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Yo los declaro marido y Menma por shiki1221

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Cap 5: El abogado lisiado

Hubo muchas veces en las que Menma deseó estrangular a su mejor amigo. El único motivo por el cual no lo hacía era por las consecuencias de ir preso por un delito pasional. Eso y que Uchiha jamás le había fallado cuando le pedía algo. Estuvo a su lado cuando consiguieron volverse bomberos, cuando se casó con Hinata, al nacer Naruto, cuando se divorció de Hyuga, durante la crianza de su hijo y ahora en la mentira para la batalla legal. Eso sin contar todas aquellas ocasiones en las cuales le confió su vida durante el trabajo. Hacer esa lista mental mitigó el enojo contra el azabache por tan descuidado comentario. En esos momentos se encontraba abrazando a Naruto sentados en el sofá. El menor había comenzado a llorar al finalizar la llamada. En parte era su propia culpa ser tan sobreprotector al minimizar el peligro y los riesgos de su trabajo, pero tampoco le parecía una buena idea contarle a detalle todo lo que implicaba ser bombero. ¿Qué le diría? “Hola, hijo ¿sabes? Los bomberos siempre entramos a sitios peligrosos y a veces no salimos. Quedamos tiesos si tenemos suerte o sino nuestros cuerpos quedan irreconocibles y nos identifican por los dientes. Tu papá todos los días se enfrenta a volver en un cajón para que te despidas y luego me entierren tres metros bajo tierra”. Su hijo viviría con ataques de ansiedad cada mañana si hacía algo como eso.

―Chara va a volver, ¿verdad, papá? ―preguntó Naruto cuando calmó un poco sus hipidos.

―Claro que lo hará ttebayo ―aseguró el adulto con una sonrisa forzada.

Si no lo estrangulo durante la cena esta noche, lo hará. Si no tocara llevarlo a un cementerio de mascotas y esperar a que se levante y pueda volver a matarlo por idiota” Pensó el rubio mayor manteniendo su sonrisa pese a sus instintos homicidas dirigidos al moreno.

―Entonces, ¿por qué quiere estar en ese muro? ―interrogó el niño limpiándose las lágrimas con las manos―. Dicen que si tu foto está ahí nunca vuelves a casa. Ustedes no pueden morirse ―exigió frunciendo el ceño.

Su padre soltó un largo suspiro ante esas palabras. Los niños de la edad de su hijo entendían la muerte de manera precaria. La veían constantemente en series de televisión y demás. Siendo sinceros, en lo ficcional era difícil encontrar una historia que tratara de verdad todo lo que conllevaba la pérdida. Algunas historias finalizaban con los personajes muriendo de manera heroica mientras sus amigos y familias sonreían. Otras recurrían a resucitar dichos personajes quitándole peso a la muerte. También estaba aquel consuelo inconsciente de pensar “a mí jamás me pasara eso”. Mas, cuando se vivía de cerca el miedo aparecía. Ni siquiera los adultos podían asimilar la dura realidad de no volver a ver a alguien. Él mismo no entendía cómo dominar su miedo cuando Charasuke actuaba de manera arriesgada. Las alarmas se encendían en su persona cuando veía al otro poniendo su vida en juego. El miedo era una constante en su persona. ¿Cómo podría tranquilizar a su pequeño cuando ni él mismo sabía qué hacer? Si tan sólo su mejor amigo no tuviera aquella obsesión de morir como un héroe…

“O si pudieras ver lo importante que eres para nosotros, Charasuke”

—No es que Charasuke quiera morir —dijo no muy convencido "o al menos eso espero". Pensó antes de seguir hablando —. Él se toma muy en serio lo de salvar a los demás. Como esos súper héroes que tanto te gusta ver —explicó tomando aire para lo siguiente—. Él sólo quiere hacer algo memorable con su vida.

—¿Qué significa memorable? —preguntó el menor ladeando la cabeza.

—Que será recordado por mucho, mucho tiempo —respondió Menma con calma—. Las personas en ese muro son héroes cuyas historias siempre llegan hasta los nuevos reclutas o los niños que van de excursión. Esa pared está para recordarnos a las buenas personas que se fueron —finalizó con una amarga mezcla de respeto y tristeza.

—¿Y por qué no están las fotos de todos los bomberos? —interrogó Naruto con indignación —. Ustedes siempre ayudan a los demás, ¿por qué no se les felicita todos los días?

—Porque es nuestro trabajo, para nosotros es común hacer esto ―respondió con tranquilidad.

—Cuando el Teme y yo sacamos altas calificaciones o hacemos algo bueno siempre nos felicitan sin importar cuantas veces lo hagamos ttebayo.

Ante ese comentario Menma no supo qué decir. Tenía tan normalizado su deber como bombero que lo daba por sentado. Como si siempre fuera de esa manera. Ellos en contadas ocasiones recibían reconocimiento estando vivos. Se los notaba más cuando morían heroicamente, pues incluso las víctimas de siniestros, ―de manera más frecuente de la que le gustaría―, les reclamaban por nimiedades; llegar demasiado tarde, no actuar de la manera que ellos querían, jurarles odio cuando denunciaban incendios provocados para cobrar un seguro, etc. Tal vez Charasuke sólo quería un poco de aprecio por el trabajo que hacía. Él solía ser algo presumido, pero nunca echaba en cara un favor que hacía. Además aun recordaba que el día en que se casó con Hinata, el moreno se había apartado a mirar las estrellas mientras él bailaba. Tras dejar unos momentos a su esposa, lo fue a buscar y al encontrarlo apoyado en el pequeño barandal de la terraza del segundo piso del salón de fiestas, lo notó con ojos vacíos. Siempre había visto aquellos ojos como dos abismos sin fondo, pero era diferente. Le provocó una sensación de vértigo y temor. Aumentado con aquella maldita frase:

“Algún día inmortalizaré mi nombre como mi padre. Dejaré mi huella en este mundo para que se sepa que viví. Mi existencia tendrá un significado cuando lo consiga”

En ese momento no supo qué decir. No entendía con claridad el alcance de aquellas palabras y desearía no haberlo hecho. Volverse bomberos sólo le dio la respuesta a la interrogante surgida aquella noche. Cada vez que Charasuke sufría daño o terminaba en el hospital… sonreía. Sus labios dibujaban aquella maldita mueca expresando alegría y decepción. Temía confrontarlo y descubrir que la decepción era por seguir vivo. Quisiera obligarlo a dejar su labor de bombero, mas no tenía autoridad sobre su vida personal. Ni siquiera sus padres adoptivos lograron disuadirlo, menos podría él. No quería asustar a Naruto, pero tampoco quería ilusionarlo demás. Tenía esperanzas en que su pequeño hijo fuera motivo suficiente para lograr que su amigo dejara de ser tan idiota.

―Nosotros podemos darle mucho amor a Chara y verás como siempre querrá volver ttebayo ―aseguró Menma sonriéndole a su primogénito.

―¡Voy a hacerle un regalo increíble para darle la bienvenida a nuestra familia! ―expresó el rubio la idea que le surgió de manera espontánea―. Le pediré ayuda Sasuke Teme.

―Muy bien. Esa idea me gusta ―aprobó el adulto mientras le limpiaba los últimos restos de lágrimas a su hijo―. Voy a tener una cena a solas con él y luego vendremos a casa, ¿estarás bien si la abuela Kushina se queda a cuidarte unas horas? ―preguntó viéndole con una sonrisa amorosa.

―¡Claro! ―celebró el infante con el puño en alto―. Eso me dará tiempo de terminar mi regalo mientras vas a tu cita.

―No es… ―intentó negar el azabache, mas se contuvo. Su mentira ya estaba dicha y debía seguirla―. No es una cita, es una cita sorpresa ―se apresuró a corregir―. Él todavía no sabe que le daremos la bienvenida al estilo Uzumaki ―mintió de una manera tan natural que le causó culpa.

―¡Sí, al estilo Uzumaki! ―secundó de manera animosa―. Gracias, papá ―agradeció dándole un fuerte abrazo.

―¿Por qué me agradeces? ―interrogó curioso y genuinamente confundido.

―Por darme un lindo papi ―respondió Naruto con una gran e inocente sonrisa―. Seremos una familia completa como las otras ttebayo.

Aquello había causado que algo se agitara en el pecho de Menma. No sabía si era la culpa resquebrajando su corazón por ser tan maldito como para engañar a su propio hijo o si era aquella sensación de alivio y calidez al saber que nuevamente serían una familia de tres. Podrían darle estabilidad a su hijo. Otra vez Naruto contaría con dos figuras paternales a las cuales recurrir en caso de que algo saliera mal. Se sentía más aliviado sabiendo que su mejor amigo sería alguien con voz y voto respecto a su pequeño. Confiaba en sus padres y sabía de lo fiera que podría llegar a ser su madre si intentaban quitarle a su nieto, pero lamentablemente la prioridad eran los padres. Incluso la indomable Kushina tendría problemas en el ámbito legal contra Hinata, pero otro padre, uno elegido por él quizás tendría una batalla más justa en los tribunales. O al menos eso esperaba para poder conservar a su hijo a su lado.

―Se nos está haciendo tarde. Debes ir a prepararte ―sugirió de manera calmada al ver como avanzaba la hora y a su vez agradeciendo eso para evitar seguir con esa conversación.

No les tomó demasiado tiempo buscar cada uno de sus artículos para sus respectivas salidas. Naruto tenía su mochila casi lista. Sólo habían algunos lápices y hojas fuera de lugar para completar tareas olvidadas. Esas que se dejan hasta el final por ser demasiado sencillas de terminar y tomar sólo unos cuantos minutos en resolver. El adulto por su lado debía llevar la documentación de ellos tres por si el abogado así lo requería. Pese a haberle dicho por teléfono que todo estaba bien, no iba a arriesgarse y tener que ir otro día nuevamente. Quería tener todo listo y preparado cuanto antes y asegurar a su hijo a su lado. Menma llevó al niño a la escuela estando aun algo preocupado por la conversación respecto a la actitud temeraria de Charasuke y su deseo de formar parte de los héroes caídos en acción. Tal vez una parte de él deseaba hacerlo tutor de Naruto para obligarlo a poner los pies en la tierra. Uzumaki conocía la historia personal del moreno. Estuvo allí cuando se alistó para ser bombero y supo de primera mano las tácticas que usaba para mantener a las mujeres lejos de su corazón.

Al principio atribuyó el interés del Uchiha por un status de popularidad. El típico alumno perfecto que tiene altas calificaciones, bueno en los deportes y además guapo. Luego fue descubriendo lo que había detrás de todo ello. Las buenas notas eran gracias a las tutorías de Itachi. No era tan listo por cuenta propia, a diferencia del mayor quien jamás requirió ayuda externa. Su mejor amigo era atractivo. El tipo de persona que al entrar a cualquier lugar atraía las miradas de todos. Debía reconocer que incluso a él le atrapó, pero en su caso era por qué no podía entender porque un chico lindo como ese gastaba su tiempo haciendo esfuerzos físicos. Es decir, no se veía del tipo atlético que busca becas de deporte. Más bien, le daba la impresión de ser algo así como esos "príncipes de instituto". Alguien de adorno nada más.

Había estado en el mismo club de atletismo y de primera mano lo vio siendo de los que se quedaba hasta tarde practicando. Él también lo hacía para mejorar sus habilidades y secretamente para no perder contra ese presumido. Verlo vanagloriarse de ser el mejor del equipo le provocaba vencerlo. Un pequeño golpe de realidad para bajarlo de su pedestal y verlo sometido ante él. Como practicar fingiendo la inexistencia del contrario se les hizo insoportable, se desafiaron a demostrar su resistencia. Recordaba con gracia como Charasuke se había lastimado el pie por correr con los cordones desatados. Vaya idiota por no fijarse en un detalle tan sencillo. Ahora le parecía cómico, pero en su momento sintió miedo y culpa por impulsarlo a hacer soberana idiotez. Aquel día en un ataque de culpa lo cargó en brazos hasta el hospital. Habría ido a la enfermería del instituto de no ser porque la doctora ya se había retirado en lo que ellos hacían sus tontas competencias. Fue así como sus familias se conocieron también, pues los padres de Charasuke fueron a ver cómo estaba y los de Menma a ver el motivo del retraso de su hijo.

Pese a que técnicamente había sido su culpa haber causado ese incidente, el matrimonio Uchiha parecía más enojado con el azabache que con él. Quienes sí le dieron un gran regaño fueron sus propios padres, quienes lo instaron a ser responsable. Rechazando la negativa de los Uchiha, se le asignó la tarea de ayudar a Charasuke en lo que se recuperaba. Subir las escaleras con el tobillo lastimado seria complicado con muletas, en especial si debía cargar libros o cosas semejantes. Por lo cual, él debía estar ahí para brindar apoyo. Se sintió más bien como un esclavo y maldijo mentalmente por ello. Para su sorpresa no había sido tan terrible como había imaginado. El coqueto joven no le pedía ninguna extravagancia. Es más, no le pedía una mano ni necesitándola. Prefería arrastrarse escalón por escalón hasta su salón a recurrir a él y eso lejos de aliviarlo, lo hizo enojarse incluso más. Como castigo comenzó a cargarlo como una princesa cada vez que se comportaba imprudente. Las mejillas enrojecidas al ser visto por sus admiradoras mientras era cargado como una frágil dama en apuros, lo hizo recapacitar.

―Ahora que lo pienso siempre fue un orgulloso, estúpido y temerario idiota ―bufó Menma mientras estacionaba el auto afueras de la oficina de su abogado.

Era un milagro no haber chocado en el camino, puesto que había estado conduciendo de manera mecánica. Poco consciente de sus alrededores, pero alerta a cualquier percance. Es sólo que cuando comenzaba a pensar en su mejor amigo, el resto del mundo parecía perder importancia. Se desvanecía como si dejara de existir repentinamente. Eso no estaba bien. Debía dejar de perderse en las nubes como ese idiota y ponerle los pies en la tierra así tuviera que anclarlos a ella. Ingresó a paso tranquilo a la oficina donde se encontró con la secretaria del abogado. Ésta le pidió esperar un poco en la sala en lo que se desocupaba del cliente antes suyo. Cerró los ojos y se cruzó de brazos a la espera de su turno. Cuando finalmente llegó, ingresó a la oficina ya conocida y se sentó frente al escritorio del otro.

―Buenas tardes, Sarutobi-san ―saludó Uzumaki con cortesía.

―Buenas tardes, Uzumaki-san ―correspondió al saludo mientras acomodaba unos papeles en el escritorio―. He revisado tu caso y tal como dije antes creo que tenemos buenas oportunidades de ganar, pero…

―¿Pero? ―repitió Menma viéndole con suma preocupación por esa simple palabra.

―Me gusta tener todo en perfecto orden y sin fisuras cuando se trata de mis clientes ―explicó Sarutobi mientras se acercaba a la puerta de su oficina y hacía pasar a un hombre que usaba muletas captando la atención del cliente de inmediato―. Me gustaría recomendarte a mi colega y viejo amigo que trabaja en la Corte de lo familiar ―dijo Asuma alzando su mano para mostrarle a un hombre de cabellos plateados con la mitad del rostro cubierto ayudándolo a llegar a una silla al lado de su asiento―. Él es Hatake Kakashi y nos ayudara con tu caso.

―Eres uno de los bomberos que me rescató antes ―mencionó el de cabellos plateados viendo con sorpresa al azabache―. Vaya vueltas que da la vida.

―¿Tú no deberías estar descansando? ―interrogó el bombero con un gesto de regaño―. Tu pierna está herida aun y parece que tienes otras quemaduras. No deberías exponerte al sol saliendo a ver clientes.

―Sí que regañas duro ―bufó Hatake antes de rascarse la cabeza de manera despreocupada―. La verdad es que por lo general trabajo desde casa revisando los casos. No me gusta estar atrapado en una oficina aburrida durante horas.

―Eso explica porque quedaste atrapado en el incendio ―meditó Uzumaki, ya que cuando lo rescató creyó que simplemente era un desempleado.

―Hablando de eso, ¿y el otro bombero? ―preguntó con curiosidad.

―¿Charasuke? ―Quiso asegurarse Menma mirándolo sin entender la razón de su pregunta―. Está bien, ¿tiene alguna queja de su trabajo?

―Yo personalmente no ―respondió Kakashi sin titubear―, pero mientras me daban los primeros auxilios antes de subir a la ambulancia te vi regañarlo. ¿Fue culpa mía?

Hatake había querido acercarse a excusar al bombero que lo había rescatado. Alegar en su favor que gracias a su ayuda seguía vivo, pero la cantidad de humo inhalada le hizo necesitar temporalmente una mascarilla de oxígeno. La tos constante no le permitía expresar más que unas pocas palabras de manera clara y coherente. Tampoco podía acercarse por su cuenta a los bomberos dadas las quemaduras en su pierna y la insistencia de los paramédicos de trasladarlo cuanto antes al hospital. Como supusieron a priori las flamas le habían causado quemaduras de tercer grado en su pierna, siendo esa la zona más afectada. Cuando le dijeron que por su bien era conveniente no caminar mucho hasta que su pierna sanara bufó con fastidio. Pese a no gustarle ir a su oficina, ―incluso agradeció tener ahora una buena excusa para quedarse en su casa y así leer sus novelas favoritas―, el no caminar también implicaba que no podría dar sus paseos regulares por la playa. Amaba tanto ir allí a despejarse durante las mañanas o tardes de trabajo ajetreado, pero exponerse al sol era contraproducente para la recuperación de su pierna.

―No, el incendio fue un accidente causado por un cortocircuito en los paneles de electricidad ―explicó de manera escueta el hombre de ojos claros―. Qué usted quedara atrapado allí no es su responsabilidad así como tampoco lo fue la de los demás residentes.

―Pero ese otro bombero, Charasuke, ¿no? ―preguntó confirmando el nombre recientemente dado―. Parecía haber sido regañado por rescatarnos.

―No le pegué por eso, sino por adelantarse solo sin el apoyo de nadie ―aclaró Menma frunciendo el ceño―. Ese idiota siempre actúa de manera imprudente durante los siniestros, es un idiota, un imbécil irresponsable, egoísta, descarado y si no fuera porque su familia está de acuerdo conmigo mencionaría todo su árbol genealógico de manera no agradable. Ah y además es un prostipirugolfo de primera y un…

―¡Menma! ―gritó Sarutobi viéndolo con sorpresa antes de señalar a Kakashi con la cabeza―. Como tu abogado te recomiendo no hacer ese tipo de comentarios sobre la persona que recibirá los beneficios por la ley de complacencia.

―¿Es tu novio? ―interrogó Hatake dirigiendo su atención a su futuro cliente.

Uzumaki no pudo evitar ponerse de color rojizo ante el desliz. Era muy habitual en él ser extremadamente duro al criticar la imprudencia de su mejor amigo. No podía evitarlo y rara vez lo intentaba. No era capaz de imaginarse una vida sin él, pero Uchiha sólo era capaz de mirar ese estúpido mural como meta. Habiendo tantas cosas que el futuro podía ofrecerle y él sólo veía el lado trágico y “heroico”. Quizás era su parte más egoísta la que le negaba dejar ir a su hijo y a su amigo también. Así fuera por la ley intentaba atarlos a él y no dejarlos ir con nadie más. Era cruel. Se lo reprochaba cuando hacia autoconciencia, pero ¿quién le pondría los pies sobre la tierra? Ninguna mujer había sido capaz de atraparlo en una relación seria. Y en parte lo agradecía. Eso le daba rienda suelta de hacerlo su novio para salir de esta situación problemática con su ex esposa. De esa manera tendría a las dos personas que más quería sanos y salvos, pero sobre todo, cerca de él.

―Oh qué pena que tenga novio ―bufó Kakashi con un poco de decepción―. Y yo que estaba dispuesto a invitarlo a cenar y pagar el postre que le debo.

―¿Qué tanto lo conoce? ―interrogó Uzumaki viéndolo con seriedad―. Pensé que sólo se conocían del rescate.

―Eso es correcto ―mencionó con una expresión de alegría―. Es sólo que cuando me rescató dijo que a todos les pedía un postre a cambio de salvarles la vida.

―No le haga caso a sus tonterías ―ordenó Uzumaki frunciendo el ceño―. En vista de que estás en recuperación lo mejor sería optar por otro abogado o seguir sólo nosotros, Sarutobi-san.

―No necesitas preocuparte por mí, Menma-kun ―intervino el de cabellos claros con una sonrisa complaciente―. El trabajo y mis libros son mi único entretenimiento ahora que debo guardar reposo para mi recuperación ―señaló mostrando su pierna vendada―. Puedo trabajar donde quiera, mi cerebro no sufrió ningún incidente.

A Uzumaki le sabía un poco mal tener que abusar así de la amabilidad de uno de los damnificados a los que ayudó. Pese a no estar herido en la cabeza y que el trabajo basado en papeleo era algo tranquilo y ameno en cuanto a esfuerzos físicos, en la cuestión psicológica sí podía ser algo demandante. El estrés, la información nueva, las apelaciones y demás cosas podrían disparar algún ataque de estrés o episodio de ansiedad. No había que olvidar la experiencia cercana a la muerte tan reciente. Existía la posibilidad de que Hatake tuviera el síndrome de estrés post traumático. No sabía si el abogado ya había visitado a un terapeuta o algo similar. Podría sentirse bien y hasta creer estarlo, pero ese tipo de síndromes no eran detectables para personas no cualificadas en psicología.

―¿Ya ha visitado a algún terapeuta? ―interrogó Uzumaki con seriedad.

―No, no hace falta ―respondió Kakashi con un pequeño deje de indignación de ser tratado como un loco.

―Experimentó una situación cercana a la muerte, podría tener consecuencias en su psique si no se examina ―explicó el moreno de manera respetuosa, pero sin dejar de lado la firmeza de sus palabras.

―Señor Uzumaki ―habló el hombre de cabellos plateados―. Soy un profesional. Agradezco su preocupación, pero sé cuándo necesito parar o descansar. Me encuentro bien de salud y todo lo que tengo para entretenerme en estos momentos es realizar lo que me apasiona: ganar casos.

Menma no pudo evitar sentir un deja vú ante esa actitud. No eran las palabras exactas las que usaba, pero sí llevaban esa esencia de “hago mi trabajo aunque me mate porque me gusta”. Sí, aquella actitud de descuido por su propia integridad en pos de ayudar a otros como lo hacía Charasuke. No sentía deseos de lidiar con otra persona metida en el mismo fetiche masoquista que Uchiha. Suficiente tenía con soportar al mencionado cada día desde hace años y los que vinieran.

—Te recomiendo que aceptes a Kakashi como tu abogado —interrumpió Asuma con seriedad —. Tu caso es muy complicado por la falta de pruebas de ambas partes. Literalmente están peleando su palabra contra la tuya y necesitaras toda la ayuda posible.

—Aun así...

—Tu problema es complejo y lo supuse desde el momento en que Asuma me contactó. Rara vez necesita de mí y debe ser una situación desesperada para haberlo hecho —explicó Hatake con su ojito pasando de serio a alegre —. Una pequeña experiencia cercana a la muerte no es nada de qué preocuparse. No tuve miedo, simplemente me resigne a reunirme con mi querido padre. Fue su compañero el más desesperado.

—Sin su ayuda dudo que podamos ganar el caso —admitió Sarutobi con pesar.

Eso último fue un duro golpe para Uzumaki. Él creía tener todo en orden y las de ganar con facilidad, pero era complicado ir contra los alegatos de Hinata. Se la veía dispuesta a hacer lo que fuera necesario con tal de llevarse a Naruto y no iba a permitirlo así tuviera que recurrir a poner a trabajar a un lisiado temporal sin atención psiquiátrica. Miró con algo de resentimiento a Asuma. Anteriormente le había dicho que podían ganar y aseguraba tener todo en orden, ¿y ahora le salía con que sin el Hatake no podían ganar? ¿A qué estaban jugando esos abogados? Sin embargo, su miedo más grande era perder a su hijo y aun si estaba siendo manipulado para aceptar tener dos abogados si eso mantenía a su hijo con él, lo aceptaría así fuera a regañadientes.

—De acuerdo, acepto a Hatake como mi abogado, pero quiero que sigas con nosotros Asuma —condicionó deprisa antes de que intentara renunciar—. Sigue herido y ante cualquier signo de sobreesfuerzo necesitara que se lo cubra o sustituya en el juzgado. En su condición no puedo pedirle que vaya de aquí para allá cada vez que nos citen.

—Me parece bien —accedió Asuma—. ¿Y a ti, Kakashi?

—Si así podré trabajar, acepto —dijo encogiéndose de hombros—. Aunque me molesta ser tratado como un inválido.

—Lo es temporalmente —corrigió Uzumaki.

—Bien pongamos manos a la obra —habló Asuma al ver las intenciones de su amigo de rebatir el comentario de su cliente—. Por lo que vemos tu novio tiene registrado un departamento individual como su residencia.

—Si, ¿eso es un problema? —pregunto Menma con confusión.

—En los juzgados preguntaran la razón de ello —avisó Kakashi tomando su rol de abogado—. Cuestionaran hace cuanto tienen una relación y si lleva mucho tiempo por qué justo ahora que la madre está exigiendo sus derechos deciden revelarlo.

—Temíamos la reacción de mi hijo al saber que su padre estaba con otro hombre —mintió hábilmente haciendo uso de miedo mostrado por su amigo cuando hablaron sobre engañar a su pequeño—. Es bien sabido que podría tomárselo a mal.

—Para poder darle potestad debe quedar demostrado que él no es algo pasajero —explicó Sarutobi—. Debes tener en cuenta que a ojos del juzgado tu pareja debe ser alguien en quien se pueda confiar mientras estés con vida e incluso si no lo estás que él continue al lado de tu hijo.

—¿Y cómo demuestro que vamos en serio?

—Viviendo juntos y casándose —respondió Hatake —. Al contraer matrimonio estarían vinculados legalmente de muchas maneras lo cual reforzaría que su relación es en serio. Un noviazgo es fácil de romper y no tiene repercusiones en muchos sentidos ajenos al sentimental, pero un matrimonio es un paso más grande por todas las consecuencias y responsabilidades que conlleva ―explicó con tranquilidad, pero con una seriedad implícita detrás de aquel tono apacible de su voz.

Menma sintió como se le bajaba la presión de golpe ante lo que acababa de escuchar. Una cosa era pedirle a su mejor amigo que fingiera ser su novio, pero pedirle que se case era aún más grande en su mentira. Era como si el pequeño desliz cometido por descuido ahora fuera una mentira de tamaño colosal. Jamás pensó que llegaría a tanto. Había supuesto que sería algo sencillo. Del tipo de mentiras que hacen los testigos en las series policiales donde aparecen los abogados; ir, mentir cuando el juez o abogado hace una pregunta e irse tranquilos a seguir con sus vidas. A estas alturas veía imposible retractarse. Junto con Asuma habían escrito y firmado declaraciones juradas acerca de su vínculo con Charasuke y los habían enviado a la abogada de Hinata y al juez que prescindiría su caso. No podía imaginarse diciéndoles a todos tan campante que todo había sido una pequeña mentira para conservar a su hijo. No sólo sería enviado a prisión por falsificación y falso testimonio sino que también seria automáticamente descartado como guardián legal apto.

Fue su culpa haberse adelantado al realizar el papeleo antes de siquiera consultarlo con su amigo. Él también había cometido un grave desliz. Cuando se había reunido anteriormente con Asuma nada más oír los beneficios del vínculo por complacencia lo primero que pensó fue en hacer beneficiario al Uchiha. Tras eso lo citó en el parque con intenciones de convencerlo de aceptar ser el guardián legal de Naruto. Había creído que no era necesario hacer de su conocimiento que ya estaba en marcha antes de que aceptara. Daba por hecho que no se opondría sabiendo la circunstancias. Hasta agradeció un poco la aparición de su ex porque por cuenta propia su mejor amigo se involucró. Era un completo desastre y una maraña de mentiras creciendo de manera exponencial que pronto le podrían explotar en la cara.

—Pero mi hijo apenas si se ha enterado este fin de semana de nuestro noviazgo. No puedo soltarle tan de repente que me casaré con Charasuke —dijo Menma con su rostro calmado, pero completamente turbado en su interior.

—La jueza nos verá aproximadamente en uno o dos meses —avisó Hatake—. Los casos familiares son muchos y los procesos muy lentos. Van a estudiar las pruebas presentadas, así como los testimonios y en vista de que ustedes no son un caso tan grave como otros, será algo tardado. Por lo pronto tu novio debería mudarse contigo y establecer su cambio de domicilio cuanto antes.

—En lo que llega el citatorio del juez puedes resolver como explicarle lo de tu boda —complementó Asuma.

—Muy bien, gracias —dijo Uzumaki levantándose de su asiento.

Salió de la oficina completamente ausente y caminó de manera automática hasta su auto. Una vez dentro se sentó en el asiento de conductor y dejó caer su cabeza contra el volante. ¿Qué haría ahora? Charasuke estaba completamente ansioso y sensible desde que iniciaron la mentira. Le sabía muy mal mentirle a Naruto y ya presagiaba todo aquello que podría resultar mal al terminar la mentira. Ahora debía explicarle por qué debían casarse y para colmo justificar por qué mientras “eran novios” el otro salía con mujeres. Se ganaría unos buenos golpes de parte del azabache por hacerlo quedar como un infiel. Su amigo era muchas cosas y tenía muchos defectos, pero traicionero e infiel no era. Siempre les dejaba claro a todas sus conquistas que eran cosa de una noche y cuando las cosas se ponían serias les soltaba sus preguntas de mal gusto: ¿Te gustaría quedarte viuda? ¿Cómo manejarías la posibilidad de quedar soltera cada vez que salgo a trabajar? Y si alguna ingenua mencionaba querer formar una familia con él era incluso peor. ¿Te imaginas quedando viuda y con hijos? ¿Por qué quieres tener huérfanos? Esas preguntas eran un tanto maliciosas por el tono despreocupado empleado. Las mujeres interesadas en Uchiha se alejaban al sentir como les decía de manera indirecta: “Problema tuyo si quieres algo serio conmigo porque yo no tardo en irme con San Pedro”.

―Incluso a mí me fastidió que se lo dijera a Naruto ―gruñó recordando el incidente de la mañana apretando con fuerza el volante entre sus manos―. Ahora debo convencerlo de dar un paso del que ni yo estoy seguro ―suspiró con cansancio.

Mentir era sumamente agotador y una espiral de decadencia similar a la que se sumergen quienes caen en las drogas. Comenzaron con algo pequeño e inocuo y ahora tenían una jodida bomba atómica capaz de destruir varias familias y relaciones si no se manejaba con cuidado. Eso último le daba esperanzas. Habían desactivado bombas anteriormente. La solución a eso era ir despacio, cortando lentamente los cables correctos. Siempre con la mente fría y el pulso firme. Se dio unos minutos para regodearse en su propio sufrimiento y desesperación antes de alzar la cabeza con decisión. Ahora venía una parte sumamente difícil. Tenía que hablar con Charasuke y con Naruto. Ellos eran los primeros con quienes solucionar las cosas. Lo demás era secundario, desde sus propios padres hasta sus amigos y compañeros de trabajo no eran relevantes en estos momentos. Comenzó a conducir rumbo a la escuela de su hijo mientras iba mentalizándose para la charla venidera.

No podía decirle a su hijo que su madre se fue por circunstancias atenuantes, pues no sólo sería mentir, sino también que abriría paso a la pregunta: ¿Y por qué no volvió cuando lo resolvió? O variantes que girarían en torno a la razón para alejarse de ellos, si lo solucionó o si volvería. Todo eso no haría más que alimentar una fantasía. Un mito creado en la cabeza de su pequeño a base de mentiras dichas para evitar el dolor. Y ahora que Hinata podría estar presente en la vida de su hijo temía que sus palabras fueran usadas en su contra. Su ex alegaba violencia doméstica de su parte. En caso de decirle a su pequeño esa mentira, ésta podría darse vuelta y ser usada en su contra haciéndolo responsable de la huida de Hyuga. Había intentado ser cuidadoso con las palabras y mentiras usadas para evadir todo aquello potencialmente dañino para su hijo, pero ahora se veía en un predicamento.

La respuesta sencilla y menos perjudicial para su persona, ―aquella que le beneficiaba a él y Charasuke en la corte―, era la verdad. Había intentado ser un buen padre aun haciéndolo prácticamente solo. Hinata era quien no quiso ni intentó ser madre de Naruto. Ella no se despertaba a cambiarle los pañales, hacerlo dormir o jugar cuando tenía la oportunidad. Prefería realizar otras actividades a estar con el recién nacido. Entendía el deseo de ponerse a estudiar y recuperar la normalidad perdida, pues durante el embarazo dejó de realizar muchas actividades a las que estaba acostumbrada. Ella siempre fue una chica ruda muy independiente, capaz de hacer las cosas por sí misma. Desde pequeña siempre había querido tomar el mando del negocio de su padre y el embarazo, teniendo apenas dieciocho años, le había dificultado aquello. Sin embargo, la apoyó en no dejar de lado sus sueños, mas parecía que ella no le apoyaba respecto a Naruto en lo más mínimo. Nada sería más cruel que decirle a su hijo que su madre no lo quería y ni se diga si se le ocurría preguntarle el por qué, debido a la ignorancia propia a esa interrogante.

Tenía un gran dilema respecto a la manera adecuada de abordar el tema de la forma más honesta y responsable posible. Sería algo difícil de poner en palabras y no podía recurrir a Charasuke. Este asunto era estrictamente entre ellos. Además viendo las reacciones del otro por pequeñas cosas poco relevantes, era mejor dejarlo relajarse haciendo su trabajo como tanto amaba. Ya luego le daría la noticia sobre su la necesidad de mudarse y casarse. Iba tan ensimismado en aquellos pensamientos que apenas si notó las luces de una patrulla de policía. Miró de reojo el velocímetro comprobando no estar yendo a un exceso de velocidad. Tal y como pensó, estaba conduciendo a una velocidad moderada y ninguna ley estaba siendo quebrantada de su parte. Se orilló bajando la velocidad y esperó pacientemente al oficial mientras buscaba su documentación para presentar sus permisos correspondientes.

―Oh diablos ―se quejó cuando vio las luces de la policía detrás suyo y oyó la sirena sonando―. Así parezco un criminal ―se quejó al imaginar el aspecto de su situación para cualquier transeúnte casual.

Oyó los pasos del oficial acercándose y en cuanto vio una mano dando unos toques en la ventanilla se apresuró a bajarla viendo al policía. Grande fue su sorpresa al reconocer aquellos ojos y cabellera negra.

―¡¿Itachi?! ―gritó completamente sorprendido. Jamás había sido detenido por él y le preocupaba la razón de este encuentro aunque intuía la misma.

―Me temo que tendrás que acompañarme a la estación… cuñado ―dijo con una sonrisa amable a la vista, pero con una mirada amenazante.

 

CONTINUARÁ…

 


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