermanos y la incertidumbre del paradero de Katsuki. Tenía miedo, sobre todo porque al rubio lo habían enviado a matarles, pero no lo había cumplido y seguramente recibiría un castigo por ello.

Tan preocupado estaba, que se decidió a hablar con Tensei en privado.

–¿Puedo hablar contigo? –preguntó tirando de la muñeca de su cuñado hasta hacerlo entrar en su habitación. Sansa estaba hecho un ovillo en un rincón.

–¿De qué?

–Voy a ir al grano, pero que quede claro que esto es confidencial. Entre tú y yo. Tus jefes Ancianos o como se llamen no deben enterarse.

–Shôto, ¿qué ocurre?

El bicolor tomó aire. –Tensei, Katsuki está vivo.

–¿Qué?

–Katsuki. En realidad no acabé con él. Sé que es horrible y odio mentirle a mis hermanos, pero no he podido decírselo.

–¡Shôto!

–No pude matarle, Tensei. Me propuse hacerlo, pero cuando hablé con él y lo tuve delante no pude. Y sabía que mis hermanos iban a hacerlo por mi.

–¿Y fingiste su muerte?

–No tenía elección. Tensei, en mi corazón sé que jamás nos haría daño—dijo sinceramente. –De no ser así no le habría dejado ir. Siento algo muy fuerte por Katsuki y pensar en su muerte...

–¡Es un demonio! Aunque estés enamorado de él, eso no cambia.

–Es medio humano.

–¿Pero qué dices? Es un asesino. Ha matado a otros brujos y a inocentes, y a todo lo que se ha interpuesto en su camino. ¿Qué te pasa?¿Qué te hace pensar que no va a volver ahora mismo a mataros a los tres? Creía que eras más inteligente que eso, Shôto.

Los ojos dispares le miraron con convicción. –No lo hará. Sé que es bueno.

–No. Tú esperas que sea bueno. Quieres que lo sea...¿Por qué me has contado esto?

–No lo sé, Tensei. Contaba contigo para que me guiases y me apoyases. ¿No eras nuestra luz blanca?

–Al guiarte y al apoyarte te he metido en todo este lío. Dejé que terminases en los brazos de un demonio, y tendría que haberlo calado desde que le vi la primera vez—dijo el peliazul decepcionado. Iba a continuar hablando, pero escuchó que le llamaban sus jefes. –Tengo que dejarte. Seguiremos hablando.

Pasó fuera más de veinticuatro horas, y cuando volvió, encontró a Shôto cenando solo en una de las mesas del T³.

–Mi hermana está en la cocina. Si quieres la aviso de que estás aquí—dijo limpiándose los labios con la servilleta de tela y cogiendo el teléfono móvil.

–Puedo esperar. ¿Cómo estás?

–Si te mintiera, te diría que estoy genial—reconoció. –Te quiero pedir disculpas por ser un brujo tan incompetente. El que tendría que haberse dado cuenta de que Katsuki era un demonio era yo. Tú no tienes la culpa de nada.

–No. No te disculpes... Yo no tendría que haberte hablado de ese modo. Me siento culpable muchas veces, pero no sólo contigo. Con Natsuo también. Fuyumi se convirtió en el centro de mi mundo y vosotros fuisteis relegados y eso no debió pasar. Sois mis protegidos también. Debí vigilarte más de cerca. No volverá a ocurrir, ¿vale? –dijo y le revolvió un poco los desiguales cabellos, como si fuera un niño pequeño.

–¿Dónde estabas? –preguntó al Iida Natsuo en cuanto volvió del cuarto de baño.

Fuyumi se les acercó poco después.

–¿Estás bien? –Tensei se levantó y la abrazó. Se notaba en sus ojos que había estado preocupada por él.

–Tengo noticias—dijo, pero dirigiéndose a los tres hermanos. –Al parecer allí arriba ya sabían de nuestros planes de boda secretos. Y nos dejaron seguir pensando que no sabían nada, porque querían ver si nuestra relación afectaba a mi trabajo. Sin embargo, por alguna razón, han decidido que no hay ningún inconveniente para que estemos juntos.

–Eso quiere decir... –la chica enmudeció.

–Que estamos oficialmente prometidos—Fuyumi, emocionada, lo abrazó de nuevo con fuerza. Natsuo se les unió, abrazando a Tensei por la espalda.

–Ven Shôto. Sabes que quieres hacerlo—dijo el peliblanco animándole para que se uniera al abrazo de grupo.

–Paso. Pero os doy la enhorabuena.

–Pues si la montaña no va a Mahoma... –dijo Natsuo y todos abrazaron al bicolor.

Continuará...


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