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¡Es tu turno! ||Sterek|| por Dark_Ness

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— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Stiles? —su papá habló mientras Stiles se ataba un nudo de corbata al cuello—. Ya sabes que…

— Papá… —habló Stiles con la voz gruesa—. Realmente hay cosas que tengo que hacer.

    El sheriff suspiró después de escuchar la respuesta de su hijo.

    Stiles tenía razón cuando hablaba de que tenía cosas que hacer, por lo que su papá no presionó más y simplemente le ayudó a atar el nudo de la corbata que tanto le costaba a su hijo.

    Los ojos de Stiles cargaban el perpetuo peso del lamento. Estaban tan oscuros y vacíos de vida que aterraban. Parecía que el episodio depresivo por la muerte de Claudia se repetiría como un bucle después de tanto tiempo; y John no estaba preparado para lo que se avecinaba.

    Stiles le dio las gracias a su papá cuando terminó de atarle el nudo y se retiró de su habitación.

    Iba tarde para el funeral.

*

*

*

    Después de los sucesos ocurridos en Ohio, la manada por igual se enfrentó a un leve juicio por los cargos de complicidad de asesinato y obstrucción en una escena del crimen.

    Fue realmente rápido, en realidad.

    Con la intervención del sheriff y la ayuda extra que Derek había recibido del agente misterioso que reveló ser un beta de alguna manada de la región, las cosas se pusieron a su favor. Lograron demostrar su inocencia de los cargos a los que se le acusaban, y partieron hacia su estado con una restricción de no salir del lugar en al menos seis meses. No se habían librado de un castigo del todo, puesto que este tema era muy serio como para simplemente irse con una palmada en la espalda. Sin embargo, entre ir a prisión el resto de su vida y no poder salir de Beacon Hills por al menos seis meses, prefería mil veces quedarse en Beacon Hills el resto de su vida si así lo ameritaba la situación.

    Regresaron ese mismo fin de semana en el helicóptero con el cual el sheriff Stilinski se había trasladado en un principio. Los vehículos los transportarían en un plazo de 3 a 5 días hábiles en grúas al servicio de la policía de Ohio. Y bueno, todo salió realmente bien.

    Excepto que Stiles no estaba bien.

    Pero si era honesto, nadie lo estaba.

    Ir a la escuela el siguiente lunes se sintió como ingresar en una mentira. Era como si estuviera viviendo una vida que no le pertenecía. Casi como si tuviera que fingir que el fin de semana no había ocurrido; que una muerte no significaba nada.

    La manada no se fragmentó como —secretamente— todos estaban esperando, pero era muy incómodo retomar viejas rutinas; por lo que, un mes después del suceso, la cosa seguía doliendo.

    Y justo a tiempo para que extraditaran el cuerpo de Audrey, el cual requirió un sin fin de papeleo extenso y tedioso.

— ¿Quieres que te acompañe? —John preguntó antes de que Stiles arrancara el jeep. Su hijo parecía estar en piloto automático.

— No hace falta —respondió Stiles, con un suspiro—. Estaré solo un rato porque su mamá no me quiere allá, y no llamará a la policía porque mi papá es el jefe de la estación.

    Eso fue otro golpe duro para Stiles.

    Dar la noticia de la muerte de Audrey a su familia el mismo día en que regresaron del viaje.

— Entiendo —respondió el sheriff—. Llámame si necesitas algo.

    Stiles asintió y puso en marcha el jeep, dirigiéndose al único lugar en el cual realmente no quería estar.

    La situación con la familia de Audrey era muy difícil. Antes de que las cosas pudieran haberse puesto serias, Stiles solo sabía el nombre de la chica. No es como si las breves citas que habían tenido hubieran servido para conocer toda la vida de ella, por lo cual no estaba muy seguro de como hablar con una familia que había tenido una pérdida. Y su instinto le decía que realmente las cosas se pondrían muy mal entre ellos, peor de lo que habría pensado si se acercaba el momento en donde ellos tenían que presentarse como una pareja formal.

    Esa tarde, casi al anochecer, fue hasta la casa de la chica (la cual, a pesar de haber visitado una sola vez, recordaba de memoria su ubicación); y pidió hablar con su mamá. Se sorprendió bastante al ver que Audrey tenía hermanos menores, y que sus dos padres vivían en matrimonio (porque, siendo honesto, Audrey daba la vibra de padres divorciados). Ellos estaban muy preocupados, y eso no hizo falta ser expresado en voz alta; Stiles pudo notar las ojeras de una madre en vela cuando las tenía frente a sus ojos.

    Por lo que, sin hacer mucho tiempo, Stiles se presentó a sí mismo y procedió a dar la mala noticia.

    Afortunadamente, el padre de Audrey estaba ahí para sostener a su esposa antes de que cayera al suelo. Y, por otro lado, Stiles tenía la suerte de estar con su padre, porque el matrimonio amenazó con llamar a la policía por considerarlo un asesino.

    Fue, probablemente, la hora más turbia que había experimentado. En especial cuando su papá intervino en plan de sheriff y no como suegro de Audrey.

    Los llantos desconsolados de los hermanos menores de Audrey acompañaron a Stiles durante mucho rato, en especial ahora, que iba llegando al cementerio en donde se daría el funeral y posterior entierro de la chica que amó.

— Permiso. —habló Stiles cuando se bajó del jeep. La familia de Audrey estaba caminando hacia la tumba— …

— Stiles —saludó el padre de Audrey—. Veo que viniste.

    El chico asintió.

    Los funerales siempre eran incómodos.

    El padre de Audrey se veía cansado. Demasiado. Era un hombre que estaba en la línea de los cuarenta, casi cincuenta, con el cabello canoso gracias a la edad y una estatura prominente que en los buenos tiempos hubiera sido la fuente de atracción de más de una mujer. El hombre usaba anteojos cuadrados, y el traje oscuro que cargaba realzaba la palidez de su piel. Sus ojeras, por otro lado, era lo único que tenía color en su rostro, siendo el toque oscuro y triste que no se podría borrar en mucho tiempo.

    Solo sus ojos le hacían competencia a las enormes bolsas bajo sus ojos, estando totalmente vidriosos. Realzaban el color claro, el cual tenía Audrey cuando se quitaba los lentes de sol.

    De la mano del señor estaba lado a lado sus otros dos hijos menores, los cuales apenas y tenían siete o nueve años. Eran tan pequeños, y ya tenían que asistir a un trágico evento.

    Eran muy parecidos a Audrey, con la excepción de que su cabello era mucho más claro; del tono que tenía la señora. Un rubio fresa.

— ¿Te quedarás todo el funeral, Stiles? —preguntó la señora una vez lo divisó. Sus lentes de sol ocultaban parte de su rostro, pero la expresión de tristeza perpetua era más que evidente.

— Si me lo permiten… —Stiles respondió— No planeo incomodar a nadie con mi presencia.

— Pues, muy tarde, ¿no? —uno de los niños respondió. Su pequeña voz estaba quebrada.

    Esa fue una puñalada directa a su corazón.

    Pero no podía negar que en el fondo estaba esperando el comentario, por lo cual estaba preparado.

— ¡Ya les dije que no digan eso! —la madre regañó a uno de los niños. Ellos solo miraron hacia el suelo y jalaron a su papá para seguir caminando. El señor se disculpó y se adelantó—. El tema es muy… reciente. Los niños no han podido asimilarlo. Ellos creen…

— Sí —cortó Stiles. No hacía falta que le contaran todos los detalles—. Sé lo que pueden pensar. Me siento culpable también.

    La señora no quería derrumbarse, por lo cual simplemente hizo un gesto con su boca.

— Sabemos que tú no fuiste el culpable de su muerte —ella reconoció. Le había costado horrores entender y asimilar el hecho—. Sabemos que su muerte realmente fue un trágico accidente, y que tú y tus amigos hicieron todo lo posible para ayudarla…

    Stiles cerró los ojos a medida que caminaba hacia el lugar del funeral. Respirar profundo ayudaba cuando no miraba a su alrededor.

— Sabemos que tú también fuiste atacado por ese animal —Stiles se estremeció y tocó su garganta inconscientemente—. Solo estamos tratando de asimilarlo. Es muy difícil.

    El chico asintió.

    Sin embargo, ya no había mucho más que decir.

    Las palabras se extinguieron cuando se encontró con tantas personas alrededor del ataúd de Audrey en el cementerio. Todos vestidos de negro, con sombreros y sombrillas para cubrirse del abrasivo sol de la tarde. Nadie lo miró acusatoriamente. O bueno, nadie lo miró en realidad. Solo la familia de Audrey sabía quien era Stiles.

    Y lo agradeció enormemente.

    No podía aguantar otra mirada de alguien que pensara que él había matado a la chica con la que comenzaba a tener una linda historia.

— ¿Y tu papá… cómo está? —la madre de Audrey preguntó a Stiles—. No lo veo por aquí.

— Le pedí que no viniera.

— ¿Por qué?

— No lo sentí correcto… y no quería traerlo solo por…

    Stiles no continuó al escuchar la voz del padre pronunciarse ante los presentes en el cementerio. Eso, en pocas palabras, quería decir que ya había comenzado el entierro.

    Un mínimo de silencio y respeto era lo que se merecía Audrey. Y Stiles se lo daría.

*

*

*

    Caminar entre las lápidas no era algo que a Stiles le gustara hacer.

    Podría decirse que le traía malos recuerdos de épocas recientes y no tan recientes.

    Por lo menos, si había algo que destacar entre tantas cosas, era que ese cementerio estaba bien cuidado. Al menos en comparación con el que guardaba a su madre. Stiles recuerda haber tenido que llevar palas, escobas y rastrillos para limpiar los alrededores de la tumba de Claudia porque el césped había crecido demasiado. Y pues, aunque no le guste reconocerlo en voz alta; ese momento fue bastante catártico. Hacer algo por su mamá le llenó de alegría y lo distrajo de lo que verdaderamente significaba visitarla.

    Eso fue ya hace... ¿Cinco años atrás?

    Stiles no estaba seguro. Dejó de contar cuando dejó de visitar a Claudia por recomendación de su psicólogo.

— ¿Qué haces aquí? —Stiles preguntó en voz baja mientras miraba la lápida de alguien aleatorio—. ¿También en estos momentos tengo que soportar tu acidez?

    Stiles se dirigía al único lobo que estaba cerca.

    Porque, aunque no quisiera, había visto a Derek unos minutos después de que bajaran el ataúd hacia el espacio vacío de la parcela. Sintió que algo estaba mal, como si un enorme escalofrío le recorriera la espalda de arriba a abajo; y sin querer, miró hacia atrás. Ahí pudo ver a una persona alta y bien vestida parada. Una persona con porte duro y elegante.

    Una persona que, sin quererlo, seguía siendo el centro de su atención incluso en los momentos en donde realmente necesitaba enfocarse en otros asuntos.

    Stiles hizo de cuenta que no lo había notado y siguió en el funeral hasta que todos comenzaron a retirarse del sitio.

    Entonces, Stiles decidió dar una media vuelta lentamente y recorrer un poco el lugar antes de irse a su casa y hacer... nada.

— Vengo a presentar mis respetos —Stiles escuchó la voz de Derek muy cerca—. Creo que ella merece eso por lo menos. Su valentía fue lo que los salvó.

— Sí. Salvó a todos menos a ella. Que honor, ¿no? —Stiles ironizó.

    Derek guardó un poco de silencio.

    Aunque duró realmente poco.

— No sé si esto sea lo correcto, pero ya he hecho tantas cosas incorrectas que ya no tengo espacio para más arrepentimiento —expresó—. Audrey fue una gran chica, y en otras circunstancias hubiera sido realmente bienvenida. Pero me di cuenta de que soy un mal perdedor, y no puedo simplemente mirar a los ojos a la persona que se quedó con el chico al cual amo.

«Espero que Audrey logre encontrar la paz en donde esté. Y qué tú, Stiles, logres perdonarme algún día por ser una mala persona.»

    Y sin mucho más que decir, Derek se retiró del lado de Stiles.

    Stiles solo se quedó mirando la inscripción de la lápida de esa persona a la que nunca conoció en vida y que no sabía tampoco quien era en muerte. Se quedó mirándola hasta que se dio cuenta de que pequeñas gotas de agua comenzaron a mojar la piedra grabada.

    No estaba lloviendo, pero Stiles sentía que tenía un diluvio cayendo encima de su cabeza.

    No era posible llevar tanto dolor por dentro sin romperse. Y Stiles, como se dio cuenta hace algún tiempo atrás, no era la excepción a la regla en ningún sentido.

———

Notas finales:

Creo que este capítulo debe ser corto justamente en honor a Audrey.

 La muerte de una persona amada no es algo a lo que nadie se puede preparar nunca.

 


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