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[Yuma x Piko]
Llegó a la azotea de la escuela, abriendo la puerta muy lentamente.
Miró por los alrededores hasta toparse con la figura del de cabellos rosas sentada en el suelo, en un lugar donde había sombra.
Comenzó a caminar lentamente hacia él, cerrando la puerta en el proceso.
Si bien la cara del otro detonaba una serenidad, lograba percibir cierta inquietud.
Respiraba un poco más rápido de lo normal, su cuello se veía tenso, y estaba seguro que si no estuviera con los brazos cruzados sus dedos estarían temblando.
Se sentó a su lado.
—Te estaba buscando —dijo, Yuma simplemente permaneció en silencio—. No has podido encontrar a alguien este mes, ¿verdad? Pareces que estás comenzando a rozar tu límite. —señaló. El contrario le miró de reojo.
—Seguro podré esta noche, tengo algunos días más para aguantar—Su voz comenzaba a escucharse algo ronca, seca.
Piko miró su brazo antes de suspirar y quitarse su saco. Seguido de eso se arremangó la manga hasta el codo.
—A pesar de todo, no quiero que llegues a hacer una locura que te perjudique a ti o alguien más —Extendió su antebrazo desnudo—. Bebe.
Yuma se quedó mirando, la pálida piel de Piko le hacía aún más visibles sus venas de lo que ya podía captar en cualquier humano al azar.
—Sé que te gusta —dijo el de cabellos blancos al ver al otro sin moverse, probablemente resistiéndose—. Tú mismo me dijiste que hacía muchas décadas no habías probado sangre tan dulce como la mía, y yo no quiero que termines matando a alguien por tu sed, y si para evitar eso te puedo ofrecer mi sangre, lo haré.
Piko no lo entendía para nada.
Tenía miedo de perderse en el sabor, desconcentrarse de sus acciones y terminar vaciando al humano y darse cuenta demasiado tarde.
Ya casi pasaba una vez.
Y por eso quería negarse, pero sus colmillos comenzaron a picarle.
Tomó el brazo ajeno, y sin emitir palabra clavó sus colmillos para hacer aquel rojo néctar.
Piko ahogo un quejido cuando su piel fue perforada, mientras que si mano libre se dirigió al pecho, donde reposaba una cruz colgada en su cuello bajo si camisa, una cruz que su madre le obligaba a llevar desde pequeño.
Y con ello trataba de convencerse que sus acciones eran para salvar la vida de alguien y no por genuina preocupación por el vampiro.
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