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88. Conejo Fugitivo (02) por dayanstyle

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Jay ingreso dentro de la tenue iluminación del club, pasando a un guardia de seguridad en la puerta, que lo miraba como si fuera una deliciosa comida. Prácticamente, podía ver al gorila usando un palillo de dientes, para quitar su carne de entre sus dientes.


La idea le hizo estremecerse.


El Silk Room estaba lleno, e hizo lo posible para hacerse invisible, cuando empujó a través de la multitud.


Necesitaba encontrar a Jong Bin y resolver el asunto de sus coches. El hilo musical era sensual y vio un stripper en el escenario. El chico estaba parcialmente desnudo y bailando como si se hiciera el amor a sí mismo.


Se quedó allí por un momento y observó, fascinado por la manera exquisita en que el hombre se movía el stripper era pequeño, elegante, hermoso, y se deslizaba por el escenario, como un sueño exótico bajo el proyector.  Todo  hombre  que  lo  observaba,  parecía  estar  bajo  el  hechizo del stripper.
Sintió que sus mejillas se calentaban. Nunca antes había estado en un club de striptease, nunca tuvo un impulso de visitar uno y estaba listo para salir de allí. Los olores fuertes a su alrededor le dijeron que estaba en un club lleno de depredadores. Debería haber llamado a Jong Bin, en lugar de presentarse en el club, pero había estado aburrido y listo para salir de su apartamento.


—¿Ves algo que te guste?
Jay miró por encima de su hombro, para ver a un hombre de pie detrás de él, se elevaba muy por encima suyo. Sus ojos parecieron oscurecerse, cuando su mirada hambrienta se movió sobre el cuerpo de Jay.
—Porque te aseguro que veo algo que me gusta.
Jay quería golpear al hombre por su mirada lasciva. Se volvió hacia el chico, con la mano temblorosa cuando dijo: —No, gracias.
El necesitaba hacer su negocio y salir de allí. Más de un tipo tenía sus ojos en él y el hambre en sus caras no era por el sexo.

 

Echando un vistazo a la barra, Jay no vio a Jong Bin en ningún lugar. A partir de lo que le habían dicho, este era el dueño del lugar.
La idea de que esto era una mala idea, se intensificó mientras miraba más y más a los clientes. Él no debería estar en un lugar como este. Si no conseguía salir de allí pronto, su pie terminaría en el llavero de alguien.


—Aw, vamos —dijo el desconocido. Jay podía oler a demonio por todo el hombre, cuando el desconocido se acercó más, la comisura de los labios curvándose en una sonrisa diabólica.
—¿No te gusta divertirte?
 —Sí —dijo Jay. —Amo divertirme. ¿Tu juegas Scrabble?Comenzó a arrinconarlo a la pared. No sólo era un tipo excesivamente alto, estaba masivamente construido y francamente precioso. Pero él no había venido aquí por sexo y definitivamente, no había ido allí para ser atrapado por un demonio. La mirada de Jay tiro de izquierda a derecha, tratando de encontrar una manera de salir de esto. Unas pocas personas miraron en su dirección, pero luego volvieron a lo que estaban haciendo.


El hombre se rió, como si Jay hubiera estado bromeando. No lo había hecho. Su corazón latía tan fuerte, que la sangre corría rápidamente a través de sus oídos. Jay no estaba seguro de si se sentía aliviado o incluso con más miedo, cuando vio a Taeyang pasar por detrás del chico.


El hombre era tan hermoso y tan intimidante, como lo recordaba. La expresión en los ojos del lobo, era oscura y mortal, mientras miraba a la espalda del demonio.


Jay aún podía oír el ruido del club a su alrededor, pero era como si alguien hubiese silenciado esos sonidos, haciéndolo que se amortiguara y en su lugar se convirtiera en sólo ruido de fondo.
La habitación parecía encogerse, y todo en lo que podía concentrarse era en su compañero.
 


Taeyang tenía una barba mínima alrededor de su mandíbula, ojos penetrantes y un aura que decía que no estaba de humor para esta mierda.
—Él dijo que no. —La voz de Taeyang fue baja y amenazadora. Había un toque de gruñido que acelero el pulso de Jay aún más.
El desconocido retrocedió, levantando sus manos delante de él.
—Mi error.
¿Que significaba eso? Jay nunca había entendido esa frase.
—Gracias—dijo al cambiaformas lobo.
—Por el momento, no me des las gracias. —Taeyang lo separó de la pared, donde había sido arrinconado y lo condujo por un largo pasillo.


Jay  no estaba seguro de adónde lo llevaba Taeyang. Ni siquiera    estaba seguro  de  si  quería  ir.  Este  lugar,  no  era  para  un  conejo.  No  lo  era  para cualquier criatura dócil. El por qué el dueño era un hada, estaba más allá de su comprensión. La ciudad se componía principalmente de presas, aunque no en este club, a los depredadores les gustaba merodear alrededor de este lugar.


No quería ir más profundo, en este lugar de mala muerte. Jay se enojó, estaba listo para arrancar su mano de las garras de Taeyang.
—Por favor déjame ir.
Taeyang abrió la puerta de una de las habitaciones, en la parte de atrás y guío a Jay, antes de cerrar la puerta detrás de él. Cuando se volvió, los ojos castaños de Taeyang eran más oscuro, y Jay podía ver la punta de los colmillos del hombre.
—¿Qué haces aquí? —Su voz seguía siendo hostil.


Jay estaba atrapado, en esta sala, sin ningún lugar a donde ir. Tenía que jugar bien, si alguna vez quería salir de allí con vida. Ese parecía ser un tema recurrente en su vida. Pensó en la forma en que Kaluza había tenido ganas de sacar la mierda fuera de él.


 
Jay pensó en la propuesta de cinco segundos de Marek por la que delato a su tío. Incluso pensó en el detective que había pasado por la tienda ese día.


Jay estaba enfermo y cansado de ser acosado, pero ¿qué podía hacer al respecto? No le había dicho a Kent y Morrison sobre el detective.
Había tenido demasiado miedo, de que Kent y Morrison le prohibirían salir de su apartamento, y Jay no quería convertirse en un prisionero en su propia casa. Que iba a encontrar una manera de lidiar con el detective falso, por su cuenta.
—Vine a hablar con Jong Bin acerca de mi coche—La voz de Jay chirriaba un poco.


Taeyang bajó la cabeza y se apoyó en la puerta, tomando respiraciones profundas y lentas. Parecía como si estuviera luchando contra algo.
Lo que era, Jay no estaba seguro. —¿Estás bien?  


Jay comenzó a dar un paso más cerca y se lo pensó mejor. Taeyang era un lobo, después de todo. El hecho de que lo había salvado del demonio, no los hacia amigos. El hecho de que eran compañeros no lo hacían nada... instantáneamente.
Jay pasó las manos por la parte delantera de sus pantalones. Estaba sudando como un loco. Todo lo que quería hacer era salir de allí.
—Sólo... —Taeyang tomó una respiración profunda.
—Sólo dame un minuto—Jay pudo ver la flexión de la mandíbula del hombre, antes de que negara con la cabeza.
—Hueles de una manera, muy buena.


Normalmente, eso habría sido un cumplido, pero Jay no lo tomó como uno. No cuando era la presa y Taeyang el depredador. Eso sólo significaba que podría terminar siendo la cena del hombre. Tragó saliva, deseando haber llamado. Uno de estos días, iba a aprender a no ser tan ingenuo.
Los ojos marrones se deslizaron hacia él, y Jay se quedó sin aliento, cuando vio cuán profundos eran.

 

Taeyang estaba empezando a parecerse cada vez más a un lobo y cada vez menos como a un ser humano. Sus colmillos habían crecido, y pelo comenzó a brotar sobre su cuerpo. Jay retrocedió, hasta que su trasero golpeó una mesa. No tenía lugar a donde ir.
—¿Estás pensando en atacarme?
—Sí—La palabra salió como un gruñido escalofriante.
Todo su cuerpo tenía temblores, casi paralizándolo. Se obligó a concentrarse lo suficiente como para cambiar. Jay se escurrió debajo de la mesa, y luego se deslizó por el suelo, hasta quedar debajo del armario. Su corazón latía tan rápido, que se sentía como si pudiera perder el conocimiento.
—Sal, pequeño conejito.


Oh, diablos no. Él no iba a ninguna parte cerca del hombre. Quizás   habría estado  mejor  con  el  demonio  que  le  había  hecho  proposiciones.  Jay  podría  decir  que  el  demonio  había  querido  sexo.  Tal  vez.  Pero  al  oír a Taeyang llamándole con esa profunda voz de lobo, era aterrador. Cuando una mano se deslizó debajo del armario y lo agarró por el cuello, Jay se retorció, se retorcía y giraba, haciendo todo lo posible para liberarse.
 
Tal vez acabaría en ese llavero, después de todo.
 
Mientras estaba de pie en una oficina que tenía dos gabinetes negros, un escritorio de madera, y una serie de pinturas de segunda clase en las paredes revestidas de madera, Taeyang no estaba seguro de qué hacer con Jay. Cuando se había encontrado con el tipo antes, por puro instinto había ido a ayudarlo e incluso fue tan lejos como para ligar con él, pero en el último momento, se acordó de que los hombres eran mierda y no había querido quedarse cerca. No después de lo que Jong Jin le había hecho pasar. Taeyang no necesitaba otra puta de cara bonita.


 
—Deja de retorcerte —Taeyang dijo, mientras sostenía la bola de pelo en el pecho, el miedo de dejar caer a Jay en su forma de conejo lo tenía inquieto.
—No voy a hacerte daño.


Independientemente de su voto, el conejo se sacudió como un loco. Jay enterró su cara en el hueco del brazo de Taeyang, y la decisión de ser frio con Jay se tambaleaba.


Jay era su compañero, Taeyang estaba teniendo dificultades para dejar de lado la traición que había sufrido antes. No sería capaz de manejar la situación, si Jay le hacía lo mismo, si lo  traicionaba de alguna forma.
Taeyang había crecido en un hogar, donde la confianza se daba libremente y casi nunca se empañaba. Eso era por lo que estaba pasando un  momento muy difícil, con lo que le había sucedido. Sin embargo, pudo escuchar las palabras de su padre en su mente, mientras miraba hacia abajo, al asustado conejo.


Ji Yong exigiría que Taeyang no se diera por vencido, no perdiera la fe en encontrar a alguien que pudiera darle su amor. Él no le había dicho a su padre acerca de Jong Jin. No había sido capaz de soportar la vergüenza. Les había dicho a sus dos padres que no había funcionado con Jong Jin y había decidido romper con el chico. Recordando las palabras de despedida de Jong Jin, Taeyang coloco al conejo en el suelo.


—Vístete, así puedo salir de aquí.
Por mucho que su lobo gemía por la pequeña criatura, no iba a dejarse llevar por una cara bonita y un comportamiento dócil. Había estado en problemas una vez por esas cualidades, y su recompensa, había sido que  le arrancaran  su corazón. No otra vez.


Jay se movió y se balanceaba como un barco, casi chocando contra la mesa detrás de él. Taeyang contuvo de extenderle la mano y ayudar al hombre él mismo, aunque su mirada cayó fijamente en la polla expuesta de Jay, y otra vez, su lobo gimió.
Cierra la boca, caliente bastardo.

 

—Pero yo creía—Jay apoyó una mano sobre el escritorio y se frotó la cabeza, parecía que apartaba sus pensamientos por un segundo, para poder recuperarse. Volvió la cabeza hacia Taeyang, el cepillaba el cabello negro sobre su hombro, mientras sus pálidos ojos verdes estaban llenos de confusión.
—¿Por qué me arrastraste hasta aquí?


Taeyang había seguido su instinto, queriendo alejar a Jay, de las miradas lascivas y expresiones interesadas en los ojos de muchos de los hombres que estaban en el club. Que habían mirado al cambiaformas conejo, con destellos de deseo y necesidad de satisfacción carnal, y él quería arrancarles las cabezas de sus hombros.


Sólo de pensar que cualquiera de esos hombres tocará a Jay, hizo que quisiera matar algo.
—¿Por qué demonios viniste a un lugar como este? 
—¿Es asunto tuyo? —Jay disparó de nuevo y luego rodeó el   escritorio, como si eso lo protegería de la ira de Taeyang.
Los ojos del hombre estaban muy abiertos, y parecía como si fuera a cambiar de nuevo, por la forma en que tragó varias veces y su mirada se lanzó debajo del escritorio.
—¿Viniste aquí, en busca de lograr ser jodido? —Taeyang se apartó de la puerta y cerró la distancia, parándose en el lado opuesto de la mesa.
Presionó sus palmas en la madera gastada, mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante.
—¿Viniste aquí para encontrar una polla que se enterrara en tu culo?
Los ojos de Jay se estrecharon en pequeñas rendijas. Antes de que Taeyang supiera lo que el hombre pensaba hacer, Jay se inclinó sobre la mesa y lo golpeó. El ardor irradiaba sobre el lado derecho de su cara.
—¡No soy una puta!
La bofetada no le dolía, pero lo había tomado por sorpresa. Aun así, no iba a permitir que la indignación del hombre lo engañara.

 

—¿Entonces, porque estás aquí?
—A pesar de que no es de tu asunto, te lo voy a decir—Jay corrió alrededor de la mesa y cogió sus pantalones del suelo, deslizándose en ellos.
—Estoy aquí para ver a Jong Bin, acerca de nuestro anterior choque  de autos.


No tenía mucho sentido, pero el conejo podría haber llamado al hada en lugar de entrar en este antro de perdición.


Después de estar en Dalton Falls durante unas semanas y ver cómo se comportaba la gente del pueblo, Taeyang había estado sorprendido de aprender algo sobre el Silk Room. Él habría pensado que la buena gente de este pueblo se opondría a un lugar de mala reputación.
—¿Y  qué  derecho  tienes  a  interrogarme  cuando  tú  estás  aquí?  —Dijo Jay.        
—¿Viniste aquí para echar un polvo?
No había ninguna duda, en el tono del hombre, del leve daño. Tomó su negra camiseta y la deslizó sobre su cabeza, antes de ponerse sus calcetines y zapatos.


Taeyang, iba a contarle a Jay, que había llegado aquí por un par de copas después de descubrir que el tipo era su compañero, pero antes de que pudiera decir nada, Jay dijo:—¿Sabes qué? No importa. Es obvio que el que seamos compañeros no significa nada para ti, también lo hacen... lo que sea.


El hombre se dio la vuelta y salió de la oficina. Taeyang podría utilizar esta oportunidad para alejarse. Jay ya pensaba que había venido aquí para tener relaciones sexuales. Podía dejar que el hombre pensara que era un bastardo sin corazón, y evitaría que colocara su confianza en las manos de Jay.
¿Pero podría vivir consigo mismo?
Miró la puerta de la oficina, abierta, escuchaba la música flotando por el pasillo, y se debatía entre ir por Jay o dejar las cosas como estaban.

 

Taeyang descansó su culo contra el borde de la mesa y se pasó una mano por encima de su pelo corto. Una imagen de Jong Jin vestido con esas  ropas ceñidas de ramera y las amargas palabras del hombre, resonaron en su mente.


Crece, Taeyang, y olfatea el café. Eres un tonto ingenuo cuando se trata de hombres y lo hiciste fácil, para que pudiera caminar sobre ti. Deja de ser un idiota, abre los ojos y date cuenta de que el romance de cuento de hadas no existe”.


Apretando los dientes, Taeyang decidió que dejaría que Jay pensara lo que quisiera. Él no iba a seguir siendo el tonto, por más tiempo. Sus padres tuvieron un romance de cuento, y Taeyang había crecido soñando con encontrar ese tipo de felicidad.
Lástima que Jong Jin había matado ese sueño.
 
A la mañana siguiente, Jay entró en el, desconocido, taller de reparaciones de auto y miró a su alrededor.


Vio a un hombre hurgar en una caja de herramientas, antes de tirar una llave de tuercas, el sonido de rock clásico de la radio, sonaba de fondo, apoyada encima de su caja de herramientas. Había otro tipo utilizando una llave de tuercas, para quitar un neumático de un coche sobre un elevador.
El lugar olía a humo del aceite del motor y escape, y por alguna extraña razón, lo asociada con el olor de hombres robustos. Era un olor primario, que invocaba un dolor en su pecho y trajo recuerdos de su padre, que trabajaba en el coche de la familia, cada vez que necesitaba reparaciones o cuando su padre sólo quería juguetear en el garaje. El dolor sólo creció, cuando pensó en sus padres. Los extrañaba, desesperadamente, y deseó poder llamarles para escuchar la relajante voz de su madre o la risa de su padre, que era un hombre de buen carácter.

 

 
Con un peso en el corazón, Jay miró a su alrededor, antes de que sus ojos se posaran en Taeyang, que estaba relajado contra una pared del fondo, hablando con dos hombres idénticos. Gemelos.
No había esperado ver a su compañero aquí, tuvo el impulso de girar  sobre sus talones y correr.
El tipo más cercanos a él, se limpió las manos con un trapo la grasa y sonrió. —¿Puedo ayudarte?
La mirada de Jay se disparó a su compañero, una vez más, pero Taeyang no lo había notado. Él quería que siguiera siendo así.
—Lo siento, yo…


Jay se dirigió a la puerta de la bodega más cercana, dando un paso en torno a un cordón, que se enrollaba como una serpiente, a través de dos bahías. Una vez que llegó fuera, trató de respirar normalmente, pero sus pulmones no funcionaban correctamente y su corazón no se calmaba.
Aunque la vida de Jay era un desastre total y absoluto, no podía decirle  a su compañero sobre cualquier cosa que pasara en ella, todavía estaba molesto con el lobo, porque había ido a Silk Room para echar un polvo.
Taeyang sabía que Jay existía y todavía había buscado a alguien para tener relaciones sexuales. ¿Era del tipo de corazón frío? Quería golpear con sus puños la cara de Taeyang y huir al mismo tiempo.


—¿Necesitas ayuda?
Jay se volvió a ver a uno de los gemelos, que se dirigía en su dirección y Taeyang de pie en silencio, justo dentro de la última puerta de la bahía, con los ojos fijos en él, observando todos sus movimientos. La mirada era intensa, oscura, e hizo que diera un paso atrás.
Parecía como si Taeyang estaba buscando una víctima, o una presa. Era, después de todo, un lobo. Por otra parte, Jay buscaba motivos que solo existían en su cerebro, para sospechar de Taeyang. No hay nada como tener un padrino conectado con la mafia, teniéndote en su línea de fuego, para hacer que sospeches de todo el mundo.

 

 
Jay pensó en preguntarle a Taeyang por qué parecía como si estuviera de caza, pero no lo hizo. Ya tenía una razón para estar enojado con el hombre y no quería añadir intento de asesinato a su lista.
—Mi coche—Jay señaló a su Fiat, que estaba estacionado frente a la valla que rodeaba todo el garaje. Se fijó en el coche de Jong Bin al lado del suyo. El motor no se veía tan mal. Tenía un parachoques agrietado y una luz trasera rota. En cuanto a los coches dañados, el de Jong Bin se veía bastante bien.
—Me preguntaba cuando vendrá el propietario—El chico sacó la mano callosa. —Soy Taehyun.
—Jay -Park—Jay hizo una mueca ante el desliz tan grande, y sacudió la mano del hombre.
Olía a lobo en el hombre, pero Taehyun no miró a Jay como si fuera un bocadillo. Su sonrisa era auténtica, amplia y agradable.
 
—Aun no le he mirado—Taehyun dijo, mientras se acercaba al Fiat, Jay siguiéndole.
—Estaba esperando que vinieras.
—¿Cree que las reparaciones van a ser costosas? —Preguntó Jay, su mirada desviándose a Taeyang una vez más. El lobo no se había movido. Todavía estaba allí, de pie, mirándolo
—No te costara nada—dijo Taehyun, llamando la atención de Jay de nuevo a él.
Él frunció el ceño. —No entiendo.
—Jong Bin está pagando por tus reparaciones.


La boca de Jay se abrió, mientras su mano voló a su pecho. Jong Bin había dicho que no se preocupara, pero no tenía ni idea de que el hombre era un verdadero santo. El hada podría haber sido el que se detuvo en medio de la calle, pero era él, quien no había prestado atención.
—No puedo dejar que haga eso—dijo Jay, aunque no tenía ni idea de lo que tendría que pagar por las reparaciones. Su cerebro sospechaba.


 
—Vas a tener que hablar de eso con Jong Bin—dijo Taehyun, mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho.
—Voy a poner tu coche en la bahía a primera hora de la mañana, para empezar a trabajar en el.


Cuando Taeyang comenzó a caminar hacia ellos, el estómago de Jay se agito. El cabello de Taeyang era de color marrón, pero en la luz del sol, brillaba con hilos de oro y toques de cobre, sus ojos eran de un color chocolate perfecto. Jay quería odiar al hombre. Quería recoger algo que pudiera causar daños y tirárselo al lobo.


Si no se hubiera enojado con el hombre, podría haberse desmayado al acercarse Taeyang. Entonces la ira regreso, con más fuerza. Quería pegarle a Taeyang por la traición. El deseo de romper ese rostro apuesto era algo físico. No podía ofrecerse para una pelea con un lobo. No iba a ganar, y no había forma de saber si el lobo de Taeyang no saldría a la superficie y lo mataría.
—Tengo    que   irme—Jay    se   volvió   y   se   dirigió   hacia   la   salida, autocastigándose por dejar que Taeyang lo viera huir. Lo malo es que no  era lo suficientemente valiente como para sentar al hombre y decirle lo que pensaba.
Todavía se sorprendía del haber abofeteado al hombre, anoche. Nunca antes había levantado la mano con ira.
—Jay.
Jay se congeló ante el sonido de la voz de Taeyang. A pesar de sus sentimientos, todavía pensaba que era rica y humeante, se estremeció al oír como el lobo decía su nombre. Apretó sus manos en puños y luego los soltó antes de girar.
—Sobre lo de anoche...
—No hay nada que explicar—dijo Jay. —Lo dejaste bastante claro.
—No deje nada claro—dijo Taeyang. —Dejé que creyeras lo que yo quería.
—¿Qué, fuiste allí a echar un polvo? —El tono de Jay estaba lleno de amargura, y no le importaba.


¿Por qué habría de hacerlo? A Taeyang tampoco le importaba.
—Fui allí para tomar unas copas —dijo Taeyang. —No  a echar un polvo.
—¿Por qué el repentino cambio de sentimientos? —Jay frunció el ceño. —¿Vas a morir o algo?


Cuando Taeyang se rio, el corazón de Jay se derritió. La sonrisa iluminó  el rostro de Taeyang y le hacía parecer menos intimidante, accesible, y francamente atractivo.
—No que yo sepa—dijo Taeyang. La risa del hombre se desvaneció, y su expresión volvió a su estado sombrío.—He estado jodido y no quería tener otra oportunidad.
—Una vez más, ¿por qué el repentino cambio de sentimientos?


Jay nunca había sido traicionado por un amante, pero si por un mejor amigo. Conocía ese tipo de dolor, aunque estaba bastante seguro    que los dos niveles no estaban cerca uno del otro.    
—No estoy seguro—Taeyang dijo, mientras fruncía los labios y se mordía el
inferior. —Creo que soy un hombre lleno de contradicciones, sobre todo conmigo mismo.
—¿Entonces, qué es lo que estás diciendo? ¿Qué quieres de mí?—Jay apartó mechones de pelo de su cara, cuando sopló una brisa. Levantó la mirada hacia Taeyang, a la espera de su respuesta.
—Me dije anoche que no debería tomarla contigo por lo que me pasó, que no fuiste tú quien me traicionó.
Taeyang se quedó en silencio, cuando una ambulancia pasó cerca de ellos. Como el silencio continuó, Jay pregunto —¿Y?


La mirada de Taeyang se precipitó hacia el suelo y luego encima, en una fila de coches que se veían como si debieran estar en un depósito de chatarra, en lugar de esperar por reparaciones. Jay podría decir que Taeyang estaba tratando de ordenar sus pensamientos, así que se quedó tranquilo y esperó.

 

 
Finalmente, el hombre suspiró, y su mirada se posó de nuevo en Jay.
—Y me gustaría empezar de nuevo contigo, si no te importa. Taeyang tendió la mano. — Choi Taeyang.


Jay vaciló y luego coloco su mano, en la de Taeyang. Se sentía fuerte, cálida, y envolvió la más pequeña. —Jae Beom-Park.


Se fregaría así mismo, si seguía cometiendo el mismo desliz.
—¿Qué hay de almorzar conmigo?—Dijo Taeyang, cuando la anterior sonrisa reapareció. Él soltó la mano de Jay.


Jay no debería. Era una muy mala idea. Tendrían una conversación informal, y Taeyang haría preguntas sobre Jay, preguntas que no podía responder. Odiaba el hecho de que se trataba de Taeyang y tenía que desairar al hombre. Se sentía como si pateara un perrito feliz. Un cachorro muy grande.
—Tengo que trabajar—dijo,  que era verdad.       
Taeyang se acercó más e inclinó la barbilla de Jay hacia arriba.
—¿Todavía me tienes miedo, pequeño conejito?
—Tengo miedo de cualquier persona con dientes afilados—Admitió, mientras miraba fijamente a los ojos marrones sensuales, del hombre.
Se movió de un pie al otro, cuando calor se apoderó de él, ante  esa caliente mirada encima suyo. Taeyang bajó la cabeza, sus suaves labios rozando la concha de la oreja de Jay.
—Mis dientes afilados sólo te traerían placer, amor. Su lengua atacó y se deslizó sobre el oído de Jay.
Jay iba a derretirse allí mismo, en el lote de concreto. Su pierna se contrajo y tenía un fuerte deseo de mover su pie, pero se obligó a permanecer plantado en el suelo.
—¿Por qué no te doy un paseo?—Preguntó Taeyang, antes de retirarse, dándole a Jay espacio para respirar.


Jay estaba medio tentado, pero de nuevo, no quería que el lobo hiciera cualquier pregunta personal, por la que tendría que mentir.
—The Running Bunny no está demasiado lejos. Puedo caminar.
—¿Nos vemos más tarde?—Preguntó Taeyang.
—Está bien.
Jay logro salir de allí rápidamente, sus emociones y pensamientos estaban por todo el lugar. Taeyang no había estado en el Silk Room para traicionarlo. No le había dicho Jay acerca de la traición, pero sí hizo a Taeyang desconfiar, tenía que ser algo malo.


Caminaba por la acera agrietada, que tenía grandes secciones rotas, como si alguien hubiera tomado un martillo y las hiciera. El edificio de al lado de la tienda de reparación, tenía una serie de locales y oficinas en la ventana y parecía tan ruinoso como la acera. Independientemente de lo que le había dicho a Taeyang, era un paseo largo y solitario para ir a trabajar.    
O eso es lo que pensaba.


Jay vio a Kent y Morrison, cuando se detuvieron junto a él en su coche negro y luego aparcaron junto a la acera. ¿Podrían verse aún más como federales?
Kent se bajó y se acercó a Jay. — Tenemos que hablar.
—Tengo que ir a trabajar—dijo Jay. —A pesar de que ustedes me proporcionaron una nueva identidad, una cuenta bancaria no vino con ella. Tengo cuentas que pagar.
No había preguntado cómo dos agentes pagaban por su apartamento al otro lado de su pasillo, y no le importaba. Se sentía como si estuviera finalmente asentándose en Dalton Falls, y al ver a estos dos, sólo le recordó que su vida era una gran mentira.
—Entra en el coche —exigió Kent.
Suspirando, Jay se metió en el asiento trasero, agradecido de que no se habían presentado minutos antes. Hubiera sido difícil explicarle a Taeyang lo que esos dos eran.

 
Kent se retorció hasta que estaba mirándolo.
—Hay un rumor de que Lee Jae Hee sabe que fuiste tú quien se volvió contra él.
Jay, al instante, pensó en el detective que había entrado en la tienda el día anterior. ¿El hombre había ido a explorar, para ver si estaba allí? Ahora que sabía la verdad, ¿habría planes para eliminar la amenaza a Jae Hee?
—Hasta que no sepamos a ciencia cierta, estaremos pegados a ti como pegamento —dijo Kent.
—No más vagar libremente.
Lo que significaba que su vida acababa complicarse aún más. Los dos siempre estarían en el trabajo de Jay.
Xiao se iba a desmayar, cuando diera un buen vistazo a los dos agentes      federales.
 
continuara...
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