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88. Conejo Fugitivo (02) por dayanstyle

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Mirando al adjunto Byung Joo, Jay se revolvió en la chirriante silla plegable, estaba irritado con toda la situación. El cambiaformas lobo, lo analizaba como si tuviera algunos tornillos sueltos. No le gustaba la mirada apaciguadora que el policía le dio. Él tenía una queja legítima.


A medida que el sol de la mañana pasaba a través de la ventana, calentando el lugar donde estaba sentado, un pequeño ventilador en el escritorio del adjunto Byung Joo giraba ruidosamente, hacia atrás y adelante. Los intervalos de aire caliente golpeaban la cara de Jay, cada cinco segundos. Cada vez que pasaba a su lado, su pelo teñido explotaba como las hojas movidas por un soplador. Continuo tirando de los hilos, mientras empezaba a lamentar su decisión de ir a la estación de policía.


—Sé  que  es  un  vampiro.  ¿No  hay  algo  que  pueda  hacer  al  respecto?
Después de todo, arresta a los malos.     
Se  encontraba  en  Dalton  Falls  desde  hacía  un  mes,  y  tenía  un  nuevo vecino, que se trasladaba sólo por la noche, tenía la tez muy pálida, y cada vez que se encontraban en el pasillo, el vampiro lo miraba como si fuera comida. No confiaba en su nuevo vecino. Le había dicho a Kent y Morrison, sobre el vampiro, pero le habían dicho que no había nada de qué preocuparse. Sus guardaespaldas. Si era así como manejaban la situación con el vampiro, era carne muerta si Jae Hee llegaba a la ciudad.


A pesar de que odiaba la forma en que el vampiro lo miraba, el miedo le impidió decirle algo al chico. La valentía no existía en un cambiaformas conejo. No se avergonzaba de ello. Tenía que haber algo que el adjunto pudiera hacer. Jay había arriesgado, en primer lugar, al ir con la policía.
Si Kent y Morrison se enteraban que estaba aquí, la mierda golpearía el ventilador. Se suponía que estaba de encubierto, no debía ir a la policía  por cualquier cosa. Porque podría crear problemas, de los que se arrepentiría.
El adjunto Byung Joo no tenía idea acerca de su colaboración con los federales, o que dos de esos federales, vivían en la ciudad.


El adjunto Byung Joo lo miraba demasiado fijamente. Esa mirada demasiado familiar, era algo de lo que Jay podría prescindir. El vampiro lo había mirado fijamente como lo hacía Byung Joo en este momento.
Era hambre, pero no un hambre sexual. El adjunto parpadeó y se aclaró la garganta, como si se diera cuenta de lo que había estado haciendo.
—Mire, Sr. Park
—Llámame Jay—dijo. Se removió, odiando la forma impersonal que esto se sentía.


Él quería comodidad, y este gilipollas no le estaba dando ninguna. Ya había sufrido bastante en su vida, y está siendo tratado con frialdad lo que lo molestó. Odiaba el hecho de que su familia lo creía muerto. También el hecho de que había tenido que cambiar su apellido, uno que él apreciaba, pero  sobre todo, odiaba que  Byung Joo lo  mirara como  si  fuera él un  loco de atar.   

  
Aun  así,  Byung Joo  era  un  gilipollas  lindo.  Tenía  el  cabello  de  color castaño oscuro corto y él quería llegar al otro lado de la mesa, para ver si se sentía tan suave como parecía. Glorioso e impresionante, lo último lo describía perfectamente.
Si fueran otras las circunstancias, su pie golpearía rápidamente el suelo, por la emoción.


Podría haber estado enamorado, pero por otra parte, él se enamoraba de cada magnífico hombre, por los que caía sólo al conocerlos. Nunca duraba mucho tiempo. El barbero de la ciudad, había sido su enamoramiento más corto. La lujuria de Jay había durado cinco minutos, con el chico. El peluquero había abierto la boca, y mató cualquier fantasía de hacer conejitos bebé. No es que pudiera, pero practicar hubiera sido divertido.
—Está bien, Jay. Lo siento, pero no hay nada que podamos hacer al respecto.


El adjunto Byung Joo hizo a un lado el lápiz, que había estado, sosteniendo y metió la mano en el cajón del escritorio. Sacó una tarjeta de visita y la empujó hacia él.

 

—Pero si usted tiene más dudas acerca de su vecino, llame a este número.
Tomando la tarjeta, la leyó. Montando en cólera, cuando estrechó sus ojos en el adjunto, agitando la tarjeta al chico.
—Este es el número de una oficina de terapeuta. El adjunto Byung Joo inclinó la cabeza. —Lo es.
Jay enroscó la tarjeta en su mano,  arrugando el papel.
—Gracias por no ayudar.


El adjunto le dio una sonrisa, pero no era ni sincera ni de disculpa. El bastardo parecía estar riéndose de él, en silencio. Se lo quedó mirando, como si Jay fuera un loco y disfrutara de este momento.


—Una vez más, siento mucho el que no pueda ayudar en este asunto.
Parándose, Jay se metió la tarjeta arrugada en el bolsillo, antes de acercarse a la puerta. Se volvió y miró al cambiaformas lobo.
—Espero que pueda dormir por la noche.       

 
La tentación de cerrar de golpe la puerta lo abrumó. Jay agarró el picaporte, abrió la puerta hacia él, y luego la cerró, en silencio, en el último segundo. Ni siquiera era lo suficientemente valiente como para ser infantil.
Había oído que la policía en Dalton Falls no era de los mejores hombres, pero no tenía ni idea de que fueran unos completos idiotas. ¿Por qué Marek había decidido establecerlo aquí? Estaba más allá de él, pero lo haría, a pesar de que los policías y sus guardaespaldas fueran inútiles.
Con el ceño fruncido, paso delante de la recepcionista. Ella sonrió y le dijo adiós. Jay sonrió y devolvió el saludo.
—Espero que tenga un buen día—le dijo y luego frunció el ceño otra vez cuando salió.


Uf. Hombres. Harto y frustrado, se dirigió a su Fiat color amarillo. La ira le hizo estar listo para quemar caucho en el aparcamiento. Encendió su coche y luego salió suavemente de su lugar de aparcamiento, comprobando la izquierda, derecha, y luego a la izquierda otra vez, antes de que pusiera el intermitente y se dirigiera hacia la salida.


 
Cuando Jay condujo a través de Dalton Falls, consideró poner una cruz en su puerta. Eso ayudaría. Mantendría al vampiro lejos, pero ¿dañaría a la criatura? La idea de hacerle daño a alguien, no le sentaba bien. Quería  que el vampiro lo dejara solo. No quería matarlo. La imagen hizo retorcerle el estómago.


Absorto en sus pensamientos, no vio que el coche delante de él se había detenido. Jay frenó de golpe, pero chocó contra el coche. Su bolsa de aire se desplegó, tirándole la cabeza hacia atrás y haciéndole ver las estrellas.
Gimió y sintió el dolor disparándose a través del lado derecho de su cabeza.
—¡Mierda! —Un extraño rubio, corrió a su puerta.
—¿Estás bien? —Nada se sentía roto. Jay se movió un poco. Sin dolor, a  excepción de su ojo.                 


El rubio se quedó allí, sus pálidos ojos azules, muy abiertos. Jay se dio cuenta de las orejas puntiagudas y las alas. Hada. Nunca había conocido antes a un hada.
Eso era algo de lo que se había dado cuenta de este pueblo. Los sobrenaturales nunca ocultaban lo que eran. Afortunadamente, Kent y Morrison eran cambiaformas leopardo, o el gato habría salido de la bolsa, cuando habían llegado a esta pequeña ciudad.


—Creo que estoy bien—Jay se frotó la parte posterior de su cuello.
El desconocido abrió la puerta y le ayudó a salir de su coche. Las manos de Jay temblaban tanto, que le tomó tres intentos para poder liberar el cinturón de seguridad.
—Soy Jong Bin dijo el chico, mientras miraba desde el coche de Jay al suyo.


Jay se quejó, cuando vio que Jong Bin poseía un coche nuevo. La etiqueta de treinta días, todavía estaba pegada en la parte posterior del coche del tipo. Sus tasas de seguro, subirían como la espuma. A Jay no le sorprendería que su seguro lo dejara después de esto. A pesar de que lo compró con su identidad falsa, todavía le importaba.


—Jay Park —dijo, todavía no había utilizado su nuevo apellido. Sus manos aún temblaban, cuando la tendió hacia Jong Bin, para estrechar la mano del hombre.


Jong Bin se inclinó un poco más cerca y lo olió. Jay se echó hacia atrás, el olio el aire, y luego frunció el ceño. El tipo olía como si hubiera entrado en una tienda de velas. Frutal, fresco, como ropa de cama limpia, y simplemente maravilloso.
—¿Qué eres? —Preguntó Jong Bin y luego parpadeó, como si despertara de un sueño. Jay dio un paso atrás, cuando calor subió en su rostro.
—Cambiaformas conejo —dijo.
 
—Tú hueles—Los párpados de Jong Bin revoloteaban, mientras inhalaba una vez más. Jay pensó que Jong Bin diría comestible, delicioso, o incluso que se le hacía agua la boca. Esas fueron las tres palabras que siempre utilizaban los depredadores cuando lo describían.


—Mullido—Jong Bin sonrió.
¿Mullido? ¿Cómo diablos Jay olía suave y esponjoso? ¿Ser esponjoso siquiera tenía un olor? No estaba seguro de si debía sentirse ofendido o halagado. —Um, ¿gracias?


La ligereza de la risa de Jong Bin, le levantó el ánimo. El chico ya tenía una melodía suave en su voz. Una risa que coincidía, no fue una sorpresa.  Abrió su cartera, sacó su tarjeta de seguro, y todo el tiempo, los coches tocaban el claxon a su alrededor, unas pocas personas saludándolos con un dedo.
Jay les devolvió el saludo y sonrió.
—Sabes que nos están insultando—dijo Jong Bin. El chico miró el coche más cercano y mostró el dedo al conductor.
—Siempre trato de pensar en positivo—dijo Jay. Casi nunca funcionaba. La mayoría parecía creer que ser groseros resolvía los problemas.
Todavía recordaba el trato rudo de Kaluza y apretó los dientes. Thor había sido un hombre desagradable. La sonrisa de Jong Bin se hizo más amplia.

 

—Bien, porque estoy seguro de que nos están insultando.
A Jay le gustaba este tipo y esperaba que pudieran ser amigos. Las únicas personas que conocía en la ciudad eran los federales que lo vigilaban y el chico que trabajaba en The Running Bunny Café.


—Aquí está mi tarjeta de seguro. —Se encontró con que la mayoría de la gente de aquí, eran unos esnobs. No les gustaban los de afuera, y Jay era sin duda un extraño.
Jong Bin agitó su tarjeta de seguro.


—Yo fui el que se detuvo en medio de la calle. Es mi culpa.
Jay frunció el ceño. —No se supone que admitas la culpa. Eso es lo que me dijo mi agente de seguros.


—Mira—dijo Jong Bin, su rostro se puso serio. Jay estaba ocupado mirando su pelo rubio y la forma en que la luz del sol se reflejaba en él. Era como  una pequeña  bola de sol, sentada en la cabeza  de Jong Bin.     Dioses, extrañaba  su  propio  cabello  rubio.  Odiaba  el  color  negro  que  se  vio obligado a usar.
—Nosotros no tenemos que involucrar a nuestras compañías de seguros.
—Sí.


El chico negó con la cabeza. —No, no debemos. Tengo un amigo que está acoplado a algunos mecánicos. Acaban de abrir su tienda. Son buenos con sus manos.


Mirando la parte posterior del coche de Jong Bin y luego al suyo, Jay dudaba que un martillo haría el trabajo. El capó estaba inclinado en un ángulo extraño. La única cosa que ayudaría era uno nuevo. No sabía nada sobre arreglar coches, pero estaba bastante seguro de que había algunos daños en el motor. No debería estar humeando.


A través de la conmoción del sonido de las bocinas y de los gritos, no tan corteses, Jay se dio cuenta de que había una camioneta roja, a un lado, cerca de ellos. Su boca se abrió, cuando el hombre más hermoso que jamás habían visto sus ojos se deslizó fuera, sacó sus gafas de sol de la cara, y los colocó en la cabeza. Wow. Era alto, ancho, y Jay se enamoró por segunda vez en el día.


 
—¿Ustedes necesitan ayuda? —La voz de barítono, del desconocido, era rica y humeante, y lo tenía listo para agitar su pie repetidamente.
Los ojos de Jay se congelaron en su delgada figura, su potente conjunto de hombros y piernas largas y musculosas. También tenía un parecido sorprendente, con uno de los "asociados" de Jae Hee llamado Buzz Graham.
Jay comenzó a entrar en pánico, tembló y luego... cambió, lo que sólo lo hizo al extraño diez veces más imponente. Jay revoloteo bajo su coche para alejarse del chico.
¿Jae Hee descubrió que él lo había delatado? ¿Había enviado a Buzz para matarlo?
—¡Jay! —Jong Bin lo llamo, con un tono de sorpresa en su voz. —Sal de ahí abajo.
 
 
Ni que tuviera una posibilidad. Tenía que salir de allí. Jay corrió hacia el otro lado y se fue al otro lado de la calle. Corrió tan rápido, como sus pequeñas piernas peludas se lo permitieron, hasta que llegó a la puerta trasera de la cafetería. Cuando cambió de nuevo a su forma humana, estaba completamente desnudo.
Mierda.


Había dejado las llaves en el coche. No podía entrar en la tienda. Luchó con la puerta, tirando y empujando para ver si cedía.
La alarma comenzó a sonar.
Jay apoyó la frente en la madera. Este no era su día. Ni siquiera tenía su teléfono para poder llamar a la compañía de alarmas y decirles que era un empleado tratando de entrar. No había manera de que fuera a la ferretería, de al lado, para usar su teléfono. No mientras él no tuviera una prenda de ropa encima.
A medida que la alarma sonaba, dejando que todos supieran que él era un completo idiota, una sombra se movió a su derecha. Jay se volvió, golpeó la espalda contra la puerta, y en silencio, gritó. Se sintió un poco ridículo. Tenía la boca abierta, como si tratara de atrapar moscas.


 
—Creo que se necesitas éstos—dijo el desconocido, mientras caminaba dando la vuelta a la esquina, levantando los pantalones de Jay con una mano. En la otra llevaba colgando las llaves de la tienda. Jay dio un paso vacilante hacia adelante y agarró las llaves, para poder apagar la alarma.
—Por cierto, mi nombre es Taeyang.


A menos que Taeyang estuviera mintiendo acerca de su nombre, este chico no estaba aquí para matarlo.


Una de las cejas oscuras de Taeyang se elevó más, cuando movió los pantalones de Jay en sus dedos. Se veían pequeños, en comparación con el tamaño del tipo. Jay había estado tan ocupado volviéndose loco, que se había olvidado de su desnudez. Se cubrió la entrepierna con una mano, mientras que desbloqueaba la puerta con la otra. Después de entrar,  desarmo el sistema y luego llamó a la compañía de alarma.
 
Taeyang entró en la parte trasera de la cafetería y miró a su alrededor, mientras Jay hablaba por teléfono, se deslizó detrás del mostrador para ocultar su desnudez. Cuando colgó, se sentía mejor ahora que el lugar no sería un hervidero de policías.
Sería un día frío en el infierno, antes de que quisiera ver al Adjunto Byung Joo de nuevo.


—Nunca he estado aquí—el chico dijo, mientras miraba alrededor. Ahora que Jay estaba a solas con él, realmente solo, un rubor se deslizó por sus mejillas, mientras se retorcía donde se encontraba. Luchó contra el impulso de cambiar de nuevo, para poder escapar.


Taeyang se acercó y puso los pantalones de Jay en el mostrador, antes de girar y darle la espalda. Él estaba fingiendo mirar algo del arte en la pared, pero Jay sabía que Taeyang también le estaba dando algo de privacidad.
Se deslizó en sus pantalones y se sentía raro estar allí de pie sin camisa, pero al menos sus golosinas, finalmente, estaban cubiertas y parte de su dignidad restaurada.
—Gracias. Mi nombre es Jay—dijo, sintiéndose obligado a decirlo, porque Taeyang ya se había presentado.


 
Xiao, el pequeño pelirrojo con el que trabajaba, estaría allí pronto para ayudarle a prepararse para el día, y quería que Taeyang se fuera. Xiao era más nervioso de lo que Jay era. Le daría una mirada al chico guapo y se desmayaría, pero, el cambiaformas ocelote se desmayaba si el viento soplaba demasiado fuerte.


Algunas personas simplemente no nacieron para ser rudos.
Taeyang se volvió, y un lado de su boca se extendió, en lo que Jay suponía fue un intento de una sonrisa. —Hueles bien.
Su comentario irrito a Jay. Quería golpearlo para quitar esa sonrisa  de  la cara del tipo. —Gracias—dijo en su lugar.
 
Taeyang se volvió y se acercó, apoyando su brazo sobre el mostrador. Recorrió con la vista a Jay, desde la cabeza hasta la cinturay su cuerpo musculado con algunos tatuajes, los ojos marrones estaban un poco más oscuros. A Jay no le gustaba ese aspecto, pero ahora que tenía un vistazo más de cerca, se dio cuenta de que este hombre no era Buzz. El color de los ojos era diferente, y Buzz no se veía como para chuparse los dedos.
—Así que dime, Jay, ¿podría lograr que un pequeño conejo me muestre la ciudad?


Jay negó con la cabeza. —No hay mucho que ver por aquí.


No había hecho mucho por explorarla y no tenía idea de lo que esta ciudad anticuada tenía para ofrecer.
Taeyang sonrió, mostrando unos dientes muy blancos.
—Oh, estoy seguro de que hay algunos lugares muy agradables para ver.
Una vez más, pasó sus ojos por Jay, hizo todo ese camino, con una mirada caliente de quiero joderte. O el tipo sólo quería comer.
—Tal vez—dijo Jay, —pero no estoy seguro de que quiera estar cerca de un depredador.
La declaración hizo reír a Taeyang. —Soy inocente.
—Correcto.


 
Todos los depredadores que había conocido en su vida habían sido heterosexuales, o bien lo querían comer, coger con él, o hacerle daño.
¿Por qué iba a ser una excepción Taeyang?


Un aroma flotó hacia Jay, por lo que se puso rígido. Inhaló profundamente y luego se congeló. ¡De ninguna manera! Olió de nuevo.
¡Dios del cielo! Taeyang era su compañero. Jay tragó, apartando ese descubrimiento


El hecho de que Taeyang fuera su compañero, no quería decir que podía confiar en el hombre. No confiaba en nadie, después de haber sido traicionado por su mejor amigo.
—Por cierto—dijo Taeyang, —tu coche está siendo remolcado.
—¿Cómo lo sabes? —Preguntó Jay.


Los anchos hombros se levantaron, cuando Taeyang golpeó con los   dedos sobre  el  mostrador.  —Puedo  ver  el  camión  de  remolque  a  través  de  tu   ventana frontal.


Jay se volvió, para ver la grúa enganchar su Fiat por la parte trasera. Gimió. Poder arreglarlo le iba a costar un brazo y una pierna. Cuando se dio la vuelta, Taeyang se inclinó hacia delante y sus penetrantes ojos marrones estaban a sólo pulgadas de Jay. Había algo en su aliento a menta y vaya si no olía maravilloso. Jay bateó sus pestañas y se humedeció los labios, anticipando un beso, pero Taeyang se alejó.
—Hasta luego, Jay.


Jay asintió, mientras el hombre se dirigía a la parte trasera de la tienda, y oyó cerrarse la puerta de atrás.


—A ti también—susurró en el pasillo vacío. Jay apoyó la barbilla en la palma de su mano, mientras suspiraba. Soñando. Era una lástima que nunca podría dejar que Taeyang lo reclamara.
Dio un salto y sintió su corazón saltar a la garganta, cuando alguien llamó a la puerta principal, el sonido resonó a través del silencio de la tienda. Se tomó un momento para que sus nervios se calmaran lo suficiente como para que pudiera ir a ver quién era.

 

 
 
Xiao estaba allí, haciendo vibrar la cerradura, golpeando como si fuera la policía tratando de derribar la puerta. Jay corrió a través de las mesas y sillas de estilo bistró, antes de que el hombre rompiera el cristal de la puerta.
—¡Ya voy!


Después de abrir la puerta, lo dejó entrar. El pelirrojo le entregó una pequeña bolsa de papel. La abrió para ver un danés de queso dentro. Su favorito.


—Gracias.
—No me des las gracias, hasta que lo hayas probado. La panadería iba a tirarlo, pero hice un trueque por ella.
Sonrió ampliamente, como si hubiera hecho un enorme favor a Jay.


—Lo obtuve por cincuenta centavos.  La nariz y la frente del cambiaformas ocelote se arrugaron, como si  fueran solo una ceja roja.
—No estaba al tanto que hoy fuera el día de trabajar sin camisa.
Sus ojos cayeron a los pies de Jay, y Xiao parecía aún más confuso.


—Es una larga historia—dijo Jay, mientras tomaba la pequeña bolsa y se dirigió al mostrador. La colocó debajo. No había manera de que hiriera los sentimientos del individuo, al lanzar el danés en la papelera. Lo que haría más adelante.


La campana tintineo encima de la puerta. Se había olvidado de cerrarla, después de que entrara Xiao.
Sin mirar hacia arriba, Jay dijo —Lo siento, no abrimos hasta dentro de otra hora.
Cuando nadie dijo nada, levantó la vista. Xiao tenía los ojos muy abiertos, y sus labios estaban ligeramente separados. Estaba mirando a uno de los hombres más grandes que nunca antes había visto. El tipo era incluso más grande que Taeyang.

 

 
—¿Puedo ayudarte?
Jay estaba orgulloso de sí mismo, cuando su voz se mantuvo firme. Hubo un destello amenazador en los ojos del individuo. Sacó una billetera y mostró una insignia.


—Soy el detective Saeng del Departamento de Policía de Dalton Falls.
¿Esta visita tenía algo que ver con su coche? O, peor aún, ¿se había escapado Jae Hee de la custodia y ahora estaba buscando la manera de matarlo?


—Está bien—Jay dijo, mientras su pulso latía en sus oídos.
—¿Que necesitas?


El detective se movió lentamente a través de la tienda, al mirar las cosas, como si mentalmente hiciera un inventario. Xiao seguía de pie junto a la puerta, mirando como si estuviera a punto de empezar a gritar en cualquier momento.


El detective cogió una lata de té y le dio la vuelta en su mano, mientras decía: —Estoy aquí para dar seguimiento a su queja.
Jay cruzó los brazos sobre su pecho desnudo, cuando una sensación de hundimiento comenzó a asentarse en el estómago. El chico estaba mintiendo. Jay ni siquiera había llenado una queja, y el adjunto Byung Joo prácticamente desestimo sus preocupaciones. ¿Por qué un detective estaría tan interesado?
A menos que no fuera realmente un detective. El estómago de Jay se llenó de plomo, mientras miraba al hombre, preguntándose si este individuo había sido enviado por Jae Hee. Colocando la lata hacia abajo, el detective volvió la cabeza, y Jay vio el brillo en los ojos fríos y calculadores del hombre.
—Visitare su apartamento, para comprobar las cosas. Jay no podía dejar de temblar.
—No hay necesidad de eso. Estaba equivocado.

—Voy a hacer mi trabajo, Sr. Park —dijo el detective, poniendo  un  fuerte énfasis en la palabra “trabajo”.


Jay se quedó allí temblando, cuando el hombre salió de su tienda y cerró la puerta tras de sí. Jae Hee tenía que haberlo descubierto, y ahora él era  hombre muerto.


Al mirar en la parte delantera de la tienda, Jay ladeó la cabeza hacia un lado. ¿Dónde fue Xiao? Se dirigió hacia la puerta y vio un par de pies que sobresalían de una silla.
Simplemente genial. El hombre se había desmayado.
 
 
 continuara...
 


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