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Los Drabbles de Octubre-20 por Arince Bezariune

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[Oliver x Piko]


Miró un momento la diminuta ventana que daba hacia el cielo, distrayéndose por unos segundos.


El cielo estaba despejado y de un reluciente azul, con unas cuantas nubes completamente blancas adornando mientras que el brillo del sol entraba para alumbrar un poco el lugar.


¿Tendría su hermana una vista más bella que la que él estaba teniendo en aquellos momentos?


Esperaba que sí, ella merecía ir al paraíso y al descanso eterno en completa paz.


Suspiró antes de regresar a su actividad: bordar una bufanda de tela azul con las aves que tanto ama desde que era era un niño, los jilgueros.


Los jilgueros siempre habían sido de sus animales preferidos, con plumas tan brillantes en el verano y tan apagados en el invierno pero sin dejar de ser hermosos, adaptándose junto a la demás naturaleza.


Por eso no le había sido raro encontrar aquella bufanda a medio hacer en uno de los cofres de su fallecida hermana.


Oh, su querida hermana.


Desde que tenía uso de razón siempre la vio con una delicada salud, pero con una sonrisa y amabilidad tan brillantes que la hacía resaltar.


Sin embargo, su débil cuerpo comenzó a deteriorarse más con los años, al punto de que tuvo que estar siempre en su habitación y, en los últimos años, prácticamente en cama.


Por aquello, siempre poseía dos pasatiempos principales: leer y bordar. Habían sido innumerables los pañuelos, las blusas y las bufandas que había bordado, incluso vendiendo muchos de ellos.


Ella le había enseñado a bordar, incluso a tejer aunque no lo hacía demasiado. Al principio sus padres estaban en desacuerdo en algo que era exclusivo de las señoritas a su ver, pero al expresar que era para tener una actividad con la que disfrutar con ella no dijeron nada más.


Sin embargo, mentiría si dijera que no le agarró el gusto a ello.


Su hermana mayor le ponía tanto amor a cada una de sus creaciones que fue cuestión de tiempo para que a él también le fuera encantando dicha actividad.


No obstante, eso no le libraba de algunos accidentes.


Y es que estaba tan inmerso en los recuerdos de aquellas tardes bordando junto a su hermana que se pinchó un dedo.


Por inercia llevó su dedo a la boca para lamer la diminuta herida y apaciguar el dolor, sacándolo al poco rato para ver su piel perforada expulsando una gota de sangre para tapar el hueco.


Miró la herida por varios segundos, aquello era la señal de que estaba hecho de carne y hueso, de que era mortal, y también en parte de que se hallaba vivo.


Llevó su vista a la bufanda, aquello sin duda alguna duda iba a ser un regalo para su persona por parte de su hermana, el azul marino era su color favorito, que junto con los jilgueros que tanto ama lo hacían más evidente.


Era una lástima que la muerte le halla llegado a mitad de su magnífico trabajo.


—Es un hermoso bordado —comentó una voz.


—Gracias —respondió aún perdido en sus pensamientos, sin embargo, a los pocos segundos salió de ellos por lo que acababa de ocurrir. Rápidamente volteó su cabeza para encontrarse con un rostro de mejillas rosas, de cabello blanco, piel de porcelana, pestañas rizadas y unos ojos de cristal de distinto color.


El muñeco de escala real que había encontrado en aquel ático se hallaba parado a su lado, viendo la bufanda con tranquilidad.


Se sobresaltó y, en su intento de alejarse, cayó de su silla.


Intentó levantarse apoyándose de la orilla de la mesa, mas sus manos se toparon con las enormes tijeras por lo que optó por tomarlas para amenazar a aquel ser de porcelana, alejándose con ayuda de sus piernas y mano libre.


—¡¿Quién eres tú?! —exclamó alterado, el muñeco por su parte mostró las manos en son de paz.


—¡Me llamo Piko! —soltó sin más, aunque su rostro apenas y se había modificado, su voz detonaba un tono mucho más nervioso de lo que expresaba este—. ¡Por favor, no te asustes! ¡No quiero hacerte daño!


—¡¿Y cómo sé que eso es cierto?! —Trataba de mantenerse lo más tranquilo que podía, pero aquello era una locura— ¿Qué eres? ¿Un muñeco poseído por un ente o algo así?


—¡No! Es decir, sí, pero... —Soltó un bufido de clara frustración, enredando sus dedos en su cabello y negando. Los soltó después de un momento y miró al suelo—. Soy un muñeco, sí, pero no como tú crees. Alguna vez fui un humano, un humano cuyo cuerpo fue maldecido, cambiando carne y hueso por porcelana. No soy ningún demonio ni nada parecido. —El muñeco se sentó frente a él aún con la mirada en el suelo.


Oliver bajó un poco las tijeras más las seguía agarrando con fuerza.


—¿Es eso posible?


—¿Crees en lo sobrenatural?


—No demasiado.


—Pues creo que es momento de que te convenzas —El de cabellos blancos suspiró—. He estado aquí por muchos años, no sé quién soy, apenas sé mi nombre y el cómo terminé en esta forma. He querido pedir ayuda para poder liberarme, pero a cada persona que me acerco terminan abandonando la casa. Incluso intentaron quemarme pero fue inútil, solo hay una forma de que yo pueda liberarme pero necesito la ayuda de alguien —Alzó su mirada para poder verlo—. Por favor, ayúdame, estoy desesperado. —Su rostro apenas mostraba una ligera mueca, pero podía sentir la enorme tristeza y desesperación que emanaba a través de su voz y su aura.


Incluso podría decir que a través de los ojos de cristal podría sentirlo, pero aquello podía ser imaginación suya.


Terminó por bajar el arma.


—¿Cómo es que yo podría ayudarte? Yo no sé nada de estas cosas... —dijo.


—No es muy difícil, es solo hacer que recupere ciertas memorias —Se acercó y le tomó con ambas manos, la lisa y fría porcelana contrastaba con su suave y cálida piel—. Te lo imploro, ayúdame a encontrar ciertos objetos, por favor.


Algo en su corazón se movió, y antes de que su cerebro si quiera lo procesará respondió:


—De acuerdo, te ayudaré —El muñeco hizo una diminuta sonrisa.


—¡Muchas, muchas gracias! —dijo con una enorme felicidad mientras daba suaves saltos antes de abrazarle, cosa que lo tomó por sorpresa. No le dio tiempo a corresponder pues el contrario se separó—. Ya lo he dicho, pero lo vuelvo a decir: Me llamo Piko. ¿Cómo te llamas tú?


Y mirando atentamente y algo hipnotizado a los ojos de cristal dijo:


—Oliver.


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