Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lágrimas de estrella por Tlazolli666

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 Habían caminado por mucho tiempo, también habían peleado con varios usuarios enemigos de Stand. Ahora se dirigían a un hotel nuevamente para poder intentar descansar para seguir el largo camino.

 

 Estaban tan cansados que nadie quería ir a cenar a un restaurante, simplemente compraron lo que cada uno quería en una tienda cercana al hotel y cada uno cenaría en su respectiva habitación.

                                                                            

 Kakyoin aún se sentía terriblemente incómodo; durante el camino al hotel, los cuatro habían regresado en los restos de un auto rentado que ahora estaba casi destrozado por la batalla de aquel día, Kakyoin estaba sumamente cansado y un terrible sueño se apoderó de él, quedando completamente dormido.

 

 Jotaro lo miró cabeceando y meciéndose de un lado a otro por la carretera en el asiento trasero. Mientras veía el camino lleno de piedras y arena, intentaba mantener su mente lejos de los pensamientos confusos acerca de Kakyoin. Pero el tenerlo a un lado, de brazos cruzados y sin control alguno de su cuerpo, sólo lo hacía sentir una extraña sensación de ternura.

 

 -“Tal vez no hay nada malo en que me guste.” -se dijo a sí mismo. -“Tiene una apariencia un tanto femenina y no he visto a una mujer atractiva en mucho tiempo.”

 

 Intentó recordar cuando había sido la última vez que había visto a una mujer atractiva pero no había recuerdo alguno al respecto. Su mente estaba llena de recuerdos del pelirrojo siendo tan hermoso como siempre.

 

 -“Maldición.” -bajó su gorra, intentando cubrir su rubor.

 

 Pero justo al momento en el que Joseph pisó una enorme piedra sobre el camino, el auto saltó, haciendo que Kakyoin cayera, dejándose caer sobre el hombro de su compañero.

 

 Jotaro abrió sus ojos completamente, sintiendo que su rostro ardía hasta las orejas. Su corazón golpeó su pecho con tanta fuerza que creyó que iba a detenerse en cualquier momento. Por un momento dudó que Joseph lo miraría desde el espejo o que Polnareff se despertaría, pero nada pasó en el momento.

 

 Kakyoin dormía aún en su hombro y parecía al fin estar descansando. Fue casi imposible que el más alto no se acercara un poco a oler su rojiza cabellera; tenía un aroma dulce y masculino y un suave olor a sudor mezclado con la sangre de la pelea. 

 

 Jotaro quiso maldecir, él no tenía nada femenino sólo era un poco amanerado y eso por alguna razón, le agradaba. Le daba un fuerte deseo de tomarlo en sus brazos.

 

 Pero estaba pensando demasiado, tanto que olvidó por un segundo que su amigo estaba sobre su hombro y para cuando volteó a ver su delicado rostro, el joven ya había despertado. 

 

 Kakyoin abrió sus ojos y miró a su alrededor, dándose cuenta de donde se había quedado dormido. Volteó a ver de poco a poco a su compañero y ambos intercambiaron miradas incómodas, con fuertes rubores en sus mejillas y orejas. 

 

 Inmediatamente ambos se separaron, mirando lejos uno del otro. Y aunque ambos estaban totalmente avergonzados, los dos corazones latían con mucha fuerza.

 

 El pelirrojo no sabía ni siquiera como disculparse por tal descuido y sólo miraba hacia afuera, intentando olvidar lo que había pasado entre ambos. Sin embargo, a pesar de estar avergonzado, sentía una leve sensación de felicidad, sabía que era el único contacto físico que podía haber entre ambos amigos.

 

 Kakyoin siempre se sintió un tanto diferente por su habilidad, nadie más que él podía ver a Hierophant Green pero eso no era lo único, de alguna manera nunca sintió la necesidad de estar con alguien de forma sentimental. Estaba acostumbrado a estar solo la mayor parte del tiempo en todas sus escuelas y aunque ya no hablaba de aquello que sólo él podía ver, aún se sentía como un fantasma en la oscuridad.

 

 Hubo muchas jóvenes de su escuela anterior y algunas otras con las que se topó en algún lugar en la calle, muchas de esas jóvenes le declararon sus sentimientos hacia él pero él jamás tuvo interés en nadie. Rechazó cada cita y cada carta que recibía de alguna admiradora secreta, jamás fue abierta. Todas fueron a la basura.

 

 Al ser una persona tan solitaria, pensaba y sabía que no necesitaba a ninguna persona a su lado para sostener su mano. Jamás había sentido su corazón bombear con tanta fuerza o sentir aquel aleteo en su estómago, hasta que conoció a Jotaro.

 

 Con él, las cosas eran muy distintas a todo. Le agradaban sus nuevos amigos pero Jotaro era el más especial para él desde el momento en el que despertó de aquella terrible hipnosis. Justo en el momento en el que vio a Jotaro sosteniendo su rostro con sus grandes manos, sintió que despertaba de un sueño oscuro y solitario. Era como encontrar la luz al final del oscuro camino. Como una estrella.

 

 Y con cada día que pasaba cerca de él, con cada mirada que compartían y con cada conversación entre ambos, se sentía maravillosamente bien. 

 

 -“Oh no.” -pensó el pelirrojo volteando a ver suavemente a su compañero que aún miraba incomodado hacia la ventana. -“Me gusta Jotaro.” -No pudo negarlo más con todos los pensamientos que habían llegado a su cabeza. Era inevitable y estúpido negar un sentimiento tan obvio como ese. Pero le incomodaba demasiado admitir que la primera persona que lograba gustarle y de tal manera fuera un hombre. Y aún más incómodo era admitirlo cuando lo tenía al lado.

 

 -“¿Qué van a decir mis padres cuando regrese?” -se dijo a sí mismo mientras apretaba sus puños. -“No, ellos no se van a enterar. No tienen porqué. Los decepcionaría. Lo sé, lo sé.” 

 

 Cuando llegaron al hotel, Kakyoin se bajó casi de inmediato del auto, dejando a Jotaro atrás. No se atrevía a dirigirle la mirada o la palabra. Pensaba que seguramente Jotaro pensaba algo malo de él. No sería nada fácil de explicar algo como eso a alguien tan rudo como Jotaro, seguramente no se lo tomaría nada bien. Ahora sólo se preguntaba si podría ser capaz de llevarse ese secreto a la tumba. Qué pasara el tiempo, se casara, tuviera hijos, nietos y por fin morir a manos de la vejez, satisfecho de haber guardado aquel secreto por toda una vida.

 

 -“¿Realmente eso es lo que quiero?” -pensó mientras caminaba en medio del lobby y deteniéndose a pensar en la infeliz vida que llevaría guardando su secreto. Siendo infeliz por nunca haber dicho lo que sentía. Se negó a aceptar algo así.

 

 -¿Te sientes bien? -el pelinegro le tomó el hombro, interrumpiendo sus pensamientos y su corazón por una milésima de segundo.

 

 -Si... -sonrió, apenas mirando sus ojos inexpresivos. -Sólo un poco avergonzado.

 

 -Ya veo. -bajó su gorra, cubriendo su rostro y el rastro de rubor. -No te preocupes, sólo ha sido un accidente.

 

 -Tienes razón. -soltó una suave risa mientras ambos se dirigían a su habitación.

 

 Hubo silencio en todo el camino, incluso ya dentro de la habitación. Jotaro estaba sentado al borde de su cama, fingiendo que estaba fumando cuando simplemente se estaba consumiendo solo. Mientras que Kakyoin se quitaba los aretes y los ponía en la mesa de noche que separaba ambas camas.

 

 -Fue un accidente. -repitió Jotaro. -Sin embargo, te avergonzaste tanto que te ruborizaste. Si fue un accidente, ¿por qué te ruborizaste tanto?

 

 -No quería que pensaras algo malo de mi. Es la primera vez que tengo un amigo tan cercano. No quiero que pienses que... -Su vergüenza volvía a ser visible.

 

 -No tengo que pensar algo así por un accidente. -comprendió inmediatamente a que se refería. -Y si fuese así, ese no sería mi problema. No hay nada de malo en ello.

 

 Kakyoin abrió sus ojos completamente mientras le daba la espalda al pelinegro, sintiendo nuevamente una punzada en su pecho, era alegría. Tanta que sintió un gran deseo de decirle la verdad.

 

-Ah... gracias. -fue lo único que salió de sus labios. Inmediatamente apagó la luz de la lámpara en la mesa de noche y saltó a su cama para cubrirse con las cobijas.

 

 -Kakyoin. -lo llamó Jotaro desde el mismo lugar. -¿Eres homosexual?

 

 -¿Qué? -se sentó inmediatamente en la cama. -¡No! 

 

 -Ah... -respondió el más alto. -De acuerdo.

 

 Ambos volvieron a quedarse en silencio. Jotaro maldijo dentro de su mente, frunciendo las cejas. Pensó por un instante qué tal vez podría... No, se negaba a admitir algo como eso. Nunca le decía a su madre cuanto la amaba por más que esta fuese buena y paciente con él, mucho menos admitiría que le gustaba Kakyoin.

 

 -“Me gusta Kakyoin.” -se dijo a sí mismo, llevándose una mano al pecho y apretando su camisa como si quisiera que su corazón dejase de latir con fuerza y con la verdad. Ahora estaba más molesto, le gustaba un hombre y eso era algo que sentía que no iba con él. 

 

 Nunca antes había sentido esa sensación de amor por alguien que no fuese su madre y ahora lo sentía, un amor totalmente distinto hacia su amigo. Un amor diferente a lo que sentiría en una amistad común. 

 

 Mientras tanto, Kakyoin apretaba los dientes y los párpados, acostado de lado y repitiendo su cabeza lo estúpido que se sentía al no admitir sus sentimientos. Jotaro no lo veía mal pero... tal vez estaba confundiendo por un momento la aceptación con el deseo.

 

 -“Tal vez sólo aceptaría que yo fuese homosexual, tal vez no le agradaría que él me guste. Como sea, ya no importa.” -relajó su rostro y cerró sus ojos mientras intentaba dormir y mantener su mente en blanco.

 

 Jotaro no se quedó mucho tiempo despierto, se quitó la camisa y el pantalón escolar y se metió bajo las cobijas, aún pensando en lo que acababan de hablar. Volteó a ver al más bajo en su cama que le daba la espalda y observó cómo se movía lentamente por su respiración.

 

 -“Tal vez si me gustas un poco.” -le dijo en un pensamiento, cerrando sus ojos, siendo Kakyoin lo último que vio antes de caer dormido.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).