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I'll never say ... yes, I accept. por Midori Yaoi Grey

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Otro de los acuerdos que le pedí a mi amigo, fue que cualquier tipo de tema que girara en él... Quedara como un alto tabú. Realmente estaba decidido a borrar como a de lugar esos ajenos sentimientos. Ajenos porque no los quería conmigo, no los deseaba y que a pesar de haberme aferrado, no lo conseguí por completo llevándose ya un poco más de los dos años desde que dejé mi país. 

El tiempo extra que me quedé en Londres fue para mentalizarme a la realidad que me esperaba al regresar: ser la cabeza principal de los negocios Phantomhive que mi padre anhelaba por fin dejarla en mis manos tanto por su enorme orgullo hacia su único hijo de veinticinco años y para su ansiada jubilación que quería disfrutar pronto con mi madre, queriendo irse a recorrer el mundo; ambos confiaban en mi aun conociendo ciertas relaciones de mi pasado; lo aceptaron. 

El otro detalle que me esperaba era la prueba de fuego a mi corazón, a mi estabilidad, si realmente logré superar aquellos no deseados sentimientos. Para mí buena fortuna el movimiento que me espera laboral me mantendría ocupado. 

Y llegó el día esperado, cuando faltaba minutos para aterrizar, el interior de mi pecho golpeaba con fuerza hasta sentirlo hasta la cabeza, mis manos se aferraban a mi pantalón al grado de que casi sentía que la perforaría. 

Las personas que me recibieron fue por supuesto mi madre, que no cambió en estos dos años; tan bella como siempre, y Alois tan extravagante y rubio. Mi padre me esperaba en la empresa ya que hasta el último día estaba ocupado y quería verme ahí para explicarme los por menores. 

Mientras que mi madre regresó a la casa, Alois estuvo a mi lado para presenciar la presentación, y más que eso, él formaría parte del cuerpo laboral en el área de marketing. El que fuera un raro no le quitaba crédito su habilidad, por ello sería el jefe ahí. 

No desaprovechó la oportunidad de interrogarme más a profundidad de lo que él ya sabía por llamadas y mensajes que nos hicimos para mantenernos en contacto. Temas como mis amoríos, el cual ninguno llegó a ser formal, simplemente fueron fortuitos, de una sola noche o tres. Mas cuando intentó abrir el tabú, yo interrumpí en sellar por completo en no hablar de ello, de solo pensarlo podría flagear mi determinación que cultivé en ese tiempo. 

Pasaron las cosas que tenían que suceder: fui nombrado el nuevo presidente de la compañía; mi vida liberal se vio opacada por la apretada agenda en movimiento donde tuve que ponerme al corriente de todo, ajustando lo que consideraba que tenía potencial, aplicando todos mis conocimientos adquiridos, tomándome al rededor de tres meses para dejar todo en mi marcha y así poder dar un respiro. 

Cuando logré salir temprano del trabajo en un viernes, aún no quería regresar a mi departamento, sabía que si lo hacía, le daría ventaja a mi mente en dejar hacer de las suyas. Entonces me desvíe a donde el instinto me llevara: al muelle. 

Caminé hasta quedar en la orilla del puente de madera, en el preciso momento donde el Sol empezaba a querer fusionarse con el mar a lo lejos. 

Me senté dejando a mis pies mecerse. Contemplé la vista, dejando la brisa hacer con la rebeldía de mi cabello, aspirando el aroma natural del mar con mis manos ya frías. 

"Y de golpe en el silencio esos recuerdos que me devuelven tus imágenes, así que intento suprimir todas las huellas."

Aflojé la corbata de mi camisa para buscar en mi cuello aquella cadena que decidí guardar ahí para que adornara mi vida, que fue el botón que me aferró masoquistamente a alguien. 

Antes se encontraba en mi pulgar cuando lo recibí, pero preferí colocarlo de ese modo por dos cosas: evitar que se perdiera y que estuviera de alguna forma cerca de mi corazón, donde por vez primera y única, me hizo comprender algo que creía inexistente. 

Atado a mí, dejé el anillo en mi palma contemplando aquel único color: zafiro. No pude evitar sonreír con melancolía por lo que significaba. 

 - El pasado es pasado - susurré para mí - y no se puede hacer nada. O lo pierdes o no lo buscabas - suspiré profundamente - y yo hice ambas... - cerré la mano con suavidad para acercar el anillo al ardor de mi pecho. 

 - Cierto, al pasado ya no se le puede hacer nada - mi cuerpo dio un enorme respingo al escuchar aquella voz que siempre se apareció todas las noches en sueños - y me temo que una parte de lo que dijiste es incorrecto - sin él valor de voltear, solo continúe como estaba - hay dos caminos: o lo pierdes o lo buscas para hacerlo de tu presente y convertirlo en el futuro. Y yo - al ver de re ojo que se sentó a una distancia de mi, evadí la mirada callado - hubiera estado encantado de la segunda opción. 

Ante sus palabras, todo mi ser se sacudió de una manera salvaje que creía que podría desmayar en cualquier momento. Recordé lo que tenía en la mano aumentando a un grado superior de nerviosismo. 

 - ¿Q-qué ha-haces aquí? - le pregunté mientras guardaba el objeto de donde lo había sacado. 

 - Para eso tengo dos respuestas: una verdad y la otra una realidad ¿cuál quieres? - fue increíble que aún en las circunstancias pudiera crear ese ambiente. Sigue siendo él... 

 - La... Realidad... - noté el timbre inquieto en mi voz, que algo ansioso estaba. 

 - Quería ver el precioso paisaje del atardecer y desde aquí es el mejor lugar. 

 - Y... La verdad - percibí mi garganta seca que se estrujaba por la espera. 

 - Desde que me enteré que el único hijo heredero de la compañía Phantomhive había regresado de Londres para tomar total posesión - eso me tomó aún más por sorpresa, ya que él sabía quién era - no dudé un solo día en regresar a este sitio donde por vez primera lo conocí, ya que albergaba la esperanza de poder encontrarlo de nuevo. La forma en que se fue me dejó con un enorme vacío por más de dos años. Dos años que muchas dudas no me dejaron tranquilo ya que por más que intenté saber de su paradero, nunca pude contactarlo. Nadie quiso decirme, y eso que le rogué a tu amigo rubio, fue siempre muy leal ¿sabes? 

 - Eso... No... Puede ser verdad... - porque era demasiado para serlo... 

 - Lo es - a pesar de que lo escuchaba, seguí sin verlo a la cara - me invadieron muchas preguntas, muchas dudas como ¿Qué hice mal? ¿Acaso no fui lo demasiado evidente? Me negué a ser echo a un lado con un pretexto como ese - hizo una breve pausa - No cuando confiaba en que podía ser ese número de la suerte, a ser ese trece y quizás el afortunado - lo que dijo me cayó como balde agua congelada. 

 - ¿Qué? - giré para verlo y lo primero que me topé fueron nuevamente aquellos dos preciosos rubís. 

 - Desde que nos conocimos, he estado guardando esto - del bolsillo de su traje, sacó lo que hace más de dos años creí perdido - cuando te fuiste de prisa, casi caía al mar, pero pude salvarlo a tiempo - me extendió la mano para depositar la pulsera contadora en la mía y este tenía el número cambiado. 

13...

 - ¿Por qué lo guardaste? - lo miré entre incrédulo y sorprendido. 

 - Quería dártelo en el momento indicado, cuando creara el ambiente para decirte lo que sentía por ti - tragué en seco. 

 - ¿Cómo? 

 - Ciel ¿sabes? Creo que me enamoré de ti desde la primera vez que te conocí. Aún sabiendo de tu dura coraza para que alguien intentara acercarse a ti, y todo aquel que se aproximó o lo intentó, fue un adiós. Pero fui muy feliz cuando me lo permitiste, eso me dio confianza de por fin declararme y uno de mis intentos fue al regalarte esto - sus dedos acariciaron sutilmente mi nuca para dejar salir aquel collar que antes había guardado para evitar ser visto - y esto - besó mi mejilla - lo obvio estuvo ahí todo el tiempo, pero te fuiste sin más, tomando una decisión por mi, aunque la realidad era por tu miedo a sentir, a dejarte llevar por tus sentimientos. A dar el "sí". 

 - Sebastian... Yo... - me cayó colocando dos de sus fríos dedos sobre mis labios. 

 - Y si creíste que al irte muy lejos me harías un favor... - no podía despegar mis ojos de los de él - solo empeoraste las cosas - acarició mi mejilla - mi diste perseverancia para esperarte.

 - ¿Y como... Sabias que regresaría? 

 - Te lo dije antes ¿no? Conocer previamente a la persona que te interesa establecer algún tipo de negocio, o en este caso, un vínculo - su mirada reflejó una ternura como ninguna otra - yo ya te dije lo que pienso ¿Qué me dices tú? ¿Coincides conmigo? - mi corazón bombeaba locamente que palpitaba hasta mis sienes. 

 - Yo... 

 - Solo di que sí. 

Con uno de sus fuertes brazos me rodeó la espalda para aproximarme a él, mientras que con su mano me tomó del mentón, aproximando su rostro al mío hasta que nuestros labios se encontraron por primera vez. 

 

Notas finales:

Añadí un fragmento de una canción llamada 200 notas. 


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