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SANTIAGA!! por juda

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-No voy a salir así para hacer el ridículo. ¿Piensas que nuestros clientes son lo suficientemente estúpidos como para creer que soy una mujer? Soy hombre, Fran! Tengo cara de hombre. Tengo cuerpo de hombre!!!

-Te propongo algo -propuso el socio mientras veía como Santiago espiaba el salón que se iba llenando de gente -Estarás haciendo el café como siempre, pero en cuanto las chicas no den abasto, saldrás a ayudarlas. Sólo en esos casos. Si ellas pueden con todas las mesas, no hará falta que salgas.

Santiago seguía espiando, había abierto apenas la puerta dejando una ranura y tenía un ojo fuertemente encastrado en ella.

Santy dudó.

Lo que le ofrecía Fran era mejor que pasearse toda la tarde/noche en falda corta y patines por entre los machos alfas.

Lo miró.

-Ok -aceptó con el ceño fruncido, caminando hacia su cocina donde la máquina de capucchino lo esperaba. 

Cada vez que entraron Karina y Sandra, él fue diligente dejando todos los pedidos a velocidad ultrasónica sobre la barra para que no hubiese demoras y no fuera necesaria su presencia en el salón.

Fran sacaba las donas y pastelillos. 

Llegada la noche los pedidos de capucchinos eran menos y mayores los de tragos con alcohol, territorio donde los dos socios eran expertos.

Karina entró agitada.

-No doy más, Fran. Necesitamos ayuda. Hay 4 mesas sin atender y se están quejando. Que Santy salga. Esperan para hacer pedidos los sectores F y D. -comunicó mientras llenaba su bandeja con bebidas y salía rauda nuevamente.

Santiago había escuchado desde su lugar en la cocina y tragó duro.

Corrió hacia el baño y se puso la máscara plateada mientras besaba un papel tissu para sacarse un poco del rojo potente que tenía en los labios (había visto hacer esa acción a sus empleadas y ahora él la repetía). Se acomodó el cabello para que la melena le cayera un poco sobre la cara y le tapara el rostro, y salió.

Fran lo esperaba con una bandeja y la tablet para hacer los pedidos.

-Estás preciosa -le dijo con una sonrisa de costado, guiñándole un ojo.

El pelirrojo le arrancó la bandeja con una mano mientras que con la otra se agarraba la entrepierna.

-Ésta está preciosa -espetó con su voz grave y cuando vio que Fran estiraba el brazo para tocarlo, salió apresurado hacia el salón.

Respiró hondo cuando se encontró ante todos los clientes. Por suerte eran mesas llenas de empresarios que conversaban entre ellos.

Patinó hacia el sector F y tomó el pedido sin mayores inconvenientes, era un grupo de viejos que lo miraron de arriba hacia abajo con cara de pervertidos, pero pudo salir airoso.

De reojo miraba a Karina y Sandra que patinaban con velocidad. Realmente necesitaban otra empleada extra.

Pasó hacia el sector D, era un grupo de jóvenes empresarios, se paró junto a ellos con la tablet en la mano y suavizando la voz que ya de por sí era muy grave, les llamó la atención:

-Estimados clientes, que tomarán hoy?

-Wow!!! -chilló uno mientras le miraba las piernas sin disimulo -¿Eres nueva?

-Estoy suplantando a una de mis compañeras. ¿Qué puedo traerles para tomar?

-Quiero capucchino con canela y miel -expuso de nuevo el muchacho sin sacarle los ojos de encima.

Santiago se había puesto nervioso. Estaba pendiente de las manos del hombre, si veía que se le acercaban le pegaría con la bandeja en la cabeza. Miró hacia la barra y vio la mirada de Fran. Ellos mismos les decían a sus chicas que fueran tolerantes con los clientes.

-¿Estás suplantando a Marylu? -preguntó de nuevo el chico con una risita aguda mientras le ponía una mano en la cadera.

Santiago pegó un brinco y se hizo a un lado, los compañeros rieron.

-Basta Ernesto -le gritó uno de ellos.

A Santiago le sudaba el cuerpo entero, alguien le pasó una mano por una pierna y volteó asustado. En la mesa contigua un grupo de viejos conversaban, estaba seguro que uno de ellos lo había tocado.

La tablet casi se le cae de los nervios.

-Un capucchino con canela y miel, anotado. ¿Usted? -le preguntó a un muchacho pálido y de cabello negro sentado junto al tal Ernesto.

-Café negro.

-Ok. Café negro. ¿Usted? -interrogó al tercer integrante, el muchacho lo estaba mirando con una sonrisa que mostraba los dos dientes frontales confiriéndole un extraño aura de conejito.

-Capucchino con ron -pidió mientras apoyaba un codo en la mesa y se pasaba léntamente un dedo por los labios.

"Degenerado" pensó Santiago.

Anotó los pedidos, giró para volver a la barra y uno de los muchachos le dio una palmada en el culo tan fuerte que dejó escapar un gritito agudo.

Giró con los ojos abiertos como platos. Podía haber sido ese Ernesto o el de los dientes de conejito. El pálido no, porque estaba del otro lado de la mesa. Los miró a ambos y ambos rieron, y como no pudo saber cual había osado poner la mano en su precioso culo, decidió que los dos eran culpables así que levantó la bandeja por el aire y...

Fran estaba preparando los capucchinos a toda velocidad, trataba de respetar las dosis de cada ingrediente porque sabía que la bebida realizada por Santiago era la mejor de la zona, cuando escuchó el griterío.

Aspiró aire mientras bajaba la cabeza y contaba hasta 10.

Desde la cocina podía escuchar perfectamente los aullidos de sus empleadas y uno más grave... era Santiago.

Terminó de contar mentalmente para darse ánimos y salió corriendo de la cocina, cuando abrió la puerta casi se lleva por delante a Karina y Sandra que traían casi arrastrando al pelirrojo. Los dejó ingresar.

-¿Qué pasó?

-Tu socio golpeó a dos clientes.

-¿QUE?

Santiago tenía la máscara inclinada sobre los ojos y el cabello despeinado. Se había sentado con las piernas abiertas y los brazos apoyados en sus muslos. Respiraba agitado.

-HICISTE QUÉ?

-ME TOCARON EL CULO! -se defendió

-¿Qué nos sueles decir? una tocada de culo no es nada. Ustedes pidan por favor un poco de respeto con una sonrisita y sigan moviendolo. ¿Por qué no pones en prácticas tus enseñanzas? -espetó Karina.

-Uno de ellos está sangrando. Ve a hacer algo, Jefe, o nos van a denunciar -gritó Sandra mientras espiaba por la puerta.

-Ésto no lo arreglaré yo solo -murmuró Fran mientras agarraba a Santiago de un brazo con fuerza, lo obligaba a pararse, le acomodaba el cabello a los manotazos, le ponía la máscara en su lugar y lo sacaba a los empujones de nuevo hacia el salón.

-¿Qué haces? -jadeó Santiago mientras luchaba por ingresar nuevamente a la cocina.

-Vas y pides disculpas. Si hubiesen sido nuestras empleadas las habrías obligado a hacer esto. Ahora te comportas como hombre y pides perdón.

-Me tocaron el culo!!!

Fran lo agarró por el brazo y lo llevó hasta la mesa en cuestión. Santiago no movió las piernas, su socio iba tan enfadado que con el impulso que le daban sus empujones, los patines hicieron todo el trabajo.

-Señores clientes, llamaré a emergencias para que atiendan ese corte -dijo Fran con suavidad mientras veía como el tal Ernesto tenía puesta una servilleta de papel en la frente, el compañero pálido de cabello negro se había caído de la silla y en el piso lloraba de la risa y el tercer hombre aún tenía la mano sobre el chichón que comenzaba a levantarse sobre la raíz del cabello.

-No es nada, fue un pequeño corte -le contestó tajante Ernesto.

-Mi empleada desea pedir disculpas -volvió a decir Fran con suavidad empujando a Santiago sobre la mesa.

-No debería disculparse. El imbécil de mi compañero la tocó y ella hizo lo que debía hacer -gritó el pálido desde el piso mientras se secaba las lágrimas que le habían producido la risa.

-Pero yo no hice nada!! yo no me lo merecía!!! -objetó el muchacho de dientes de conejito.

Santiago se paró frente a la mesa e hizo una inclinación casi de 90 grados hacia el pelinegro.

-Pido disculpas a mi estimado cliente. Y a usted le pediría que tenga guardadas sus manos porque mis compañeras y yo no toleraremos ese trato DE NADIE MÁS -gritó con voz aguda mientras miraba al resto del salón. Todos los hombres murmuraban riéndose por lo bajo. 

Karina y Sandra observaban la escena desde la puerta de la cocina y sonreían orgullosas.

Había valido la pena vestir al jefe de mujer y hacerlo pasar por lo que ellas pasaban todos los días.

Santiago se acomodó su melena roja, la máscara, suspiró, se alisó la falda cortísima y con la mayor dignidad posible, se retiró.

Fran llegó tropezando detrás de él.

-Estás loco! te voy a matar!

-No harás nada, pon en la bandeja lo que pidieron los soretes esos, les serviré sus pedidos.

-Santiago por favor, comportate -gimió Fran dejando en la barra las bebidas listas para ser repartidas.

El pelirrojo se acomodó el corpiño relleno y salió nuevamente al salón con el mentón en alto.

Hubo tres bandejasos más esa noche, pero fueron para un viejo, un cadete que venía a retirar un pedido y otro para un cliente un tanto alcoholizado... los de la mesa de Ernesto se comportaron como lords hasta la hora de retirarse.


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