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Legado - Harry Potter por Lilit Yuu Jaganshi

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Notas del capitulo:

Notas de la Autora: Holis! De nueva cuenta aquí apareciéndome! Estos capítulos comienzan a gustarme un poco más, pero creo que me divertiré mucho más cuando escriba de Harry y Draco estando más grandes xD Igual estos capítulos comienzan a estar más interesantes.

Muchas gracias a aquellos que se toman sus momentos para dejarme comentario, siempre es muy importante para mi!

Disclaimer: Ya saben que nada de este mundo me pertenece, todo es de la queridísima J. K. Rowling, yo solo lo manipulo para mi entretenimiento :D

Capítulo 5: Hogwarts

 

A principios de Julio de 1991, la carta de Hogwarts llego por fin, lo que emociono muchísimo a Harry, que sabía que cuando eso pasara, podría acompañar a Sirius y a Remus al Callejón Diagon.

No solía salir mucho de Grimmauld Place. De hecho, sólo había salido a La Madriguera, que era como la familia Weasley llamaba a su casa, y a la casa de Neville, aunque como era algo pequeña y solían aburrirse, pasaban más tiempo en La Madriguera o en Grimmauld Place. A Harry en lo particular le gustaba ir a La Madriguera, pues ahí podía jugar también con el resto de los hermanos de Ron, sobre todo con los gemelos que eran muy divertidos.

Nunca supo que para poder ir a esos lugares, Dumbledore mismo había ido a poner fuertes barreras que servirían para protegerle mientras estuviera ahí.

 

***

 

Cuando llegaron por fin a la entrada del Callejón Diagon aquella mañana, estaba un poco nervioso, ya que sería la primera vez que estaría en un lugar con mucha gente.

- ¿Listo? – le preguntó Remus amable, sin soltar su mano.

- Creo que si… - respondió Harry, aunque se removió nervioso.

Sirius sonrió, y se hinco con una rodilla al suelo para quedar a su altura.

- Es normal que estés nervioso. Pero será genial, te divertirás, y nosotros te cuidaremos – le prometió, aunque acomodo su cabello sobre la cicatriz – Y ocultaremos esto un poco, para que nadie se dé cuenta de quién eres – añadió, guiñándole un ojo.

- ¿Qué pasa si lo saben? – quiso saber Harry - ¿Crees que me quieran atacar? –

- Es una posibilidad que no podemos ignorar, Cachorro – le respondió su padrino, mitigando un poco su sonrisa – Estaremos en un lugar abierto, lleno de todo tipo de magos, pero si inclusive no te quisieran atacar, la gente se sentirá curiosa contigo, porque nunca han visto en persona a Harry Potter, y estoy seguro de que querrán hablarte, acercarse a ti o estarán mirándote todo el tiempo, y creo que eso podría ser un poco incómodo para ti -

- Creo que mientras menos personas sepan quién eres, mas podrás disfrutar de esta salida – añadió Remus.

Harry los miró, y asintió con la cabeza. Él quería disfrutar esa salida, así que hizo caso de los consejos de ambos, y su alborotado cabello contribuyo a mantener la cicatriz oculta, así que realmente nadie se dio cuenta que él era el Harry Potter del que hablaban los libros, y pudo disfrutar de entrar a las tiendas y mirarlo todo.

Cuando vio la tienda de escobas, literalmente arrastro a Sirius ahí, y estuvieron cerca de media hora mirando las diferentes clases que había. Sirius le prometió que para navidad le conseguiría la Nimbus 2000, la escoba más nueva del mercado, y con esa promesa abandono la tienda junto con ambos hombres.

Visitar el Banco de Gringotts y conocer a los duendes, dejo a Harry impresionado, aunque no tanto como lo fue viajar en esos carritos tan alocados que le hicieron reír emocionado. Sirius también parecía divertido, aunque Remus no tanto.

Fueron bastante abajo, y cuando el duende abrió la bóveda, Harry se sintió impresionado por lo grande que era, y la cantidad ingente de oro que había. También había otros objetos y monedas de distintas denominaciones, pero en su mayoría era oro lo que se veía por todos lados.

- ¡Tienes mucho dinero, Sirius! – exclamo, acercándose a un montículo de monedas para tomar una, lo que hizo que algunas de las que estaban en el mismo montículo pero más arriba, se deslizaran desparramándose por el suelo. Sirius se rio animado.

- Sí, tengo bastante. Tú también tienes tu propia bóveda con dinero – quiso decirle, y eso hizo que Harry le mirara.

- ¿Yo? – repitió confundido.

- Si – le confirmo Remus – Tu padre tenía su propia bóveda, y obviamente al ser su hijo, pasa directamente a ti –

Harry les miró, sin saber realmente que decir de eso, pues era un dato que no esperaba.

- Cuando seas mayor de edad, te traeré para que reclames la bóveda – le prometió Sirius, acercándose a tomar un puñado de dinero. Lo guardo en un saquito mágicamente amplificado por dentro, para poder contener grandes sumas de dinero sin que se notara.

- Si tengo mi propia bóveda, ¿No debería comprar mis cosas con ese dinero? – le preguntó a Sirius, mirándolo incómodo, sabiendo que habían ido ahí a sacar dinero para las compras que harían para él.

Sirius le miró asombrado.

- ¡Claro que no, Harry! – le respondió, y con su mano libre revolvió su cabello. El duende, que se mantenía  a una cierta distancia, pudo ver entonces la cicatriz cuando el cabello se movió de lugar.

- Eres Harry Potter… - murmuró con voz profunda y ojos brillosos, como si fuera un gran descubrimiento, y lamentara hacerlo hasta ese momento.

Sirius y Remus se tensaron, Harry pudo percibirlo.

- Vamos Harry, sigamos las compras – le indicó su padrino, y terminando de echar un poco más de dinero, lo tomo del brazo y lo saco de la bóveda.

Ninguno dijo nada, y subieron al carrito para que el duende los guiara arriba.

- ¡Mira al frente! – gruño Sirius al duende cuando noto que no dejaba de mirar de reojo a su ahijado, a quien todo el tiempo mantuvo entre sus brazos.

- Sirius – le pidió Remus, poniendo una mano en su brazo para tranquilizarlo.

Harry no dijo nada, se sentía ligeramente nervioso, más que nada, porque podía ver la tensión en Remus y Sirius. Antes de salir del carrito, Sirius volvió a acomodar su cabello sobre la cicatriz, y entonces lo sacaron del banco.

- ¿Está bien si voy por la lechuza para Harry?, creo que es mejor que terminemos pronto las compras – comentó Sirius a Remus, y éste asintió.

- Llevare a Harry a comprar sus túnicas mientras – le informó, y tomando de la mano a Harry, le llevo hasta el lugar, donde una mujer regordeta les atendió, pidiéndole al pequeño que pasara al fondo – Te esperare aquí, Harry – le avisó Remus sonriéndole.

- Esta bien – convino Harry, yendo a donde le indicaban, y subiéndose a un taburete.

Al otro lado había un niño pálido y de cabello muy rubio al que también median, y que le observó detenidamente cuando llegó.

- ¿También a Hogwarts? – le preguntó.

- Si – confirmó Harry, algo incómodo por lo fijo que aquellos ojos grises le veían, y sin darse cuenta, se aplasto el cabello contra la frente mientras la mujer comenzaba a hacer su trabajo.

- Yo también. Mis padres están adelantando las compras – le contó el rubio, antes de sonreír con cierta arrogancia – Después de esto, llevare a mi padre a la tienda de escobas, y no saldré hasta que me compre la nueva Nimbus 2000 –

Harry sonrió al escuchar eso.

- Sirius prometió que la tendré en navidad – le quiso contar.

- ¿En verdad? – le preguntó el rubio animado - ¿Entonces te gusta el Quidditch? –

- ¡Sí! – respondió Harry de inmediato.

- Es una tontería que no dejen jugar a los de primero, pero sin duda, entrare al equipo en el segundo año – le aseguro el niño, y Harry sonrió.

- También me gustaría – comentó feliz.

El rubio le devolvió la sonrisa.

- ¿Qué posición te gustaría jugar? – quiso saber.

- ¡Buscador! – respondió Harry con seguridad, sonriendo ampliamente, y por un momento, vio al niño mirarle fijamente.

- Es una buena posición – convino éste – Espero que seas muy bueno, los Buscadores deben serlo –

- Lo soy – le aseguro Harry, sonriendo confiando, y el rubio también sonrió.

- A mí me gustaría ser Cazador – le contó animado – Y ver la cara que ponen los oponentes, cuando no pueden detenerte mientras avanzas por el campo hacía su aro – agregó con una sonrisa divertida y prepotente.

Pese a todo, Harry no pudo evitar sonreír.

- ¿Y ya sabes en que Casa vas a estar? – siguió preguntándole el niño rubio.

- Es difícil saberlo hasta que el Sombrero Seleccionar lo decida, ¿No? – le preguntó Harry a su vez, aunque claro que le gustaría ir a Gryffindor.

- Eso es cierto – convino el niño haciendo una mueca – Pero yo sé que estaré en Slytherin, toda mi familia lo ha estado –

Harry no pudo evitar saltar al escuchar eso. Sirius le había contado mucho de Slytherin, y nada de lo que había dicho eran cosas buenas.

- ¿Te pinche, cariño? – le preguntó la bruja al verlo saltar.

- No, no me pincho, lo siento, no pretendía moverme – se apresuró a disculparse Harry, sintiéndose apenado.

- Esta bien, de todas formas ya termine contigo – le dijo la mujer, quitándole la túnica con los alfileres – Puedes marcharte –

- Si, gracias – respondió, y se volvió al niño rubio, aunque dudo un poco – Nos vemos en Hogwarts –

- Si claro, hasta Hogwarts – convino el niño, y Harry se apresuró a reunirse con Remus para salir de ahí.

No noto que los grises ojos del niño lo siguieron atentamente hasta que salió. Ese niño de ojos verdes le había caído bien. Una completa lástima que no le hubiera preguntado su nombre, pero esperaba que estuviera en Slytherin y pudieran ser buenos amigos.

 

***

 

- No se preocupe, señor Potter, a veces esto pasa – comentó Ollivander, mirándolo pensativo antes de entrecerrar los ojos, como si una idea hubiera comenzado a rondar su mente. Esta era la quinta varita que Harry probaba sin éxito – Quizás… - pero sin decir más, el mago se dio media vuelta y volvió a los estantes, buscando un poco, antes de sacar una de las cajas, acercándose y tendiéndole la varita casi como una reverencia – Quizás esta… Podría ser… - fue todo lo que le dijo, con ese mismo aire misterioso.

Harry lo miró un poco confundido, pero su atención se centró en la varita al sentir un cierto calorcillo en los dedos cuando la envolvió en su mano. La levanto un poco, en la posición correcta para comenzar un hechizo, y entonces, chismas doradas y plateadas saltaron; Al mismo tiempo, el aire pareció vibrar a su alrededor, ondulando como si fuera una suave corriente de aire cálido que agito sus alborotados cabellos negros, descubriendo la cicatriz.

- ¡Encontraste tu varita, Harry! – vitoreó Sirius orgulloso, aplaudiendo con fuerza.

Remus también aplaudió, aunque más moderadamente, sonriendo feliz.

- Muy curioso… - murmuró simplemente Ollivander.

- ¿Qué es curioso? – quiso saber Harry sin poder contener la curiosidad.

- Recuerdo cada varita que he vendido, señor Potter, cada una de ellas. Y resulta que la cola del fénix de donde salió la pluma que está en su varita, dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es muy curioso que estuviera destinado a esta varita, cuando fue su hermana la que le hizo esa cicatriz – le explicó el mago, apuntando a la cicatriz ahora visible entre los rebeldes mechones.

Sirius jadeo al escuchar eso, Remus se puso algo pálido, y Harry mismo no atinó a decir nada.

- ¿Es eso verdad? – quiso saber Sirius.

Ollivander lo miró, asintiendo con la cabeza.

- Sí, acebo, pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible – recito – Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdelo, señor Potter…  - agregó mirando al niño – Creo que podemos esperar grandes cosas de usted, después de todo, El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado hizo grandes cosas, terribles, sí, pero grandiosas… –

Realmente nadie dijo mucho después de eso. Pagaron la varita y saliendo en silencio. Ya habían hecho el resto de las compras, y llevaban todo cómodamente encogido en el bolso de la túnica de Remus, a excepción de la hermosa lechuza blanca que Sirius le había comprado para que les escribiera, y que, dado que no podían encoger, éste llevaba cargando en su jaula.

El camino a casa fue silencioso, aunque después, Sirius salió con Harry a volar al patio, buscando distraerlo de aquel tema, mientras Remus aprovechaba para escribir a Dumbledore y contarle lo de la varita.

 

***

 

La mañana del primero de septiembre fueron con Harry a la estación de King's Cross, y pese a todo, ambos iban alerta.

Harry mismo se sentía un poco nervioso de pensar en estar entre tanta gente, pero sobre todo, de saber que durante los siguientes meses sería de esa forma, así que cuidaba de que su cabello cubriera la cicatriz. También miraba constantemente hacía todos lados, esperando poder encontrar a Ron y a Neville antes de subir al tren.

Atravesaron sin problemas la barrera del andén 9 ¾, algo que fascino a Harry pese a que ya había leído sobre ello. Al otro lado, la locomotora roja le saludo con un silbido, y Harry no pudo dejar de sonreír feliz mientras se acercaban.

- ¡Harry! – gritó una voz conocida, y cuando el moreno se volvió, sonrió al ver a Ron correr para alcanzarlo.

- ¡Ron! – exclamó feliz, acercándose también para abrazarlo.

- ¡Por fin iremos a Hogwarts! – exclamo el pelirrojo, dando saltitos sin dejar de abrazar a su amigo.

- ¡Si, por fin! – convino Harry con la misma alegría, y con su amigo ahí, sintió que el nerviosismo se alejaba poco a poco.

Sirius y Remus sonrieron al verlos así de animados, y saludaron a los padres de Ron cuando se acercaron.

- Es mejor que suban y busquen un compartimiento – les sugirió la madre de Ron.

- Es verdad – convino Remus – O les ganaran todos -

- ¡Harry, Ron! – exclamó entonces otra voz, y cuando los aludidos se volvieron, comprobaron que era Neville, que se apresuraba hacía ellos con su abuela caminando detrás de él.

- ¡Neville! – exclamaron ambos, y corrieron a abrazarlo también.

- Anden chicos, o se les hará tarde – les apremio la señora Weasley, y como para darle la razón, la locomotora lanzo un silbido.

- Si, tendrán mucho tiempo para hablar en el tren – les recordó Sirius, y ayudo a subir el baúl de Harry al tren.

- Recuerda escribirnos cuando llegues, Harry – le pidió Remus, dándole un abrazo y besando su coronilla.

- Y cuídate mucho – le pidió Sirius, dándole un fuerte abrazo también – Te deje el Mapa del Merodeador en el baúl – se apresuró a susurrarle al oído sin que Remus escuchara, lo que hizo sonreír ampliamente a Harry.

- Escribiré en cuanto llegue – les prometió, y luego, junto con Ron y Neville, subió al tren para buscar un compartimento, encontrando pronto uno vacío donde se acomodaron, disponiéndose a jugar durante todo el trayecto.

Cuando comenzó a anochecer, y sabiendo que estaban cerca de llegar se cambiaron, pero Harry nunca se había anudado una corbata, y le fue imposible hacerlo.

- A ver, déjame – se ofreció Ron, ayudándole sin muchos problemas, algo que Harry confirmo, luego de mirar su reflejo en la ventana.

- Vaya… ¿Cómo es que sabes? – le preguntó curioso.

- Tengo cinco hermanos mayores, ya sabes, así que los he visto infinidad de veces, y mi padre también me ha enseñado – le explicó Ron, acercándose a Neville para ayudarle, al ver que tampoco podía.

- Gracias… - le dijo Neville apenado.

- Le diré a Sirius que me enseñe – decidió Harry – Jamás lo he visto usar corbatas, pero uso en sus años en Hogwarts, así que debe saber, y si no, seguro Remus sí sabe –

Horas después llegaron, y bajando junto con los demás, observó asombrado a aquel hombre enorme que se presentó como Hagrid. Los llevó a los botes desde donde llegarían a Hogwarts, y Harry pensó que la descripción que había en los libros, no le hacía honor a la imponencia que destilaba el castillo.

No dejo de escuchar los murmullos de una niña que venía cerca, y que contaba sobre algunos de los hechizos que rodeaban Hogwarts, tanto por fuera, como por dentro cuando entraron, algo que él mismo ya había leído en La Historia de Hogwarts.

Una bruja mayor y de mirada severa los esperaba en el Hall. Les dio la bienvenida, explicándoles que era la Profesora McGonagall, Subdirectora, y dándoles una pequeña introducción de Hogwarts.

- En un momento vendré por ustedes. Aguarden aquí – les indico, adentrándose por las enormes puertas.

Harry comenzó a sentirse un poco nervioso ahora. Sirius le había asegurado que la selección sería rápida, sin embargo, pensar en pararse frente a todo el colegio no era algo que le hiciera gracias, sobre todo, porque no sabía cómo reaccionarían al escuchar su nombre. Sirius comentó que sería toda una conmoción, y Remus le aseguro que pasaría rápido.

- ¡Así que es verdad!, ¡Harry Potter esta este año en Hogwarts! – comentó una voz que se le antojo familiar, y al punto, murmullos se alzaron, mientras el mismo niño rubio que había conocido en la tienda de túnicas, se abría paso hasta pararse frente a él, atrayendo la atención de todos.

Los murmullos comenzaron a volverse más insistentes entre los otros niños, donde Harry podía escuchar la mención de su nombre. Al final no tuvo que esperar a estar en el Gran Comedor, para que se creara una conmoción.

- No tuvimos oportunidad de presentarnos en la tienda de túnicas, mi nombre es Draco, Draco Malfoy – se presentó, y Ron hizo un sonido medio ahogado que indicaba que estaba intentando reprimir la risa, lo que atrajo la atención del rubio, que le dirigió una fría mirada - ¿Te causa gracia mi apellido? – le espetó, aquellos grises ojos brillando como el acero – No necesito preguntar el tuyo: pelirrojo, túnica usada y vieja. Seguramente eres un Weasley – agregó barriéndolo con la mirada, y Harry se sintió asombrado de como las palabras sonaban bastante despectivas en la boca de Draco – Descubrirás que hay familias con más categoría que otras – le siguió hablando entonces, volviéndose con suficiencia hacía él – No querrás hacerte amigo de la gente de baja categoría. En eso te puedo ayudar – y le tendió la mano.

Harry miró aquella mano extendida. No le había gustado la forma en que Draco había hablado de Ron, pero también Ron se había burlado del apellido de Draco, y eso no estaba bien…

Para su suerte no tuvo que responder; La Profesora McGonagall llego en ese momento, y luego de pedirle a Draco que regresara a su lugar, les aviso que podían pasar de manera ordena.

Harry volvió a sentirse nervioso entonces, y nuevamente, se aplasto el cabello contra la frente, escuchando que la misma niña de antes, contaba ahora sobre los hechizos en el techo del Gran Comedor.

El Sombrero Seleccionador dio una canción cuando llegaron frente a él, y al terminar, comenzó la selección. Uno a uno, los niños comenzaron a sentarse en un taburete donde el sombrero les era colocado, y segundos después, éste gritaba el nombre de una de las cuatro Casas.

Harry miró la mesa que era de Gryffindor, y sonrió sin poder evitarlo. Ahí, hace años habían estado sus padres junto con Sirius y Remus, representando orgullosamente a la Casa de los Leones.

- ¡Granger, Hermione! – llamó la Profesor McGonagall, y Harry regreso su atención, al ver que la misma niña que no había dejado de hablar, se dirigía ahora al taburete.

Podía verla nerviosa mientras la Profesora le ponía el sombrero, y no pudo culparla, él mismo se sentía bastante nervioso.

- ¡GRYFFINDOR! – grito el sombrero luego de tiempo, y Harry sonrió mientras la veía correr a la mesa donde aplaudían con furia. Era bueno que estuviera en Gryffindor, se notaba que era inteligente, y sin duda, les ayudaría a ganar puntos para la Casa.

- ¡Longbottom, Neville! – llamó entonces la Profesora, y Harry, al igual que Ron, palmearon la espalda de su amigo, que se dirigió con paso nervioso al taburete.

La Profesora le puso el sombrero, y Harry noto que tardaba un poco en gritar. A veces eso pasaba, con algunos la elección la hacía pronto, y con otros, podía tardar un poco, sin embargo, no pudo evitar sentirse nervioso, preguntándose a causa de qué, el Sombrero se tardaba en decidir.

- ¡GRYFFINDOR! – grito entonces el sombrero, y la mesa de los Leones volvió a rugir en aplausos.

Harry lo siguió con la mirada hasta que tomó asiento, y cuando volvía su vista al Sombrero, se detuvo en el mago que estaba en el centro de la mesa de los Profesores. Era Dumbledore, lo sabía, y aunque nunca lo había conocido en persona, seguido escuchaba a Sirius y Remus hablar de él, o leía su nombre en los libros que estudiaba. Era un poderoso mago, y Remus le había asegurado que mientras fuera Director, él estaría bien acudiendo a Hogwarts.

Dumbledore le sonrió entonces, y Harry, algo asombrado, tardo un poco en devolverle la sonrisa. Parecía un mago agradable.

- ¡Malfoy, Draco! – llamó la Profesora McGonagall, y eso hizo que Harry regresara su mirada al taburete, preguntándose si en verdad ese niño quedaría en la Casa de las Serpientes. Notó que se movía con más seguridad que todos los niños que habían pasado antes que él. Eso era algo que podría envidiarle.

- ¡SLYTHERIN! – grito el Sombrero Seleccionador sin terminar de posarse sobre su cabeza.

- Era de esperar… - masculló Ron sobre su hombro – Todos saben que en Slytherin solo están los magos malos y Oscuros, era obvio que él también lo estuviera –

Harry miró de reojo a su amigo, y una sensación muy parecida a la inseguridad se instaló en su estómago. No pudo evitar que sus ojos viajaran por primera vez hacía la mesa de las Serpientes, encontrándose con cierto asombro, con los firmes y seguros ojos grises de Draco, que le sostuvieron la mirada. Ciertamente sabía que la mayoría de los Magos Oscuros venían de Slytherin, inclusive Sirius se lo había contado, afirmando que todos los magos de esa Casa eran malos y viles. Voldemort mismo había estado en esa Casa. Parecía como si todo lo malo fuera lo único que podía describir a la Casa de las Serpientes, y él siempre lo había aceptado como un hecho comprobado, hasta esa noche…

Cuando vio a Draco sonreírle, aparto la mirada incomodo, sabiendo que lo había estado observando más de lo que se podría considerar educado.

Nunca había dudado de las palabras de su padrino en nada, ni siquiera en lo que se refería a Slytherin, pero siempre que pensó en esos magos malos y crueles de los que Sirius le hablaba, pensó en adultos con gestos aterradores que lastimaban a otros. Estos eran niños… Sonreían, incluso reían y bromeaban, y no se habían visto tan diferentes de los demás mientras estaban en los botes... Sí, Draco había sido grosero con Ron, ¿Pero no había sido Ron igual al reírse de su apellido?, ¿Acaso el Sombrero Seleccionador era capaz de ver el futuro y saber que ellos se volverían malos, aún si no lo eran ahora?, ¿Eso era posible? Sintió un escalofrío ante esa posibilidad.

- ¡Potter, Harry! – llamó la Profesora, y Harry noto que un silencio aplastante se apodero del Gran Comedor, aunque sólo segundos antes de que los murmullos estallaran.

No atino a moverse hasta que Ron lo empujo.

- ¡Eres tú! – le murmuró.

Torpemente se dirigió al taburete, con los ojos fijos en el piso en todo momento, negándose a ver a nadie, aunque sentía perfectamente que todos en el Gran Comedor lo observaban con demasiada atención. Como odio sentirse así de observado…

Por eso mismo no noto cuando Dumbledore se inclinó un poco hacía adelante, mirándolo atento, o la forma fija en que los ojos de Draco, Neville y Ron le miraban. Agradeció enormemente cuando el sombrero le cubrió los ojos cayendo hasta sus orejas como con todos, cuando la Profesora se lo puso.

- Hmmm – dijo una vocecita en su oreja de pronto, haciendo a Harry saltar ligeramente – Difícil. Si, muy difícil. Puedo verlo. Tan lleno de valor, sí, pero también con mucha inteligencia, y poder, cuanto poder... Que gran mente. Muy despierta… Esto es muy interesante. ¿Dónde te pondré? –

- “Por favor, no en Slytherin” – pensó con cierta fiereza, y se aferró al taburete con bastante fuerza, como si necesitara sentir algo físico y firme en esos momentos.

- ¿No en Slytherin? – repitió la vocecita - ¿Por qué no? – y luego de unos segundos en silencio, exclamo - ¡Oh, ya veo! – Harry se preguntó si había leído sus pensamientos, y casi estuvo seguro de que lo hizo, al escuchar lo que agregó después – Si, han tenido mala fama, no siempre injustificada, debo aceptarlo. Sus mismas cualidades pueden convertirse en sus defectos cuando están mal enfocados, pero cuando no pasa, suelen ser magos excepcionales. Son muy inteligentes como los Ravenclaw, y valientes como los Gryffindor, aunque sólo lo demuestran cuando es necesario, y su inteligencia les ayuda a buscar formas de que no sea necesario la mayoría de las veces. También pueden trabajar duro para conseguir sus objetivos, incluso más que los Hufflepuff si realmente están interesados en ello. Hay grandeza en la Casa de Slytherin porque no se conforman. Tú tienes una gran cabeza. Te espera un gran futuro, y Slytherin te ayudara en el camino hacia esa grandeza. Es momento de regresar la gloria a la Casa de Salazar. ¡SLYTHERIN! –

El silencio que siguió a ese grito fue largo. Harry mismo no se movió. Sintió como si le hubieran golpeado en el estómago sacándole el aire.

- “¡Merlín santo, me pusiste en Slytherin!” – pensó con terror.

 

***

 

Draco no podía creer el giro que habían dado las cosas. Realmente, no había pensado que el Gran Harry Potter fuera a terminar en Slytherin. Gryffindor debería haber sido la primera opción para el Salvador del Mundo Mágico, o si no era un bueno para nada, quizás en Ravenclaw; Hufflepuff definitivamente no estaba en la ecuación, al igual que Slytherin, aunque por razones diametralmente distintas.

Ahora sin embargo, el Sombrero Seleccionador había gritado Slytherin, y todos lo habían escuchado, lo sabía por el pesado silencio que se había apoderado del Gran Comedor.

Harry Potter estaría en la misma Casa de la que había salido el Señor Tenebroso, el mago más temido, y el que Harry había derrotado siendo tan solo un bebé. Que irónico.

Sonrió con suficiencia. No se había equivocado al ofrecerle su amistad, ni cuando le hablo en la tienda de túnicas porque llamo su atención, aun cuando no sabía quién era. Todavía no se veía como un mago extraordinario, pero todos eran niños, aún les faltaba crecer, y aun así, siendo apenas un bebé, había derrotado al Mago Oscuro más temido, así que quizás escondía un gran poder, porque no podía creer que hubiera logrado semejante hazaña sólo por un golpe de suerte. Su padre mismo se lo había dicho, que si bien nadie sabía cómo sucedió, Harry Potter había derrotado al mago más poderoso, y ya fuera por poder mágico o influencia política, sería una piedra angular del Mundo Mágico en el futuro. Pues bien, él sería el mejor amigo de esa piedra angular, y si tenía algo de suerte, podría inclinarlo a favorecer a los magos sangre pura.

Comenzó a aplaudir, rompiendo entonces el silencio, y pronto, más miembros de Slytherin le siguieron en aplausos que se elevaron como el siseo de una serpiente. Este era un gran suceso, y no dejarían que pasara inadvertido, así que también hizo un poco más de alboroto junto a los demás.

Sólo hasta entonces, la Profesora McGonagall salió de su aturdimiento, y parpadeando varias veces, se movió para quitarle el sombrero al chico, dirigiendo una rápida mirada a Dumbledore. Se veía tranquilo, pero miraba atentamente al niño.

Harry se puso de pie con cierta lentitud cuando le quitaron el sombrero, y sus ojos viajaron a donde todavía estaba Ron esperando para ser seleccionado. No supo interpretar el brillo que había en sus ojos, quizás estaba tan perplejo como él mismo. Aspiro hondamente, y resolvió que lo que menos debía hacer, era quedarse ahí parado como un tonto para que todos siguieran mirándole, así que se apresuró a ir a una mesa en la que jamás en su vida pensó que se llegaría a sentar.

- ¡Harry, siéntate aquí! – le llamó Draco en cuanto se acercó, sonriéndole animado mientras palmeaba el espacio libre a su lado.

Harry dudo apenas un poco, pero al fin decidió que podía sentarse ahí. Sabía que sería una grosería y se vería mal si no lo hacía, y lo que menos quería era comenzar con el pie izquierdo la relación con sus nuevos compañeros de Casa.

- ¡Ahora seremos compañeros de Casa! – sentencio Draco orgulloso.

- ¡Tendré que contárselo a mi madre! – chillo emocionada Pansy.

- Es todo un suceso – comentó Millicent, dirigiéndole una mirada llena de satisfacción.

Gregory y Vincent sólo se rieron, pero con unas risas roncas que los hacían ver bastante tontos.

Harry no dijo nada, no tenía nada que decir, aún continuaba digiriendo el hecho de que por algún raro giro del destino, había terminado en Slytherin, la Casa de la que se suponía salían los Magos Oscuros, la Casa en la que se suponía que solo entraban los magos malos…

Cuando Ron fue llamado, Harry no pudo evitar alzar la mirada, y al escuchar al Sombrero mandarlo a Gryffindor, se sintió un poco celoso de que su amigo sí hubiera quedado en la Casa de los Leones.

Ron ni siquiera lo miro. Se quitó el sombrero y fue a la mesa de Gryffindor, sentándose de tal modo que quedará dándole la espalda a la mesa de Slytherin.

- No pierdas el tiempo con él, Harry – le dijo Draco a su lado, pasando su brazo por los hombros del moreno en un gesto de camaradería. No había dejado de notar la mirada que dirigía a ese insulso pelirrojo – Te lo dije, están en la categoría más baja de magos, no querrás… -

- No sigas… – le interrumpió Harry, dirigiéndole una mirada de advertencia, y claramente sintiéndose incomodo por aquel brazo sobre sus hombros – Además, ¿Desde cuándo somos tan cercanos como para llamarnos por el nombre? –

- Desde que estamos en el mismo año y en la misma casa – le informó Draco con tranquila seguridad, y pese a que notaba la incomodidad del moreno, no quito su brazo – Y sin dudas, vamos a ser muy buenos amigos, Harry, ya lo verás. No seas remilgoso –

- No soy remilgoso, Draco – le gruño Harry, pensando que si el rubio le llamaba por su nombre tan libremente, él podría tomar la libertad de hacer lo mismo.

- Sí, sí, claro. Descuida, Harry, verás que nos llevaremos muy bien – le aseguró Draco, feliz de que Harry le llamara también por su nombre.

Harry sólo suspiro, y cuando la Selección termino y la comida apareció, enfoco su atención en ello, no queriendo pensar en nada más por el momento.

 

***

 

Snape no había podido dejar de mirar a ese mocoso desde que ingreso al Gran Comedor. Era inconfundible, una calca de James Potter con esas gafas redondas y el cabello completamente desordenado, que era en sí lo que más destacaba del niño, ¿Qué Lupin jamás le había enseñado a peinarse?, no le asombraría de Black, pero pensó que cuando menos Lupin trataría de cuidar que la apariencia del mocoso fuera mejor, aunque considerando que estaban acostumbrados al desastre de cabello que tenía el padre, quizás les parecía divertido que el hijo tuviera el mismo nido de pájaros sobre la cabeza…

Había considerado que después podría intentar quitarle puntos a la Casa donde quedará, por mala apariencia, pero cuando fue seleccionado en Slytherin, sintió una espesura asentarse en su estómago. Jamás  en la vida se imaginó que un Potter terminaría en Slytherin, y mucho menos ESE Potter…

Quizás era un castigo divino el poner a ese mocoso en su Casa para que perdiera puntos, y por consiguiente la Copa de las Casas, que los últimos años solía discutirse siempre entre Gryffindor y Slytherin, a veces ganando una Casa, a veces otra. Ni que decir que ya no podría quitarle puntos por el nido de pájaros que traía en la cabeza…

Tendría que estar MUY al pendiente de él. Sabía que Black y Lupin lo habían criado, pero no estaba tan seguro de que lo hubieran hecho de la mejor manera, cuando menos no, si Black había estado involucrado en su educación. Quizás sería un dolor de cabeza como lo habían sido esos idiotas.

Ni siquiera toco la comida. El hambre se le había quitado, así que sólo siguió contemplando con pesar a su nuevo tormento. Necesitaba hablar con Dumbledore de inmediato.


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