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Lágrimas de estrella por Tlazolli666

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 Con el paso de los días, Kakyoin comenzaba a confiar más en Jotaro. Aún no tenían la confianza suficiente para decirse todo acerca de todo, pero se trataban de buena manera; reían, charlaban por horas e incluso llegaron a fumar juntos, aunque eso nunca le gustó al más bajo.

 

 Sin embargo, las cosas parecían diferentes de cierta forma. El pelirrojo no dejaba de hacerse preguntas dentro de sí mismo. Al ver a Jotaro, sentía algo diferente a lo que alguna vez había sentido. Pero él intentaba buscarle una respuesta, diciéndose a sí mismo que era una sensación desconocida, como si fueran hermanos. Kakyoin nunca tuvo hermanos, no sabía que estaba diciendo pero el encontrarle una justificación para callar a las voces dentro de su cabeza, lo relajaba.

 

 En cuanto a Jotaro, él pensaba que estaba tal vez frente al tipo que sería su mejor amigo por toda la vida. Incluso se imaginaba en un futuro charlando con un Kakyoin maduro y con ojos distintos. Aquellos pensamientos llegaban por sí solos. Era como si su subconsciente le dijera que ambos volverían a casa sanos y salvos como para convivir en un futuro.

 

 Aquello pasaba muy seguido, incluso en forma de sueños, el pelinegro veía al más bajo invitarlo a su casa en cuanto llegaran a Japón. Jotaro tomó la iniciativa de que éste lo acompañara a saltarse clases, tal vez un nuevo amigo para su grupo estaría bien. 

 

 -“No” -pensó el pelinegro mientras los pensamientos de que Kakyoin y sus pocos amigos rudos se juntaran. -“Él no es así. Él no es como alguien más que haya conocido.” -mientras los pocos amigos de Jotaro eran violentos, bravucones y rudos, Kakyoin era todo lo contrario; era suave, inteligente y sentía que podía ver algo a través de sus ojos violetas, algo que los demás de su escuela y/o amigos no tenían, pero no tenía ni idea de lo que era.

                                                                          

 Por otro lado, sentía que su amigo era el único que podía comprenderlo. Cuando Jotaro tenía problemas con su abuelo, el pelirrojo siempre estaba ahí para aconsejarlo. Cosa que sus otros amigos jamás hubieran hecho. Era como si Kakyoin realmente se interesara en él. Aquel pensamiento lo hizo ruborizar.

 

 Esa noche, el grupo de cuatro (ya que Avdol había “muerto”) habían cenado en un pequeño restaurante lujoso que Joseph había pagado. Jotaro mantenía siempre la misma actitud de siempre, mientras que Kakyoin hablaba con los dos adultos. 

 

 Jotaro estaba perdido aún en pensamientos, mirando de reojo al más bajo charlar como si le tuviera demasiado respeto a los adultos. Era como un chico bueno. -“y eso es lo que es...” -pensó Jotaro, ruborizándose con las palabras de su mente. -“¿Qué estoy diciendo? Supongo que el cansancio está poseyendo mi mente. ¿Por qué pensaría algo como eso?” 

 

 -Jotaro... -se levantó el pelirrojo. -Tienes cara de cansancio. ¿Por qué no te vas a la cama? Te alcanzaré en un par de minutos.

 

 -Cómo sea. -el pelinegro acomodó su gorra y se puso de pie. -“Necesito dormir, descansando podré alejarme de tantos pensamientos.”

 

 Pero durante el camino a la habitación, no paraba de sentirse un poco irritado. Sintió como si su compañero lo hubiese sacado de la cena. Sabía que él no sería capaz de ello, pero aún así se sintió un tanto pensativo.

 

 No hizo mucho una vez estaba todo listo para irse a la cama. Apagó las luces y se metió bajo las cobijas, intentaba concentrarse en encontrar el sueño. 

 

 Respiró profundamente antes de cerrar sus ojos y caer en un profundo sueño. Fue como si por un segundo olvidara sus preguntas y molestias. Como si no le preocupara que la muerte de su madre estuviera cerca mientras ellos estuviesen más lejos de Dio.

 

 De pronto, Jotaro se sintió tan relajado, tan tranquilo que por un segundo creyó sentir que la cama lo mecía de un lado a otro con suavidad. Pensó en hacer un esfuerzo para abrir sus ojos y extrañamente pudo distinguir una suave luz, podía jurar que veía a alguien ahí. 

 

 Frente a sus ojos, la silueta tomó forma una forma clara y distinguible, dándole una sensación de deja vú. Podía ver a Kakyoin caminando hacia él, caminando en línea recta, con suaves pasos que no podían ni siquiera escucharse. El pelirrojo llevaba su bufanda, cubriéndole parte de la cabeza y dejando visible su largo y rizado mechón rojo. 

 

 -Jojo... -dijo con una sonrisa suave en sus labios. -No había cigarrillos de los que fumas, pero encontré otros. Tal vez te gusten. -podía jurar qué veía un extraño brillo en sus ojos violentas y algo en su sonrisa. 

 

 Casi de inmediato, vio al mismo sentado en un sofá. Sabía que había varias personas a su alrededor pero no podía distinguirlas; era como si sólo estuviese iluminada la parte en la que Kakyoin estaba. Podía ver que éste escribía en una pequeña libreta. No, esto ya había pasado, estaba dibujando algo mientras sonreía suavemente. 

 

 -Mira, Jojo. -dijo emocionado, mostrando la libreta. Jotaro no recordaba estar fumando o haber encendido un cigarrillo, pero ahí lo tenía entre sus dos dedos; intentó fumarlo antes de acercarse a la libreta, pero no pudo inhalar nada. 

 

 La libreta tenía trazos suaves y otros más fuertes, pudo ver que todos ellos formaban su rostro serio e inexpresivo. Kakyoin lo había dibujado y era un dibujo muy hermoso, parecía que realmente se había esforzado.

 

 -Jotaro... -Una voz lo llamó desde atrás, al mirar se trataba del mismo Kakyoin. La misma mirada suave, con ojos brillantes y sonrisa pequeña. -Tu abuelo dice que ya nos vamos. 

 

Jotaro se fijó en cada detalle de las cosas que ya había vivido alguna vez, era como si su mente recapitulara todo lo vivido. En los detalles pudo ver su delicada mano tomando su hombro. No era una mano femenina, era masculina pero tenía tanta delicadeza en su toque que la hacía sentir tan suave.

 

 Su corazón palpitó con fuerza, mirando lentamente su rostro sonriente. Podía sentir una extraña seguridad en el rose de su mano y en el aroma que emanaba, tan dulce pero no lo suficiente como para ser empalagoso, era muy agradable, era perfecto.

 

 De pronto, alguien se sentaba a su lado. Ya no era el mismo sofá que parecía de un lobby, era el asiento trasero de un auto. El pelirrojo subía a este y se sentaba a su lado.

 

 -Jojo, te traje una cerveza. No sé si te gusta el mismo refresco que a mi, así que te traje esto. -sacaba de su chaqueta ambas cosas. Estirando tan sólo un poco su mano para entregar la lata, Jotaro la aceptó pero al momento de tocarla, pudo sentir sus dedos suaves y largos.

 

 Ahora se encontraba en el piso; podía reconocer perfectamente dónde estaba y las personas a su alrededor, eran todas chicas de su escuela y uniformadas. Todas decían algo aunque no podía escucharlas ni ver sus caras, todas estaban mirándolo desde arriba.

 

 -¿Estás bien? -la voz nuevamente. El joven llevaba la misma bufanda sobre sus hombros. Sacó un pañuelo blanco con pequeños detalles verdes y se lo entregó. -Deberías ir a la enfermería, esa herida se ve muy mal.

 

 Ahora lo entendía, estaba reviviendo sólo unos pocos recuerdos de su amigo. Pero todos eran específicos.

 

 -Ah... yo soy Kakyoin Noriaki. Me transfirieron ayer a esta escuela. -dijo nuevamente, sin que nadie le hiciera pregunta alguna.

 

 -“Claro.” -pensó. -“mi mente sólo reproduce mis recuerdos y estos están destinados a ser fieles a lo experimentado. Pero ¿por qué?”

 

 Jotaro lo comprendió después, su mente estaba reproduciendo todos aquellos recuerdos que le hicieron sentir un nudo en el estómago y como su corazón latía aún más rápido. 

 

 Casi de inmediato, Jotaro abrió sus ojos ante la realidad. En la oscuridad y sólo con la tenue luz que llegaba desde la ventana por el movimiento de la calle. Se sentó en esta, sintiendo como aún su corazón latía a mil por hora y como su rostro ardía. Ya estaba en la realidad y lo sabía, ahora sus latidos comenzaban a disminuir.

 

 Se dejó caer sobre el colchón, frotando sus párpados y suspirando.

 

 -“¿Qué ha sido todo eso?” -quiso acomodarse para ver la hora en el reloj digital en la mesa de noche, y al notar la hora pudo ver que su compañero ya había regresado. Ahora estaba arropado, totalmente dormido y acostado de lado, de forma en la que podía ver su rostro.

 

 Las respiraciones de su nariz, hacían que su largo mechón se moviera con cada exhalación. Para después volver a golpear su rostro con cada inhalación. Jotaro quiso burlarse, pero en vez de eso, sólo lo movió a un lado para que dejara de hacerlo.

 

 Se detuvo inmediatamente, al momento de hacerlo pudo ver que el pelirrojo sonreía en sueños y al momento, el corazón del más alto comenzó a golpear nuevamente su pecho con fuerza. Otro recuerdo con qué tal vez alguna vez vuelva a soñar.

 

 -“¿Me gusta Kakyoin?” -se preguntó al momento de volver a acostarse en su cama, poniendo ambos brazos tras su cabeza y mirando el techo. -“No, claro que no. Es hombre, eso sería muy gay.”

 

 Volvió a acomodarse en la cama, dándole la espalda al contrario y cerrando sus ojos para volver a dormir antes del amanecer.

 

 -“Qué estupidez.”

 

 

  Por la mañana, las cosas siguieron su curso. Tenían que dejar Calcuta como fuera y continuar su viaje. Jotaro fue el último en despertarse, y cuando lo hizo, estaba solo en su habitación. Pero había una nota en la mesa de noche.

 

 “Jojo:

 

 Fui a desayunar con Polnareff, no se siente bien aún y está algo deprimido. Volveremos a las diez para irnos del hotel los cuarto juntos.” 

 

 Y bajo la nota había un extraño dibujo de una cereza y de Doreamon sonriendo. Jotaro sonrió y dobló la nota para más tarde guardarla en el bolsillo de su pantalón de uniforme.

 

 

 

 Durante el camino en el auto, Polnareff iba manejando y hablando inglés de forma torpe. Pero en su mente, sentía que lo estaba haciendo muy bien. Mientras que Joseph le corregía.

 

 -Se dice “finally”. -corregía Joseph.

 

 -Eso mismo dije “fignally”. 

 

 -No, no, tú lo dices mal. Es “Fi-na-lily”. -dijo un poco más molesto. -Repite conmigo cada sílaba.

 

-“Fi-na-lly” 

 

-Ahora dilo todo junto. Verás que no es nada difícil. 

 

-Fignally.

 

-¡Qué no! 

 

 Ambos estudiantes se miraron con seriedad y molestia. Llevaban horas discutiendo y todo por una canción en inglés que Polnareff pronunciaba a su modo.

 

 -Oye, anciano. -dijo Jotaro cada vez más molesto. -¿Por qué no me dejas conducir a mi? Así tal vez cierren la maldita boca de una vez.

 

 -¿Mmmh? ¿Sabes conducir? -volteó a verlo mientras levantaba su sombrero. 

 

 -Kakyoin y yo llevamos horas escuchándolos discutir. Queremos poner algo nosotros. 

 

 -Mmh está bien. Pero si aceleras más de lo debido, no te dejare conducir hasta los 20 años. 

 

 Los dos adultos tomaron la posición de los jóvenes. Jotaro condujo mientras que Kakyoin buscaba algo que escuchar en la radio. Todo estaba en hindi y algunas cosas en inglés pero era difícil entender.

 

 -¡Ah! -dijo el más bajo de los cuatro subiendo el volumen de la radio. -Me encanta esta canción.

 

  Era la típica canción con ritmos ochenteros y con la suave voz de mujer en una melodía rítmica y un tanto seria. Kakyoin no la cantaba pero la estaba disfrutando mucho. Aún así, Jotaro volteaba a verlo de reojo, admirando como su mechón se movía con la suavidad del viento de la ventanilla. Nuevamente sintió una punzada en su pecho, su corazón volvía a acelerarse. 

 


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