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Staring at you por Hyoneschwan

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IV.


 


 


“Aunque creas que estás solo,


Aunque no mires hacia mí,


Yo no veo a ningún otro,


A nadie más que a ti”.


 


 


Él estaba muy tranquilo, sentado en su rincón típico del salón justo frente a la ventana interna. Le agradecería, porque desde el patio podía verle sin problemas, ubicado cómodamente en el banco con el teléfono en la mano para disimular en el caso de que en algún momento voltease hacia mí. Como si esas cosas pasaran, ¿no? Pero se veía quieto, serio, y no parecía prestar atención más que al pupitre, donde seguramente trazaba garabatos desordenados. Lo observé lo suficiente para saber que esa clase le aburría mucho; por mi parte, había finalizado la jornada y sólo permanecía en el instituto para contemplarlo unos minutos extra.


 


Me encontraba en un trance, sinceramente, puesto que esa mañana había tenido el último espacio para organizar la exposición de la semana próxima, y los nervios calaban hondo cuando recordaba la posibilidad de establecer contacto verbal, visual, lo que fuere, con aquella persona a la que acosé desde mi primera pisada en este lugar. Aquella persona que, de hecho, acosaba en ese preciso instante. Mi corazón tenía fecha de caducidad y era demasiado cercana; mi propia muerte me había tomado completamente desprevenido y despojado de cualquier defensa que pudiese sostenerme. Fingir enfermedad para ausentarme ese mismo día sería condenarme a una calificación que no se ajustaría en absoluto a mi rendimiento ejemplar, no podía aceptarlo, así que me propuse darme un tiempo antes de dormir en las noches para abandonar en un rezo, cuyo destinatario era indefinido, mis latentes esperanzas de que no nos encontrásemos.


 


Pero ni siquiera estaba tan seguro respecto a mis oraciones. En ocasiones se metía en mi cabeza el delirio de que sería lindo tenerle cerca y que al menos una vez correspondiese mi mirada. Sabía que no estábamos destinados, que mi entusiasmo respecto a él se basaba en una ilusión masoquista que se satisfacía en anhelar lo imposible, lo inalcanzable, lo que se hallaba por mucho lejos de mí… Y, aún así, me preguntaba qué tan bien se sentiría oírle reír a mi causa, o participar en la formación de su sonrisa distintiva. Con sólo pensarlo percibía el atisbo de un escalofrío ilusionado que no quería admitir, porque iba en contra de mis valores perseguir un ideal tan fantasioso. ¿Qué risa podría provocarle un sin-gracia como yo?


 


La campana volvió a sonar y me sobresalté un poco, pues a mi criterio no habían pasado más de cinco minutos desde el cambio de clase. Taehyung se estiró, levantando los brazos y abriendo la boca en un bostezo antes de que sus comisuras se alzaran para dibujar una de sus dulces sonrisas de compromiso. Imaginé que alguien le había dedicado una mirada cómplice desde los asientos delanteros; alguien que tenía el atrevimiento de mantener la vista unida a la suya sin saber que, en realidad, le aburría su gesto.


 


El desfasaje entre el horario y mi orientación temporal produjo que no entendiera que todo su curso estaba guardando las carpetas y demás útiles para retirarse del salón, por lo cual demoré unos segundos en alistarme y ponerme de pie. Segundos que eran cruciales para lograr una escapada directa, sigilosa, en la que saliese invicto de testigos; segundos ahora pisoteados bajo el pretexto tan simple y literal de que su rostro me hipnotizaba. Quise apresurarme en alcanzar las escaleras, pero la insistencia de un dedo contra mi omóplato fue tan aguda que no pude siquiera simular desentendimiento.


 


Volteé y comprobé la hipótesis de que se trataba de Jimin, que estaba allí, sonriéndome con su cotidiana expresividad y tomando una postura corporal que no me agradaba demasiado ya que indicaba su predisposición a hablar.


 


 


—¡Jungkook-ah! —Saludó con un entusiasmo exacerbado considerando la corta distancia que nos separaba—. No te vi hoy y me pareció raro teniendo en cuenta que no sueles aventurarte lo suficiente para cambiar los sitios que acostumbras. Creí que te habías ausentado.


 


—Mi asistencia es perfecta, Jimin, no buscaste bien.


 


Mi simpatía me asombraba porque dejaba mucho que desear, pero si usualmente no tenía interés en ser simpático, menos lo tendría cuando estaba apresurado en huir antes de terminar envuelto en una situación incómoda que pusiese en riesgo mi vida.


 


Como efectivamente sucedió al atestiguar el detenimiento cardiovascular desencadenado en mí a causa del rostro que pasó por un lado de Jimin.


 


Mi cuerpo se congeló cuando sus ojos se encontraron con los míos y, a pesar de que el contacto no duró más de un segundo, la eternidad del universo se me tiró encima con todo su peso. Temí que mis pantalones se hubieran caído en aquel instante y perseguí su cabellera incluso cuando ya me había dado la espalda. Comenzó a bajar las escaleras, cargando el bolso al hombro, y sentí explícitamente cómo una parte muy grande de mi alma se fue con él, colándose, quizá, entre sus dedos largos y los bolsillos de su uniforme.


 


Dejé de mirar en su dirección luego de que desapareció por el ángulo de la barandilla y regresé el rostro hacia adelante, notando al enderezarme que había girado las piernas, el torso y el cuello con tal de seguir viéndolo.


 


No podía creerlo. Taehyung me había visto.


 


Aún estaba asimilándolo y mi corazón procuró compensarlo reanudando su actividad con una ansiedad inconcebible. Abruptamente comenzaron a arderme los músculos, pero en particular la cara y las orejas. Tragué saliva. Pensé que había llegado mi fin y explotaría; sin embargo, una risotada me distrajo y entonces me percaté de que Jimin seguía enfrentándome, por lo cual mi ceguera momentánea se esfumó para querer matarle. Abalancé las manos a su cabeza y le cubrí la boca, sujetándole desde la nuca para que no pudiese zafarse del agarre. No iba a permitir que ninguna palabra se le escapara, aunque él continuaba riéndose debajo de mi opresión, burlándose de mí tras haber presenciado mi ridiculez en todo su esplendor.


 


Era hipócrita culparlo o recriminarle, porque seguramente, si pudiese ignorar el impulso de gritar que desgarraba mi garganta, yo estaría haciendo lo mismo en su lugar.  


 


¿Qué era esa devastadora capacidad de alterarme de semejante manera con sólo mirarme a los ojos, Taehyung? Y sin siquiera saberlo…


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