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Más te vale quedarte por Midori no me

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—¿Te vas a quedar ahí callado o vas a responderme por qué es que estás aquí? Más importante, ¿Cómo es que sabes dónde vivo? —interrogó Aizawa amenazante, acercándose peligrosamente al rubio con intensiones agresivas.

 

—Oye, oye, Shouta, cálmate.

 

Veía como retrocedía con algo de temor. Sí, así quería que Hizashi se sintiera como una pequeña venganza; sin embargo, ahora que lo tenía en frente y estaban a solas, golpearlo no parecía ser algo que aplacase el odio que comenzaba a sentir acumulándose desde hace mucho tiempo. Y suspiró, deshaciéndose de todos esos prejuicios y primeras impresiones, rindiéndose así ante la insistencia, no sólo de Yagi, sino también del más pequeño, quien sólo buscaba su perdón y aprobación para aproximarse a él y corregir sus pasos.

 

—¿Por qué has venido a buscarme? —cuestionó ya más tranquilo e invitando al otro a caminar con él. Claro que no pasó por alto su actitud ni la cara de incredulidad del rubio—. ¿Toshinori te ha enviado?

 

—No —replicó serio, sin muletillas, sin timbres de voz insoportables, sin esa actitud alocada que siempre tenía. Algo iba mal, muy mal—. Él no sabe que he venido a verte.

 

 ¿Y cómo es que sabes dónde vivo?

 

—Culpa de Toshinori —se encogió de hombros—. Un día pasamos por aquí y te vimos sin querer cuando saliste de noche.

 

Quería palmearse la frente por haber sido tan descuidado, de seguro por eso el mayor había decidido ser su guardia de seguridad personal. Entonces se dio cuenta de las cosas, de lo que realmente pasaba y de la imagen que realmente daba.

 

—¿Él me ha estado vigilando todo éste tiempo? —pronunció con su voz apagándose.

 

—Bueno, Toshinori, él... —mas no pudo terminar la frase, debido a la enorme aura nostálgica que transmitía Aizawa—... No quiere que nada nos pase.

 

A ellos, o a él... ¿En serio era tal y cual lo pensaba? No. O quizás sí. Tal vez podría parecer débil, pero...

 

—¿Realmente doy esa imagen de alguien que debe ser protegido? —sí, estaba preguntándole eso a una persona que jamás imaginó siquiera dirigirle la palabra amigablemente.

 

Se sentía desnudo, sin esa coraza de hierro construida a través del paso de los años que acababa de hacerse trizas en el peor momento posible. Quiso llorar. Quiso tirarse a los brazos del chico a soltar sus penas, sin que le dijesen o lo tildaran de nada. Sin embargo, lo único que le impedía ello era la falta de respuesta ante la pregunta. Levantó su cabizbaja mirada para implorar no ser ignorado.

 

Entonces Hizashi le sonrió, lo rodeó y lo abrazó. Aizawa respondió, sintiéndose amparado.

 

—Sí —lo sabía perfectamente—. Pero, sabes algo —decía, separándose de él—, las personas como tú y yo estamos al fondo de un enorme foso; lo único que nos queda es subir y seguir subiendo.

 

Sin ser capaz de pronunciar palabra alguna, cubrió sus ojos con su mano, soltando un llanto incontenible por más tiempo. Pareciera que la vida por fin le estaba dando la oportunidad de probarse que era más que un simple estorbo en el mundo.

 

—¿Por qué...? —empezó a sollozar, con esa chispa de esperanza que poco a poco se perdería si no encontraba su respuesta—. ¿Por qué está haciendo todo esto por mí?

 

—¡Oh, vamos!, ¡Hermano, no llores! —intentaba calmarlo sin saber qué más hacer—. Oye, oye, vamos, no te pongas así, Aizawa, ¡Que no es para exagerar!

 

Pero Aizawa cubría su mirada; no quería verlo a los ojos, no quería que lo viese en ese estado. Maldijo a todos los hijos de puta que siempre lo hicieron menos que el resto, que siempre le hacían ver como un inútil, como una basura inservible.

 

—Llévame con Yagi —dijo al fin, con la voz entrecortada.

 

Limpió su rostro de las lágrimas y respiró hondo antes de prestarle atención. No obstante, la preocupación le invadió de repente cuando notó el alterado semblante de Hizashi, quien no ocultaba la seriedad del asunto.

 

—Pues, verás... De eso quería hablarte en cuanto vine aquí.

 

—¿Qué? —preguntó ignorando su reciente estado.

 

—Hermano... No tienes ni idea del lío en el que ese chico está metido —fue incapaz de procesar inmediatamente la información. Tomando en cuenta los encuentros en los que ese muchacho se metía, el hecho de que el pequeño viniese a avisarle sólo significaba algo realmente malo para Yagi—. Debemos ir por él.

 

Eso realmente le espantó. Pensar que ahora el mayor tuviese problemas le helaba la sangre y le asustaba la idea de perderlo a pesar de haber hecho y pensado todo lo contrario hasta hace poco.

 

—¡¿Qué dices?!

 

Hizashi mantuvo la calma ante el cambio drástico en el moreno, casi encolerizando por el hecho de que su amigo estuviese en grave peligro.

 

—Tranquilízate... Voy a explicarte todo. Un tipo de mi barrio, que estuvo dos años en la prisión, regresó hace unos días para matar a Yagi, me llegó algo de información filtrada por un conocido mío dentro de la pandilla. El tipo ha ordenado secuestrarlo, el problema es que no sé cuándo ni dónde ocurrirá eso. A demás, no puedo rescatarlo sólo.

 

Él estaba en peligro. Iba a morir si no lo ayudaban.

 

—Tú eres de sus conocidos... ¡Habla con ellos, joder!

 

¿Podría ponerse peor acaso?

 

—¡No podría aunque quisiera, me matarían tan sólo de enterarse que dejé de seguir a Shoru!

 

—¿Qué has dicho?, ¡¿Qué tiene que ver ese idiota en todo esto?!

 

—El sujeto es hermano mayor de Shoru, y fue por su hermanito que se enteró de Yagi.

 

Las cosas comenzaban a ponerse demasiado peligrosas llegando a ese punto. Podría elegir entre salvar o no la vida del rubio, pero ahora la sola idea de perderlo le daba pánico y confundía cada vez más su mente. Su vida no valía mucho de por sí, la de Yagi incluso menos a ojos de la sociedad; entonces, ¿De dónde venían esas desesperantes ganas de querer vivir?

 

—No sé si nosotros seamos suficiente para rescatarlo —gimoteó sintiéndose impotente ante la imagen que había creado de sí mismo.

 

—¡No es tiempo para dudar, Shouta! —tomó su brazo y lo jaló para empezar a correr, guiando al moreno—. Tenemos que ir a buscarlo antes que los pandilleros lo encuentren.

 

Tenía razón, no era tiempo de que las dudas le paralizaran, era momento para demostrar que sí podía; debía ir por el chico que le salvó aquella vez, debía ir por su amigo, debía ir por él... Tan solo faltaba algo por esclarecer, incluso ya habiendo despejado la duda, lo único que quería era su palabra.

 

—Yagi y yo... ¿Podemos confiar en ti?

 

Sin duda la pregunta lo tomó por sorpresa, y tanto había recapacitado en ese poco tiempo, que no dudó en sincerarse.

 

—Para cualquier cosa, hermano —le sonrió, lo tomó de la muñeca—. Ahora, vámonos —y lo jaló para guiarlo mientras corrían.

 

Jamás se había sentido tan querido, no solo por una, sino por dos personas que acababan de volverse importantes en su vida. Aún no terminaba de conocerlos, pero deseaba hacerlo; pensando que todo acabaría rápido, pensando en correr a toda velocidad rumbo a la escuela del mayor, encontrarlo e irse los tres a casa hasta el día siguiente y que mágicamente se resolverían sus problemas con los delincuentes.

 

En ese momento fue tan ingenuo, que le dolió el ver ese asiento vacío del aula donde él debía estar. Quiso creer que había ido al baño, pero tan largo rato le evidenció que realmente no estaba en la escuela.

 

—Tal vez decidió no venir a clases.

 

Comentó Yamada mientras salía con cuidado de los arbustos junto a la ventana; al menos su aula estaba en el primer piso. Ambos quedaron intranquilos y el rubio comenzó a hablar atropellando las palabras intentando llegar a alguna conclusión de dónde estaba.

 

—Debemos prepararnos para lo peor —y admitirlo le dolía—. Debemos encontrarlo lo antes posible, pero debemos prepararnos para cualquier cosa, ¿Sabes dónde vive?

 

Negó con la cabeza. No era momento de perder la calma, y si no sabían su dirección, hurgarían en los expedientes escolares. El moreno le propuso pasar inadvertidos dentro de las instalaciones, colándose por alguna ventada de algún salón vacío o los baños. Se sintió extrañamente confortado cuando Hizashi le sonrió y comenzó a guiarlo por el edificio.

 

Rápidamente dieron, no con una ventana, sino con una de las entradas secundarias en la cual el guardia estaba dormido; si tenían cuidado el hombre no se daría cuenta de su presencia.

 

—Shouta, ¿Tienes algún plan de respaldo? —susurró agazapado, siguiendo a su compañero mientras pasaban el puesto de vigilancia.

 

—No. Lo voy inventando conforme a la situación.

 

Evidentemente, el rubio se preocupó por la respuesta, mas no era importante, ambos podían bien inventarse algo para escapar si las cosas salían mal. Aizawa también tomó la situación con calma; lograron pasar al guardia, ya solo les faltaba llegar a la oficina del director sin ser vistos. Ya casi daba la hora del cambio de clases, si no se apresuraban, los maestros podrían percatarse de su presencia y causar más problemas de los que ya tenían.

 

Se dieron cuenta al llegar que la oficina estaba vacía, tenían la suerte de no toparse con el inconveniente de sacar al director de ahí.

 

—¡Rayos, está cerrada! —renegó mientras se quitaba el saco y doblaba las mangas de su camisa.

 

—Yo la abro —se ofreció el menor mientras sacaba de su bolsillo un paquete de clips.

 

El moreno decidió no decir nada y dejar que el pequeño hiciera su trabajo; odiaba admitirlo, pero había aprendido muy buenos trucos con los delincuentes.

 

—Bien hecho —sonrió satisfecho cuando vio la oficina abrirse.

 

Entraron al instante. Su compañero se quedó vigilando la entrada con la puerta lo más cerrada posible, al tiempo que él buscaba en las gavetas algún archivo con el nombre de su amigo. Apenas lo encontró, lo sacó de golpe y apuntó mentalmente la dirección de la ficha.

 

Dio un respingo cuando oyó que Hizashi ahogó un grito. Creyó que venía alguien del personal y eso le hizo casi entrar en pánico, fue aún peor cuando se enteró que el director regresaba a su oficina acompañado.

 

—¡La policía está aquí!

 

“¡Mierda!”, pensó.

 

—¡Salgamos por la ventana!

 

Regresó el expediente a su lugar tiró su bolso por la ventana y, tras saltar al otro lado y esconderse en los matorrales, vio cómo su amigo cerraba, siguiéndolo y saliendo a toda velocidad. Se quedaron, por orden de Aizawa, mientras escuchaban la conversación. Ya le parecía que algo raro se estaba formando ahí; fue cuando el oficial pidió ver los expedientes del mismo Toshinori que se dio cuenta.

 

Era claro que ese asesino tenía cómplices en la policía. Cada vez que oía al oficial hablando del comportamiento errático y supuestamente agresivo que tenía el joven fuera de la escuela, hacía hervir la sangre del moreno. Sin embargo, había una ventaja; la presencia de ese policía intentando sonsacar información, delataba el hecho de que su amigo estaba aún a salvo en cualquier otra parte menos la escuela. Tan solo debían apresurarse y dar con él antes que el hermano de Shoru.

 

—No podemos confiar en la poli —comentó el otro asustado.

 

—No, pero hay una heroína que puede ayudarnos —empezó a gatear en dirección por donde habían entrado—. Ella también nos puede dar una pista de dónde podría estar, pero primero debemos ir a verla a casa...

 

—No tendremos tiempo si vamos los dos. Tenemos que separarnos y buscar por nuestra cuenta.

 

—Guarda mi número, si vamos a separarnos es mejor estar en contacto y avisarnos de cualquier movimiento.

 

Treparon la reja nuevamente. Nadie los había visto entrar, así como no los vieron salir. Intercambiaron números y con un "Nos vemos, suerte", se despidieron tomando diferentes rumbos.

 

Él realmente quería confiar que todo iría bien sin importar lo que pasara, pero las cosas se iban complicando cada vez más y no lograba despejar su mente de esa agobiante sensación de ansiedad. Tenía miedo de que algo le pasara, trotó todo el trayecto pensando en qué decir cuando lo encontrara y en qué hacer si Yagi seguía desaparecido. Todo dependía de lo que dijera la médico.

 

Nunca pensó que entraría de nuevo a ese consultorio para buscarlo, deseando y rogando porque estuviera allí.

 

—Vaya, no creí que vendrías de nuevo, muchacho —con solo ver su expresión, la doctora se preocupó, intuyendo que algo quería decirle el chico—. ¿Qué pasa? Te veo angustiado.

 

—Yagi no aparece. Necesito verlo —respondió cortante para no alertar a la mujer, quien no lo pasó por alto, aunque dudaba en preguntar la razón.

 

—Debería estar en la escuela—Se mordió la lengua sintiendo ira e impotencia. De ahí era justo de donde venían—. Puede haberse quedado en casa a hacer algo, tal vez. No conozco más lugares fijos a donde suela ir. Él siempre camina por las calles sin un rumbo en específico —Notó el afligido rostro de la mujer y entonces pudo entender que ambos eran igual de distantes y solitarios. De la nada surgió una urgencia por protegerlo también.

 

Un "Gracias" es lo único que pronunció antes de salir, recostarse contra la pared apoyando las manos en sus rodillas y tratar de calmarse. Aún no recibía ninguna llamada de su compañero... Hablando del diablo, no pudo evitar contestar rápido a la primera llamada. Esperaba que todo estuviese bien.

 

—¡Nos encontraron! —gritaba desesperado y agitado, con ruidos de cosas rompiéndose y gritos furiosos de fondo— ¡Yagi está aquí conmigo, pero ellos...!

 

—¡Hizashi!, ¡¿Dónde están?!

 

—¡En casa de...! ¡Son demasiados! ¡Vámonos! —voces cercanas y sonidos de golpes se escuchaban junto a dos agitadas respiraciones que se volvieron en una cuando entendió que el menor ahora estaba solo—. ¡Yagi, lárgate de aquí!... ¡Corre! —entró en pánico cuando comprendió y oyó el forcejeo de su amigo—. ¡No! ¡No! ¡Déjame!... ¡Ayúdame, Aizawa! ¡Aiz...!

 

La llamada se cortó y teléfono sonaba desconectado. Era imposible no asustarse tras oír los gritos desesperados de su amigo. Estaría herido o peor, muerto. Comenzó a agitarse sin ser capaz de pensar claramente durante unos segundos. No fue su mente quien le hizo comenzar a correr yendo a la dirección donde había ido el menor, simplemente, su cuerpo comenzó a correr por sí solo, negándose a creer que no podría hacer nada. Desconocía si fue la adrenalina o la furia lo que hizo aguantar el trote durante todo el trayecto.

 

Y ahí estaba. La puerta cerrada y el jardín con notorias marcas de pelea y cantidad de tierra removida, de seguro por el forcejeo.

 

Temió más por la vida de los otros que por la suya, entrando muy cauteloso y escrutando todo el desastre de cosas tiradas y rotas de la casa. Ni siquiera los muebles pesados estaban en su lugar, lo que suponía que los usaron para crear una barricada en la escalera. Pronto vio lo peor, un rastro de sangre en el piso que seguía hasta la parte superior de la casa.

 

Se habían defendido y uno de ellos había resultado herido. El nudo en su garganta se hizo cada vez más fuerte y las ganas de llorar pudieron con su serenidad.

 

Los había perdido en unos cuántos instantes. Debió de haber ido con Hizashi cuando pudo en vez de haberle enviado solo.

 

 

 

—Continuará—


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