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[Fukase x Oliver]
Dejó el rastrillo apoyado en la pared para luego girarse a ver el paisaje y el trabajo que había hecho.
El otoño ya había entrado por completo, haciendo que las hojas de los árboles se pintaran de tonalidades rojas y naranjas para después caer con el viento haciendo una pequeña danza para así despedirse del calor y dejar que el frío se apodere por completo del lugar.
Se acercó a uno de los montones de hojas que había hecho, llevándose las manos a los bolsillos de su suéter para calentarlas un poco, quedándose viendo aquella variedad de colores cálidos que le ofrecía la naturaleza.
Le era imposible no recordar a cierto pelirrojo con todas esas tonalidades rojizas al su alrededor.
—¡Boo! —Escuchó antes de sentir que alguien le empujaba hacia las hojas, no pudo mantener el equilibrio por lo que cayó en ellas, haciéndolas crujir.
—¡¿Pero qué...?! ¡Ah! —Ni pudo completar la frase cuando volteó a ver y la figura de Fukase se abalanzaba sobre él.
Sintió el peso del otro y como ambos se hundían más en el montón de hojas.
—¿Cómo estas, cariño? —preguntó el otro haciéndose a un lado, tratándose de meter más.
—N-no me digas así —pidió con un suave sonrojo.
—Pero estamos saliendo, ¿no? —preguntó alzando la cabeza, teniendo unas cuantas hojas enredadas en la cabellera. Oliver rio ante aquella imagen, aunque seguramente él estaba en las mismas.
—Sí, pero... dame tiempo, no estoy acostumbrado —respondió.
Después de aquel desahogo en el verano, luego de ver las luciérnagas, ambos se habían vuelto más cercanos, Oliver había aceptado sus sentimientos y a no tener culpa de ello.
Bueno, aún estaba en proceso pero ya iba por muy buen camino.
Fukase por su parte no podía ser más feliz, no solo estaba ayudando a la persona que le gustaba, si no que también este le correspondía a sus sentimientos.
—De acuerdo, más despacito —Se dijo el pelirrojo antes de tumbarse en el montón, viendo unas cuantas hojas en sus manos.
Oliver se quedó callado mirando el cielo que comenzaba a poseer unos tonos anaranjados, pero muy sutiles.
—Hey —llamó el otro, por lo que volteó a ver—, mira que hoja más grande me encontré. —Mostró dicho objeto que era casi del tamaño de su rostro.
—¡Oh! Es muy linda —respondió el rubio tomándola con ambas manos. Su color era de un hermoso naranja, se hallaba entera y prácticamente no se hallaba arrugada. Parecía dibujada.
Y con aquella distracción, Fukase le dio un beso en la comisura de los labios.
—¡Oye! —exclamó lanzándole la hoja, el pelirrojo salió corriendo a lo que el contrario de lanzó unas cuantas hojas, aunque evidentemente fue inútil— ¡¿Qué "despacito" fue ese?! —reclamó antes de perseguirlo con la idea de aventarlo a uno de los montones del patio.
Quizás luego tuviera que recoger todo nuevamente, pero por mientras quería divertirse y tener un bello recuerdo de aquella tarde de otoño.
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