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La tensión entre los dos era palpable ahora, el calor incluso se sentía más sofocante de lo que era a esas horas del día y la incomodidad no dejaba respirar con libertad. Aioria volteó su rostro con el ceño fruncido, Deathmask había bajado la mirada al sentir que el tono de su piel seguía escarlata. ¿Qué estaba por hacer? Los recientes acontecimientos le daban vuelta en la cabeza y una leve molestia hacia si mismo lo iba llenando al pensar que el menor podía lograr hacerle perder el autocontrol, no podía permitirse tanto y llegó a meditar sobre si sería bueno ir al pueblo con Leo después de esa clara muestra de debilidad.
—Death… —la gruesa voz de Aioria lo trajo de nuevo a la realidad, alzó el rostro como queriendo no hacerlo, mirando al fin a los ojos contrarios— Perdóname si te he incomodado, no era mi intención…
Aioria sonaba arrepentido como si hubiera cometido un crimen imperdonable, el castaño estaba consciente de que podría haber arruinado todo lo que hasta ahora había conseguido al tratar al italiano pero es que un deseo incontenible se había apoderado de él al desear fervorosamente besar esos labios de tenue color rosa pastel, de morderlos, chuparlos, acariciarlos; conocer y guardarse en su eterna memoria la textura y su sabor. El deseo de rodear la estrecha cintura canceriana entre sus musculosos brazos y apretarle con cariño se hizo casi inevitable para el griego.
La hambruna de su león interior salió a flote y no mentiría en decir que en un determinado momento sintió que en verdad iba a besar a Deathmask y que incluso él le iba a corresponder al quedarse ahí quieto mirándolo a los ojos como esperando ser devorado. Aioria sabía bien que de no ser por esa mariposa vil que cruzó en el momento equivocado, Death ya estaría entre sus brazos.
—N-no te preocupes Aioria, a decir verdad no sé lo que me ocurrió, no ha sido culpa tuya… pero si tú te sientes incómodo podemos dejar la salida para otro día —Death alzó los hombros como restándole un poco de importancia al asunto.
—¡No! —expresó enérgico haciendo que el peli-azul diera un respingo en su lugar— No Death, no es que me sienta incómodo pero pensé que te habría molestado un poco lo que acaba de ocurrir.
—¿Tan impresionable me crees? —lo miró con una ceja alzada con una expresión divertida y los brazos cruzados.
—¿Qué? ¡No! No es eso, es sólo que trato de hacerte pasar un buen momento yendo al pueblo y parece que lo estoy arruinando… —suspiró un poco decepcionado.
Death miraba a su compañero con una cara que en su vida usaba, tenía una sonrisa leve con un tinte melancólico y sus ojos reflejaban comprensión y ternura. Como si la actitud de Aioria le causara cierto enternecimiento.
—¿Por qué es tan importante para ti que yo lo pase bien, Aioria? Me es extraño pensar que te preocupas de alguna forma de lo que yo piense o sienta, nunca he tenido tal cosa como eso y me es bastante nuevo y desconocido —le dijo con una voz tan suave que Aioria le miró fascinado.
—Pues… como ya te lo he dicho estoy tratando de ser una mejor persona a tu lado, quiero hacerte sentir bien y que puedas estar en mi compañía sin pensar que te atacaré de algún modo. Me importas mucho más de lo que crees, Death, aunque tú no sepas como, te has vuelto muy valioso para mi.
—Pero, ¿por qué? Es que Aioria, ni siquiera nos conocíamos más allá de los nombres. ¿Cómo es qué llegué a ser importante para ti?
—Aunque no lo creas, yo te conozco. Y el que tú me conozcas se puede arreglar hoy mismo en la comida y de hecho se nos hace tarde, vayámonos ya.
Leo ya no respondería más preguntas por ahora, tomó a Cáncer de la mano sin que pudiera protestar y retomaron el camino para llegar a Rodorio, comprendían que había mucho por recorrer como hombres y luego como amigos si Death se animaba, pero el tiempo era largo y estaban seguros que tendrían mucho para saber hasta lo más mínimo uno del otro.
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En el salón del trono del templo patriarcal se encontraba Shion ocupando el ostentoso asiento, en las blancas y finas falanges se observaba el brillo de los rayos del sol a través de una hermosa gema en forma de cabeza de león de una tenue tonalidad jade. El lemuriano miraba cada detalle de la piedra preciosa y negaba con suavidad ante algunos pensamientos que aparecían en su mente. En ese momento entraba a la sala el guardián de Libra, Dohko que llegaba a entregarle un reporte del día anterior.
—Shion, amigo traigo lo que me encargaste —saludaba deteniéndose frente al peli-lima y mostrandole unos documentos.
—Te lo agradezco mucho Dohko, déjame ver.
Shion estiró su mano para tomar lo que le ofrecía el chino, en el momento que éste se acercó pudo divisar el objeto que su amigo apreciaba cuando él entró.
—¿Qué es eso, Shion? —se interesó.
—¿Uhmm? Aah, es una gema que encargué a Aioria de Leo recuperar en una misión hace algunos días.
—¿Recuperar? ¿Es importante?
—Es una gema con un extraño poder pero aún no sé de lo que se trate, mandé al caballero de Leo a buscarla para poder estudiar el conjuro que lleva consigo pero no ha ocurrido nada. Sólo se sabe que era el contenedor de un espíritu antiguo de una tribu ya extinta en medio de una selva recóndita, pero no he podido descubrir lo que conlleva tener esta joya.
—¿Aioria no dijo nada? Quizás ocurrió algo cuando fue por ella y se le olvidó comunicártelo.
—No lo sé Dohko, no le dije en ningún momento que lo que iba a buscar tenía un poder oculto.
—Con mayor razón deberías preguntarle, puede que algo haya pasado y no te lo dijo por no saber de lo que se trataba…
—Es verdad… pensándolo bien creo que lo llamaré más tarde para cuestionarle algunas dudas que tengo.
—Es mejor prevenir, amigo —suspiró el pelirrojo dispuesto ya a marcharse—. Bien es momento de volver a mis asuntos, nos vemos luego Shion, que tengas una buena tarde —sonrió.
—Gracias Dohko, ten buena tarde tú también —se despidió el pontífice con una sonrisa y un leve asentimiento de su cabeza.
El de China se retiró de las estancias del patriarca dejando a éste nuevamente solo con sus pensamientos.
—Dohko tiene razón, es posible que Aioria haya experimentado algo y no me lo ha comentado, será mejor que lo llame para estar seguro de que nada grave ha pasado en su misión ni después de ella…
Con esa idea en la cabeza el antiguo caballero de Aries se levantó de su asiento para regresar la joya a su lugar de descanso al interior de la biblioteca interna del templo principal.
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Eran aproximadamente las 12 del medio día con diez minutos exactos cuando Leo y Cáncer recorrían las calles llenas de vida de Rodorio con dirección al restaurante italiano con el que el griego planeaba sorprender a su acompañante. Mientras Death por su parte no sabía que tipo de sitio había escogido el más joven para llevarlo, tampoco le había hecho algún comentario después de que se hubieron tranquilizado luego del incómodo acercamiento que ocurrió, sencillamente el cangrejo se dejaba llevar ya luego estaba seguro de que tendrían tema de conversación o de lo contrario podía inventar una excusa para salir de la situación si ésta se tornaba tensa. No sentía la necesidad de preocuparse por esas cosas.
Los pensamientos del peli-azul se perdían entre el andar de sus pies, él veía el suelo mientras caminaba casi autómata junto a Aioria hasta que su muñeca derecha fue apresada con delicadeza por la mano grande y fuerte de su compañero del quinto signo. Deathmask levantó el rostro con signos de duda, al mirar a Aioria pudo notar que él le sonreía y que además se había detenido frente a la fachada de un pequeño pero hermoso local con temas que reconoció de inmediato como de su tierra.
—Hemos llegado, Death. Espero que te guste este restaurante italiano, su comida es deliciosa —Aioria veía como los ojos azules brillaban con una añoranza nostálgica y los bonitos labios curvarse en una sonrisa agradecida.
—No sabía que existía una trattoria* en Rodorio —confesó con una alegría de niño recorrerle de la cabeza a los pies—. Claro que me gusta Aioria, muchas gracias —le sonrió de una forma que hizo al susodicho sonrojarse.
El griego sentía que en cada oportunidad que tenía para estar con Deathmask podía llegar a conocer algo nuevo y fascinante de él, había tanto por descubrir y eso entusiasmaba a Aioria a proponerse conocer cada uno de los misterios y facetas de Cáncer, además de eso, el castaño claro estaba convencido de que amaba ver sonreír al mayor, a su criterio se miraba precioso cuando sonreía de esa forma tan cargada de alegría, de felicidad y gratitud. Esa sonrisa enamoraba a Aioria cada vez más.
—D-de n-nada... Me alegra haberte traído aquí. Imaginé que te alegraría la comida de tu patria —soltó la muñeca contraria para poder tomarlo de la mano—. Ven vamos, entremos ya.
—Si.
Death asintió con entusiasmo al mismo tiempo que Aioria abría la puerta del establecimiento para poder entrar aún con él tomado de la mano.
Leo fue un verdadero caballero al mantener la puerta abierta para que Mask ingresara. Cuando finalmente estuvieron en el recibidor un mesero les saludó sonriente y cordial, ambos guerreros regresaron el saludo con cortesía para seguidamente ser guiados a una mesa de forma cuadrada adornada con un elegante mantel blanco con estampado floral en las esquinas dispuesta para dos personas. La ubicación estaba cerca de un pequeño pero colorido jardín desde donde el aroma dulce de las flores y la frescura del rocío amenizaba el ambiente volviéndolo agradable para los clientes que comían y charlaban amenamente.
Rápidamente el griego ofreció asiento a su camarada moviendo la silla para que Death la ocupara y al cumplir con aquello, Leo la movió un poco para que estuviese más cerca de la mesa, luego rodeó la misma para ir hasta la silla frente a Death y tomar asiento.
—Muchas gracias Aioria, en verdad es un lugar cuya sencillez lo vuelve muy acogedor pero no por ello deja de ser hermoso.
—Realmente me alegra que te haya gustado, eso quiere decir que he hecho una muy buena elección —rió.
—Supongo que si —dijo con una sonrisa.
—Es bueno saberlo entonces. ¿Sabes? Supe de la existencia de este lugar porque Aioros escuchó de él y me pidió que lo acompañara a comer aquí, y desde ese entonces me enamoré de la comida italiana.
—¿En serio? ¿Qué platillo es el que más te gusta? —Death se mostraba realmente interesado por conocer los gustos de Aioria sobre la comida de su país, era halagador para él.
—Pues probamos muchos platillos esa vez, pero el que se volvió mi favorito fue el emparedado Panini.**
—Vaya tienes un muy buen gusto, es muy bueno sin duda.
—Vaya que si, ¿y tú platillo favorito cuál es?
—El mío es el pollo a la parmigiana*** te lo recomiendo, es delicioso.
—Creo que todo lo que viene de Italia es bueno y… hermoso…
Deathmask pudo volver a sentir que la sangre se aglomeraba en sus mejillas, pero aún así sonrió. Nunca se hubiera esperado que Aioria fuera tan galante, más bien nunca se llegó a imaginar que en algún momento el griego le fuera a habla de un modo semejante a como lo estaba haciendo ahora. Era en verdad nuevo y extraño no escuchar expresiones de odio ni insultos de él, pero en sus adentros el de Cáncer prefería que fuera la actualidad al pasado.
Junto a tiempo llegó el mesero a comunicarles la variedad de platillos que habían ese día a lo que los dos caballeros hicieron sus elecciones junto con la bebida que fue un ligero vino de uva.