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Los Drabbles de Octubre-20 por Arince Bezariune

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[Len x Lui]

Abrió sus ojos con dificultad, sintiendo como un dolor en su cabeza le comenzaba a invadir.

Se levantó un poco sintiendo como el dolor comenzaba a manifestarse en todo su cuerpo. Cerró los ojos y se tocó la cabeza.

No recordaba exactamente lo que había pasado, solo que un par de ladrones le habían acorralado a él y su caballo, del resto es negro.

Abrió los ojos esperando encontrarse con el bosque y a él en la tierra mojada, más no fue aquello.

Se encontraba sentado en una cama, en una pequeña habitación de paredes y techo de madera y piso de piedra. En el lugar había una ventana que daba hacia el bosque, y cerca de la cama había una mesa con unos cuantos cuencos, así como una considerable alacena a su costado.

No pudo ni siquiera preguntarse cómo había llegado ahí cuando la puerta se abrió, dejándolo atónito.

Al lugar entró un jovencito de grandes ojos anaranjados, de pestañas rizadas y nariz respingada, cabellos rubios aunque con tonalidades naranjas así como de blanca piel y con mejillas con algunas pecas.

Pero lo impresionante eran aquellos grandes cuernos de venado que salían de su cabeza, adornados con una cadena llena de piedras preciosas.

¿Acaso era un sueño?

—Veo que ya despertaste —dijo el ser acercándose a él, cosa que aprovechó para verle mejor los cuernos, que parecían ser reales y no ser una simple ornamenta que el muchacho se había puesto—. Tuviste suerte, un poco más abajo y quizás ya no estarías en este mundo con nosotros. —comentó mientras que comenzaba a quitarle una venda de la cabeza que no había notado que poseía.

—¿Pero tú quién...?

—Me llamo Lui —Se apresuró a responder el otro mientras ponía la venda en la mesa y tomaba un jarrón para luego llenar un cuenco con agua—. Si te preguntas si mis cuernos son reales: sí lo son —Se acercó a su persona—. Y mi raza... no tiene mucho sentido que te la diga —Le ofreció la bebida, inclinando el torso para estar cara a cara—, después de todo, hasta donde sé soy el último de mi especie.

Tomó el cuenco con lentitud, hipnotizado por el aura de aquel ser.

Pero un brillo plateado llamó su atención, y es que entre la hilera de piedras se hallaba un medallón plateado con un grabado peculiar y con una pequeña piedra amatista incrustada.

Un talismán de la sabiduría.

Lui se alejó.

—Dormiste por tres días enteros, así que en cualquier momento tendrás mucha hambre —dijo caminando hacia la puerta—. Prepararé algo rápido y ligero para tu estómago. Solo dime... —Se paró en el marco de la puerta y lo volteó a ver—. ¿Cuál es tu nombre?

—Len... —contestó algo bajo, más el de cuernos pareció escucharle bien, pues sonrió.

—Bien, Len, descansa mientras. —Y dicho aquello se fue.



















Creía que era una simple leyenda, pero no. Ahí estaba, siendo cuidado por el ser de cuernos con el talismán de la sabiduría.

Pensaba que solo eran habladurías pero estaba enfrente suyo. Curándole unas pequeñas heridas.

Y no podía dejar de ver el talismán.

Seguramente eso valía millones, millones con los que podría llevar a su hermana con los mejores médicos para que le tratasen su terrible enfermedad.

Quizás con ello podría obtener un gran puesto de trabajo o...

—No funcionará —dijo Lui como si le leyera la mente. Len parpadeó.

—¿Qué...?

—El talismán, he notado que no dejas de verlo, pero no te funcionará —dijo antes de sumergir una venda en un tónico para luego escurrirlo—. No eres el primero que intentaría en robármela, pero no funciona como tú crees.

—¿De qué hablas?

—De mi leyenda —contestó antes de empezarle a vendar mi brazo—. Sé que los pueblos aledaños a este bosque hablan de mi, como un ser místico que ayuda a los heridos en el bosque, gracias al poder del talismán que le concede la sabiduría. Pero eso es errado —Ajustó la venda antes de empezar a recoger y organizar las cosas—. Los talismanes lo único que hacen es atraer ciertas energías específicas su portador, no concede las cosas. —Señaló el objeto colgante de su interés —. Lo que hace este talismán, que sí es un talismán de la sabiduría, simplemente es hacer que comprenda mejor las cosas, que las escuche, que las aprenda y tener la mente abierta y creativa para ello —Guardó el tónico en la alacena y la cerró—. Todo lo qué sé es por lo que he vivido, lo que he leído, lo que he aprendido, no porque el talismán me de las respuestas —Se paró y se dirigió a su persona, que se hallaba completamente callada—. Podría dártelo sin problemas pero no te servirá, solo le sirve a su creador y necesitarías un ritual para activarlo, incluso yo lo tengo que recargar cada equinoccio.

El silencio reinó por varios minutos antes de que Len soltara un suspiro y se cubriera la cara con las manos y bajara la mirada.

Ya no sabía que hacer para ayudar a su pobre hermana.

—¿Hay algo que te moleste? —preguntó Lui, agachándose para ver los ojos azules que poseía el rubio de coleta.

—Mi... mi hermana está enferma, muy enferma, no saben lo que tiene y necesita ser atendida por los mejores médicos, pero no tenemos dinero ni para uno —respondió, intentando mantenerse calmado pero se podía notar a kilómetros su preocupado tono. Lui asintió con lentitud.

—Por eso pensabas robarme el talismán, ¿no es así? Para conseguir el dinero —Len asintió, algo avergonzado por aquel hecho—. Quizás yo pueda ayudar, mi raza era muy dada a la medicina, por eso no es extraño que sepa cómo tratar todo tipo de heridas.

—¿De... De verdad la verías? —contestó con algo de esperanza en sus ojos, Lui sonrió antes de asentir.

—Claro, no podría estar tranquilo con la incertidumbre de si a lo mejor podría ayudar a la chica. Solo hay un pequeño inconveniente... —Len ladeó la cabeza—. ¿Crees que pueda venir hasta aquí? Yo no puedo salir del bosque, y en parte es muy peligroso para mí estar en un poblado humano...

—Creo... creo que sí, haré todo lo que pueda por traerla aquí —Lui sonrió.

—Te veré en un río y luego te guiare hasta mi hogar entonces —Len le devolvió la sonrisa para luego notar que había tomado las manos del otro por la emoción. Se apenó por ello y las soltó.

—D-disculpa —dijo con un leve sonrojo, aunque después aumentó debido a las risas del contrario.

—No te preocupes, lo entiendo —Se paró—. Descansa, para mañana podrás regresar y no te preocupes, ya atendí a tu caballo —Le informó.

Len volvió a sonreír, había una nueva esperanza.


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