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Los Drabbles de Octubre-20 por Arince Bezariune

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[Oliver x Piko]

Flotaba en el agua de la piscina, mirando el firmamento lleno de estrellas.

Si su madre lo viera pegaría el grito en el cielo, estando en el agua a altas horas y con ropa.

Aunque mucho frío no hacía, además, no es que le quedara mucho tiempo en la tierra.

Dejó escapar una suave risa y cerrar los ojos, estaría muerto y se encontraba flotando en lo que llamaban "nadar como muerto".

Entre que flotaba y se movía lentamente, la figura de alguien le hizo sombra.

Abrió los ojos esperando encontrar a su madre parada en la orilla, pero se topó con alguien desconocido.

Y no sólo eso, si no que estaban en medio de la piscina.

Por la sorpresa se hundió en el agua, saliendo casi al instante para toser lo que había tragado.

Una vez sus pulmones estuvieron libres vio al desconocido que no se había inmutado. Se hallaba parado sobre el agua, cosa que le hizo sentir pesado en su estómago por el miedo.

—¿Pero qué...?

—Piko Utatane, ¿no? —preguntó el chico viéndole directamente. Tenia cabellos rubios, su ojo izquierdo se hallaba vendado mientras que el derecho reducía en un dorado sobrenatural. Sus ropas eran peculiares, poseía una especie de saco o túnica corta ceñido a su torso y de mangas largas ligeramente sueltas de color beige, llevaba muñequeras que le cubrían hasta casi la mitad de su antebrazo de color azul marino platinado, de patrones y orillas doradas, mismos que también estaban en el cinturón que le cubría toda la área del estómago, haciéndose más delgado en los laterales para a trazar su cintura, dando una especie de rombo al frente. Poseía lo que parecía ser botines negros y unos pantalones azul marino al igual que la capa con capucha que poseía. Dicha capa dejaba ver sus hombros y poseía un cuello alto, que era cerrado por un broche dorado que a su vez se hallaba enganchado al cinturón mediante una delgada cadena dorada.

El escuchar su nombre sólo le puso más nervioso.

—¿Q-quién eres tú? —formuló comenzando a nadar hacia atrás. El extraño sólo le seguía viendo, guardando unos segundos de silencio.

—Supongo que ya lo sabes, ¿no? Morirás pronto.

Aquello le hizo presión en el pecho.

¿Era la muerte acaso viniendo por él?

Imposible, los doctores le habían dicho que aún tenía unos cuantos meses más de vida, ¿o es que se habían equivocado?

Él ya aceptaba el hecho de que su vida llegaría a su fin, pero todavía no estaba listo para partir. Aún no.

Tomó aire, tratando de formular la siguiente pregunta.

—¿Tu eres la muerte? —El desconocido se acercó a él haciendo que leves ondas en el agua aparecieran al colocar un pie.

—La muerte es un estado en el que las almas descansan hasta que deciden regresar al mundo terrenal, en aquello que ustedes llaman "vida" —explicó antes de llegar a él nuevamente—. Mi único trabajo es llevarlas seguras hasta dicho lugar.

—¿Quieres decir que yo...?

—Aún no —interrumpió—. Falta bastante tiempo a decir verdad, pero tú alma corre peligro, es por eso que estoy aquí.

—¿Peligro?

—Así es —El de cabello blanco vio que estaba a unos cuantos cerca de la orilla, por lo que decidió nadar a ella para sujetarse, seguido del sobrenatural ser—. Existen seres malignos que buscan secuestrar almas para robarles vitalidad, por ello somos enviados, para pelear y proteger a las almas de estos seres. Esto suele ser al momento en el que alguien fallece, pero tu caso es especial.

—¿Especial? ¿Y eso por qué? —Miraba incrédulo al rubio, esperaba que solo fuera un sueño.

—Tu alma es muy vieja y pura, Piko —explicó—. Y al estar muriendo a una edad joven en esta vida te hace una gran fuente de poder, y el que estés tan cerca de la muerte, el que tu destino esté sellado, hace que aquellos seres busquen extraer, incluso antes de tiempo, tu alma.

Piko se quedó mudo y con una expresión sorprendida, con ojos llenos de miedo. Se acercó a la zona en donde sus pies lograban tocar el suelo y, con apoyo de sus brazos, salió sentándose en la orilla de la piscina.

El frío pronto llegó a sus huesos y la sensación de la ropa completamente pegada a su piel al estar empapada, más todos eso pasaba a segundo plano con la información soltada.

Dio un suave pellizco al dorso de una de sus manos, y el horror se apoderó al sentir dolor.

Se llevó ambas manos al rostro, desesperado.

Ahora no solo estaba el hecho de que iba a morir, si no que también cabía la posibilidad de que no pudiera descansar.

Inevitablemente las lágrimas, frutos de la angustia, comenzaron a picarle los ojos.

—Hey, tranquilo —La voz del ser se volvió más suave y sintió que sus manos fueron retiradas de manera gentil de su rostro. Contrario a lo que la gente podría pensar, las manos de aquel extraño eran sumamente cálidas—. Para eso fui enviado aquí mucho antes de tiempo, para asegurarnos de que nada le pase a tu alma —Se hallaba aún sobre el agua, aunque hincado, quedando ambos rostros a la misma altura—. Solo necesito que confíes en mí y me obedezcas cuando sea necesario, del resto me encargo yo, ¿de acuerdo? —Respiró de manera tratando de calmarse, y cuando lo pudo lograr un poco asintió suavemente—. Yo te protegeré, incluso si con ello arriesgo mi existencia, no lo dudes. —Y dicho esto, le besó ambas manos. Cosa que hizo sonrojar al de cabellos blancos de sobremanera.

—¡E-esta bien! ¡Te creo, pero no hagas eso! —exclamó mientras retiraba sus manos de manera brusca. El ser ladeó la cabeza.

—Lo siento, era un gesto para mostrar mi devoción y lealtad hacia ti, no creí que te molestara.

—N-no es eso es solo qué... —Miró el rostro de su acompañante, ahora que lo tenía cerca lo podía ver mejor, y es que con la sorpresa fuera también, comenzó a notar lo apuesto que era—. N-no estoy acostumbrado, me tomó de sorpresa —El desconocida asintió.

—Lo tendré en cuenta para la próxima. —Hubo un breve silencio antes de que Piko volviera a hablar.

—¿Tienes un nombre?

—Realmente no, pero siempre me ha gustado el nombre de Oliver, así que me puedes llamar así. —Piko asintió antes de sonreírle suavemente.

—Entonces te confío mi alma, Oliver.

 


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